lunes, 8 de noviembre de 2010

Honduras: ¿Cambio en el seno de la sociedad o sólo cambios en las estructuras del estado?


Vos el Soberano 

Candelario Reyes García

Estoy asombrado como en todas las oportunidades posibles, en lo que va del año, es reiterativo el embajador Hugo Lorens en su aseveración de tres juicios: que la crisis política fue el año anterior, que se trató de una sustitución presidencial, y que en la actualidad la única problemática en Honduras es la confrontación de dos sectores minoritarios: uno de derecha y otro de izquierdas, ambos radicales. Y describe lo que resta como una conciliación nacional inspiradora.

Mentiras repetidas

Sólo me gustaría  no sospechar, que su reiteración, una y otra vez, sea la pauta de una política del engaño seguida por el gobierno y ejecutada por diversos grupos de poder: paramilitares, aparato estatal, fuerzas delincuenciales y sabe Dios de qué otra índole, pero que van hundiendo cada vez más a Honduras en la desesperación y la muerte.

Digo esto, ante la indisoluble duda, de que en Honduras, todo gobierno o dictadura,  se ha dicho que es normal que reciba la agenda del día desde ese despacho diplomático, pues siempre se ha sabido que el ciudadano embajador es la única persona que está por encima de este pueblo, sus constituciones y leyes, en opiniones y en toma de decisiones.

Sin embargo no dejo de sorprenderme  que  sea  él el primero en hacer invisibles  a los  más de un millón trescientos mil ciudadanos que hemos hecho una solicitud ciudadana por escrito para el establecimiento de una Asamblea Nacional Constituyente, y que hable de minorías al referirse a la resistencia.

No conozco de otro embajador  que haya dado la primera voz  de esa campaña política permanente de lavado de cerebro, que busca  borrar  de la memoria colectiva, que el Golpe de Estado del 28 de junio del 2009  ha sido la mayor expresión política de la ultraderecha regional, que de manera contundente  puso en práctica diversas estrategias de  aplastamiento, incluido el Pacto de San José, para parar  posibles cambios políticos en Honduras cuyas tendencias se perfilaban hacia la  conformación de una mayor justicia social, y cuyo potencial  pondría en precario los negocios de la corrupción tutelada por las grandes empresas transnacionales, beneficiadas  por los recursos naturales de América y privilegiadas por el manejo de las cosas públicas  por grupos de  poder económicos, políticos y mediáticos, que  tradicionalmente rectoran, a nivel de los pequeños países como Honduras, el cotidiano de su realidad de pobreza y humillación.

Excusas y más excusas

Las estructuras de los organismos más abyectos del planeta se pusieron en acción muchos meses antes de que ocurriera el golpe. A nivel local, la protesta de la oligarquía era en contra de la aprobación de un salario mínimo (única forma de medio garantizar la distribución de la riqueza, aun en un país con altos niveles de desempleo), no importa que aquel fuera inferior a los ingresos requeridos para cubrir la canasta básica familiar.

La aprobación salarial al magisterio,  el control de la  calidad y los precios de los combustibles derivados del petróleo, y la exigencia del pago de deudas millonarias a las  empresas públicas por parte de la Empresa Privada, que además de vivir del erario público  por el manejo de contrataciones amañadas, tienen quebradas a las empresas  públicas como el Seguro Social, la Empresa Nacional de Energía Eléctrica y Hondutel  ( Empresa de telecomunicaciones) entre otras.

Por supuesto, el pretexto del golpe fue “la violación a la Constitución”  por la convocatoria hecha por el derrocado presidente a  la realización de una consulta popular no vinculante, basada en una ley aprobada desde tres años y medio antes por el Congreso Nacional, con el nombre de Ley de Participación Ciudadana.

La Consulta era simple: pedía responder sí, o no, a la pregunta  ¿Está (usted) de acuerdo en la colocación de una Cuarta Urna  durante las elecciones generales del país, para consultar al pueblo sobre temas de orden político y económico?

Nada más.

