sábado, 2 de abril de 2011
FSM: el Sur en el Norte, el Norte en el Sur
Tempos Novos
Por Manoel Santos
“Nuestro Norte es el Sur”. Con este lema iniciaba el 24 de julio de 2005 sus transmisiones el canal Telesur –hoy participado por Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela–, que pretendía, y pretende, servir de contrapeso en América latina a los grandes canales internacionales de noticias, como CNN, Fox y Univisión, y a poderosísimos grupos, como Cisceros, Prisa, Televisa y Clarín. En muchos de los países del subcontinente estas corporaciones atesoraron históricamente hasta el 98 por ciento de las audiencias, de suerte que, como dijo Eduardo Galeano en la presentación de dicho canal, “los latinoamericanos fueron obligados durante 513 años a mirarse a sí mismos con los ojos de otros”.
El lema de Telesur es bien significativo, por cuanto delata la toma de conciencia de muchos pueblos latinoamericanos al respeto del dominio y explotación del Norte geopolítico, del centro del sistema-mundo. Una toma de conciencia que, no siendo nueva, ha adquirido mayor relevancia en las dos últimas décadas, que coinciden con la aplicación unilateral y salvaje del capitalismo en el planeta, lo que llamamos neoliberalismo.
De este modo, desde finales de la década de 1990, y con especial incidencia en América latina, se producen dos hechos que no pueden ser una simple coincidencia. Por una parte el surgir de una conciencia global contra el neoliberalismo, la generada por los movimientos antiglobalización desde el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994; al que siguieron las grandes movilizaciones contra las instituciones financieras internacionales (IFI) –OMC, FMI, Banco Mundial–, contra los lobbies de países ricos –G7, G8, G20– y contra las trasnacionales; y paralelamente el nacimiento del Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre en 2001.
Por la otra parte, el acceso al poder en muchos países de fuerzas políticas –la mayoría de las veces apoyadas por fuertes movimientos sociales, como aconteció con el Pacto de Unidad que apoyó al MAS en Bolivia o el MST en Brasil– que deciden romper definitivamente con la secular sumisión de los gobiernos del Sur a respeto de los del Norte y que incluso liquidan las pesadas cargas impuestas por las IFI y sus planes –o chantajes– de ajuste estructural, como hicieron Ecuador, Venezuela, Brasil y Argentina.
Los dos procesos al unísono produjeron entre otras cosas el desprestigio más absoluto de las IFI y también la entrada de estas en crisis. Los escándalos de corrupción brotaron entonces en el Banco Mundial y el FMI entró en una carencia “de liquidez” sin precedentes. Sus ingresos bajaron de 3.190 millones de dólares en 2005 a solo 635 millones en 2009, de manera que en la cumbre del G20 de abril de 2009 en Londres, los “líderes” mundiales decidían rescatarlo cuadriplicando su capacidad financiera a un billón de dólares.
El FSM y la inversión polar
A pesar de que la hegemonía ultraliberal no fue ni mucho menos derrotada por los movimientos antiglobalización, o altermundistas, estos lograron en sólo una década discutir su dominio, lo que no es poco. El Sur geopolítico se reivindica como nunca antes en la historia. Aunque el altermundismo, esa gigantesca red de redes que está cambiando poco a poco el ambiente ideológico del planeta, es mucho más que el FSM, la asamblea de los ciudadanos de la tierra que se celebra centralizada cada dos años, pero que tiene innumerables apéndices en foros regionales y temáticos casi que todos los días; sirve de alguna manera como catalizador, como aglutinador de las experiencias alternativas que van surgiendo en el seno del activismo, como generador de un discurso global antihegemónico y, por tanto, es un fabuloso termómetro del estado de los movimientos y también de su antítesis, el ultracapitalismo.
