sábado, 2 de abril de 2011
Se busca: Premio Nobel Asesino
Matrizur
Por Marciano
Los poderes que tienen el dominio del mundo no cesan en sus agresiones contra países pequeños, por consiguiente, no aprenden la lección de la historia. Por tanto, como decía el historiador están condenados a repetir errores. Un ejemplo de esa apreciación es lo que sucede con Libia. Sin verificar la realidad de lo que ocurre internamente en esa nación; sin investigar las denuncias sobre violación de derechos humanos y masacres por parte del gobierno de Gaddafi; sin recapacitar sobre las imágenes que transmiten al mundo las agencias noticiosas, confirmatorias de que allí hay una verdadera guerra civil y los rebeldes disponen de armas tan sofisticadas y poderosas como el Ejército, el Consejo de Seguridad de la ONU, con 10 votos a favor y 5 abstenciones –tan vergonzosas como los votos afirmativos– decretaron el ataque. Con ese paso, las potencias hegemónicas de occidente, a la cabeza de las cuales está EEUU, optaron por emplear misiles contra ese pequeño país. Libia tiene apenas 6 millones de habitantes y es atacada por EEUU, Inglaterra, Francia, España, Bélgica, Italia, Dinamarca, o sea, por un conglomerado de casi 1.000 millones de habitantes. Que dispone, además, de la más sofisticada y letal tecnología bélica.
¿El argumento para justificar tan miserable, tan cobarde acción? Proteger a la población civil, exclama desde Brasilia, donde se hallaba de visita el cínico presidente Obama, el mismo que ganó las elecciones a los republicanos con un mensaje de paz, contrastante con el de la guerra, y que además es Premio de la Paz. Es decir, que el mundo está en presencia de un curioso pacifista que desecha la lógica de la razón para asumir la antilógica de la guerra. Acompañado en la aventura por fieles escuderos como el conservador primer ministro inglés Cameron y el inefable presidente francés, Sarkozy.
¿Aplastar a Libia, desmembrarla, pasar a controlar su petróleo, asesinar o sacar del poder a Gadafi, resuelve el problema de la democracia, de la estabilidad, de los derechos humanos de esa nación? si algo confirma la historia es que no hay agresión buena que pueda resolver los problemas de un país. Que no hay intervención positiva. Todo lo contrario. Siempre esos actos han profundizado los problemas y agudizado el sufrimiento de los pueblos que los padecen. ¿Acaso no es esa la enseñanza de la intervención norteamericana en Vietnam que arrojó el saldo de más de dos millones de vietnamitas muertos? ¿No es esa la realidad de la ocupación de Irak, con más de un millón de civiles muertos, destrucción de sus ciudades, de la infraestructura y de su cultura? ¿No es lo que pasa en Afganistán con la actividad bélica de más de 150 efectivos militares norteamericanos que, a diario, asesinan a centenares de civiles? Donde quiera que el imperio mete su hocico podrido hay muerte, desolación, violación de los derechos humanos, como ocurrió con el golpe tramado por Nixon en Chile contra el gobierno constitucional y democrático de Allende. Obama habla de proteger de Gaddafi a los civiles, ¿pero quién protege a los civiles de Trípoli, y otras ciudades, asesinados con bombas norteamericanas, inglesas y francesas? Este escribidor cree que es la primera vez que un Premio Nobel de la Paz auspicia y dirige una masacre.
Por Marciano
Los poderes que tienen el dominio del mundo no cesan en sus agresiones contra países pequeños, por consiguiente, no aprenden la lección de la historia. Por tanto, como decía el historiador están condenados a repetir errores. Un ejemplo de esa apreciación es lo que sucede con Libia. Sin verificar la realidad de lo que ocurre internamente en esa nación; sin investigar las denuncias sobre violación de derechos humanos y masacres por parte del gobierno de Gaddafi; sin recapacitar sobre las imágenes que transmiten al mundo las agencias noticiosas, confirmatorias de que allí hay una verdadera guerra civil y los rebeldes disponen de armas tan sofisticadas y poderosas como el Ejército, el Consejo de Seguridad de la ONU, con 10 votos a favor y 5 abstenciones –tan vergonzosas como los votos afirmativos– decretaron el ataque. Con ese paso, las potencias hegemónicas de occidente, a la cabeza de las cuales está EEUU, optaron por emplear misiles contra ese pequeño país. Libia tiene apenas 6 millones de habitantes y es atacada por EEUU, Inglaterra, Francia, España, Bélgica, Italia, Dinamarca, o sea, por un conglomerado de casi 1.000 millones de habitantes. Que dispone, además, de la más sofisticada y letal tecnología bélica.
¿El argumento para justificar tan miserable, tan cobarde acción? Proteger a la población civil, exclama desde Brasilia, donde se hallaba de visita el cínico presidente Obama, el mismo que ganó las elecciones a los republicanos con un mensaje de paz, contrastante con el de la guerra, y que además es Premio de la Paz. Es decir, que el mundo está en presencia de un curioso pacifista que desecha la lógica de la razón para asumir la antilógica de la guerra. Acompañado en la aventura por fieles escuderos como el conservador primer ministro inglés Cameron y el inefable presidente francés, Sarkozy.
¿Aplastar a Libia, desmembrarla, pasar a controlar su petróleo, asesinar o sacar del poder a Gadafi, resuelve el problema de la democracia, de la estabilidad, de los derechos humanos de esa nación? si algo confirma la historia es que no hay agresión buena que pueda resolver los problemas de un país. Que no hay intervención positiva. Todo lo contrario. Siempre esos actos han profundizado los problemas y agudizado el sufrimiento de los pueblos que los padecen. ¿Acaso no es esa la enseñanza de la intervención norteamericana en Vietnam que arrojó el saldo de más de dos millones de vietnamitas muertos? ¿No es esa la realidad de la ocupación de Irak, con más de un millón de civiles muertos, destrucción de sus ciudades, de la infraestructura y de su cultura? ¿No es lo que pasa en Afganistán con la actividad bélica de más de 150 efectivos militares norteamericanos que, a diario, asesinan a centenares de civiles? Donde quiera que el imperio mete su hocico podrido hay muerte, desolación, violación de los derechos humanos, como ocurrió con el golpe tramado por Nixon en Chile contra el gobierno constitucional y democrático de Allende. Obama habla de proteger de Gaddafi a los civiles, ¿pero quién protege a los civiles de Trípoli, y otras ciudades, asesinados con bombas norteamericanas, inglesas y francesas? Este escribidor cree que es la primera vez que un Premio Nobel de la Paz auspicia y dirige una masacre.
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