sábado, 7 de julio de 2018
Una locura rusofóbica afecta a Estados Unidos
Diario ¡Por esto! (Mérida)
Por Manuel E. Yepe
Jack F. Matlock Jr, embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética de 1987 a 1991, llamó a la ciudadanía de su país a poner fin a la locura rusofóbica que domina al Congreso y a muchos de los medios de comunicación de Norteamérica en un artículo publicado recientemente en varios medios de prensa estadounidenses.
Cita como ejemplo flagrante de ello, al editorial principal del New York Times del 17 de febrero titulado “Deje de permitir que los rusos se salgan con la suya, Sr. Trump”, en el cual los editores del periódico repudian a Rusia por interferir en las elecciones de Estados Unidos y demandan mayores sanciones contra ésta “para proteger la democracia estadounidense”. “Nunca se me había ocurrido que nuestro sistema político, sin duda disfuncional, fuera tan débil, subdesarrollado y enfermo que con ineptas acciones en la Internet podría ser dañado” dice Matlock. Pero el New York Times no es el único acusado. La mayoría de los demás medios de prensa en de Estados Unidos, electrónicos e impresos, han seguido esta línea. “Cada vez más, tanto en el Congreso como en los medios, se ha aceptado como un hecho la interferencia de Rusia en las elecciones de 2016”.
Entre las acciones rusas que han disgustado al establishment estadounidense y ahora se quieren presentar como hechos que han contribuido desde Rusia al ascenso de Trump, está la creación por el gobierno ruso de un sofisticado servicio de televisión (Russia Today o RT) que proporciona entretenimiento, información y propaganda a audiencias extranjeras, incluyendo a la de Estados Unidos. La magnitud de sus televidentes quizás sea varias veces inferior a la de los grandes medios de Estados Unidos pero indudablemente ha venido a debilitar el monopolio informativo que han tenido los medios occidentales y ha tenido una acogida enorme dondequiera, sin excluir a Estados Unidos.
Los líderes rusos, como la mayoría de los de los demás países del mundo pensaron que Clinton sería elegida, pero algunos altos funcionarios rusos expresaron su preferencia por la candidatura de Trump a raíz de que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, comparara a Hitler con el Presidente Putin e instara a una intervención militar más activa de Estados Unidos en el extranjero, mostrando un tono rusofóbico contrastante con el de Donald Trump, que entonces se pronunciaba en favor de la cooperación con Rusia en vez de tratarla como a un enemigo, explica Matlock.
Nadie parece haber hecho ni un estudio, siquiera superficial, del efecto que tuvieron las acciones rusas en la votación. No hay pruebas de que las actividades rusas hayan tenido un impacto tangible en el resultado de las elecciones, sostiene Matlock.
Pero el hecho más importante, oscurecido por la histeria anti-Rusia, es que fueron los estadounidenses quienes eligieron a Trump bajo los términos establecidos en la Constitución; los estadounidenses crearon el Colegio Electoral, que permite que un candidato con una menos de votos populares se convierta en presidente, y son ellos los que manipulan los distritos electorales a favor de un partido político determinado cuando ello conviene al sistema.
La Corte Suprema emitió la infame decisión que permite el financiamiento corporativo de los candidatos a cargos políticos. Los estadounidenses crearon un Senado que es todo menos democrático, ya que da una representación desproporcionada a los estados con poblaciones relativamente pequeñas. Fueron los senadores estadounidenses quienes establecieron procedimientos no democráticos que permiten a minorías, bloquear una legislación o confirmar los nombramientos.
Para Matlolck, el solo hecho de que los estadounidenses mismos hayan sido quienes eligieron su sistema electoral no significa que la elección de Trump sea buena para el país. En su opinión, las elecciones presidenciales y legislativas de 2016 representaron un peligro inminente para la nación. Han creado desastres potenciales que pondrán severamente a prueba los frenos y contrapesos incorporados en la Constitución. Esto es especialmente cierto hoy cuando ambas cámaras del Congreso están controladas por el Partido Republicano, que a su vez representa menos votantes que el partido de la oposición.
Matlock asegura que él no votó por Trump, pero cree que la imputación de que las acciones rusas interfirieron en las elecciones, o dañaron la calidad de la democracia en el país es ridícula, patética y vergonzosa. “Y debería añadir peligrosa porque hacerse enemigo de Rusia, la otra superpotencia nuclear, se acerca más a la locura política que cualquier otra cosa que se me pueda ocurrir”.
El ex embajador estadounidense concluye su artículo llamando a sus coterráneos a desistir de la actual locura rusofóbica y animar a los Presidentes Trump y Putin a restablecer la cooperación en cuestiones de seguridad nuclear, la no proliferación, el control de materiales nucleares y la reducción de armas atómicas, temas que son de vital interés tanto para Estados Unidos como para Rusia.
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