sábado, 29 de enero de 2011
Si Mel Zelya si no quién
Vos el Soberano
Por Galel Cárdenas
La paradoja del mayor simulador y productor de simulacros dizque democráticos defensores de los derechos humanos hondureños, denominado Porfirio Lobo Sosa, es que nacido como hijo directo y predilecto del golpe de Estado del 28 de junio de 2009, deba debatirse entre la presión nacional y la coacción internacional para que el líder continental Manuel Zelaya Rosales vuelva a su terruño patrio como un ciudadano honesto y profundamente patriota.
A Lobo Sosa le sucede algo así como si a un toro que está siendo lidiado por varios toreros a la vez con espada en mano, le asestaran sobre su testuz punzonazos banderilleados a fin de que encare la capa roja y embista la siempre móvil e inasible tela escarlata que lo envuelve y lo enceguece cada vez que el torero con quiebre de cuerpo lo engaña y lo hiere en su amor propio.
Y es que el retorno de Manuel Zelaya Rosales constituye para el pueblo hondureño el motor principal, la dirección apropiada, la vanguardia directriz, la bandera de lucha con la cual se logrará satisfacer la meta establecida desde su gobierno: la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y la redacción de la nueva Carta Fundamental de la hondureñidad.
Y en este propósito conducente hacia reintegro insoslayable al territorio patrio del Comandante Zelaya Rosales, no deben existir dudas, engaños y dilaciones de ninguna de las partes que configuran el conflicto político que padece la nación.
Es por ende necesario que se calendaricen las movilizaciones populares a nivel departamental, regional y nacional en forma continua y siempre en sentido ascendente hasta que el pueblo mismo lo reciba en el aeropuerto de Toncontin, triunfante y dignificado por la hondureñidad.
Aquí debe utilizarse la estrategia del yunque y el martillo, pero, el martillo nacional de las movilizaciones serán las que finalmente conduzcan a nuestro líder hacia el seno de la patria.
La repatriación inmediata del Presidente Manuel Zelaya Rosales, voz y alma del pueblo hondureño en esta dura y sorda lucha contra el imperio, la empresa privada, los partidos tradicionales y la cúpula militar, representa un imperativo categórico nacional.
Si no es Manuel Zelaya Rosales no hay quien más nos pueda conducir a la infabilidad de la meta que el pueblo ha introyectado en su conciencia política con la figura, la palabra, el pensamiento, y la acción del ex presidente más carismático de los últimos 50 años de historia política catracha. Porque si ello no fuera de ese modo significa entonces que es una falacia haberlo electo como el coordinador del Frente Nacional de Resistencia Popular.
Entre tanto la élite política, económica y militar del país harán lo imposible porque su llegada a nuestra nación se retarde al menos una década para que nuestro pueblo poco a poco lo borre de su memoria.
Dejemos que Porfirio Lobo siga en su papel de hombre lidiado por los toreros correspondientes, entre tanto nuestro pueblo se dedica a traerlo con sus movilizaciones populares continuas.
Por Galel Cárdenas
La paradoja del mayor simulador y productor de simulacros dizque democráticos defensores de los derechos humanos hondureños, denominado Porfirio Lobo Sosa, es que nacido como hijo directo y predilecto del golpe de Estado del 28 de junio de 2009, deba debatirse entre la presión nacional y la coacción internacional para que el líder continental Manuel Zelaya Rosales vuelva a su terruño patrio como un ciudadano honesto y profundamente patriota.
A Lobo Sosa le sucede algo así como si a un toro que está siendo lidiado por varios toreros a la vez con espada en mano, le asestaran sobre su testuz punzonazos banderilleados a fin de que encare la capa roja y embista la siempre móvil e inasible tela escarlata que lo envuelve y lo enceguece cada vez que el torero con quiebre de cuerpo lo engaña y lo hiere en su amor propio.
Y es que el retorno de Manuel Zelaya Rosales constituye para el pueblo hondureño el motor principal, la dirección apropiada, la vanguardia directriz, la bandera de lucha con la cual se logrará satisfacer la meta establecida desde su gobierno: la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y la redacción de la nueva Carta Fundamental de la hondureñidad.
Y en este propósito conducente hacia reintegro insoslayable al territorio patrio del Comandante Zelaya Rosales, no deben existir dudas, engaños y dilaciones de ninguna de las partes que configuran el conflicto político que padece la nación.
Es por ende necesario que se calendaricen las movilizaciones populares a nivel departamental, regional y nacional en forma continua y siempre en sentido ascendente hasta que el pueblo mismo lo reciba en el aeropuerto de Toncontin, triunfante y dignificado por la hondureñidad.
Aquí debe utilizarse la estrategia del yunque y el martillo, pero, el martillo nacional de las movilizaciones serán las que finalmente conduzcan a nuestro líder hacia el seno de la patria.
La repatriación inmediata del Presidente Manuel Zelaya Rosales, voz y alma del pueblo hondureño en esta dura y sorda lucha contra el imperio, la empresa privada, los partidos tradicionales y la cúpula militar, representa un imperativo categórico nacional.
Si no es Manuel Zelaya Rosales no hay quien más nos pueda conducir a la infabilidad de la meta que el pueblo ha introyectado en su conciencia política con la figura, la palabra, el pensamiento, y la acción del ex presidente más carismático de los últimos 50 años de historia política catracha. Porque si ello no fuera de ese modo significa entonces que es una falacia haberlo electo como el coordinador del Frente Nacional de Resistencia Popular.
Entre tanto la élite política, económica y militar del país harán lo imposible porque su llegada a nuestra nación se retarde al menos una década para que nuestro pueblo poco a poco lo borre de su memoria.
Dejemos que Porfirio Lobo siga en su papel de hombre lidiado por los toreros correspondientes, entre tanto nuestro pueblo se dedica a traerlo con sus movilizaciones populares continuas.
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