sábado, 14 de abril de 2012

La última luz que contempló Monseñor Romero


Voces

Por Ada Sánchez
Fotos: César Méndez

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez nació en Ciudad Barrio, San Miguel el 15 de agosto de 1917, quien durante toda su vida defendió con alma, corazón y vida a los más desprotegidos en el país, siendo esta la causa principal para que el 24 de marzo de 1980, un tiro acabara con su vida.

Madre Luz Isabel Cueva, la única madre que aún vive que presenció el martirio de Mons. Romero

Como arzobispo, denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política que se vivía en El Salvador.

Como un hombre de paz, se rodeo de personas que compartían su ideal y le apoyaban en su caminar, pues su espíritu de solidaridad con los necesitados fue comprobado hasta los últimos días de su martirio, como muchos lo reconocen, entre ellas, la Hermana Luz Isabel Cueva quien es la última luz que vio Monseñor Romero pues es la única madre que sobrevive que presenció aquella tarde cuando un disparo certero acabo con la vida de Monseñor Romero.

¿Quién es Luz Isabel Cuevas?
Una misionera de Santa Teresa, religiosa Carmelita, mexicana de nacimiento y salvadoreña de corazón, con 89 años de edad. Llegué a este país hace 47 años, luego con fé y voluntad de Dios fundé el Hospital Divina Providencia para los enfermos de cáncer que no tenían quien los cuidara.

¿En qué momento conoció a Monseñor Romero?
Pues Mons. Romero llegaba a visitar a los enfermos de cáncer, los días primero de cada mes y hacia una oración para aliviar el dolor de estas personas, él siempre mostró su admiración y gratitud para todos los enfermos y enfermas, muchos en fase terminal de esta dura y triste enfermedad.

¿Cómo llega a vivir Monseñor Romero al Hospital Divina Providencia?

Fue cuando lo nombraron arzobispo de San Salvador y todos los demás padres tenían donde vivir, él tenía a su familia, pero humildemente le ofrecimos un cuartito en el hospital y con la humildad que lo caracterizaba aceptó, pues se sentía con más confianza con nosotras y todos los enfermos.

¿Por qué defendió a los pobres, teniendo claro que esto le podría ocasionar la muerte?
Nadie que yo conozca hubiera tenido el valor de decir lo que dijo en la última homilía, Monseñor con esto ha firmado su muerte dijimos, y así fue, con humedad en sus ojos Lucita guarda silencio recordando aquella triste y nublada tarde.
Él amaba mucho a los pobres, su empeño de defenderlo y hablar por ellos, y  era la voz de los sin vos, afirma Lucita después de unos minutos de silencio.

¿Monseñor sentía miedo, lo vieron triste alguna vez?
Él nunca dejó de ser humano, y como todos, no siempre estamos contentos, alguna vez lo vi triste, pero él era tan gentil que nunca nos contaba lo que le pasaba para no mortificarnos, pero sabíamos que el sufría mucha humillación, desprecio y persecución de aquellos a quienes no les convenía que se denunciara las injusticias que ocurrían en el país.

¿Cuál era la relación de Monseñor Romero con todas ustedes?

El tenía un carácter fuerte, y cuando se enojaba se enojaba, un día vimos que llegó muy serio porque la situación era complicada, y nosotras tratamos hacerle la vida más tranquila mientras estuviera en el hospital.
Cuando ya estaba la situación muy violenta, nos gustaba hacerle un ambiente agradable, tanto sufrimiento, tanto rechazo que é vivía.
Un día una hermana se le ocurrió, hacerle una broma a “Monsito” como le decíamos por Monseñor. No se dé donde se le ocurrió, consiguió una peluca, unos zapatos de tacón alto, una cartera, y me disfrazó.
La misma hermana le dijo a Monseñor, “viene una señora muy elegante que quiere platicar con usted”, y Monseñor cuando se enojaba se enojaba, era humano, los humanos no siempre estamos alegre, él era tan delicado, y dijo “gente imprudente, saben que a esta hora es muy tarde”.
En ese momento, la señora elegante que era yo, entró, “buenas noches Monseñor, él se asustó, no me conoció, perdón señora, perdón, muy apenado”, pero detrás de mi iban todas las hermanas a ver el show y soltaron la risa, entonces Monseñor se dio cuenta de qué se trataba y comenzó a sonreír, toda la semana tuvimos recreo, pidiéndole perdón a la señora elegante, así eran los días junto a Monsito, recuerda con una sonrisa en su rostro la hermana Lucita.

¿Cómo enfrentaba el rechazo Monseñor Romero?