En el que recientemente se celebró en Dakar (Senegal) entre el 6 y el 11 de febrero, con la presencia de casi 80.000 activistas de 132 países y muchas naciones sin Estado, que tienen su propio espacio en el FSM, se reveló como en ningún otro como la búsqueda de ese otro mundo posible, o de esos otros mundos posibles, sigue avanzando y nos permite ser cuando menos semi-optimistas, como escribía días después del foro el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein en el periódico mexicano La Jornada, todo un referente para el movimiento de movimientos.
Cierto es que el ultraliberalismo se está manifestando en su forma más agresiva en estos tiempos de multicrisis, pero existen bastantes indicadores, y el FSM es uno de ellos, que manifiestan que el (des)equilibrio Norte-Sur en términos de hegemonía, ora política, ora social e incluso económica, está cambiando poco a poco. Como afirmó el gallego Xosé Manuel Beiras en Dakar, miembro del Consejo Internacional, se está produciendo, como aconteció ya una veintena de veces en los últimos cinco millones de años en el planeta con la inversión del campo magnético terrestre, un giro en la hegemonía mundial: “cada vez más, el Norte es el Sur y el Sur es el Norte”, dijo. Varias son las señales que confirman esta tendencia.
Así, mientras los mandatarios del Norte gobiernan atenazados por sus déficits públicos, sus deudas, su desprestigio y un descontento social creciente, tan sólo paliado por el silencio informativo –las huelgas siguen en Grecia, la indignación crece en Islandia, la emigración vuelve a sacudir Irlanda, etc.–, en el Sur los gobernantes de izquierda van cada vez más de la mano de los movimientos sociales. Buena muestra de esto fue la presencia en Dakar del presidente de Bolivia, Evo Morales, que fue invitado –cierto que no sin polémica– a hablar en el acto inaugural, del ex presidente del Brasil, Luiz Inácio Lula de la Silva, y de otros mandatarios africanos. Lo de Lula es bien significativo porque, a pesar de que dejó la presidencia con un grado de popularidad y legitimidad a nivel nacional e internacional sin precedentes, escogió la órbita del FSM para su reaparición a nivel mundial después de ser sucedido por Dilma Rousseff. No reapareció en la ONU, ni en Davos ni alrededor de las reuniones del G20. Fue en África y en el FSM. Allá abajo son conscientes de la importancia de este tipo de movimientos para la emancipación de sus países y sus gentes. Y las gentes están con ellos.
Si esta inversión del campo hegemónico mundial es patente a nivel político también lo es a nivel social. Mientras en el Norte se produce una agresiva recesión o total pérdida de muchísimas conquistas sociales adquiridas en el último siglo; en muchos países del Sur, con el indiscutible liderazgo de los latinoamericanos, se avanza como nunca antes en la historia en la liberación social. Algunos se dotaron de leyes e incluso de constituciones extremadamente progresistas. Tal es el caso de las Constituciones de Bolivia y Ecuador. Y en todos los casos las estadísticas de progreso social son pasmosas. El propio Lula resaltaba esto en Dakar: “A partir de 2003 Brasil se alejó del neoliberalismo y emprendió un nuevo modelo de desarrollo que permitió redistribuir mucha renta. Sacamos del umbral de la pobreza a 28 millones de personas e insertamos a 35 millones en la clase media en la mayor movilización social de nuestra historia”.
A esto hay que añadir la salud de la movilización social. Atenuada e incluso desactivada absolutamente en el Norte, donde los movimientos sociales son casi residuales y los sindicatos fueron absorbidos por las estructuras de poder, en el Sur las organizaciones sociales –y también sindicales–? crecen diariamente.
África, a la que por tercera vez llegaba el FSM para precisamente apoyar sus movimientos, es una extraordinaria muestra de esto. El día 6 de febrero, en una alucinante marcha inaugural de 70.000 personas, se mezclaron los colores de decenas de movimientos feministas con el verde de la Vía Campesina, los gritos de los sin voz –sin vivienda, sin tierra, sin trabajo…– con las reclamaciones de los pescadores artesanales, los colectivos defensores de los migrantes, las luchas contra el acaparamiento de tierras y los transgénicos, las campañas anti-deuda, los defensores del comercio informal, las propuestas ecologistas... África en movimiento. Un movimiento extraordinariamente vivo que celebró los procesos revolucionarios que se estaban produciendo en el Norte de África… pero en el Sur del planeta. Desde América latina a África y también en muchas partes de Asia los movimientos sociales disfrutan cada día de mejor salud y caminan hacia conquista de unos derechos que en el Norte parecían endémicos.