Y la excusa es que el Presidente en el poder quería permanecer en él, reelegirse, pese a que en sus comparecencias públicas ante la nación, y en foros internacionales (ONU y OEA), él había asegurado que no tenía pretensiones de reelección, ya que lo prohíbe la Constitución vigente, pero que sí era muy importante revisar algunas políticas de  estado, entre ellas la forma en que se hace las contrataciones y concesiones a las  compañías de diez familias poderosas que dominan el país y son, además,  los  socios representantes de las compañías transnacionales que  dominan  y empobrecen a la nación.

Se denominó inestabilidad política, en aquel momento, al hecho de que Honduras se adhiriera al ALBA ( Alternativa Bolivariana para las Américas) y que firmara convenios comerciales con Petrocaribe, que por un lado le permitían: comercializar productos hondureños  con los países  asociados en ese organismo y  disponer de fondos frescos a bajos intereses. Igual, abastecerse de  combustibles, abaratar los costos de la producción de energía, establecer plantas generadoras de energía limpia y liberarse de los  contratos leoninos que gobiernos anteriores habían firmado con empresarios, en las áreas de los energéticos y de las telecomunicaciones, entrando en competencia con ellos dentro del libre mercado de la oferta y  de la demanda.

Por supuesto, anterior a todo ello el gobierno había decidido investigar y denunciar los negocios dudosos en  los campos de la telefonía, los medios de masas y la venta de electricidad  de generación con base en combustibles derivados del petróleo. Aquéllos eran más estafas que negocios, que limitaban el acceso a la  población a beneficios sociales al mantener en permanente bancarrota al estado. Agravado  por la privatización de los servicios de la salud, el negocio de los medicamentos, y el nulo  cumplimiento con  el pago de los impuestos y servicios que reciben por parte del estado.

Los banqueros, importadores, exportadores, industriales, constructores,  dueños de medios que, “por casualidad”, resultan ser quienes eligen los magistrados de la Corte  Suprema de Justica, La Fiscalía, los Gerentes de las Empresas Autónomas, por ser ellos mismos diputados al congreso o mantener en ellos a sus sombras gerenciales, no tienen la costumbre de rendir cuentas y mucho menos de pagar impuestos, así se los cobren  ellos a los consumidores.

Cualquier coincidencia de estos grupos de poder con la mafia no es tampoco para escandalizarse, como ha sido demostrado por accidentales capturas de  delincuentes a manos de la policía de otros países. Jamás la de casa.

El golpe vino a ser entonces, ante la visión de una amplia  población a nivel mundial, más un golpe contra Chávez y una estabilización de la democracia  en Honduras. De ello dan cuenta las publicaciones de muchos artículos de los periódicos dominantes  que  hacen opinión pública masiva. La voz  en alto, a la vez que se buscó ocultar las permanentes  manifestaciones públicas de la ciudadanía en contra del golpe, o bien, cuando era imposibles ocultarlas, darles otra interpretación: están financiadas por Chávez.

Un país débil económicamente, al que el Banco Mundial sólo le ofrecía diez  millones en préstamo, como un medio de presión  por bloquear las políticas de privatización necesarias para el TLC y los intereses neoliberales lideradas desde las bolsas de valores de las capitales financieras del mundo.

Un país, al que Petrocaribe le  facilitó de inmediato trescientos cincuenta millones de dólares en combustibles para pagarlos en cuarenta años, a un interés del uno por ciento anual, sí  ameritaba ser golpeado porque, además, de ser sólo una simple punta naval y militar norteamericana, se estaba convirtiendo en interlocutor protagónico en el seno de la  organización de los países del Sur y del Caribe, de la iniciativa del ALBA. Su nombre comenzaba a tener significado  soberano.

Lo favorable para el Gobierno de Manuel Zelaya Rosales se estaba volviendo beneficioso para el grueso de la población que veía  llegar, por primera vez, la electricidad a sus aldeas y la presencia  permanente del presidente y de sus ministros, en las comunidades atrasadas. La presencia del presidente y su gabinete monitoreando los programas que ejecutaban proyectos de desarrollo local, en el que destacaba la participación ciudadana, los reclamos frontales y las tomas de decisiones en terreno.

Por primera vez en la historia de Honduras, el acto de la gobernabilidad se tornaba un asunto doméstico, ciudadano, abierto, en contraste con lo que sucediera con otros gobiernos, de sobra conocido, que  sólo han cumplido el papel de ordenanzas siguiendo las órdenes de  amos de sobra conocidos, promotores de la corruptela y la opresión.

