jueves, 6 de enero de 2022

Los fracasos récord de la energía nuclear


El Salto Diario

Por Linda Pentz Gunter 

Fuentes: El Salto [Foto: Watts Bar fue el primer fracaso épico de TVA (Beyond Nuclear International Linda Pentz Gunter)]

La cancelación de Bellefonte por parte de Tennessee Valley Authority es solo la última de una larga lista de debacles nucleares.

La Autoridad del Valle de Tennessee (TVA) podría reclamar con razón un lugar en el Libro Guinness de los Récords, pero no es un logro por el que la corporación de servicios eléctricos de propiedad federal agradezca la notoriedad.

Después de haber tardado la friolera de 42 años en construir y finalmente poner en marcha su reactor nuclear de Watts Bar Unit 2 en Tennessee, la TVA acaba de batir su propio récord de mayor tiempo de construcción de una central nuclear. Sin embargo, esta vez, la empresa no pudo entregar una central nuclear terminada.

Watts Bar 2 alcanzó la criticidad en mayo de 2016 y, tres meses después, dejó de funcionar debido a un incendio en el transformador. Finalmente, alcanzó la plena operatividad el 19 de octubre de 2016, convirtiéndose en el primer reactor de Estados Unidos que entra en funcionamiento comercial desde 1996. 

Ahora, casi cinco años después, la TVA ha anunciado que ha abandonado su inacabada central nuclear de dos reactores de Bellefonte, en Alabama, unos impresionantes 47 años después de iniciarse su construcción.

Al parecer, TVA se alegró de salir del negocio de la construcción de centrales nucleares porque, como informó el Chattanooga Times Free Press, la empresa “no veía la necesidad de una fuente de generación de capacidad tan grande y costosa”. ¡No es broma!

Irónicamente, este es precisamente el argumento que se utiliza para impulsar las renovables, en un entorno energético que no puede soportar, ni lo hará, generadores termoeléctricos inflexibles y de gran tamaño, que son completamente impracticables en las próximas redes inteligentes, así como en las condiciones inducidas por el cambio climático.

En consecuencia, TVA estaba más que feliz de aceptar las propuestas de un comprador para Bellefonte -la empresa inmobiliaria Haney- cuyo director, Frank Haney, ganó su propia notoriedad al donar un millón de dólares al expresidente Trump y cortejar al abogado de Trump, Michael Cohen. Posiblemente, según sugieren los informes de los medios, para conseguir favores regulatorios para su nuevo juguete nuclear.

Pero cuando TVA anunció el mes pasado que había retirado su permiso de construcción para Bellefonte, Haney recuperó su pago inicial, por valor de 22,9 millones de dólares más intereses. La propia TVA había gastado al menos 5.800 millones de dólares en Bellefonte a lo largo de los 47 años, que incluyeron largas paradas, antes de retirar finalmente el proyecto.

Este tipo de pérdida colosal de tiempo y dinero en proyectos fallidos de energía nuclear es, por supuesto, la historia más típica que los mitos que se tejen en la prensa sobre la necesidad de una energía nuclear “baja en carbono”, una representación engañosa utilizada para argumentar la inclusión de la energía nuclear en la mitigación del cambio climático.

En realidad, la historia del desarrollo de la energía nuclear en EE.UU. durante los últimos 50 años es más que lamentable y no aprobaría ningún plan de negocio “normal”. Cómo la industria nuclear se sale con la suya sigue siendo desconcertante.

Como dijo Paul Gunter, de Beyond Nuclear, al Chattanooga Times Free Press, “Bellefonte es solo el fracaso más reciente de esta industria”, señalando que “de los 30 reactores que la industria planeó construir hace 15 años con el llamado renacimiento nuclear, solo dos se siguen construyendo”. (Esos dos, en la planta Vogtle de Georgia, llevan años de retraso con un presupuesto que se ha duplicado hasta alcanzar los 27.000 millones de dólares).

Como señalaba Gunter en el mismo artículo, “la TVA ha tenido grandes problemas para cumplir los costes y calendarios previstos para las nuevas centrales nucleares, al igual que toda la industria en los últimos 50 años. La incapacidad de cumplir con los presupuestos de estas plantas es lo que ha supuesto repetidamente la desaparición de la energía nuclear.

