Público.es
Por Beatríz Gimeno
"Sobre la construcción social en el imaginario social, a través de los mass media,
del mito de «la mujer perversa»
Hace años escribí un libro, La construcción de la lesbiana perversa, sobre cómo los medios de comunicación serios (entonces eran serios) construyeron a Dolores Vázquez como la asesina perfecta de Rocío Wanninkhof. Comienzo contando en el libro que, al principio, yo misma pensé que Dolores Vázquez era la asesina. Si la habían detenido, si la fiscalía la acusaba de algo tan grave como el asesinato de una menor, alguna prueba debía tener. No puse demasiada atención en aquella historia.
Cada una de nosotras se pone en guardia ante determinadas situaciones. Por cuestiones ideológicas, familiares, de costumbre, por trabajo… es decir, cada uno/a tiene las antenas dispuestas ante determinadas cosas, pero no las tiene puestas todo el tiempo ante absolutamente todo. Y sí, se supone que mis antenas debían estar dispuestas para prevenirme ante la lesbofobia, pero no lo estaban, ante mi propio estupor. En aquellos años -que no eran estos- parecía que la mayoría de los medios, de los que entonces llamábamos «serios», aun informaban con un mínimo de rigor, aun con su sesgo ideológico, los bulos periodísticos no existían en determinada prensa y a mí, ya digo, sin prestarle demasiada atención, me parecía que la prensa no había caído en el sensacionalismo al informar del caso.
Y eso me pareció suficiente garantía. Cuando apareció el asesino de Rocío me pasé un par de años indagando en esa misma prensa para descubrir por qué yo misma (y supongo que la mayoría de la gente) habíamos llegado a creer que la inocente era culpable. Y eso es mi libro. El relato de cómo la llamada prensa seria construyó, artículo a artículo, un personaje siniestro y culpable a partir de una mujer inocente cuya única culpa era ser lesbiana. Un personaje tradicional de la misoginia, la lesbiana perversa, estaba escondida para aparecer cuando muchas podíamos pensar que era ya un personaje desgastado y, justo por eso, cuando ya teníamos las antenas parcialmente desactivadas.
Han pasado muchos años y ahora nada es igual. Una gran parte de esa llamada prensa seria ya ni es prensa ni es seria y todas nos movemos en medio de bulos, mentiras y desinformación de la que no es sencillo extraer la verdad. Supongo que ahora, sin embargo, tendría las antenas mejor orientadas. Creo que la proliferación de mentiras hace que muchos tengamos el sensor más afinado. He estado pensando en estas cosas mientras he visto el documental sobre Rocío Carrasco, que me ha parecido fascinante para hacer un estudio.
Sería un estudio mucho menos «intelectual» que aquel, en otro plano, pero con similitudes también. Aquel lo hice investigando sólo tres periódicos. Este podría ser un estudio de la construcción de la madre perversa (otro personaje femenino de la misoginia tradicional, tan vigente) a través de los mal llamados programas «de entretenimiento». El documental sobre Rocío es fascinante y terrible. Es terrible porque el sufrimiento de esa mujer, un sufrimiento derivado de la injusticia patriarcal nos llega a todas y nos da directamente en el estómago.
Pero es fascinante como documento porque es un relato casi perfecto de lo que supone el acoso machista en una pareja y lo fácil que resulta todavía construir el personaje de una mala madre. Este documental es como ver las tripas de la bestia extendidas en una mesa. No le falta detalle. Maltrato físico, psicológico, infidelidad, luz de gas, violencia a través de los hijos/as, aislamiento social y familiar, alineamiento familiar y de la sociedad con el maltratador, autoculpabilización, miedo, deseo de muerte, justicia patriarcal y todo tipo de mitos sobre lo que debe ser y no debe ser una madre. Si fuera un guion escrito para enseñar lo que puede suponer el machismo en una separación y el maltrato a una mujer a través de su maternidad, nadie lo hubiera escrito mejor. Podría servir para dar clase. Es esto, podríamos decir a las alumnas: es esto.
Las cadenas de televisión y las revistas del corazón que han sido las transmisoras de esta historia han construido el personaje de Rocío como una mala mujer y una mala madre (que suele ser lo mismo) y, a partir de esta imagen, la han machacado durante 20 años. La diferencia es que aquí todo es mucho más epidérmico que en el caso de Dolores Vázquez. Yo no conocía nada de lo que estoy viendo estos días en la televisión, pero si en el caso de Dolores Vázquez había que leer entre líneas cómo tal o cual periódico culpabilizaba a Dolores utilizando determinados adjetivos que nos remitían a imágenes inconscientes que todas y todos llevamos dentro en esta cultura, basta escuchar dos veces a Antonio David, para darse cuenta de lo que hay.
Y lo que hay no es sólo un ejemplo palmario de lo que llamamos violencia vicaria a través de los hijos contra una madre; lo que hay es la dificultad de probar la violencia psicológica, lo que hay es una sociedad que siempre sospecha de ella antes que, de él, aunque él sea un ejemplo paradigmático de lo que no debe ser un padre responsable. Lo que hay es un acoso mediático y social a una mujer que no tiene manera humana de defenderse. Lo que hay son familiares cobardes que se ponen de parte del que parece más fuerte, lo que hay es soledad y desamparo de la víctima. Lo que hay son mal llamados periodistas que cuentan lo que sea sin comprobar si es verdad o mentira porque, en realidad, eso no importa: las madres tienen que inmolarse, literalmente, en una pira por sus hijos o de lo contrario son malas madres. El cuestionamiento de Rocío como madre me ha recordado al cuestionamiento de las mujeres violadas. ¿No puso en riesgo su propia vida al defenderse? Entonces no la violaron. ¿No murió cuando dejó de ver a sus hijos? Entonces es mala madre.
A mí no me importa que el caso se conozca por medio de la misma cadena que ha creado al monstruo; quizá fuera la única posibilidad para esta mujer de que su historia se conociera y de poder salir del círculo de horror en el que ha estado inmersa todos estos años. Lo que tenemos es un documento casi insustituible en la visibilización de la violencia machista contra las madres. Claro que la cadena no lo muestra para hacer el bien y luchar contra el patriarcado, pero lo cierto es que quien ha dirigido el documental ha confeccionado un documento tan verdadero, tan descarnado, que trasciende con mucho la intención de la cadena que, mañana mismo, creará otra víctima propiciatoria si tiene ocasión.
Pero el documental de Rocío Carrasco quedará para ser mostrado y estudiado en otros foros. Y en medio del griterío del mal llamado debate posterior, al menos han tenido el gesto de poner a Ana Bernal, una experta en violencia de género para que quien está viéndolo tenga algo de verdad a la que agarrarse. El documental es eso, autenticidad, y la verdad no importa dónde aparezca porque siempre puede salvar a alguien.
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