Han transcurrido 37 años desde el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende y del brutal golpe de estado del 11 de Septiembre que abrió paso a los 17 años de Dictadura Militar y tras ella a los sucesivos gobiernos de la Concertación por la Democracia que allanaron finalmente el camino para que uno de los mas poderosos empresarios llegara a La Moneda.
Año tras año esta fecha es día de homenajes, marchas, lucha callejera y principalmente de denuncias, de presentación de reivindicación, de despliegue de las fuerzas que luchan por la transformación de la sociedad capitalista chilena. Pero el rechazo a la brutal violencia desatada por el cuerpo armado de la burguesía - las FFAA – ha ido diluyendo en el tiempo el verdadero carácter del Proyecto y del Gobierno de la Unidad Popular, convirtiendo a Allende y a la Unidad Popular en una figura y tiempo histórico mistificado, heroico, casi inmaculado, sinónimo del mártir que “es traicionado” por las FFAA, desbordado por la “ultraizquierda” o a quien el “desorden” de sus propios partidarios no dejaron gobernar.
Y las nuevas generaciones de luchadores sociales y revolucionarios chilenos asumen estas caricaturas sin mayor profundización, mismas que están construidas precisamente para ocultar las grandes lecciones que dicho periodo histórico arrojó para los chilenos y para el mundo entero, principalmente porque este periodo puso en evidencia y subrayó un conjunto de afirmaciones que el marxismo sostiene sobre el carácter del Estado, sobre la lucha de clases y sobre las vías o estrategias posibles a desarrollar para transformar la sociedad capitalista.
Las FFAA son el principal sostén y guardián del Estado Capitalista, construidas precisamente sobre la expropiación al conjunto del pueblo del uso de las armas para garantizarles el uso exclusivo de la fuerza, a las clases dominantes.
No hubo ninguna “sorpresa”, “traición” para los revolucionarios chilenos en la acción que desarrollan las FFAA chilenas que operaron exactamente como lo había descrito Lenin en “El Estado y la Revolución”. ¿Quién podía sentirse sorprendido o engañado por tal acción? Justamente quienes siempre señalaron que en Chile se daban “condiciones especiales” insistiendo que en Chile las FFAA eran obedientes, no deliberantes, democráticas, omitiendo toda una historia llena de episodios cruentos contra las masas populares incluida la guerra e invasión al territorio y al pueblo mapuche disfrazada de “pacificación de la Araucanía”, las decenas de masacres de trabajadores e incluso el aplastamiento con bombardeos aéreos de los buques tomados por marinos revolucionarios en Coquimbo durante la llamada insurrección de la marinería en septiembre de 1931.
Lo que se suele omitir, en las imágenes construidas sobre la Unidad Popular y Allende, son precisamente las bases teóricas de dicho proyecto político o dicha estrategia llamada en la época “la vía chilena hacia el socialismo” constituida sobre la base de varios supuestos que terminaron por demostrarse en su gran mayoría falsos, equivocados y que terminaron por hacer realidad la predicción de otro gran revolucionario, el jacobino Saint Just quien señalaba: “ quien hace revoluciones a media, cava su propia tumba”. Y estas omisiones no son nada casuales o inocentes pues precisamente provienen tanto del campo de los ideólogos y políticos burgueses que buscan nuevamente “ocultar” o “hacer olvidar” las lecciones tan duramente aprendida por las masas respecto al Estado y al accionar de los propios partidos burgueses, como por ejemplo el rol contrarrevolucionario jugado por el Partido Democratacristiano, o por los diferentes tipos de reformismos que vuelven a la carga con las mismas propuestas ahora renombradas como “Socialismo del siglo XXI”.
¿Qué fundamentaba el Programa de la Unidad Popular y en que consistía?
El primero de ellos señalaba que el carácter de la revolución chilena debía ser “democrático nacional” y no socialista, esto porque no existía un total desarrollo del capitalismo y supuestamente existían capas burguesas en contradicción con el imperialismo o “desarrollistas” susceptibles de ser incorporadas a una alianza social y política. De allí que el enemigo principal era la “oligarquía” (expresión de los rasgos semi-feudales del capitalismo chileno en el agro) y por consecuencia el programa construido para las elecciones de 1970 nunca fue un programa de revolución socialista, sino principalmente un programa de 40 medidas básicas que en lo esencial planteaba la recuperación de las riquezas básicas como el cobre (antiimperialista) y creaba tres áreas en la economía: la social (expropiando grandes industrias), la mixta (capitales estatales y privados) y la privada manteniendo la propiedad de empresas grandes, medianas y pequeñas en manos de la clase burguesa.
