miércoles, 15 de febrero de 2012
Un incidente diurético
Página/12
Por Juan Gelman
El soldado afgano que el viernes 20 mató a cuatro efectivos franceses e hirió a una docena o más –ocho se encuentran graves– no era un recluta talibán, como pretendió un comunicado triunfalista: el hombre había visto el documental de 40 segundos que alguien subió al blog TMZ y que muestra a cuatro marines sonrientes orinando los cadáveres de presuntos enemigos. Para el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, el hecho arroja serias dudas sobre la eficacia del entrenamiento que las tropas de la OTAN imparten al naciente ejército afgano y podría adelantar el regreso de los 3600 militares de su país estacionados en el país asiático.
Se puede considerar que esa profanación es una más de las perpetradas a los afganos, talibán o no, presos en Abu Ghraib, o cercados en Fallujah por las tropas de la OTAN que incluso utilizaron gases venenosos y mataron talibán y civiles por igual sin distinción alguna. Sólo que es un síntoma de otra naturaleza: aumenta el número de tropas aliadas muertas por los mismos que entrenan. El muy británico The Guardian publicó una lista, más bien escueta, de esa clase de guerra interna: el 3 noviembre del 2009, un policía afgano eliminó desde el techo de una vivienda a cuatro soldados británicos, hirió a ocho y logró escapar; en 2010, un soldado afgano asesinó a tres británicos en la provincia de Helmand, y un policía a ocho soldados estadounidenses durante un entrenamiento en Nangahar antes de suicidarse.
Estos incidentes fueron in crescendo en el 2011. El 18 de febrero, un soldado afgano ametralló a tres soldados alemanes en la provincia de Baghlan; el 27 de abril, un piloto muy experimentado de la fuerza aérea de Afganistán disparó contra un grupo reunido en Kabul, la capital, dando muerte a ocho efectivos de EE.UU. y a un contratista civil antes de ser derribado; el 9 de noviembre, las víctimas fueron tres soldados australianos y el 29 de diciembre, dos militares de la Legión Extranjera francesa. Se estima que el número total de efectivos aliados caídos en sucesos similares asciende a 57. ¿A qué se debe esta reacción? ¿Raptos de locura? ¿Patriotismo recuperado? ¿El stress post-traumático del combate, como proponen especialistas de la OTAN?
El Pentágono decidió investigar las razones y resultaron bien otras. Por ejemplo, la extrema arrogancia, los abusos y “el trato rudo” que los soldados afganos reciben de los instructores extranjeros. El informe asimismo califica de “profunda deshonestidad intelectual” la afirmación del comando de la OTAN de que son extremadamente raras las muertes de sus efectivos a manos de soldados o policías afganos. La de los cuatro franceses el viernes 20 –dice– “refleja una creciente amenaza sistemática de homicidios (entre ‘aliados’ de una magnitud sin precedente en la historia militar moderna)” (www.guardian.co.uk, 20-1-12). Y advierte que el problema es tan serio que “está provocando una crisis de seguridad y de confianza entre los occidentales que entrenan y trabajan con las Fuerzas Afganas de Seguridad Nacional”. Los efectivos alemanes de Baghlan se niegan a patrullar con los afganos. Tuvieron ya bastante con tres bajas.
Un informe del científico conductista Jeffrey Bordin señala que la mayoría de estos “asesinatos fratricidas” –así los llama– son producto de “una profunda animosidad estimulada por conflictos sociales y personales” (www.michaelyon-online.com, 12-5-11). El Dr. Bordin entrevistó a 623 miembros de las fuerzas de seguridad afganas, 215 soldados estadounidenses y 30 intérpretes afganos que trabajan para éstos y encontró que el desprecio y la incomprensión imperan por igual en instructores y entrenados. Subraya que se trata de “una crisis de incompatibilidad cultural”, pero el problema admite otras complejidades.
“Los soldados de EE.UU. no escuchan, son demasiado violentos, imprudentes, intrusivos, soberbios, profanos, aprovechados que se ocultan detrás de una tecnología de vanguardia... los civiles pagan cuando uno de los suyos cae”, fueron algunas opiniones de efectivos afganos recogidas por el investigador. La otra parte no se quedó corta: los soldados afganos “son cobardes, incompetentes, obtusos, ladrones, complacientes, holgazanes, drogradictos, radicales traidores y asesinos”, espetaron los soldados estadounidenses. Ni el gobierno de Karzai, ni los mandos de la OTAN han logrado frenar semejante hostilidad.
Esta situación podría tener consecuencias políticas no triviales. La Casa Blanca y su aliados vacilan en abandonar Afganistán con una población civil cargada de odio a los ocupantes y fuerzas de seguridad permeadas por el mismo sentimiento. La creación de un ejército afgano operativo contra los talibán es la base fundamental del designio de Obama, tantas veces reiterado, de retirar sus tropas a fines del 2014. ¿Lo hará?
