Contracorriente.red
Texto por Teddy Baca
Pintura por Fran Jerez
Independientemente de los avances que se han hecho en la última década en materia de derechos humanos sobre la condición de vida de personas Lgtbiq+, el concepto de heterosexualidad obligatoria se ha mantenido vigente hoy más que nunca, es decir, aquellas normas que coaccionan a los hombres a buscar exclusivamente mujeres, tanto sentimental como sexualmente y visceversa continúan presentes.
Estas normas van desde limitaciones a la libertad de expresión —tal como sucede en Rusia, Polonia y Hungría— hasta sanciones expresas hacia las relaciones homosexuales, ya sea cárcel, tortura física en público o la muerte, específicamente en más de sesenta países, incluyendo Jamaica, Túnez, Kenia y Brunei.
Honduras no tiene sanciones expresas hacia las relaciones homosexuales, pero sí se prohíbe a los hombres gays sexualmente activos donar sangre, se prohíbe el matrimonio igualitario y la conformación de familias por adopción. Estas limitantes son sanciones indirectas, pues parten con el fin de «llamarnos a actuar de acuerdo a las normas morales».
Siempre se ha hablado que la homofobia, bifobia y transfobia tienen un origen fundamentalmente religioso. Personalmente creo que es el factor más fuerte, tal como sugiere Herek en sus estudios de actitudes que realizó entre 2000 y 2002, en los que comparaba actitudes entre religiosos y seculares, encontrando que los primeros eran más prejuiciosos. También considero a la masculinidad otro aspecto a tomar en cuenta.
Las normas que dictan cómo se deben comportar los hombres se han fundamentado en tres miedos que desde pequeños se imponen en los varones al crecer: 1) No ser mujer o femenino, ya que se considera esto como lo contrario, 2) no ser niño. Se espera que los varones crezcan y se conviertan en líderes y no dependientes. 3) no ser homosexual o bisexual, ya que esto se considera como algo femenino o antivaronil, así que para «asegurarse» el afecto entre hombres se prohibe o limita. Ninguna de estas tres tesis tiene sentido alguno, pero se han hecho para sostener un sistema que prioriza la reproducción sexual, el dominio y la división sexual del trabajo.
Soy escritor desde hace algunos años, especialmente sobre temática Lgtbiq+, lo que me ha obligado a informarme continuamente sobre el estudio de las orientaciones sexuales entre muchos otros conceptos y hasta la fecha no existe (al menos yo no he encontrado) ningún indicio científico que establezca a la heterosexualidad como predeterminada o como parte de la hombría, es más, la diversidad sexual es un hecho en cientos de especies, hay factores epigenéticos que juegan un papel importante en la orientación sexual de todos y todas, además de hormonas y el medio ambiente, es un proceso al azar y tampoco es prevenible.
Desde muy pequeños, a los infantes varones se les socializa la idea de odiar o huir de la homosexualidad, incluso hombres autodenominados progresistas pueden tener incomodidades cuando se cuestiona la heterosexualidad.
Un ejemplo personal es el de un amante que tuve hace años, en los medios se proclamaba a sí mismo como heterosexual, sin embargo en algunos espacios que compartíamos, mencionó el interés por el contacto con otro hombre, él ya había tenido sexo gay, pero la idea de reconocer que quizás fuera gay o bisexual le aterraba y a menudo reaccionaba con agresividad.
También hay hombres heterosexuales (partiendo de la idea de que la sexualidad es un continuo y no algo rígido siempre) que tienen fantasías homosexuales, tuvieron alguna experiencia homoerótica o desean probar un trío que involucra interacción con un hombre y se sienten presionados a callarlo porque el mandato de heterosexualidad obligatoria les impide expresarlo, al punto que se reprime.
Para los hombres gays y bisexuales, el trato es peor, porque a menudo deben ocultarse para sobrevivir, y en caso de salir del clóset, la gente puede dejar de considerarlos como sujetos con principios, confiables o tal como mencionaba anteriormente «hombres de verdad», al final esto se manifiesta en marginamiento o censura.
Las representaciones de los medios tampoco ayudan, la burla con estereotipos exagerados, la plumofobia u odio hacia la feminidad en hombres y la exagerada cantidad de crímenes de odio hacia hombres gays son otros ejemplos de heterosexualidad obligatoria, la cultura está mandando un mensaje claro, quieren el silencio a toda costa.
La encuesta IMAGES realizada en Chile en 2015, reveló que nueve de cada diez hombres consideran que los «hombres de verdad» solo salen con mujeres. Desde luego es una mentira, el género y la orientación sexual son temas aparte, pero este discurso de odio no ha dejado de tener vigencia en el coloquio.
Conozco, aproximadamente, ciento cincuenta hombres bisexuales y de alguna forma los he descubierto o me lo han contado, pero apenas ocho están fuera del clóset, si eso no es un indicador de que se está imponiendo la heterosexualidad, no sé lo que será.
Por otro lado, se que hay hombres y mujeres auténticamente heterosexuales, sean respetuosos o no de la diversidad sexual el sistema les dió un privilegio, porque no tienen que fingir para vivir en paz con ellos mismos, nadie les demerita por eso, ni tienen que hacer demasiado esfuerzo en tener un esquema de vida. Pero quienes no encajamos en este mandato, a menudo, si queremos lo mismo que los heterosexuales nos toca «conformarnos», algunos emigran a países con mayor igualdad, otros tienen dobles vidas, incluso hay quienes se suicidan, hechos lamentables que en Honduras y el resto del mundo son una realidad.
La solución no es fácil ni rápida, si queremos una sociedad que deje de pensar en la masculinidad como un estándar, incluyendo la heterosexualidad obligatoria, las personas Lgtbiq+ debemos contar con más espacios, contar con leyes que no limiten nuestra libertad de asociación y expresión. Y en cuanto a cultura, que los medios dejen de reproducir estos discursos o burlas, que aquellos que tienen influencia o poder, hablen de igualdad y llamado al respeto genuino.
La homofobia y bifobia contra hombres generalmente es ejercida por otros hombres, tal como lo sugiere Herek al comparar actitudes de los géneros. Tenemos el caso de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil que en una ocasión dijo: «Si veo gays besándose en la calle, los voy a golpear» y también considera que es necesario dar palizas a los hijos gays. Pero también hay mujeres con muchos prejuicios, por ejemplo, Anita Bryant es una activista homófoba de Estados Unidos que equiparaba los derechos de la comunidad Lgtbiq+ a crímenes, incluso en el feminismo existe homofobia, para el caso, en Guadalajara un grupo de mujeres separatistas de la Colectiva Raíces Violetas, agredieron verbalmente a un hombre trans que marchaba cerca, con insultos homófobos.
No es de extrañar que de los cuatrocientos casos de crímenes de odio que registra el observatorio de la Red Cattrachas, más de la mitad sean contra hombres gay. Ser hombre no requiere de un manual ni una tablilla de mandamientos, ser hombre es una realidad de género, que es diversa, de la misma forma que ser mujer, con diferentes matices y expresiones.
No quiero seguir viendo a más jóvenes y adultos en el clóset, yo estuve en él clóset hasta los 16 años y antes de eso, solía sentir una carga cada vez más pesada que me quitaba el gozo por la vida, me duele que esto siga pasando con otros, pienso que ya es hora de que nuestro colectivo tenga la libertad que no ha podido tener durante siglos. Mientras exista la heterosexualidad obligatoria, no habrá igualdad de derechos.
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