El segundo gran fundamento se refería al método de lucha, considerando básicamente que Chile tenía una tradición democrática y que era posible en la institucionalidad burguesa ganar las elecciones, ganar la mayoría parlamentaria y proceder a realizar las trasformaciones planteadas por la existencia de una fracción política burguesa respetuosa de la ley y por la existencia de FFAA respetuosas de la misma. Cabe señalar que la construcción de esta cultura democrática de la burguesía chilena y de sus FFAA no tenía ni tiene ningún asidero en una historia real plagada de golpes, de masacres, de intervenciones de las FFAA, de guerras civiles, en definitiva de violencia reaccionaria.
Quienes suelen entender la lucha de clases mecánicamente en base a esquemas lineales dejando de lado las complejidades del análisis y el hecho de la existencia de desarrollos sociales desiguales y combinados, no pueden entender entonces la victoria en las urnas de la Unidad Popular y la apertura de un rico periodo de la lucha de clases que podía teóricamente abrir paso a una salida revolucionaria.
Para compañeros revolucionarios de la época, se trataba de un gobierno reformista que en nada cambiaría la situación y por tanto se debía mantener la lucha armada. Tal es el caso de la VOP que continúa sus acciones armadas al margen del proceso de lucha de masas que se venía abriendo y que termina aislado, reprimido y aniquilado en su intento.
Para la mayoría de los revolucionarios, la victoria de Allende más que un triunfo de la propuesta reformista, expresaba la continuidad de un proceso de alza permanente de la lucha de masas gestada a partir de la crisis del sistema económico y político a mediados de 1967 y que se expresaba en numerosas huelgas legales e ilegales, tomas de terreno, fundos, fabricas, lucha estudiantil, la irrupción de los cristianos por el socialismo, y el desarrollo de numerosas organizaciones de carácter vecinal, Juntas de vecinos, sindicatos campesinos, de pequeñas y medianas industrias, de fuertes movilizaciones del sector publico, alza impresionante de la lucha de masas que a su vez lograba dividir a las clases dominantes en proyectos de confrontación al mundo popular con distintas estrategias. Esta relación entre el avance de las luchas de pueblo y la situación de división de las clases dominantes es la “co-relación de fuerzas”, o los efectos en una contradicción principal (burguesía-proletariado) entre los dos polos de la contradicción.
En este marco la lectura de la mayoría de los revolucionarios que militan en el MIR, PS, MAPU, IC es también una apuesta, convencidos de que las leyes de la lucha de clases son ineludibles y que tarde o temprano se producirá el enfrentamiento de clases: entonces se trata de aprovechar el espacio abierto para desarrollar organización, continuar con el ascenso de masas, apoyar al Gobierno de Allende en todas sus medidas y prepararse para su defensa, entendiendo que tarde o temprano las clases dominantes lucharan por sus intereses atacados.
Si tan claro era la situación ¿Qué explica el resultado final y el triste y heroico combate de Allende en la Moneda sin lucha resuelta y generalizada en todo el país?
Suele señalarse que la guerra es la continuación de la política por los medios armados, y que en la conducción de la guerra, como en la política, hay factores objetivos y subjetivos. En este caso, el estado de animo de las masas, su moral, su disposición a luchar es determinante para entender lo sucedido y las apreciaciones (malas y buenas) que se hacen en la etapa final del proceso, muy pocas veces explicitadas por los actores de ese tiempo.
Lo primero es señalar que Allende creía profundamente en la democracia y era un convencido de su proyecto, por lo que se debe descartar el supuesto que Allende “debió cambiar” a otra estrategia o línea. No se trata de engañar a las masas proponiéndoles un camino para luego montarse en otro. (Eso queda para los “politiqueros de las actuales generaciones acostumbrados a mentir y manipular a las masas). Allende firma de inmediato, al asumir la presidencia el Pacto de Garantías Constitucionales que exige la democracia cristiana para que sea respaldada su elección en el Parlamento y hasta días antes del golpe, busca una salida “institucional” a la crisis social planteada, tal como es hoy reconocido por todo el mundo que iba a convocar a un plebiscito el día 14 de Septiembre de 1973 para definir la situación por medio del sufragio universal.
Lo segundo es que mas allá de las intenciones, lo que vale en la lucha de clases es la relación de fuerzas y la lucha por los intereses concretos para las clases en su totalidad, no lo que ocurre con personas o fracciones de estas.
El primer momento del Gobierno de la Unidad Popular es de avance sostenido materializando las medidas contempladas en el Programa de la Unidad Popular, tanto afectando a intereses extranjeros (USA principalmente) como nacionales.
Un segundo momento se da por la combinación de la mayor intervención norteamericana (boicot a productos chilenos, embargo del cobre, financiamiento a los partidos y organizaciones burguesas para que se movilicen) y por la rearticulación de la burguesía que desata su primera gran ofensiva mezclando acusaciones constitucionales, paralización de la mayoría de los procedimientos al interior del Estado (acciones de Contraloría, Parlamento, Justicia, etc.), con movilizaciones de masas, sabotaje, paros de servicios publico, del comercio, del transporte, toma de carreteras, paralización en definitiva del aparato productivo.
