jueves, 12 de abril de 2012
“El mejor de mis días es el que todavía no viví”
La Ventana
Por Ana María Mizrahi
"Cada vez que una gitana se me acerca para leerme la mano, le pido por favor que le pago para que no me lo lea.
No quiero que me digan lo que me va a ocurrir, lo mejor que tiene la vida es la curiosidad
y la curiosidad nace de la ignorancia del destino. La explosión de los indignados comenzó en España,
y luego se extendió en otras partes.
Es una buena noticia la capacidad de indignación.
Bien decía mi maestro brasileño Darcy Ribeiro (intelectual brasileño ya fallecido)
que el mundo se divide entre los indignos y los indignados y que hay que tomar partido, hay que elegir"
¿Por qué este título: Los hijos de los días?
― Según los mayas nosotros somos hijos de los días o sea que el tiempo es el que funda el espacio. El tiempo es nuestro papá y nuestra mamá y siendo como somos hijos de los días, lo más natural es que de cada día nazca una historia. Estamos hechos de átomos, pero también de historias.
Dentro de esas historias hay muchas vinculadas a nuestra vida cotidiana. Usted señala: “vivimos en un mundo inseguro”. La particularidad es que plantea que existen diferentes concepciones sobre la inseguridad. ¿A qué se refiere?
― Muchos políticos en el mundo entero ―no es algo que le pase solo a nuestro país― explotan una suerte de histeria colectiva respecto al tema de la inseguridad. Te enseñan a ver al prójimo como una amenaza y te prohíben verlo como una promesa; o sea el prójimo ―ese señor, esa señora que anda por ahí― puede robarte, violarte, secuestrarte, engañarte, mentirte, rara vez ofrecerte algo que valga la pena recibir. Creo que eso forma parte de una dictadura universal del miedo. Estamos entrenados para tener miedo de todo y de todos y esta es la coartada que necesita la estructura militar del mundo. Este es un mundo que destina la mitad de sus recursos al arte de matar al prójimo. Los gastos militares ―que son el nombre artístico de los gastos criminales― necesitan una coartada. Las armas necesitan guerra, como los abrigos necesitan invierno.
Cuando habla de los miedos usted juega con esa palabra para así mencionar a los medios y tiene una historia que es “los miedos de comunicación”. ¿Qué lugar le atribuye a los medios en esos miedos?
― A veces los medios actúan como “miedos” de comunicación, entonces se convierten en “miedos de incomunicación”. Esto no es verdad para todos, pero sí para algunos medios que en el mundo entero explotan esa suerte de histeria colectiva desatada con el tema de la inseguridad. Mienten, porque la inseguridad no se reduce a la inseguridad que se puede sufrir en las calles. Inseguro es este mundo y lo primero es la inseguridad en el trabajo, que es la más grave de todas y de la que nunca hablan los políticos que explotan el tema de la inseguridad. No hay nada más inseguro que el trabajo. Todos nos preguntamos: y mañana, ¿habrá quién me compre?, ¿volveré al lugar de trabajo donde hoy estuve?, ¿habrá ocupado alguien mi lugar?
«Ese miedo real a perder el trabajo o a no encontrarlo es la fuente de inseguridad más importante. A la vez, inseguro es el mundo, la cantidad de personas que matan los autos en eso que llamamos accidentes de tránsito, en realidad son actos criminales a cuenta de los conductores que sacando permiso de manejar, tienen permiso de matar, o la inseguridad de la mayoría de los niños que nacen en el mundo condenados a morir muy temprano de hambre o de enfermedad curable».
Aparecen las historias de los desaparecidos, pero le menciono una en particular, llamada “Plan Cóndor”, donde la historia que se cuenta pertenece a Macarena Gelman. ¿Cómo fue para usted conocer a Macarena Gelman?
― Empecé por conocer al papá de Macarena (Marcelo) y al abuelo Juan (Gelman) con quién trabajamos juntos en la revista Crisis en Buenos Aires y que es mi amigo de toda la vida. Son muchos años de amistad o más bien de hermandad. Juan tuvo que irse de Argentina para seguir vivo, en aquellos días que se vivían en Buenos Aires, donde había que irse o esconderse. Entonces yo recibía con mucha frecuencia a su hijo Marcelo e hice de papá por algún tiempo, después lo mataron, y la otra historia es bastante conocida.
