jueves, 26 de abril de 2012

"Los medios han aprendido de la experiencia de Irak"




Por Iñaki Soto y Mikel Zubimendi

Dirigió «The New York Times» y su web desde 2003. Ganador del premio Pulitzer en su etapa de corresponsal en Moscú (1986-1991) donde fue testigo de la caída del muro de Berlín. Es un periodista de oficio que ha pasado por todas las instancias del periódico. Tras anunciar su renuncia en junio de 2011, dejó su puesto en setiembre en manos de Jill Abramson, la primera mujer directora del NYT desde que viera la luz allá por el año 1851. Se ha retirado para dedicarse a escribir, «solo a escribir, a escribir siempre», su verdadera pasión. Sus columnas son toda una referencia en la prensa del mainstream internacional.

En el marco del festival internacional de las letras de Bilbo, Gutun Zuria, organizado en la Alhóndiga, Keller accedió a responder primero por escrito y luego en persona a las preguntas de GARA.

Usted ha venido advirtiendo sobre los peligros de las nuevas dinastías digitales, el peligro de poner las noticias en manos de, por ejemplo, Google. A su vez, es famosa su frase: «Los diarios en papel serán dinosaurios, pero los dinosaurios anduvieron millones de años en este mundo». La integración del papel en lo digital genera resistencia sicológica y cultural, pero también licencia para experimentar. ¿Cree que vivimos en la mejor época para hacer periodismo y en la peor para los periódicos?
En primer lugar, creo que el periodismo de calidad -incluido el periodismo que es difícil, costoso y a veces peligroso- va a sobrevivir. Los lectores lo quieren, lo esperan, lo necesitan. Y donde hay una fuerte demanda, el mercado tiende a proporcionar un suministro. Es cierto que la industria de las noticias está pasando por una transición brutal, que comenzó incluso antes que Internet. Por lo menos durante 20 años las agencias de información estadounidenses han estado reduciendo sus corresponsalías extranjeras, para ahorrar dinero, y porque algunos editores (y no, por supuesto, en «The New York Times») creen que sus lectores no están tan interesados en las noticias internacionales. Se ha producido un descenso en la cobertura agresiva, de investigación, de los gobiernos locales en muchas partes del país. Muchos periódicos se han cerrado o se han reducido. Pero también se puede ver el comienzo de un renacimiento en el periodismo. El futuro, creo, será una mezcla de supervivientes y de nuevas empresas.
Los supervivientes son las agencias de noticias estabilizadas que se adaptan a las nuevas audiencias y a las nuevas tecnologías. El cambio más grande en el NYT durante mis ocho años como director fue el de convertirnos en una especie de laboratorio, abierto a nuevas formas de elaboración y venta de periodismo. La gente que solía decir: «nosotros no hacemos las cosas de esa manera», ahora son más propensos a decir «vamos a intentar algo nuevo». Bloomberg News y Thompson Reuters son otras dos agencias que se están expandiendo y adaptando. Por lo tanto, los supervivientes se van a plantear nuevas formas de atraer al público y de generar ingresos.
También habrá nuevas empresas organizadas y financiadas de otras formas. Por ejemplo, ProPublica, una compañía de periodismo de investigación muy exitosa que es sostenida por importantes donantes filantrópicos y que, a menudo, colabora con otras agencias de noticias. «The Texas Tribune», una agencia online que cubre el estado de Texas (y tiene un consorcio con el NYT). Algunos medios que comenzaron como agregadores de contenidos -recopilando el trabajo de otros- han empezado ya a invertir en periodismo original, a contratar periodistas. «The Huffington Post» es un buen ejemplo de ello.
En cuanto a las «dinastías digitales» que mencionan, creo que las grandes máquinas de agregar contenidos cumplen una función valiosa al alimentar la innovación y ampliar las audiencias. Mis dudas acerca de ellas son de dos tipos: Primero, la agregación de los contenidos de otros no es un sustitutivo del periodismo informativo sobre el terreno. Y segundo, una cosa es guiar a los lectores hacia la labor de los buenos periodistas y otra muy distinta es hacer extractos o resumenes del trabajo de otros tan repetida y extensamente que los lectores no tengan ninguna razón para ir al medio original y así ayudar a pagar por el trabajo.
Realmente creo que la muerte de los periódicos se ha exagerado -la palabra «periódico» que yo uso incluye formatos que no son de papel-. Todavía hay un mercado para la impresión. Pero puedo imaginar un día, dentro de algunos años, en el que la impresión ya no tenga el sentido de la viabilidad económica. El periodismo, sin embargo, continuará.

