viernes, 21 de mayo de 2021

Ernesto Guevara recorre Honduras y Guatemala


Agencia Paco Urondo

Por Lois Pérez Loira 

Ilustración: Nora Patrich

Ernesto en su segundo viaje y el definitivo hacia Sierra Maestra, recorre casi toda América latina. Después de la separación en Guayaquil de su amigo Carlos “Calica” Ferrer, se embarca hacia Panamá. En Guayaquil hace nuevos amigos argentinos, que tendrán como objetivo Guatemala, entre ellos Ricardo Rojo, “Gualo” García y Oscar Valdovinos.

Durante algunas semanas Guevara y sus nuevos acompañantes recorren en parte juntos o por separado, varios países centroamericanos, para encontrarse en Guatemala, que era el destino, por ahora final. En aquel país había un proceso revolucionario. Para los argentinos era importante vivirlo de cerca. En el camino se suman los hermanos Beberraggi, con un automóvil Ford 1947 con placa de “la Universidad de Boston”, de los EEUU.

Desde Nicaragua los argentinos intentan pasar por Honduras, rumbo a Guatemala.  Es así que necesitan conseguir una visa: “Empezamos el día siguiente la peregrinación por consulados. En el de Honduras aparecieron Rojo y sus compañeros que no habían podido pasar y además desistieron por el precio fantástico que les cobraban. Allí se decidió todo rápidamente. Nosotros nos iríamos con Domingo, el menor de los Beberraggi a Guatemala a vender el coche y el gordo y Walter a San José de Costa Rica en avión.” Recuerda Guevara.

Ernesto Guevara en su viaje hacia Guatemala pasa el lunes 19 de diciembre de 1953, por Honduras, donde recorre casi sin parar, este país. En esta parte del viaje continua con dos jóvenes argentinos: Eduardo “Gualo” García, estudiante de abogacía de la Ciudad de la Plata y Domingo Beberaggi.

Desde Nicaragua recorren la ruta Panamericana del lado del Océano Pacifico. Pasa la frontera de El Espino y desde allí recorre San Marcos de Colón, en camino a Choluteca. Luego transita por Jícaro Galán, continuando hasta Nacaome, hasta llegar a la frontera con el Salvador, El Amatillo. Allí cruzan el río Goascorán que separa a los dos países.

Mientras que el “Gordo” Rojo y Walter Beberraggi compañeros de aventuras viajaron también a Guatemala, pero por otra vía, para luego reencontrarse.

Por aquellos años Honduras estaba gobernada por Juan Manuel Gálvez Durón, del Partido Nacional. Había ganado las elecciones a través de un tremendo fraude electoral.

Tras recorrer Honduras sin demasiadas incidencias entran en El Salvador, en el Ford conducido por Domingo Beberaggi.

Nos cuenta el Che en su libro de viaje: “Tenía tan solo 20 dólares. Del lado de Honduras debimos pagar. Seguimos hasta cruzar toda la estrecha franja de este país, caímos en la otra frontera, pero no podíamos pagar porque resultaba muy caro. Durante el recorrido Domingo estaba preocupado por la venta del coche, temía que por el hecho de tener matrícula norteamericana. Podía ser un impedimento para venderlo. En el trayecto le contó a Ernesto y a Gualo cómo fue a parar exilado a Uruguay, sin documentos y cómo desde este país salió con una carta de identidad uruguaya, donde se dejaba constancia de que era de nacionalidad argentina.”

Por la Panamericana el coche que lo trasladó sufrió varios pinchazos. La carretera estaba llena de pozos y los neumáticos estaban en una situación muy precaria. Domingo durante el trayecto le habló de su novia Julia, con la que tenía pensado casarse. Mientras que Ernesto bajo un sol de más de 36 grados le preguntaba sobre Perón y el peronismo.

Ernesto Guevara llega a Guatemala: Juan Núñez Aguilar

Al llegar a Guatemala comienza a contactar con personalidades de izquierda, que apoyaban al gobierno revolucionario de Juan Jacobo Árbenz. Guatemala por entonces acogía a centenares de exiliados de varios países de América Latina: cubanos, peruanos, hondureños, nicaragüenses, venezolanos entre otros.

