Por Hugo Salinas
Nuestros antepasados vivían de lo que cogían de los centros de alimentación (ríos, lagunas, bosques, praderas). Digo de una manera eufemística “nuestros antepasados” porque, actualmente, después de 200 mil años de grandes descubrimientos, incrementos de productividad, abundancia de bienes materiales, una gran parte de la población mundial vive todavía de esta manera.
Pero, bueno, todos se dedicaban a la misma actividad: recolección, caza o pesca. La creación de las herramientas de trabajo no cambia en nada el modus vivendi de nuestros antepasados. En cambio, la aparición de la agricultura facilita el desglose de la actividad socio-económica: unos se dedican a la agricultura y otros, a la ganadería; aún cuando muchos de aquellos grupos sociales eran agricultores y pastores a la vez. No obstante, ellos seguían viviendo de lo que producían. Eran economías de autoconsumo.
El progreso humano no se detiene. Esa es la particularidad del Homo Sapiens. Probablemente se comienza por la alfarería, luego sigue en importancia la textilería. Los alfareros, tejedores, en plena expansión, ya no consumen lo que producen. Para vivir deben vender su productos y con el dinero recibido comprar los bienes alimenticios y otros que requieren.
Se ha ingresado a una nueva forma de producir y de vivir. Los intercambios con precios expresados en unidades monetarias se imponen. No hay escapatoria.
Y los centros de producción se convierten en inmensas fábricas, en donde los obreros convierten los productos intermediarios y las materias primas en bienes para consumo final o, incluso, para nuevos bienes intermediarios. El patrón de la fábrica tiene que tener mucho cuidado en los costos de producción a fin de obtener un margen de ganancia o utilidad. Y es ahí que nuestros economistas estándar nos han venido engatusando, por ignorancia o por mala fe. Veamos.
De una manera bastante simple digamos que para producir un bien se necesita efectuar gastos en materias primas y salarios. Una vez vendido el bien se obtiene el margen de beneficio o utilidad. Si a estos tres rubros de las cuentas de un empresario le descontamos las materias primas que ya habían estado producidas, lo que queda es precisamente el Valor Agregado por la actividad socio-económica; es decir, salarios + utilidades. A la suma de los dos se le llama también Producto Bruto Interno (PBI) de un país.
Y cuando nuestros gobernantes, políticos y economistas oficiales nos dicen que hay que incrementar el PBI para disminuir o, peor aún, eliminar la pobreza, es un cuento chino como lo diría Andrés Oppenheimer. Incrementar el PBI es, sin lugar a dudas, incrementar la masa de salarios y de utilidades del país. Los salarios se reciben como contraprestación a un esfuerzo realizado. Y las utilidades se reciben como contraprestación ¿de qué esfuerzo? Ninguno. De esta forma, los propietarios de las empresas o sus accionistas se hacen más millonarios de lo que ya son, con el esfuerzo de la fuerza de trabajo del país, y con el aliento de políticos y gobernantes corrompidos e intelectuales al servicio del “Establishement”.
El argumento que oponen para justificar ese robo que se viene practicando desde hace diez mil años es el de que, actualmente, las empresas se crean y desarrollan con el dinero y otros activos de sus propietarios o accionistas. Supongamos que así sea. Entonces, ¿por qué no crear y desarrollar empresas, las empresas más importantes del país, aquellas que producen ingentes utilidades, con el dinero del país? De esta forma, la masa de utilidades pertenecerá a todos los habitantes del país, y en partes iguales.
Si así fuera, pienso, todos los habitantes del país estarían de acuerdo en que el PBI crezca de más en más. Y todos, o la mayor parte, harían lo necesario para que ese PBI crezca de más en más. Me interesaría en que todos trabajen, que se llegue al pleno empleo de los recursos humanos por que, con ello, la parte que me correspondería sería aún más grande.
Es decir, generaría un mecanismo de inter-acción humana positiva.
Aparte del incremento creciente que recibiría proveniente de mi parte de la masa de utilidades, mis salarios subirán una vez llegado al pleno empleo. Es la dinámica de las fuerzas de mercado. Y así estaríamos viviendo una economía de mercado con rostro humano.
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