«La mujer de Marcelo (María Claudia) fue secuestrada en Argentina. Eran acusados del delito de alborotar, delitos de dignidad que tienen que ver con el derecho estudiantil a la protesta. Esos eran los crímenes de chicos como ellos que fueron asesinados muy temprano. A María Claudia la asesinaron en Uruguay, donde ya funcionaba el mercado común de la muerte, que fue el que mejor ha funcionado porque el Mercosur todavía tiene dificultades graves. El mercado de la muerte funcionó muy bien en aquellas horas del terror donde las dictaduras intercambiaban favores. Mandaron a María Claudia embarazada para Uruguay y aquí los militares uruguayos se hicieron cargo de la faena. Esperaron a que pariera, ella pasó sus últimos días, o quizás sus últimos meses en la sede de Bulevar Artigas y Palmar (SID) donde se descubrió la placa en recuerdo de María Claudia y todos los que estuvieron allí.
«Me impresionó el contraste por la belleza exterior de ese palacio y los horrores que escondía. Después de parir la mataron y entregaron a su hijo/a a un policía: intercambio de favores. A partir de una búsqueda complicada de Juan y sus amigos, se logró encontrarla y ahora se llama Macarena Gelman. Nos hicimos muy amigos y una vez cenando en casa, me contó esa historia que es parte de las historias de Los hijos de los días.
«Es una historia muy intima, muy privada, y le pedí autorización para publicarla. Es una historia rara pero reveladora. Cuenta que cuando todavía no sabía quién era y vivía en otra casa, con otro nombre, en ese periodo sufría insomnios continuos, que no la dejaban dormir por las noches porque la perseguía siempre la misma pesadilla. Veía unos señores desconocidos muy armados que la buscaban en el dormitorio donde estaba durmiendo, debajo de la cama, en el ropero y en todas partes y ella se despertaba gritando y angustiadísima.
«Durante muchísimo tiempo, toda su infancia tuvo esa pesadilla que la perseguía y ella no sabía por qué, de dónde venía. Hasta que conoció su verdadera historia y supo que ella estaba soñando las pesadillas que su madre había vivido mientras la modelaba en el vientre. La madre, una estudiante de apenas 19 años, era perseguida de verdad por otros señores armados hasta los dientes que la encontraron y la mandaron a morir a Uruguay. Macarena estaba en el vientre de esa mujer acosada y perseguida. Desde el vientre padecía la persecución que su madre sufría y después lo soñó y se convirtió en sus propias pesadillas. Ella soñó lo que su madre había vivido. Es una historia que parece una metáfora de la transmisión, de las penas, de los horrores, y también de otras continuidades que no son todas horribles».
Es un libro que contiene muchas historias de mujeres. ¿Por qué?
― También hay muchas historias de mujeres en mis libros anteriores, como Espejos y Bocas del Tiempo. Hay muchas historias de los invisibles, y las mujeres todavía son bastante invisibles. Hay historias de negros, de indios, de las culturas ignoradas, de las gentes ignoradas y que merecen ser redescubiertas porque tienen algo que decir y vale la pena escuchar.
«En este último libro ―Los hijos de los días― hay una historia que me impresionó mucho, y que no la había escrito hasta ahora y es la de Juana Azurduy. Juana fue una heroína de las guerras de independencia. Encabezó la toma del Cerro de Potosí que estaba en manos de los españoles. Ella era la caudilla de un grupo guerrillero que recuperó Potosí de las manos españolas. Después siguió peleando por la Independencia, perdió a sus siete hijos y a su marido en esa guerra. Finalmente fue enterrada en una fosa común y murió en la pobreza más pobre que se puedan imaginar. Antes había recibido un título militar, fueron las fuerzas independentistas las que le dieron un título que decía en mérito: “a su viril coraje”. Se necesitó mucho tiempo para que una presidenta argentina (Cristina Fernández) le otorgara el título de Generala por “su femenina valentía”».