El Sur al rescate
Que los procesos políticos, sociales e incluso de liberación económica vayan a más en el Sur y estén en crisis en el Norte no es una simple sensación. De hecho, el campo preferido por el FMI para sus ajustes estructurales también cambio en vertical, de forma que muchos países europeos están ahora a la merced de las exigencias de estas mafias mundiales de prestamistas que son las IFI. Si a partir de la crisis del petróleo de 1973 y la posterior crisis de la deuda el FMI y el Banco Mundial obligaron a muchos países del Sur, para ser rescatados, a aplicar agresivas medidas liberalizadoras que sumieron sus poblaciones en la deuda y en la miseria, ahora es el corazón del sistema el damnificado, el que tiene que ceder, endeudarse y vender soberanía a costa de los derechos sociales.
El Consejo Internacional (CI) del FSM se reunió en Dakar los días 12 y 13 de febrero para hacer balance y también para poner sobre la mesa a posibilidad de celebrar el evento de 2013 en el Norte. Lo volverá a hacer en París en mayo para tomar posiblemente una decisión definitiva. “En solidaridad con las medidas de ajuste que están sufriendo sus gentes”, me dijo Cândido Gryzbowski, director del Ibase brasileño y una de las más influyentes voces del CI, en Dakar. A lo mejor un movimiento como el que rodea el FSM, surgido en el Sur hace 10 años, podría servir para cuando menos reactivar los narcotizados y sobre todo atomizados movimientos sociales del Norte. La tierra gira, pero sobre otro eje.
Manoel Santos (Altermundo)
Publicado en la revista gallega Tempos Novos nº 116, marzo 2011.
Por Manoel Santos
“Nuestro Norte es el Sur”. Con este lema iniciaba el 24 de julio de 2005 sus transmisiones el canal Telesur –hoy participado por Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela–, que pretendía, y pretende, servir de contrapeso en América latina a los grandes canales internacionales de noticias, como CNN, Fox y Univisión, y a poderosísimos grupos, como Cisceros, Prisa, Televisa y Clarín. En muchos de los países del subcontinente estas corporaciones atesoraron históricamente hasta el 98 por ciento de las audiencias, de suerte que, como dijo Eduardo Galeano en la presentación de dicho canal, “los latinoamericanos fueron obligados durante 513 años a mirarse a sí mismos con los ojos de otros”.
El lema de Telesur es bien significativo, por cuanto delata la toma de conciencia de muchos pueblos latinoamericanos al respeto del dominio y explotación del Norte geopolítico, del centro del sistema-mundo. Una toma de conciencia que, no siendo nueva, ha adquirido mayor relevancia en las dos últimas décadas, que coinciden con la aplicación unilateral y salvaje del capitalismo en el planeta, lo que llamamos neoliberalismo.
De este modo, desde finales de la década de 1990, y con especial incidencia en América latina, se producen dos hechos que no pueden ser una simple coincidencia. Por una parte el surgir de una conciencia global contra el neoliberalismo, la generada por los movimientos antiglobalización desde el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994; al que siguieron las grandes movilizaciones contra las instituciones financieras internacionales (IFI) –OMC, FMI, Banco Mundial–, contra los lobbies de países ricos –G7, G8, G20– y contra las trasnacionales; y paralelamente el nacimiento del Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre en 2001.
