Un grupo de denominados paisas se revela contra su coordinador y doce de sus colaboradores. Al primero lo decapitaron y lo mutilaron. Al resto lo asesinaron con supuestas armas blancas y, finalmente les prendieron fuego.
Una de las 24 bombas de tiempo del sistema carcelario estalló el miércoles, esta vez en el centro penal de la capital industrial del país. El saldo fue de 13 reos que perdieron la vida.
El usual bullicio del centro penal sampedrano, ubicado en el céntrico barrio Cabañas con capacidad para 800 reclusos, pero que alberga 2,800, acabó de golpe para darle paso al caos, a la tensión, a la muerte y al horror.
El reloj marcaba las 10:30 am cuando abogados, fiscales, miembros de una iglesia evangélica y algunos familiares de los reclusos que se encontraban en el penal salieron del lugar, tan pronto como sus pies se los permitieron, mientras los custodios hacían movimientos improvisados para enfrentarse a un grupo de reclusos que más bien los obligó a retroceder.
En medio de la confusión, Félix Antonio Cruz, uno de los reclusos del módulo de reos comunes, denominados paisas (reos que no son integrantes de pandillas), llegaba herido de bala hasta la guardia del penal pidiendo ayuda, “¡le cortaron la cabeza! ¡los están matando a todos!”, alcanzó a decir antes de ser metido a una ambulancia que lo llevó a un centro asistencial.
A las 11:20 am una columna de humo comenzó a salir del área de la cocina del centro penal. A esa hora, el sonido de las patrullas policiales y tres ambulancias alertaba a los vecinos de la zona, aumentando el ambiente de zozobra y confusión.
Veinte agentes Cobras con máscaras antigás y 60 agentes de las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional se apostaron en los alrededores del centro penitenciario a la espera de la orden para entrar.
Tres cisternas del Cuerpo de Bomberos se aparcaron frente a la entrada principal de la prisión donde ya se habían aglomerado los primeros familiares de los reclusos, quienes entre gritos y el llanto clamaban por saber de los suyos.
A las 11:43 am se escuchó un nuevo disparo, las autoridades policiales que se encontraban en el exterior negaban que hubiese disturbios en el interior del recinto y aseguraban que la situación estaba siendo controlada.
Una cisterna con tres bomberos intentó ingresar a la prisión para sofocar las llamas que salían de la cocina, sin embargo se vieron obligados a salir casi enseguida ante las amenazas de los reos que determinaron combatir ellos mismos el fuego.
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