Un integrante de La Real Academia Española señaló como un error utilizar expresiones que recarguen el lenguaje. Era una crítica a la feminización como por ejemplo cuando se utiliza todos y todas. ¿Ud qué piensa al respecto?
― Lo trascendente es lo que hay detrás, aunque a veces los contenidos se reflejan en las palabras que los expresan. Me resulta muy ridículo cuando una mujer se me presenta y me dice “soy médico”. “Será médica”, le contesto.
Hay muchas historias de los pueblos originarios, de la lucha por los recursos naturales, y el rol de las multinacionales. En particular una historia dedicada a la selva amazónica.
― Esa historia sobre la Amazonia recuerda que la Texaco, empresa petrolera que derramó veneno durante muchos años, arruinó buena parte de la selva ecuatoriana. Se fue a juicio pero se perdió. Las víctimas de ese atentado a la naturaleza y a las personas de ese lugar no tenían medios económicos, mientras la Texaco contaba con centenares de abogados. Al cabo de años, sin embargo, el pleito se ganó, pero todavía no se puso en práctica porque hay muchas maneras de apelar, y de tirar la pelota para afuera y para eso nunca faltan doctores.
En el libro, tiene una mirada crítica sobre los gobiernos progresistas que aún no han despenalizado el aborto.
― El libro toca todos los temas siempre a partir de historias concretas. No es un libro teórico.
Las 366 historias no son solo latinoamericanas, usted recorre el mundo.
― Hay muchas historias que merecen ser recuperadas. Luana por ejemplo, fue la primera mujer que firmó sus escritos en tablillas de barro. Ocurrió hace cuatro mil años y decía que escribir era una fiesta. Esa mujer es desconocida. Y vale la pena contar que esa historia existió.
Respecto a la crisis internacional, usted rescata lo que ocurrió en Islandia y el movimiento de los indignados en España.
― Esta crisis proviene de un círculo muy pequeño de banqueros omnipotentes. Se me ocurrió para esta historia un título siniestro que fue “Adopte un banquerito”. Los responsables de la crisis son los que más se han quejado y los que más dinero han recibido. Han sido recompensados por hundir al planeta. Todo ese dinero que se destinó a los que causaron el peor desastre en la historia de la humanidad hubiera alcanzado para dar de comer a los hambrientos del mundo, con postre incluido.
¿Le resulta una contradicción la existencia del movimiento de los indignados y que al mismo tiempo haya ganado el Partido Popular en España?
― La aparición de los indignados, es de lo más lindo que le ha ocurrido al mundo en los últimos tiempos. Creo que lo mejor de la vida es su capacidad de sorpresa. El mejor de mis días es el que todavía no viví. Cada vez que una gitana se me acerca para leerme la mano, le pido por favor que le pago para que no me lo lea. No quiero que me digan lo que me va a ocurrir, lo mejor que tiene la vida es la curiosidad y la curiosidad nace de la ignorancia del destino. La explosión de los indignados comenzó en España, y luego se extendió en otras partes. Es una buena noticia la capacidad de indignación. Bien decía mi maestro brasileño Darcy Ribeiro (intelectual brasileño ya fallecido) que el mundo se divide entre los indignos y los indignados y que hay que tomar partido, hay que elegir.
«Me acordé mucho de él cuando surgió este movimiento. Muchachos jóvenes que perdieron sus empleos y sus casas por responsabilidad de esos malabarismos financieros que han terminado por despojar a los inocentes de sus bienes. Ellos no fueron los que prestaron préstamos imposibles, no fueron ellos culpables de la burbuja financiera y este disparate que pasó en España de construir y construir y ahora está llena de viviendas deshabitadas y gente sin casa.
«El PP ganó la elección, es verdad. La derecha ganó las elecciones, y habrá que luchar para que eso cambie. Esto que pasó en España también habla del desprestigio de fuerzas de izquierda que nacen a la vida política prometiendo cambios radicales, y después terminan repitiendo la historia, en lugar de cambiarla. Mucha gente sobre todos los más jóvenes se sienten defraudados y abandonan la política».