Ernesto Guevara de la Serna traía una carta de presentación dirigida al Director del Departamento de Estudios Económicos del INFOP, Ingeniero Juan Núñez Aguilar. Este ingeniero era hondureño, había estudiado en la Argentina, donde fue compañero y amigo del Presidente Juan Domingo Perón, cuando estudiaron juntos en el Colegio Militar. Por aquellos años era común que los países menos desarrollados enviaran a sus futuros oficiales a escuelas militares de cierto abolengo.

Ricardo Rojo en su libro Mi amigo el Che nos da una perspectiva más clara de quién era Juan Núñez Aguilar, a partir del encuentro que tuvieron con el ex presidente de Honduras, Juan José Arévalo.

“Un día nos invitó a almorzar (Arévalo), junto al lago Amatitlán, un bello paraje a veinte kilómetros de la capital. Guevara y yo lo interrogamos amistosamente por los motivos que podía haber tenido para condecorar a Perón con la Orden del Quetzal, la más alta distinción que podía otorgar Guatemala a un extranjero.

Arévalo nos refirió que poco después de que su gobierno sancionara el Código del Trabajo, en mayo de 1947, las compañías navieras norteamericanas habían comunicado dejarían de servir los puertos de Guatemala.

El país no poseía flota propia y esta decisión significaba un bloqueo en regla... Arévalo entabló entonces una negociación secreta ante Perón. El agente de esta negociación fue el economista hondureño Juan Núñez Aguilar, que había sido camarada de Perón en el Colegio Militar de la Argentina. Núñez Aguilar visitó a su antiguo compañero de Academia, le impuso el problema de Guatemala, y en el mismo momento que se lo comunicó, el presidente llamó al director de la flota mercante y le ordenó que, en lo sucesivo, los barcos de bandera argentina debieran hacer escala en Guatemala. Arévalo nos confesó que Perón había hecho algo más: los primeros barcos argentinos que tocaron puertos de Guatemala llevaban armas de las fábricas militares de Buenos Aires. Después de estas revelaciones, que explicaban los honores diplomáticos de Guatemala a Perón, hubo por lo menos dos antiperonistas que quedaron profundamente confundidos.”

Por intermedio de Núñez Aguilar conoce Hilda Gadea y esta comienza a presentarle a sus amistades especialmente a los exiliados. Es así como le presenta a una destacada militante hondureña Elena Leiva de Holst.

En su libro de memoria Mi vida con el Che, Hilda Gadea nos cuenta: “Un día les presenté a Rojo y Guevara a una gran amiga, la exiliada hondureña Elena Leiva de Holst. Ella era como una madre para mí, y a veces pasaba los domingos en su casa. Mujer encantadora, de vasta preparación marxista, dirigente de la Alianza de Mujeres, había visitado la URSS y China. Su esposo, Henry Holst, alemán, hombre de negocios, también me estimaba mucho. Hubo cambio de impresiones y mucha discusión. Guevara mostraba grandes simpatías por las realizaciones de la Revolución Soviética, Rojo (amigo argentino de Guevara) y yo teníamos algunos reparos. Los míos no eran contradicciones desde el punto de vista teórico, sino práctico, es decir, que esas realizaciones no se podían trasplantar idénticas porque nuestra realidad era distinta, pero expresaba mi admiración por la Revolución Soviética.”

Helena Leiva de Holst

En ese mundo de exiliados como relata Hilda Gadea conoce a la hondureña Helena Leiva de Holst, con quien hará una profunda amistad con Ernesto. La señora de Holst casada con un alemán fue una militante comunista muy destacada de su país. Provenía de una familia distinguida, era la nieta del presidente hondureño Ponciano Leiva. Leiva fue presidente cuatro veces por el partido conservador. Durante su juventud viajó a la URSS y a China a estudiar marxismo. Fue una de las primeras feministas de su país. En su estancia en Guatemala participó del Primer Congreso Interamericano de Mujeres en 1947. Fue una de las líderes de la Alianza de Mujeres. De Honduras participó Helena Leiva que intervino sobre los exilios hondureños en Guatemala, Argentina Diaz Lozano y Lucila Gamero de Medina, para los comités Pro-Paz y Libertad de San Pedro Sula y Tegucigalpa y Paca Navas de Miralda.