Evidentemente aquí comienza a fracasar la estrategia de la UP que pretendía golpear solo a “algunos” sectores de la burguesía: la burguesía responde como clase arrastrando tras de si a todas las fracciones que ella subordina directamente, polarizando de inmediato la lucha a la totalidad de la sociedad y por tanto afectando al conjunto del pueblo en sus condiciones básicas de vida.
El tercer momento es la contraofensiva popular, que es la respuesta clasista del conjunto de los trabajadores al margen si son o no de la unidad popular: frente al fundo o predio abandonado o paralizado los campesinos se plantean tomarlo y ponerlo a producir, frente a la fabrica paralizada o al sabotaje se impone la toma y la requisición, frente a los negocios cerrados y el acaparamiento se impone el tomarlos, abrirlos y ponerlo bajo control popular.
Estas medidas no son parte del programa de la Unidad Popular, este “Poder” emerge como respuesta política al calor de la lucha de clases frente a la ofensiva burguesa y es elaborado como política por los revolucionarios después de que las masas comienzan a hacerlo practica.
Es este escenario el que derrumba la segunda hipótesis del Programa de la Unidad Popular que se materializaría dentro de la institucionalidad. Todo el aparato Estatal comienza a ser enemigo y adversario del Gobierno que es solo poder Ejecutivo, y de otra parte la burguesía ha llevado la lucha al terreno de la movilización, polarizando el país y recibiendo dura respuesta no desde el gobierno, sino desde las masas.
Es el cuarto momento, decisivo en el proceso, caracterizado por la lucha dentro de la Unidad Popular de dos líneas, triunfando la reformista, la moderada, que buscara en las etapas siguientes ampliar la base de apoyo dentro de la institucionalidad y de las fuerzas políticas supuestamente progresistas, al tiempo que las fuerzas burguesas definen su nueva estrategia: la de doble carril como seria definida hoy día, la estrategia de los “mariscales rusos” que concentra fuerzas en la profundidad (la defensa del Estado) y plantea una guerrilla móvil de desgaste usando todos los recursos, incluido el amarrar al gobierno a procesos de dialogo con diferentes actores, mientras prepara su golpe final.
El quinto momento del proceso está caracterizado por la ejecución de las líneas descritas anteriormente y la retoma de la iniciativa estratégica de la burguesía, la división del campo popular su confusión, desaliento e inicio del retroceso de masas.
Se trata de un periodo donde todos los sectores entran a desplegar sus iniciativas: la burguesía – a través de la DC -impone una serie de diálogos al Gobierno que intenta ampliar su base de apoyo: es el dialogo UP-DC primero, luego es el dialogo UP- Iglesias y finalmente el Gabinete UP-Generales iniciativas todas que van acompañadas de conquistas para la burguesía siendo la más importante de ellas la ley de Control de Armas y los Estados de Emergencia que junto con el Gabinete UP-Generales permite la incorporación de lleno de la oficialidad reaccionaria a la lucha política, al control de provincias y ciudades, a centenares de allanamientos a fabricas con heridos y muertos como en la fabrica lanera Austral, fundos y escuela y que culmina con la detención, torturas y encarcelamientos de un centenar de marinos que se estaban articulando para oponerse al golpe militar de los oficiales reaccionarios.
A julio de 1973 el proyecto de la Unidad Popular está agotado y solo quedan dos caminos para las masas: el que elige Allende de plebiscitar su continuidad o el de desatar una ofensiva de masas que permita recuperar la iniciativa como lo sucedido en la ofensiva burguesa anterior, línea a la que se abocan los revolucionarios y que no logra materializarse porque ya las masas están entrando en reflujo como lo muestran las escasas reacciones a los allanamientos de las FFAA a las industrias, fundos y escuelas: no hay como oponerse al despliegue de los contingentes armados y si se llegará a enfrentar estos allanamientos, simplemente se estaría desbordando toda legalidad y no hay fuerza, ni organización ni armas para tal tarea. La suerte está echada y los revolucionarios tampoco prevén un repliegue ordenado que permita en nuevas condiciones mantener la lucha: sin retaguardias sociales, sin clandestinidad, “quemados” en todos los frentes, serán presa fácil de la embestida represiva post golpe militar.
¿Por qué finalmente las clases dominantes dan el golpe militar, si ya habían retomado el control y la iniciativa en la lucha de clases?