Por Ana María Mizrahi
"Cada vez que una gitana se me acerca para leerme la mano, le pido por favor que le pago para que no me lo lea.
No quiero que me digan lo que me va a ocurrir, lo mejor que tiene la vida es la curiosidad
y la curiosidad nace de la ignorancia del destino. La explosión de los indignados comenzó en España,
y luego se extendió en otras partes.
Es una buena noticia la capacidad de indignación.
Bien decía mi maestro brasileño Darcy Ribeiro (intelectual brasileño ya fallecido)
que el mundo se divide entre los indignos y los indignados y que hay que tomar partido, hay que elegir"
¿Por qué este título: Los hijos de los días?
― Según los mayas nosotros somos hijos de los días o sea que el tiempo es el que funda el espacio. El tiempo es nuestro papá y nuestra mamá y siendo como somos hijos de los días, lo más natural es que de cada día nazca una historia. Estamos hechos de átomos, pero también de historias.
Dentro de esas historias hay muchas vinculadas a nuestra vida cotidiana. Usted señala: “vivimos en un mundo inseguro”. La particularidad es que plantea que existen diferentes concepciones sobre la inseguridad. ¿A qué se refiere?
― Muchos políticos en el mundo entero ―no es algo que le pase solo a nuestro país― explotan una suerte de histeria colectiva respecto al tema de la inseguridad. Te enseñan a ver al prójimo como una amenaza y te prohíben verlo como una promesa; o sea el prójimo ―ese señor, esa señora que anda por ahí― puede robarte, violarte, secuestrarte, engañarte, mentirte, rara vez ofrecerte algo que valga la pena recibir. Creo que eso forma parte de una dictadura universal del miedo. Estamos entrenados para tener miedo de todo y de todos y esta es la coartada que necesita la estructura militar del mundo. Este es un mundo que destina la mitad de sus recursos al arte de matar al prójimo. Los gastos militares ―que son el nombre artístico de los gastos criminales― necesitan una coartada. Las armas necesitan guerra, como los abrigos necesitan invierno.
Cuando habla de los miedos usted juega con esa palabra para así mencionar a los medios y tiene una historia que es “los miedos de comunicación”. ¿Qué lugar le atribuye a los medios en esos miedos?
― A veces los medios actúan como “miedos” de comunicación, entonces se convierten en “miedos de incomunicación”. Esto no es verdad para todos, pero sí para algunos medios que en el mundo entero explotan esa suerte de histeria colectiva desatada con el tema de la inseguridad. Mienten, porque la inseguridad no se reduce a la inseguridad que se puede sufrir en las calles. Inseguro es este mundo y lo primero es la inseguridad en el trabajo, que es la más grave de todas y de la que nunca hablan los políticos que explotan el tema de la inseguridad. No hay nada más inseguro que el trabajo. Todos nos preguntamos: y mañana, ¿habrá quién me compre?, ¿volveré al lugar de trabajo donde hoy estuve?, ¿habrá ocupado alguien mi lugar?
«Ese miedo real a perder el trabajo o a no encontrarlo es la fuente de inseguridad más importante. A la vez, inseguro es el mundo, la cantidad de personas que matan los autos en eso que llamamos accidentes de tránsito, en realidad son actos criminales a cuenta de los conductores que sacando permiso de manejar, tienen permiso de matar, o la inseguridad de la mayoría de los niños que nacen en el mundo condenados a morir muy temprano de hambre o de enfermedad curable».
Aparecen las historias de los desaparecidos, pero le menciono una en particular, llamada “Plan Cóndor”, donde la historia que se cuenta pertenece a Macarena Gelman. ¿Cómo fue para usted conocer a Macarena Gelman?
― Empecé por conocer al papá de Macarena (Marcelo) y al abuelo Juan (Gelman) con quién trabajamos juntos en la revista Crisis en Buenos Aires y que es mi amigo de toda la vida. Son muchos años de amistad o más bien de hermandad. Juan tuvo que irse de Argentina para seguir vivo, en aquellos días que se vivían en Buenos Aires, donde había que irse o esconderse. Entonces yo recibía con mucha frecuencia a su hijo Marcelo e hice de papá por algún tiempo, después lo mataron, y la otra historia es bastante conocida.