Con la invasión a Guatemala se refugió en México. A finales de los 60 logró regresar a su país. Helena Leiva falleció el 23 de agosto de 1978 en San Sula, departamento de Cortés. En el cuaderno de viajes “Otra Vez” Ernesto va relatando su paso fugaz por Honduras y especialmente por Guatemala, como así también su relación con los exiliados hondureños.

“Día sábado sin pena ni gloria. Lo único bueno fue una sustanciosa charla con la Sra. Helena de Holst, cercana en algunos puntos a los comunistas y que me dio la impresión de ser muy buena persona…”, relata Ernesto.

La señora de Holst le empieza a buscar casa donde vivir y trabajo como profesional. Los encuentros con la hondureña se convierten en frecuentes y muy animados. Ernesto le pregunta sobre la URSS y China. Hablan de marxismo y debaten ideas. Helena le propone que se vaya a vivir a su casa. Aunque Ernesto queda indeciso. Espera conseguir un lugar barato para tener más intimidad. “La señora Holst –recuerda Ernesto- me invita a su casa; probablemente vaya, pero todavía no he dicho nada…”

Los días siguen pasando, pero ya no me importa un queso. Tal vez, unos de estos me muden a lo de Helenita Leiva, tal vez no, pero de todas maneras sé que el asunto tiene que arreglarse. De alguna manera y no me caliento más los sesos.” Sentencia Guevara.

Hilda Gadea nos relata cómo conoció a Ricardo Rojo en su libro de memorias.

“A fines de noviembre de 1953, me encontraba trabajando en el Departamento de Estudios Económicos del Instituto de Fomento de la Producción de Guatemala y fui llamada por el presidente del mismo, el ingeniero Juan Ángel Núñez Aguilar, agrónomo y economista hondureño graduado en la Universidad de La Plata y gran amigo del doctor Arévalo y del presidente de la República, coronel Jacobo Árbenz…El ingeniero Núñez Aguilar me llamaba para presentarme a un joven abogado argentino, el doctor Ricardo Rojo, quien se había escapado espectacularmente de una cárcel de Perón. Aunque yo sentía algunas simpatías por el régimen peronista debido a sus medidas anti oligárquicas y su apoyo a la clase trabajadora, el hecho de que Rojo fuera un abogado que defendía a los presos políticos y de que fuera un exiliado como yo, aunados a su cultura y don de gentes, me animaron a ayudarlo. (…) En honor a la verdad debo decir que el ingeniero Núñez Aguilar también simpatizaba con el régimen peronista. Me pedía, al presentarme a Rojo, que lo introdujera en el ambiente político guatemalteco y le presentará a algunos dirigentes apristas peruanos que trabajaban allí y que Rojo deseaba conocer.” Hilda Gadea cumple con la misión encomendada por Núñez Aguilar de presentarle a los exiliados, especialmente a Ricardo Rojo y a través de este a Ernesto Guevara.

“Hoy, lo pasé escribiendo, -nos cuenta Guevara- comiendo en lo de Holst, jugando Canasta, y viendo los libros del gringo, todo en inglés, pero muy interesantes”.

Ernesto no tardó en destacarse entre los exiliados. Su vasta preparación cultural, sus conocimientos básicos del marxismo, su estilo contundente en los debates lo diferenciaban del resto.

Entre los exiliados se comenzó a comentar si Ernesto era agente o confidente de la Embajada Argentina.  Por aquel entonces era embajador de este país Nicasio Sánchez Toranzo, un hombre muy vinculado al General Perón. Sería el líder hondureño Ventura Ramos quien argumentó que el rumor sobre Ernesto era una simple fantasía. Las dudas surgieron dado que Ernesto no tenía militancia previa en la Argentina.  Con Ventura Ramos mantuvo también una muy buena relación. Este exiliado hondureño era de extracción campesina. Sin embargo, tenía una elevada formación política. Su origen social, el marco histórico de la época, la influencia de la revolución socialista de Rusia, y las condiciones económicas y políticas del país, lo llevaron a identificarse con las ideas marxistas; pero no lo hizo de manera mecánica, sino basándose en las tradiciones de lucha de los pueblos indígenas, contra la dominación española y en la gesta independista de los patriotas del siglo XIX. A causa de sus ideas, fue exiliado y debió enfrentar obstáculos para el ejercicio del periodismo, el cual inició de manera autodidacta en 1945.