Por la otra parte, el acceso al poder en muchos países de fuerzas políticas –la mayoría de las veces apoyadas por fuertes movimientos sociales, como aconteció con el Pacto de Unidad que apoyó al MAS en Bolivia o el MST en Brasil– que deciden romper definitivamente con la secular sumisión de los gobiernos del Sur a respeto de los del Norte y que incluso liquidan las pesadas cargas impuestas por las IFI y sus planes –o chantajes– de ajuste estructural, como hicieron Ecuador, Venezuela, Brasil y Argentina.
Los dos procesos al unísono produjeron entre otras cosas el desprestigio más absoluto de las IFI y también la entrada de estas en crisis. Los escándalos de corrupción brotaron entonces en el Banco Mundial y el FMI entró en una carencia “de liquidez” sin precedentes. Sus ingresos bajaron de 3.190 millones de dólares en 2005 a solo 635 millones en 2009, de manera que en la cumbre del G20 de abril de 2009 en Londres, los “líderes” mundiales decidían rescatarlo cuadriplicando su capacidad financiera a un billón de dólares.
El FSM y la inversión polar
A pesar de que la hegemonía ultraliberal no fue ni mucho menos derrotada por los movimientos antiglobalización, o altermundistas, estos lograron en sólo una década discutir su dominio, lo que no es poco. El Sur geopolítico se reivindica como nunca antes en la historia. Aunque el altermundismo, esa gigantesca red de redes que está cambiando poco a poco el ambiente ideológico del planeta, es mucho más que el FSM, la asamblea de los ciudadanos de la tierra que se celebra centralizada cada dos años, pero que tiene innumerables apéndices en foros regionales y temáticos casi que todos los días; sirve de alguna manera como catalizador, como aglutinador de las experiencias alternativas que van surgiendo en el seno del activismo, como generador de un discurso global antihegemónico y, por tanto, es un fabuloso termómetro del estado de los movimientos y también de su antítesis, el ultracapitalismo.
En el que recientemente se celebró en Dakar (Senegal) entre el 6 y el 11 de febrero, con la presencia de casi 80.000 activistas de 132 países y muchas naciones sin Estado, que tienen su propio espacio en el FSM, se reveló como en ningún otro como la búsqueda de ese otro mundo posible, o de esos otros mundos posibles, sigue avanzando y nos permite ser cuando menos semi-optimistas, como escribía días después del foro el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein en el periódico mexicano La Jornada, todo un referente para el movimiento de movimientos.
Cierto es que el ultraliberalismo se está manifestando en su forma más agresiva en estos tiempos de multicrisis, pero existen bastantes indicadores, y el FSM es uno de ellos, que manifiestan que el (des)equilibrio Norte-Sur en términos de hegemonía, ora política, ora social e incluso económica, está cambiando poco a poco. Como afirmó el gallego Xosé Manuel Beiras en Dakar, miembro del Consejo Internacional, se está produciendo, como aconteció ya una veintena de veces en los últimos cinco millones de años en el planeta con la inversión del campo magnético terrestre, un giro en la hegemonía mundial: “cada vez más, el Norte es el Sur y el Sur es el Norte”, dijo. Varias son las señales que confirman esta tendencia.
Así, mientras los mandatarios del Norte gobiernan atenazados por sus déficits públicos, sus deudas, su desprestigio y un descontento social creciente, tan sólo paliado por el silencio informativo –las huelgas siguen en Grecia, la indignación crece en Islandia, la emigración vuelve a sacudir Irlanda, etc.–, en el Sur los gobernantes de izquierda van cada vez más de la mano de los movimientos sociales. Buena muestra de esto fue la presencia en Dakar del presidente de Bolivia, Evo Morales, que fue invitado –cierto que no sin polémica– a hablar en el acto inaugural, del ex presidente del Brasil, Luiz Inácio Lula de la Silva, y de otros mandatarios africanos. Lo de Lula es bien significativo porque, a pesar de que dejó la presidencia con un grado de popularidad y legitimidad a nivel nacional e internacional sin precedentes, escogió la órbita del FSM para su reaparición a nivel mundial después de ser sucedido por Dilma Rousseff. No reapareció en la ONU, ni en Davos ni alrededor de las reuniones del G20. Fue en África y en el FSM. Allá abajo son conscientes de la importancia de este tipo de movimientos para la emancipación de sus países y sus gentes. Y las gentes están con ellos.