«La mujer de Marcelo (María Claudia) fue secuestrada en Argentina. Eran acusados del delito de alborotar, delitos de dignidad que tienen que ver con el derecho estudiantil a la protesta. Esos eran los crímenes de chicos como ellos que fueron asesinados muy temprano. A María Claudia la asesinaron en Uruguay, donde ya funcionaba el mercado común de la muerte, que fue el que mejor ha funcionado porque el Mercosur todavía tiene dificultades graves. El mercado de la muerte funcionó muy bien en aquellas horas del terror donde las dictaduras intercambiaban favores. Mandaron a María Claudia embarazada para Uruguay y aquí los militares uruguayos se hicieron cargo de la faena. Esperaron a que pariera, ella pasó sus últimos días, o quizás sus últimos meses en la sede de Bulevar Artigas y Palmar (SID) donde se descubrió la placa en recuerdo de María Claudia y todos los que estuvieron allí.
«Me impresionó el contraste por la belleza exterior de ese palacio y los horrores que escondía. Después de parir la mataron y entregaron a su hijo/a a un policía: intercambio de favores. A partir de una búsqueda complicada de Juan y sus amigos, se logró encontrarla y ahora se llama Macarena Gelman. Nos hicimos muy amigos y una vez cenando en casa, me contó esa historia que es parte de las historias de Los hijos de los días.
«Es una historia muy intima, muy privada, y le pedí autorización para publicarla. Es una historia rara pero reveladora. Cuenta que cuando todavía no sabía quién era y vivía en otra casa, con otro nombre, en ese periodo sufría insomnios continuos, que no la dejaban dormir por las noches porque la perseguía siempre la misma pesadilla. Veía unos señores desconocidos muy armados que la buscaban en el dormitorio donde estaba durmiendo, debajo de la cama, en el ropero y en todas partes y ella se despertaba gritando y angustiadísima.
«Durante muchísimo tiempo, toda su infancia tuvo esa pesadilla que la perseguía y ella no sabía por qué, de dónde venía. Hasta que conoció su verdadera historia y supo que ella estaba soñando las pesadillas que su madre había vivido mientras la modelaba en el vientre. La madre, una estudiante de apenas 19 años, era perseguida de verdad por otros señores armados hasta los dientes que la encontraron y la mandaron a morir a Uruguay. Macarena estaba en el vientre de esa mujer acosada y perseguida. Desde el vientre padecía la persecución que su madre sufría y después lo soñó y se convirtió en sus propias pesadillas. Ella soñó lo que su madre había vivido. Es una historia que parece una metáfora de la transmisión, de las penas, de los horrores, y también de otras continuidades que no son todas horribles».
Es un libro que contiene muchas historias de mujeres. ¿Por qué?
― También hay muchas historias de mujeres en mis libros anteriores, como Espejos y Bocas del Tiempo. Hay muchas historias de los invisibles, y las mujeres todavía son bastante invisibles. Hay historias de negros, de indios, de las culturas ignoradas, de las gentes ignoradas y que merecen ser redescubiertas porque tienen algo que decir y vale la pena escuchar.
«En este último libro ―Los hijos de los días― hay una historia que me impresionó mucho, y que no la había escrito hasta ahora y es la de Juana Azurduy. Juana fue una heroína de las guerras de independencia. Encabezó la toma del Cerro de Potosí que estaba en manos de los españoles. Ella era la caudilla de un grupo guerrillero que recuperó Potosí de las manos españolas. Después siguió peleando por la Independencia, perdió a sus siete hijos y a su marido en esa guerra. Finalmente fue enterrada en una fosa común y murió en la pobreza más pobre que se puedan imaginar. Antes había recibido un título militar, fueron las fuerzas independentistas las que le dieron un título que decía en mérito: “a su viril coraje”. Se necesitó mucho tiempo para que una presidenta argentina (Cristina Fernández) le otorgara el título de Generala por “su femenina valentía”».