Por Juan Gelman
El soldado afgano que el viernes 20 mató a cuatro efectivos franceses e hirió a una docena o más –ocho se encuentran graves– no era un recluta talibán, como pretendió un comunicado triunfalista: el hombre había visto el documental de 40 segundos que alguien subió al blog TMZ y que muestra a cuatro marines sonrientes orinando los cadáveres de presuntos enemigos. Para el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, el hecho arroja serias dudas sobre la eficacia del entrenamiento que las tropas de la OTAN imparten al naciente ejército afgano y podría adelantar el regreso de los 3600 militares de su país estacionados en el país asiático.
Se puede considerar que esa profanación es una más de las perpetradas a los afganos, talibán o no, presos en Abu Ghraib, o cercados en Fallujah por las tropas de la OTAN que incluso utilizaron gases venenosos y mataron talibán y civiles por igual sin distinción alguna. Sólo que es un síntoma de otra naturaleza: aumenta el número de tropas aliadas muertas por los mismos que entrenan. El muy británico The Guardian publicó una lista, más bien escueta, de esa clase de guerra interna: el 3 noviembre del 2009, un policía afgano eliminó desde el techo de una vivienda a cuatro soldados británicos, hirió a ocho y logró escapar; en 2010, un soldado afgano asesinó a tres británicos en la provincia de Helmand, y un policía a ocho soldados estadounidenses durante un entrenamiento en Nangahar antes de suicidarse.
Estos incidentes fueron in crescendo en el 2011. El 18 de febrero, un soldado afgano ametralló a tres soldados alemanes en la provincia de Baghlan; el 27 de abril, un piloto muy experimentado de la fuerza aérea de Afganistán disparó contra un grupo reunido en Kabul, la capital, dando muerte a ocho efectivos de EE.UU. y a un contratista civil antes de ser derribado; el 9 de noviembre, las víctimas fueron tres soldados australianos y el 29 de diciembre, dos militares de la Legión Extranjera francesa. Se estima que el número total de efectivos aliados caídos en sucesos similares asciende a 57. ¿A qué se debe esta reacción? ¿Raptos de locura? ¿Patriotismo recuperado? ¿El stress post-traumático del combate, como proponen especialistas de la OTAN?
El Pentágono decidió investigar las razones y resultaron bien otras. Por ejemplo, la extrema arrogancia, los abusos y “el trato rudo” que los soldados afganos reciben de los instructores extranjeros. El informe asimismo califica de “profunda deshonestidad intelectual” la afirmación del comando de la OTAN de que son extremadamente raras las muertes de sus efectivos a manos de soldados o policías afganos. La de los cuatro franceses el viernes 20 –dice– “refleja una creciente amenaza sistemática de homicidios (entre ‘aliados’ de una magnitud sin precedente en la historia militar moderna)” (www.guardian.co.uk, 20-1-12). Y advierte que el problema es tan serio que “está provocando una crisis de seguridad y de confianza entre los occidentales que entrenan y trabajan con las Fuerzas Afganas de Seguridad Nacional”. Los efectivos alemanes de Baghlan se niegan a patrullar con los afganos. Tuvieron ya bastante con tres bajas.
Un informe del científico conductista Jeffrey Bordin señala que la mayoría de estos “asesinatos fratricidas” –así los llama– son producto de “una profunda animosidad estimulada por conflictos sociales y personales” (www.michaelyon-online.com, 12-5-11). El Dr. Bordin entrevistó a 623 miembros de las fuerzas de seguridad afganas, 215 soldados estadounidenses y 30 intérpretes afganos que trabajan para éstos y encontró que el desprecio y la incomprensión imperan por igual en instructores y entrenados. Subraya que se trata de “una crisis de incompatibilidad cultural”, pero el problema admite otras complejidades.
“Los soldados de EE.UU. no escuchan, son demasiado violentos, imprudentes, intrusivos, soberbios, profanos, aprovechados que se ocultan detrás de una tecnología de vanguardia... los civiles pagan cuando uno de los suyos cae”, fueron algunas opiniones de efectivos afganos recogidas por el investigador. La otra parte no se quedó corta: los soldados afganos “son cobardes, incompetentes, obtusos, ladrones, complacientes, holgazanes, drogradictos, radicales traidores y asesinos”, espetaron los soldados estadounidenses. Ni el gobierno de Karzai, ni los mandos de la OTAN han logrado frenar semejante hostilidad.
Esta situación podría tener consecuencias políticas no triviales. La Casa Blanca y su aliados vacilan en abandonar Afganistán con una población civil cargada de odio a los ocupantes y fuerzas de seguridad permeadas por el mismo sentimiento. La creación de un ejército afgano operativo contra los talibán es la base fundamental del designio de Obama, tantas veces reiterado, de retirar sus tropas a fines del 2014. ¿Lo hará?
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