Si esta inversión del campo hegemónico mundial es patente a nivel político también lo es a nivel social. Mientras en el Norte se produce una agresiva recesión o total pérdida de muchísimas conquistas sociales adquiridas en el último siglo; en muchos países del Sur, con el indiscutible liderazgo de los latinoamericanos, se avanza como nunca antes en la historia en la liberación social. Algunos se dotaron de leyes e incluso de constituciones extremadamente progresistas. Tal es el caso de las Constituciones de Bolivia y Ecuador. Y en todos los casos las estadísticas de progreso social son pasmosas. El propio Lula resaltaba esto en Dakar: “A partir de 2003 Brasil se alejó del neoliberalismo y emprendió un nuevo modelo de desarrollo que permitió redistribuir mucha renta. Sacamos del umbral de la pobreza a 28 millones de personas e insertamos a 35 millones en la clase media en la mayor movilización social de nuestra historia”.
A esto hay que añadir la salud de la movilización social. Atenuada e incluso desactivada absolutamente en el Norte, donde los movimientos sociales son casi residuales y los sindicatos fueron absorbidos por las estructuras de poder, en el Sur las organizaciones sociales –y también sindicales–? crecen diariamente.
África, a la que por tercera vez llegaba el FSM para precisamente apoyar sus movimientos, es una extraordinaria muestra de esto. El día 6 de febrero, en una alucinante marcha inaugural de 70.000 personas, se mezclaron los colores de decenas de movimientos feministas con el verde de la Vía Campesina, los gritos de los sin voz –sin vivienda, sin tierra, sin trabajo…– con las reclamaciones de los pescadores artesanales, los colectivos defensores de los migrantes, las luchas contra el acaparamiento de tierras y los transgénicos, las campañas anti-deuda, los defensores del comercio informal, las propuestas ecologistas... África en movimiento. Un movimiento extraordinariamente vivo que celebró los procesos revolucionarios que se estaban produciendo en el Norte de África… pero en el Sur del planeta. Desde América latina a África y también en muchas partes de Asia los movimientos sociales disfrutan cada día de mejor salud y caminan hacia conquista de unos derechos que en el Norte parecían endémicos.
El Sur al rescate
Que los procesos políticos, sociales e incluso de liberación económica vayan a más en el Sur y estén en crisis en el Norte no es una simple sensación. De hecho, el campo preferido por el FMI para sus ajustes estructurales también cambio en vertical, de forma que muchos países europeos están ahora a la merced de las exigencias de estas mafias mundiales de prestamistas que son las IFI. Si a partir de la crisis del petróleo de 1973 y la posterior crisis de la deuda el FMI y el Banco Mundial obligaron a muchos países del Sur, para ser rescatados, a aplicar agresivas medidas liberalizadoras que sumieron sus poblaciones en la deuda y en la miseria, ahora es el corazón del sistema el damnificado, el que tiene que ceder, endeudarse y vender soberanía a costa de los derechos sociales.
El Consejo Internacional (CI) del FSM se reunió en Dakar los días 12 y 13 de febrero para hacer balance y también para poner sobre la mesa a posibilidad de celebrar el evento de 2013 en el Norte. Lo volverá a hacer en París en mayo para tomar posiblemente una decisión definitiva. “En solidaridad con las medidas de ajuste que están sufriendo sus gentes”, me dijo Cândido Gryzbowski, director del Ibase brasileño y una de las más influyentes voces del CI, en Dakar. A lo mejor un movimiento como el que rodea el FSM, surgido en el Sur hace 10 años, podría servir para cuando menos reactivar los narcotizados y sobre todo atomizados movimientos sociales del Norte. La tierra gira, pero sobre otro eje.
Manoel Santos (Altermundo)
Publicado en la revista gallega Tempos Novos nº 116, marzo 2011.
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