Un integrante de La Real Academia Española señaló como un error utilizar expresiones que recarguen el lenguaje. Era una crítica a la feminización como por ejemplo cuando se utiliza todos y todas. ¿Ud qué piensa al respecto?
― Lo trascendente es lo que hay detrás, aunque a veces los contenidos se reflejan en las palabras que los expresan. Me resulta muy ridículo cuando una mujer se me presenta y me dice “soy médico”. “Será médica”, le contesto.
Hay muchas historias de los pueblos originarios, de la lucha por los recursos naturales, y el rol de las multinacionales. En particular una historia dedicada a la selva amazónica.
― Esa historia sobre la Amazonia recuerda que la Texaco, empresa petrolera que derramó veneno durante muchos años, arruinó buena parte de la selva ecuatoriana. Se fue a juicio pero se perdió. Las víctimas de ese atentado a la naturaleza y a las personas de ese lugar no tenían medios económicos, mientras la Texaco contaba con centenares de abogados. Al cabo de años, sin embargo, el pleito se ganó, pero todavía no se puso en práctica porque hay muchas maneras de apelar, y de tirar la pelota para afuera y para eso nunca faltan doctores.
En el libro, tiene una mirada crítica sobre los gobiernos progresistas que aún no han despenalizado el aborto.
― El libro toca todos los temas siempre a partir de historias concretas. No es un libro teórico.
Las 366 historias no son solo latinoamericanas, usted recorre el mundo.
― Hay muchas historias que merecen ser recuperadas. Luana por ejemplo, fue la primera mujer que firmó sus escritos en tablillas de barro. Ocurrió hace cuatro mil años y decía que escribir era una fiesta. Esa mujer es desconocida. Y vale la pena contar que esa historia existió.
Respecto a la crisis internacional, usted rescata lo que ocurrió en Islandia y el movimiento de los indignados en España.
― Esta crisis proviene de un círculo muy pequeño de banqueros omnipotentes. Se me ocurrió para esta historia un título siniestro que fue “Adopte un banquerito”. Los responsables de la crisis son los que más se han quejado y los que más dinero han recibido. Han sido recompensados por hundir al planeta. Todo ese dinero que se destinó a los que causaron el peor desastre en la historia de la humanidad hubiera alcanzado para dar de comer a los hambrientos del mundo, con postre incluido.
¿Le resulta una contradicción la existencia del movimiento de los indignados y que al mismo tiempo haya ganado el Partido Popular en España?
― La aparición de los indignados, es de lo más lindo que le ha ocurrido al mundo en los últimos tiempos. Creo que lo mejor de la vida es su capacidad de sorpresa. El mejor de mis días es el que todavía no viví. Cada vez que una gitana se me acerca para leerme la mano, le pido por favor que le pago para que no me lo lea. No quiero que me digan lo que me va a ocurrir, lo mejor que tiene la vida es la curiosidad y la curiosidad nace de la ignorancia del destino. La explosión de los indignados comenzó en España, y luego se extendió en otras partes. Es una buena noticia la capacidad de indignación. Bien decía mi maestro brasileño Darcy Ribeiro (intelectual brasileño ya fallecido) que el mundo se divide entre los indignos y los indignados y que hay que tomar partido, hay que elegir.
«Me acordé mucho de él cuando surgió este movimiento. Muchachos jóvenes que perdieron sus empleos y sus casas por responsabilidad de esos malabarismos financieros que han terminado por despojar a los inocentes de sus bienes. Ellos no fueron los que prestaron préstamos imposibles, no fueron ellos culpables de la burbuja financiera y este disparate que pasó en España de construir y construir y ahora está llena de viviendas deshabitadas y gente sin casa.
«El PP ganó la elección, es verdad. La derecha ganó las elecciones, y habrá que luchar para que eso cambie. Esto que pasó en España también habla del desprestigio de fuerzas de izquierda que nacen a la vida política prometiendo cambios radicales, y después terminan repitiendo la historia, en lugar de cambiarla. Mucha gente sobre todos los más jóvenes se sienten defraudados y abandonan la política».
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