Porque en definitiva las clases dominantes no podían cometer los mismos errores que la izquierda y la Unidad Popular habían cometido: había que erradicar las causas que habían originado el proceso de alza de la lucha de las masas y no solo contentarse con una victoria táctica como lo había hecho la Unidad Popular: se trataba de lograr una victoria estratégica aplastando todo vestigio de pueblo organizado, de conducción y organización política para refundar su modelo de sociedad, garantizando en este nuevo modelo de economía, de política, de sociedad, todas las herramientas para que como clases nunca más fuera desafiado su poder.
¿Cuáles son las lecciones históricas que se han transmitido de parte de los principales protagonistas ?
El reformismo más recalcitrante hizo circular un documento apócrifo llamado “Caballo de Troya” en el que se responsabilizaba al polo revolucionario de la época (MIR, IC, MAPU, PS) de haber “provocado” el golpe por los desbordes al programa de la Unidad Popular. Subyace en esa visión las mismas hipótesis iniciales sin comprender que al tocar los intereses de la burguesía responderían como clase desatando la violencia y apelando a todos sus instrumentos y fuerzas, incluido el aparato del estado (Poder Ejecutivo, legislativo, contraloría, poder judicial, prensa, etc.) arrastrando tras ellos a la pequeña burguesía articulada en los gremios profesionales, generando en la practica una lucha de fuerzas abiertas que solo se resolvería por el uso de la fuerza.
Una nueva versión reformista es el “descubrimiento” del llamado “vacio histórico” que hace el PC durante los años 80´, asumiendo que no tenían política militar y que era necesario dotarse de fuerza militar y una línea concreta que es esbozada en la política de Rebelión Popular y la creación del FPMR. Sin embargo esta línea se demostrará a poco andar solo como una línea táctica desechada en cuanto se da la posibilidad de una “salida política” a la lucha contra la dictadura militar, con la consecuente desmovilización del FPMR y la progresiva incorporación del PC a la institucionalidad y al actual Estado, incluida representación parlamentaria que terminó con “su” exclusión.
Una visión distinta es la construida desde el PS, visión que desarrolla inicialmente Carlos Altamirano y luego asumida mayoritariamente por los llamados “renovados” de diversas organizaciones incluido militantes del ayer “polo revolucionario”. En esta visión se asigna una mayor peso de la pequeña burguesía en nuestro país, se valora la “democracia burguesa” y el camino de la lucha por las reformas ante la imposibilidad de luchar directamente por el socialismo y la revolución proletaria propuestas que señalan “fracasadas”. Esta es la visión hegemónica entre los “cuadros” de las organizaciones políticas que condujeron la Unidad Popular, mismos que volviendo del exilio en plena etapa de aguda lucha contra la dictadura, coparon las organizaciones políticas, imponiendo la salida pactada que dio origen al actual modelo político.
En el campo de los revolucionarios de esa época, la autocritica fundamental es el poco tiempo con que se contó para haber difundido las ideas revolucionarias y la inmadurez de las organizaciones existentes.
Sin embargo, con el transcurrir de la lucha contra la dictadura y las derrotas de los nuevos proyectos de los años 80´ se produce una multiplicidad de lecturas:
De los revolucionarios de ayer que abandonaron sus principios y derrotados, se han pasado al bando de los patrones convertidos en funcionarios por excelencia del gran capital.
De los que asumen que fue un error haber levantado una política de poder popular distinta a la conducción de Allende.
De los que enfatizan en la necesidad de construir fuerzas orientadas hacia una estrategia insurreccional privilegiando el discurso político, la construcción de alianzas, las propuestas programáticas y el levantamiento de Plataformas de lucha.
De los que enfatizan la necesidad de reconstruir fuerza social criticando la relación vanguardia política-masas, reivindicando la autonomía de las organizaciones sociales y la relación horizontal para la generación de nuevos proyectos.
De los que critican el error estratégico de “haber abierto” las organizaciones como el MIR en el periodo de la UP, en discordancia total con el fundamento estratégico de una organización que se planteaba la guerra del pueblo como estrategia y que quedó absolutamente expuesta a la violencia represiva al no tener retaguardia.
Los trabajadores del campo y la ciudad, los explotados, nunca tuvimos en estos años, como clase, la posibilidad de asilarnos, de renunciar a nuestras aspiraciones de construir un mundo mejor para nosotros, no hemos pasado un día sin mantener nuestra condición de explotados y dominados.
Perdimos muchas de las antiguas organizaciones, perdimos confianza en nuestras fuerzas, perdimos nuestra unidad.
Es hora de reconstruir nuestros proyectos, es hora de volver a luchar por nuestros intereses históricos, es hora de unir a quienes consecuentemente luchan por derrocar al capitalismo y a todos quienes lo sustentan, es hora de retomar la iniciativa popular desatando las luchas reivindicativas, políticas y sociales contra los poderosos, es hora de confiar solo en nuestras propias fuerzas desconfiando de todos aquellos que buscan entrar por la puerta o por la ventana a la mesa tendida de los poderosos.
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