”La energía nuclear es la forma más cara jamás concebida de hervir el agua y Bellefonte solo demuestra una vez más lo poco fiable que es esta tecnología en cuanto a la proyección de lo que costará y el tiempo que llevará construir estas centrales“, declaró Gunter al periódico. 

Eso es lo que ha ocurrido con Westinghouse Electric Company y SCANA, que siguen inmersas en el escándalo de la no finalización de dos nuevos reactores en la central nuclear V.C. Summer de Carolina del Sur. Mientras los ejecutivos de la quebrada Westinghouse y de SCANA, que los contrató, siguen enfrentándose a cargos penales, Westinghouse ya ha tenido que desembolsar 2.168 millones de dólares en pagos de acuerdos relacionados con la debacle de Summer.

En agosto, las noticias decían que Westinghouse también tendría que reembolsar a los contribuyentes de bajos ingresos la cantidad de 21,25 millones de dólares. Esto se debe a que los nuevos reactores se financiaron en parte a través de las tarifas eléctricas, a pesar de que nunca suministraron un solo vatio de electricidad. El coste del proyecto se disparó a más de 9.000 millones de dólares antes de colapsar.

Veamos el historial en su conjunto. Según el artículo de Wikipedia, Lista de reactores nucleares cancelados en Estados Unidos “De los 253 reactores nucleares encargados originalmente en Estados Unidos entre 1953 y 2008, el 48 por ciento fueron cancelados, el 11 por ciento fueron cerrados prematuramente, el 14 por ciento experimentaron al menos una interrupción de un año o más, y el 27 por ciento están operando sin tener una interrupción de más de un año. Por lo tanto, solo una cuarta parte de las encargadas, o aproximadamente la mitad de las completadas, siguen funcionando y han demostrado ser relativamente fiables”.

La impresionante lista de Wikipedia en la misma página detalla 157 reactores que fueron cancelados antes o durante su construcción.

Los enormes costes, por supuesto, hacen que la mayoría de las empresas se asusten, a pesar de la familia Haney. Incluso cuando se han ofrecido jugosas subvenciones -como en el caso del proyecto EPR de Calvert Cliffs 3 en Maryland- las empresas de servicios públicos se resisten y se retiran. En el caso de Calvert Cliffs, Constellation Energy era el socio estadounidense de la empresa pública francesa EDF. Pero incluso cuando la administración Obama le ofreció una garantía de préstamo de 7.500 millones de dólares, Constellation consideró esas condiciones “demasiado caras y gravosas” y renunció.

Esto dejó a EDF, una empresa extranjera, como única propietaria, lo que supone una violación de la Ley de Energía Atómica. El proyecto se vino abajo, uno de los muchos a los que se refería antes Paul Gunter como la fantasía de un renacimiento nuclear que primero se tambaleó y luego se apagó.

El presidente Obama, por supuesto, no era amigo del movimiento antinuclear. Tan ansioso estaba por impulsar la construcción de nuevas centrales nucleares en EE.UU. que pidió la inclusión de 55.000 millones de dólares para garantías de préstamos nucleares en su presupuesto de 3,8 billones de dólares para 2011. En su discurso sobre el Estado de la Unión de ese año, Obama habló de “construir una nueva generación de centrales nucleares seguras y limpias en este país.” Ale, venga.

Todo esto debería enviar un mensaje obvio a los oídos sordos de Ben Cardin (D-MD), Sheldon Whitehouse (D-RI) y Cory Booker (D-NJ), los principales evangelistas pro-nucleares del Senado de Estados Unidos. El proyecto de ley de crédito a la producción de energía de Cardin tiene el descaro de describir la energía nuclear como “de cero emisiones”, una mentira que incluso el propio empleado de Cardin se vio obligado a reconocer en una reciente reunión a la que asistió Paul Gunter, quien le llamó la atención sobre ello.

No es que nada de esto impida que el proyecto de ley siga adelante y se apruebe casi con toda seguridad. Al igual que los tres monos, esos senadores y sus colegas no reconocerán ningún aspecto negativo de la energía nuclear, aunque la espantosa letanía de fiascos y fracasos financieros de la industria los mire a la cara. Seguirán adelante, condenando así a su propio fracaso el mismo progreso sobre el cambio climático que dicen defender. 

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International. Traducción de Raúl Sánchez Saura.


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