Por Julio Escoto
El síntoma es signo de fenómenos nocivos o constructivos. Brujos o chamanes –semiólogos con talento– detectan lo que rompe la norma (cambios de temperatura, de color de piel, erupciones en la dermis) y diagnostican lo que la continuidad enseña a reconocer como atípico. Luego viene la estadística y registra los casos en el tiempo hasta construir la tesis, y luego una teoría, descriptivas del evento y precisa al síndrome, es decir un conjunto de señales que apuntan a conclusiones probadas. La literatura médica exhibe diversos síndromes: de Down (triplicación del cromosoma 21), de Estocolmo (el secuestrado comprende a su captor), de inmunodeficiencia adquirida (defensas fallidas), de pánico (miedo compulsivo, depresión), otros.
Pero no se ocupa ser politólogo para sentenciar que los dirigentes políticos hondureños sufren Síndrome de Malinche, nombrado así en memoria de la intérprete y concubina de Cortés en México, igual titulada doña Marina en español, la puta, la infiel y la chingada por supuestamente haber contribuido con traición a la derrota de Moctezuma, lo cual no es verdad. Malinche era de clase alta, hija del jefe indio de Paynala y por ende enemiga de los aztecas, y al aliarse con los castellanos lo único que hizo fue defender su pueblo. Con todo, nadie le quita la fama.
Por semejanza, ¿cómo se puede calificar a la élite gobernante de Honduras, constituida mayormente por nacionalistas y liberales, sino malinchista? Durante cien años de mando una tras otra vez han recurrido a agentes externos para que les compensen su ineficiencia (y su complejo de inferioridad) y para ello han suscrito infames acuerdos de entrega de soberanía y de bienes naturales en espera de una supuesta riqueza patria que ellos mismos no pudieron fabricar. Comenzaron, en el albor de la república (1838), por ceder el manejo espiritual de la nación a sacerdotes extranjeros, y con ello la educación, la cultura y el arbitrio moral.
De entonces para acá la ética se concibe solo adherida a la religión, cuando es estrictamente un canon de manejo personal íntimo independiente de la idea de dios.
Prosiguieron hipotecando bosques y fuentes minerales, permitiendo que barcos ingleses arrasaran los cedrales y caobales de la costa a cambio de impuestos miserables. Luego esas mismas claques políticas –algunos de cuyos apellidos sobreviven recubiertos con falsa prosapia, cuando en verdad descienden de probados ladrones gubernamentales– se repartieron la tierra y generaron latifundios que continúan entorpeciendo a la justicia agraria hoy. Incapaces de convertirse en propios amos, lo hallaron fuera, y fue así como vencidos los ingleses amaron al yanqui más allá de la decencia y el pudor: lo hicieron juez de diplomacia y guerras, árbitro en disputas, consejero, director ideológico y cómplice financiero y militar.
¿Cuál fue más deshonesto malinchismo, es decir venta de la patria: la larga anécdota vergonzosa del enclave bananero, con sus fraudes ferrocarrileros en el decurso del siglo XX, o la prostibularia participación de esas mismas élites liberales y nacionalistas en 1980, alcahueteando en el territorio a la Contra nicaragüense?... ¿Acaso no entregan ciudadanos nacionales a justicias ajenas, violando la norma constitucional que pena tal transgresión? ¿No eliminaron la limitación de propiedad extranjera a 40 kilómetros de las fronteras para favorecer capitales extraños? ¿No sometieron absolutamente la política de relación exterior a regímenes foráneos? ¿No aprobaron a sotonoche un TLC inconveniente a la economía, o desaforaron a la Corte Penal Internacional contra crímenes de estadounidenses cometidos en el país? ¿No autorizan bases castrenses externas, no hipotecan ahora ríos, valles, mares, incluso cielos en desesperado esfuerzo neoliberal por agradar al amo? Las ciudades charter o modelo no son, por ende, nada raro sino consecuencia de enfermizas personalidades que nos gobiernan, esto es ausentes de conciencia cívica y adictos, como Malinche, a la sujeción y la violación.
Obligadamente tenemos que comenzar a estudiar la historia de Honduras desde otras perspectivas, las psicopatológicas.
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