Periódicos del tamaño de «The New York Times» compiten con medios que, con apenas medio centenar de profesionales, son capaces de atraer más tráfico web y de generar más ingresos. Pero, a su vez, NYT compite con medios como «The Guardian» para llegar a ser el primer periódico global. En esa doble competición, ¿cómo aspiran a ser líderes?
En cierto sentido, competimos con todo el mundo -para copar la atención, para atraer la publicidad, para aumentar la audiencia-. Competimos con los dominios en la web de celebridades, con YouTube, contra los dominios de opinión, e incluso de juegos. Pero tenemos una marca fuerte. Hasta ahora, todas las distracciones y alternativas en la red no han dañado nuestra audiencia, o nuestros ingresos.
En cuanto a «The Guardian» y a otros medios serios, de hecho ya hay varios periódicos globales, de todo el mundo y para todo el mundo. No es una cosa que dé miedo. Es algo bueno.

Habla de la importancia de la marca, pero cada vez son más importantes las firmas, los periodistas-marca...
La idea del «periodista-marca» no es nueva, ya ocurría con Walter Cronkite y ocurre ahora, por ejemplo en España con Iñaki Gabilondo [que participó junto a Keller en Gutun Zuria]. Son marcas a las que la gente sigue y les creen como personas. Pero también son parte de instituciones periodísticas.
Ahora tú puedes crear tu propia marca, por ti mismo, y eso no es malo. Pero crea tentaciones, como utilizar un lenguaje más duro, como decir ciertas cosas aunque no sean muy precisas, porque eso genera más tráfico, para lograr hacer crecer tu audiencia.
Existe un valor en tener detrás un periódico, un programa, un editor. Creo que es bueno tener un editor que te diga «¿es eso lo que quieres decir?», «¿qué hay de esto?», tener alguien que lo haga antes de que lances tus noticias y tus opiniones al mundo. En NYT hay muchas firmas que son marcas individuales: Tom Friedman, David Carr... Pero todavía existe un valor real en lo que contribuye el propio periódico. Los editores no son solo gente que te reta, también te defienden cuando estás en problemas. Una institución puede protegerte en esas situaciones críticas y darte fuerza para que hagas tu trabajo. Quizá no esté de moda, quizá esa figura no exista en unos pocos años, pero creo que en el periodismo el trabajo colectivo, hacerlo en un entorno institucional, tiene un valor real.

Algunos creen que los medios de comunicación han perdido la capacidad de fijar agenda. Sin este papel y una gran parte de ellos en manos de grandes corporaciones, ¿cuál es la relación entre los medios y el poder? ¿Quién controla a quién?
Creo que los medios de comunicación siguen desempeñando un papel importante en la definición y determinación de la agenda -me refiero a la configuración de la conversación pública-. La diferencia es que los medios de comunicación son tan constantes y los lapsos de atención tan cortos, que a veces uno siente que tiene una nueva agenda cada hora.
Creo que el problema con la propiedad de las empresas y corporaciones, principalmente se produce cuando cualquier corporación de la comunicación tiene monopolio. Sin competencia, los periódicos (o cualquier otro recolector y difusor de noticias) se vuelven perezosos y, a veces, crece la corrupción. En la actualidad, hay por lo menos dos cosas que van en contra del abuso de poder por parte de cualquier empresa comunicativa. Una de ellas es el verdadero compromiso con la integridad periodística. Por ejemplo, cuando Rupert Murdoch compró «The Wall Street Journal», había preocupación de que lo utilizara para propagar historias y noticias sesgadas y proteger sus propios intereses. Sin embargo, ese diario ha hecho un buen trabajo cubriendo el escándalo de las escuchas telefónicas en el imperio de Murdoch. La otra salvaguarda contra el abuso es que, gracias a internet, toda agencia de noticias, no importa lo grande y poderosa que sea, vive en un vacío. Nadamos en un mar de críticas y verificadores de los hechos.

