Por Mariano Blejman
Cuando Andrew McLaughlin dejó su cargo como jefe de Relaciones Públicas de Google para convertirse en jefe tecnológico de Barack Obama en 2009, el diario The New York Times escribió que su traspaso “renovaría la preocupación de los rivales de Google y otros grupos de relaciones públicas sobre el aumento de la influencia de Google en Washington”. Pero para McLaughlin se trató simplemente de la oportunidad que da el sistema norteamericano de ir del sector privado hacia el sector público y volver: “Algunas veces eso puede ser una fuente de corrupción”, admite McLaughlin a Página/12, a punto de llegar a Buenos Aires para hablar el 25 de agosto en las jornadas de Experiencia Endeavor en la Rural.
Sin embargo, su salida del gobierno de Estados Unidos no fue para volver al mundo corporativo sino para crear la Fundación Civic Commons, una organización sin fines de lucro que trabaja con gobiernos para construir tecnologías de vanguardia y de código abierto para “mejorar los servicios públicos, aumentar la transparencia, fortalecer la rendición de cuentas, acelerar el espíritu emprendedor y capacitar a los ciudadanos”, según la información oficial. “A mi mujer no le gustó mucho mi decisión. Pero yo quisiera que el mundo funcione un poco mejor”, dice, este hombre que conoce las tres aristas de la sociedad contemporánea: el mundo corporativo, el gubernamental y ahora el sector civil.
Su objetivo es que esta nueva fundación trabaje como Mozilla (creadores de Firefox) o Apache (servidores de Internet), ambos organismos largamente vinculados al mundo del software libre y al trabajo colaborativo. “Hay una tremenda oportunidad para trabajar en la apertura de la información de los gobiernos. Los gobiernos están lentos y creo que se pueden generar grandes cambios especialmente en las ciudades. Algún día volveré al sector privado, pero no por el momento”, dice. McLaughlin fue profesor en Stanford y también uno de los primeros miembros de Icann, el organismo que controla las direcciones de Internet. En su perfil de Twitter, McLaughlin completa sus “ex” trabajos con estas dos descripciones: “ex vegetariano y ex Xbox”.
Este emprendedor pretende aquí entrar en contacto con el gobierno local para explicar las razones de su fundación: construir software de código abierto que ayude a mejorar las necesidades de los ciudadanos y los gobiernos.
– ¿Cuál es el objetivo de Civic Commons?
– El propósito es ser una fundación neutral sin fines de lucro que organicen el trabajo entre las ciudades. Lo más importante para los gobiernos es que tienen que entender que el código abierto no es comunismo, no es filantropía. Es algo que la ciudad tiene que hacer en su propio interés. Si en diez ciudades se trabaja para producir un software, cada ciudad contribuye un diez por ciento. En vez de tener que pagarle 50 millones de dólares a una empresa como IBM, se contrata a desarrolladores locales que trabajan en un sistema de software abierto, que no es sólo más barato sino más seguro y más flexible.
– ¿Por qué toma esta decisión?
– Fui profesor en Stanford, trabajé en Icann, estuve seis años en Google y después trabajé con Barack Obama dos años como consultor en la Casa Blanca, para tratar de que el gobierno estadounidense adopte tecnologías en la nube y de software libre. Pero querría trabajar con las ciudades, más cerca de la gente, de forma más flexible, menos burocrática. Los problemas son los mismos en las ciudades ricas y en las pobres: en algunos hay teléfonos inteligentes, en otras hay mensajes de texto. La cuestión básica es similar: mi proyecto es que ciudades como Buenos Aires usen tecnologías de código abierto que también puedan usar ciudades como Nairobi o Nueva Delhi.
– ¿Y por qué dejó el gobierno de Obama?
– Creo que hice mucho, pero tengo mi familia que me reclamaba y quería trabajar más cerca de la gente. Estuve un poco frustrado, y había muchas cosas desestimulantes. De todas maneras, trabajé en tres categorías: la primera fue cambiar el gobierno, abrir y hacerlo más transparente y usar mejor la tecnología y moverlo hacia la nube. La segunda fue poner la tecnología en una prioridad del presidente. Trabajamos en el sistema de salud en Estados Unidos, en el registro de salud electrónico para cada estadounidense. Eso implicaba la estandarización para que cada grupo sea más eficiente. La tercera categoría tenía que ver con gastar menos dinero y mejorar temas de copyright, privacidad y regulación de redes.
– ¿Y qué opina de la decisión de Barack Obama de regular el principio de “neutralidad en la red” para evitar que algunos servicios funcionen más rápido que otros?
– Creo que está bien. Es un proceso regulatorio que tenían un compromiso desde la campaña que hizo Obama. Creo que la FCC (el órgano que regula las comunicaciones en Estados Unidos) hizo un buen trabajo. Ellos hicieron un trabajo independiente, la Casa Blanca no tiene injerencia allí. Aunque lo que hicieron no es perfecto.