Por ese entonces comienza a noviar con la exiliada peruana Hilda Gadea. En septiembre de ese año habían llegado a Guatemala los combatientes del Moncada entre ellos Antonio Ñico López, Mario Dalmáu, Armando Arancibia y Antonio Darío López, el Gallego.

La relación tan estrecha de Ernesto con Helenita generó algún malestar con su marido, el alemán Holster. El propio Ernesto nos cuenta: “Como continúa la bronca de Mrs. Holst, yo como de contrabando una vez al día duermo con Ñico el cubano (futuro expedicionario del Granma), cagado de risa todo el día, pero sin hacer nada.”

Será Ñico quien le pondrá "Che" a Ernesto y luego sus compatriotas cubanos le seguirán el juego. Por aquel entonces por América Latina era muy común decirles a los argentinos "los Che". No pasaron algunos días que todos los exilados y amigos se olvidaron de Ernesto Guevara y comenzó a nacer el Che. Con Ñico tejió rápidamente una gran amistad. Este era bromista, alegre, le gustaba el baile y el ron. Y ante todo era un tremendo martiano. El nuevo Che se la pasaba horas preguntándoles sobre qué había pasado en Cuba, en el fracaso del Moncada, de quien era Fidel. Ernesto estaba maravillado del heroísmo de estos revolucionarios.

“De Buenos Aires llegan pocas noticias. Helenita parte con rumbo desconocido y se me acaba el rebusque, pero me va a llevar a casa de una tía que me dará el almuerzo, además le va a hablar al ministro por teléfono”, continúa Guevara.

La hondureña se movía en todos los niveles para conseguirle a Ernesto un trabajo. Helenita le acercó los libros de los socialistas del siglo XX, y en el caso del pensamiento hondureño, le dio a leer una biografía del general Francisco Morazán, el mayor unionista centroamericano. Ernesto quedó impactado con la lectura de la vida de Morazán. Fue entendiendo más profundamente los ideales de la Patria Grande.

Guevara por ese entonces aún no había resuelto su residencia legal en Guatemala, se le vencían los tres meses de permanencia y tiene Hondura o El salvador, como opción para salir del país por unos días. Para ello gestiona el visado para ir a cualquier de los dos países.

“No hay noticias de Honduras y solo espero hasta mañana., pues, se acaban las reservas de dólares”, escribe en su diario Guevara. Al final logra pasar a El Salvador.

La situación en Guatemala era cada vez más difícil. Se esperaba una provocación militar. “Hace días, -relata en su diario Guevara- aviones procedentes de Honduras cruzaron las fronteras con Guatemala y pasaron por la ciudad, en plena luz del día ametrallando gente y objetivos militares”

Guevara no dudó en enrolarse como voluntario para repeler el ataque. Nos cuenta Ernesto: “Yo me inscribí en las brigadas de sanidad para colaborar en la parte médica y en las brigadas juveniles que patrullan las calles por la noche. El curso de los acontecimientos fue el siguiente: luego de pasar estos aviones, tropas al mando del Coronel Castillo Armas, emigrado guatemalteco en Honduras, cruzaron la frontera avanzando sobre la ciudad de Chiquimula. El gobierno guatemalteco, que ya había protestado ante Honduras los dejó entrar sin ofrecer resistencia y presentó el caso ante las naciones unidas.” Desde su llegada a este país Ernesto mantuvo un vínculo muy estrecho con el Partido Guatemalteco del Trabajo (comunistas).

Cuando el presidente Arbens decide renunciar a la presidencia, Guevara deambula por la ciudad hasta que tiene que entrar en la Embajada Argentina. Allí lo recibirá el Embajador argentino Nicasio Sánchez Toranzo. La mujer del Embajador Elsa Nelly Orti, tendrá un trato muy especial con Ernesto. A los dos les gustaba hablar largamente sobre la Argentina. Otra vez el peronismo era un tema recurrente de las conversaciones.

Cuando todo ya está perdido Ernesto Guevara, ahora el Che, logra trasladarse hasta México, donde se reencontrará con Hilda Gadea y sus amigos de Guatemala. El gobierno del General Perón envió varios aviones para repatriar a los exiliados argentinos. Ernesto prefiere seguir a México donde vivirá con Hilda Gadea y su hija Hildita.


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