¿Cambia en algo el oficio del periodista en el medio impreso o en internet?
Sí, la dinámica de escribir en internet es diferente. Primeramente porque en el papel tienes un plazo cada veinticuatro horas y cuando escribes en un blog o en un medio social el plazo es ahora, y el siguiente ahora, y así sucesivamente. El apetito es inmediato. Eso puede ser una buena cosa, el medio digital es fresco, espontáneo, no filtrado, pero también implica que es superficial, imprudente.
Una de las cosas más positivas de internet es que puede ser una máquina autocorrectora. Si NYT escribe algo y los hechos son incorrectos, la respuesta es inmediata. Todo el mundo es un verificador de los hechos, y eso es algo bueno. Pero si crees que internet va a protegerte, si crees que cuando te equivocas te va a corregir, creo que eso es irresponsable en relación a la precisión y a la verdad. Tomarte tu tiempo en hacer algo bien tiene su valor.
Internet no es ni solo bueno ni solo malo. Internet te invita a dar tu opinión, hacerlo es parte de mi trabajo, y está bien, pero si todo lo que recibes de internet es una lucha de opiniones, se convierte más en un entretenimiento y menos en una búsqueda de la verdad.
Durante el tiempo en el que fui director nos convertimos en más experimentales, más interactivos... pero pienso que no puedes ver las nuevas tecnologías como una religión.
Algo que me preocupa es que como consumidor de noticias online puedes hacer tu propio menú, hacer tu propio periódico, y es muy fácil hacerlo solo con gente que piensa lo mismo que tú. Una de las razones por las que creo que la discusión pública en EEUU está tan polarizada es que tienes gente que no mira las noticias, solo opiniones afines con las que sus creencias se ven reforzadas, algo que ocurre tanto en la izquierda como en la derecha. Es muy difícil tener una discusión civilizada así.

Usted ha repetido recientemente que Wikileaks no ha transformado la profesión, que no ha sido el preludio de una nueva era digital de transparencia. Los «cinco grandes» (NYT, «The Guardian», «Der Spiegel», «El País» y «Le Monde») tuvieron en esas filtraciones un alijo de secretos que explotaron. Sin embargo, llegada la hora del epílogo, no parecen que sean puestas en valor...
Mi periódico (y estoy seguro que los otros también) puso un valor muy alto en los documentos de Wikileaks. Creo que contribuyeron enormemente a nuestra comprensión de la política exterior de EEUU, y nos dieron una nueva visión de los asuntos de otras naciones. Seguimos utilizando los documentos para ayudar a proporcionar perspectiva sobre las noticias de actualidad.
Por citar un ejemplo obvio, durante las revueltas y los levantamientos de la «primavera árabe», regresamos a los documentos con frecuencia para la comprensión del comportamiento de los regímenes en el gobierno. El material que no era una gran prioridad en 2010 -como el estilo de vida de las familias gobernantes de Túnez y Libia- fue más interesantes cuando esos países se convirtieron en noticia de primer plano. Siempre voy a considerar la presentación de informes y análisis de los documentos de Wikileaks como uno de los puntos culminantes de mi tiempo como director. Como materia prima para el periodismo, esos documentos fueron un tesoro.
Pero siempre he sido escéptico ante quienes defendían que este tesoro haría cambiar profundamente el periodismo, o la diplomacia, o el secreto de Estado. Aún continuamos recibiendo importantes filtraciones de información secreta de los gobiernos, de las corporaciones y de otras instituciones. Pero, sobre todo, lo logramos a la vieja usanza, de periodistas que trabajan y disponen de fuentes de confianza. Wikileaks no abrió las compuertas de descarga para una nueva era de filtraciones online. De hecho, una consecuencia seria de la experiencia de Wikileaks es que la Administración Obama ha tomado medidas enérgicas contra las filtraciones -instalando nuevas tecnologías que hacen más difíciles las filtraciones, presentando cargos criminales en contra de los que filtran-.
La tecnología ha cambiado radicalmente el periodismo -cómo recopilar información, cómo difundirla, la forma en que analizamos y presentamos la información-. Pero eso comenzó mucho antes de Wikileaks, y continuará incluso si Wikileaks no hace público ningún otro secreto.