– ¿Cuál es la reacción de los gobiernos cuando se les dice que deben “liberar su información” y hacerla accesible?
– La mayoría de los gobiernos se ponen nerviosos con algunas buenas razones. Algunos quieren dar información de calidad a la gente, no quiere poner información que esté mal, no quieren recibir críticas por su trabajo. La parte central es entender que abrir la información les ayudará a hacer sus cosas mejor. Muchas veces ofrecer información sirve para arreglar las cosas rápidamente, no cambia económicamente, pero le permite a la gente resolver sus problemas y entender las prioridades mucho mejor. Si hay cien quejas sobre una intersección de una calle y una sola sobre otra, es evidente cuál es la prioridad a resolver. Hay tres cosas para abrir en un gobierno: información vinculada a la transparencia de gestión, información de servicios públicos y, por último, a nivel de servicios civiles, donde los usuarios pueden crear información, ver los movimientos de información y hacer un mejor manejo de la información.
– ¿Y qué piensa de Barack Obama, hizo algo en ese sentido?
– Soy un gran fan de Obama. Esta es una situación terrible en materia económica y política. Pero recién estaba viendo las fotos de Libia, es una actitud clásica de Obama: su objetivo es dejar que los rebeldes lideren la situación. Gran parte de mi trabajo fue hacer que los gobiernos entiendan Internet, empezamos haciendo grandes análisis de información de los registros médicos y logramos ganar dinero de una manera dramática. Apostamos a la tecnología en la nube, hicimos contratos con compañías que construyeron infraestructuras pequeñas y flexibles, con participación pública, y además hicimos pequeños experimentos de competiciones por ideas y precios para ver si la comunidad tecnológica del Silicon Valley podía desarrollar aplicaciones mejor de lo que lo hacen los gobiernos.
– En esa marea de liberación de datos, cuando uno ingresa a sitios como data.gov tiene una sensación abrumadora de información.
– Es evidente que tiene que surgir un nuevo tipo de periodismo de datos, que trabaje con los datos para mostrárselos a la gente de una mejor manera. Pero en el mundo de la tecnología tenemos que hacer que la información sea completamente entendible.
– ¿Y por qué apuesta al software libre?
– Es una cuestión de eficiencia, es algo efectivo. Los grandes proyectos de software de código abierto como Linux, Firefox o Apache y muchas otras herramientas cuestan menos, son más seguras y más flexibles. En algunas cosas podría ser bueno tener software propietario, el software libre no es la solución a todo...
– En unos días va a estar en Buenos Aires Richard Stallman, creador del software libre...
– ... no iría tan lejos como suele ir Stallman. El dirá que no hay lugar para el software propietario, yo no voy a ir tan lejos.
– Y en ese sentido, ¿cuál es su relación con Google?
– La relación con Google es fantástica. Ellos apoyan el software abierto, incluso ahora Microsoft apoya al software abierto en sus servicios en la nube.
– ¿Y cuál sería su mayor fantasía en materia tecnológica?
– Que Argentina pueda crear una compañía dominante en el mundo. Gracias a la democratización de las tecnologías, la conectividad está siendo cada vez mejor, las computadoras son mejores, la capacidad de almacenaje es mejor, y más barata. Y pienso que emprendedores en Bolivia, Kenia o Argentina pueden hacer algo igual de bueno que en el Silicon Valley. También quiero que los gobiernos reconozcan el potencial de adoptar tecnologías abiertas, no sólo para sus operaciones sino para el crecimiento económico de sus países.
– Si la idea de computación en “la nube” finalmente triunfa, como se supone, y usamos servicios que estarán siempre en línea, el asunto va a ser dónde se guarda la información...
– Exacto. Hay gobiernos que quieren controlar toda la información y la guardan ellos mismos. Otros gobiernos guardan algo de información y ponen el resto en servicios del mismo país. Otros ponen alguna información en otros países y no les molesta depender de otros países. Depende del tipo de información: si es una cuenta de Twitter, no les importa que se guarde en California. Otros dicen “no”, queremos guardar todo en nuestro país. Argentina puede decir “la información que no es privada se la damos a empresas argentinas, pero la información de impuestos que es muy privada y muy importante la guardamos nosotros”. A cada pregunta específica, se realiza un análisis específico.
– ¿Piensa que los gobiernos deben liberar toda la información?
– No, los gobiernos tienen que tener cosas privadas. Es bueno para el gobierno y para el mundo. Pero el gobierno tiene que pensar en cómo proteger la información, cómo diseñar sus redes. En el caso de Wikileaks, por ejemplo, la información se filtró de una red secreta no conectada. No fue hackeada. Fue tomada por alguien que tenía acceso al sistema. Alguien en quien se confiaba y traicionó esa confianza. El gobierno tiene que tener esa idea de que si no son cuidadosos en el manejo de su información, van a poner sus datos en riesgo. Es mucho más difícil para gobiernos que no tienen dinero, porque hay que poner mucha tecnología para hacerlo, pero es una gran prioridad.
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