viernes, 6 de julio de 2018
La autoridad política global del capitalismo transnacional
Rebelión
Por Homar Garcés
La humanidad se halla en una situación en que los niveles de precariedad, pobreza y desempleo se han incrementado considerablemente, causando, entre otros efectos negativos, que el trabajo asalariado ya no sea considerado como un medio de subsistencia para cualquier persona o familia que no posea recursos. De manera simultánea, en muchas regiones del planeta se observa cómo el capital tiende a concentrarse y a centralizarse en unos pocos millonarios y cómo esto conduce a elevar la tasa de desempleo y a una mengua sin pausa de los salarios de los trabajadores.
Como contrapartida, algunos economistas recomiendan la dolarización de las economías depauperadas -especialmente en los países de nuestra América- como una opción válida y prácticamente única para salir de la situación crítica en que éstas se hallan, lo cual, aparte de ser inconstitucional en algunas de estas naciones, vulnera la soberanía monetaria e involucraría la desnacionalización de las principales actividades económicas generadoras de divisas, así como un endeudamiento externo, lo que -en perspectiva- avalaría la inversión extranjera privada y, con ella, la salida a la crisis.
Esto no obvia la autoridad política global ejercida por el capitalismo transnacional, a pesar de enfrentar circunstancias que escapan a su control, como la creciente influencia de China y Rusia en el mercado mundial. Por ello se recurre a “golpes blandos”, “rebeliones de colores”, asesinatos selectivos, imposición de bloqueos, sanciones extraterritoriales, campañas de desinformación masivas, sabotaje de las líneas de telecomunicaciones y formas abiertas y encubiertas de intervención que, con la complicidad de grupos internos afines, terminen por doblegar a las naciones que osen manejarse en un sentido contrario a sus intereses, en una guerra no convencional o asimétrica que escasamente merece la atención de los organismos multilaterales encargados de velar por que ello no ocurra. Elementos constitutivos -a gran escala- de la guerra irrestricta en fase de desarrollo que tiene como principal propulsor al gobierno de Estados Unidos, a fin de asegurar así su hegemonía total e indiscutible en el mundo.
En el libro “10 años de crisis. Hacia un control ciudadano de las finanzas” de ATTAC España, se resume que, al presente, “vivimos en una sociedad donde interactúan muchos actores: Ciudadanía, Mercado, Empresas, Finanzas, Comercio Internacional, Estados, Familias, Comunes y Tierra, todos ellos conformando un complejo escenario en el que el papel que se le asigna a cada uno de ellos condiciona y puede condicionar nuestra vida presente y futura. La sociedad se ve amenazada cuando uno de sus componentes, que se ha convertido en hegemónico, domina y esclaviza a todos los demás, impone sus demandas y puede subordinarlo todo a su expansión indefinida. La sociedad actual, por más democrática que se imagine a sí misma, está experimentando también el yugo de un sector poderoso dispuesto a llevar su ventaja tan lejos como le parezca. Esta fuerza, que ignora los límites, son las finanzas globalizadas, a las que llamamos ‘casino’ en el sentido de que la gestión del riesgo y el juego tienen algunos puntos en común”.
En medio de semejante panorama, nuestra América (considerada desde hace dos siglos por Estados Unidos como su “legítimo” patio trasero) es foco de la atención de los grandes consorcios transnacionales, seducidos por la posibilidad nada remota de poder controlar no solamente las economías dependientes de estos países sino también su biodiversidad y demás recursos estratégicos. Tratar de neutralizar este unilateralismo globalizador, exige una reelaboración consciente de experiencias compartidas y protagonizadas desde abajo por los sectores populares, evitando que éstos continúen catequizados como agentes involuntarios de la reproducción del sistema de valores de su propia dominación, discriminación y explotación; condicionados a existir en un estado de resignación permanente.
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