¿Realmente cree que el fenómeno Wikileaks solo ha dejado dos víctimas -el soldado Manning y la «celebridad» Assange-, que no ha aportado nada como para ser puesto en valor?
Déjenme decir un par de cosas. En primer lugar, no sabemos quiénes son las víctimas de Wikileaks. Mi temor es que debido a que Wikileaks publicó muchos documentos identificando a testigos inocentes -aldeanos afganos, disidentes políticos en regímenes autoritarios, defensores de los derechos humanos...-, algunas de esas personas podrían haber sufrido represalias. NYT y los otros periódicos se cuidaron mucho de no revelar los nombres de estas fuentes, pero Wikileaks no fue tan cuidadoso.
En segundo lugar, aunque creo que el tratamiento de Manning en los primeros meses de su encarcelamiento era inhumano, creo que el Gobierno tiene derecho a llevarlo a juicio por violar su juramento de secreto. Él tiene derecho a un juicio justo, y si puede justificar sus actividades en un tribunal, entonces debe ser absuelto.
En tercer lugar, a pesar de que Assange y yo hemos tenido nuestros desacuerdos -no conozco lo suficiente acerca de sus dificultades jurídicas en Suecia como para comentarlas-, no veo delito en la publicación de documentos secretos. Si EEUU fuera legalmente tras él solo por publicar secretos, yo hablaría con fuerza en su defensa. No está todavía claro si el Gobierno tiene la intención de hacer eso.
Recientemente escribió usted en una columna, -en referencia a Irak-, «cuando has estado equivocado sobre algo tan importante como la guerra, como yo lo he estado» que suena a autocrítica. Y adjuntó que a menudo «nuestro líderes empiezan con las respuestas y trabajan hacia atrás, fijando los hechos a la política». ¿No cree que hay ciertas similitudes entre el caso de Irak y el de Irán ?
Realmente creo que hay similitudes entre Irak en 2002 e Irán hoy en día: un tambor de guerra, un régimen misterioso, inteligencia discutida o exagerada. También pienso que los medios de comunicación en su mayor parte han aprendido de la experiencia de Irak. La cobertura -no todos, pero la mayor parte de lo que veo- es más escéptica en esta ocasión.

En el diseño de la «guerra contra el terror» los medios fueron una columna de esta estrategia. ¿Qué rol pueden jugar ahora, una vez que esa guerra parece haber terminado, pero mantiene mucho de sus mecanismos vigentes en forma de legislaciones excepcionales...?
Nuestro trabajo no es decirle a los lectores lo que deben pensar, sino suministrarles la información precisa y detallada, y el análisis para decidir lo que piensan por sí mismos.

Para terminar, ¿es la verdad el principal valor del periodismo?
Sí, pero la verdad es una aspiración, no es un absoluto. Es algo que buscamos. Por verdad quiero decir que las ideas son desafiadas por la información, y estamos más cerca de la verdad subjetivando nuestras creencias a puntos de vista opuestos e información que las cuestionan. ¿Logramos alguna vez la verdad? Es como lograr la perfección, no se puede, pero es algo importante por lo que luchar.

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