Pues con todo el amor del mundo y el amor de su pueblo, vi triste a Monseñor por todos los medios de comunicación que lo atacaban decían que era causante de la guerra, le atribuían cosas, que ellos mismos eran los autores. Muchos se hicieron pasar por sus amigos, pero cuando él comenzó hacer evidente su lucha junto al pueblo, entonces la gente de dinero sobre todo, le dieron las espaldas, y en lugar de confirmar esa amistad al contrario lo rechazaban.

¿Ustedes se dieron cuenta de las amenazas que recibía monseñor Romero?
Él nunca nos contaba casi nada, pero en más de alguna ocasión nos tocó recibir llamadas. Una vez recibí una llamada, a las dos de la mañana, era un hombre “dígale a Romero que los 20 mil colones que recibió por el secuestro, dígale que queremos hablar con él”, y le pregunté a qué Romero se refiría, porque en ese tiempo el presidente de la República también se llamaba Romero.
Monseñor era incapaz de hacer esas cosas, al contrario intercedía por las personas secuestradas, a él le tocaba mediar para que liberaran a la gente inocente que era secuestrada en aquel momento difícil.

¿Por qué Monseñor Romero a pesar que sabía que corría peligro continuaba con su lucha?

Monsito quería a sus hijos, el pueblo era más que él. Nunca aconsejo que mataran, pues esas mismas palabras fueron que lo llevaron a la muerte, les pedía, les mandaba que en nombre de Dios, cese la violencia en el país, por eso lo mataran.
¿Cómo fue aquel 24 de marzo de 1980, que se recuerda con tanta fe y esperanza?
Fue tremendo, en la mañana después de desayunar se vino a Santa Tecla, y se habían puesto de acuerdo, con su director espiritual y vino a confesarse.
Era muy puntual, celebró la misa tranquilo, sabiendo de los anuncios que le habían hecho que corría peligro pues la esquela que anunciaba que él celebraría la misa salió publicada, era como un aviso para matarlo, nosotras le decíamos que no fuera, pero como todo hombre de palabra nos dijo que ya se había comprometido, y que si Dios permitía que le pasara algo, él le daría la fortaleza para aguantarlo, aunque no se sentía tan privilegiado para pasar un martirio al igual que Jesucristo.
Cuando él estaba extendiendo el mantelito, en ese momento aprovecho el asesino asueldo, que estaba esperando el momento, fue que Monseñor despego de la puerta y se dirigió hacia el altar.
Ahí estaba el asesino, aprovechó y apretó el gatillo, era un experto, fue un solo disparo, detalla la madre Lucita con una profunda tristeza en su rostro.
Monseñor se cogió del mantel del altar, y se volcaron las ostias sobre él y cayó a los pies de Cristo, de ese Cristo que fue su modelo.

En este momento se encamina un proceso de santificación... ¿Qué piensa usted?
Quienes lo conocimos, no dudamos que era un santo, porque su vida tenía mucho parecido a la de Cristo. El convivía con los más pobres, comía con ellos, en el suelo, comiendo frijoles y aguacate, le encantaba.
Entre más pobre era la persona, disfrutaba mucho. Cuando tenia problemas, nunca lo resolvía sin preguntarle a la personas humildes que el admiraba mucho, esperando la respuesta como que si viniera de Dios.

¿Cómo recuerda a Monseñor Romero?
Fue una persona de Dios, una persona que siempre habló con la verdad, defendía la justicia, porque eso era lo que más reclamaba, por los trabajadores, y por eso decían “Muerto el perro, se acabó la rabia”, así trataban a monseñor, pero no se dieron cuenta que también era un profeta, que dijo ¡Si me matan resucitaré en mi Pueblo!

Mucho dicen que Mons. Romero hizo milagros después de muerto

Sí, pues a él le dieron fruto de su doctorado honoris causa, que le otorgo la Universidad de Lovaina, por su meritoria labor en defensa de los derechos humanos y ayuda a los más desposeídos, le dieron 10 mil dólares, equivalente en aquel tiempo a unos 25 mil colones.
Con ese dinero iniciamos la construcción del hogar para huérfanos Divina Providencia, en un principio para niños de las madres que habían muerto por cáncer, pero luego hemos sido casa para muchos pequeños y pequeñas que se quedan solos por diferentes motivos.
Monseñor nos endoso el cheque tres días antes que lo asesinaran, así de grande es la bondad de nuestro pastor, amigo, nuestra inspiración Monseñor Arnulfo Romero, vive por siempre.

El pueblo exige justicia 
La Comisión de la Verdad concluyó que: “…El ex-Mayor Roberto D’Aubuisson Arrieta dio la orden de asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar la ejecución del asesinato”.

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