He hecho este breve recuento del golpe y sus antecedentes, a raíz del papel de cabildeo permanente y de declaraciones del  Embajador  de Estados Unidos en Tegucigalpa, por ejemplo, el reciente fin de semana a los medios del país, al  expresar:

“A pesar del momento difícil que atravesó Honduras el año pasado con la crisis política, a raíz de la destitución del ex presidente Manuel Zelaya y el distanciamiento de la comunidad internacional, el país se encamina a la unidad” Hugo Lorens. Publicado por Diario Tiempo del 1 de noviembre.

No me atrevo a creer, que  un diplomático expresando este tipo de verdades, del todo lejos de serlas, pretenda construir ciudanía, armonía social  en un país amigo; o por lo menos vagamente contribuir a la paz dentro de un país que la requiere, y donde querámoslo o no, tenemos que convivir todos los hondureños y hondureñas, sin importar  su pensamiento, sus opciones, siempre que estas no dañen a los demás.

Quienes nos resistimos al golpe de estado y a que  el estado hondureño sea  estafado por un las ya conocidas familias, casualmente  golpistas,  que hacen contratos con él y que nos los cumplen  pero igual demandan todos los pagos; que no pagan correctamente sus impuestos aunque ellos los cobren a quienes venden sus servicios; que no honran las  facturas y tienen en quiebra  a las empresas públicas; o que se ufana con palabras de  “unidad y diálogo” mientras sueltan los sicarios en contra de quienes pensamos distinto o reclamamos nuestros derechos.

Nadie debe otorgarse el privilegio de querer ser único habitante en Honduras, o el habitante a quien todos obedezcan su verdad privada, y le  se permitida  la impunidad gracias a que maneja de manera privada las instituciones supuestamente estatales, como: la fiscalía, la contraloría, la corte, la policía y el ejército, por no mencionar, los tres poderes del estado.

Esa es la verdadera raíz de la crisis, la inequidad, la injusticia, la impunidad y la burla permanente a los derechos de las mayorías.

Olvidar el golpe y negar la crisis: he ahí la consigna.

En estas, como en otras declaraciones, el embajador siempre insiste en que quienes están enfrentados en Honduras son minorías de izquierda y de derecha, fuerzas extremas.  Esa postura de su parte, contrasta con la insistencia de los jerarcas y voceros de la policía, que, ante el horror y los asesinatos diarios (a un promedio de siete al día),  la desaparición de avionetas de los hangares de la Fuerza Área, etc,  aseveran que se trata de una guerra interna entre pandillas del narcomenudeo, y con esa explicación basta para no investigar más el asunto.

¿Quiénes son esas dos minorías? Si el poder actúa como quiere y tiene plena inmunidad e impunidad  ¿Será una minoría la que envuelve la balas de los sicarios en palabras de reconciliación nacional? ¿Y la otra minoría será la que siempre pone los muertos  y no cesa de marchar y luchar con los medios de la paz, la protesta y el reclamo público?

¿Cuáles son esas pretensiones de satanizar, de crear supuestos extremos? ¿Será que se ven  confundidos  por un pueblo pacífico y tienen la urgencia de resolver en Honduras las cosas por el único medio que conocen bien, que hacen bien y les es siempre rentable? ¿La guerra?

Ya en los años ochenta se regionalizó en América una guerra de baja intensidad. Y fue rentable y muy útil. A los países del sur nos tocó poner los muertos: pobres matando pobres. Y del norte vinieron las armas, los estrategas y la estrategia de financiar con droga la guerra anti insurreccional.

Ahora no caeremos en lo mismo. Y no debe de mentirse al respecto. En Honduras existe una resistencia pacífica. Y no es una minoría. No es armada, y no se confronta con minoría, sólo reclama  refundar la nación: plural, diversa, equitativa, de paz y bien.

Por  eso debemos de estar alertar y cuestionar el origen de esas aparentes palabras  simples, lenguaje bien estudiado para la disuasión, el temor y el olvido. Hay una trampa al decir  “destitución” en lugar de golpe de estado. “La crisis del año anterior”.  Algo pasado. Y  asegurar que ya no hay crisis. En otras palabras, aquí ya no hay nada que hacer, todo ha vuelto a la normalidad y que debemos dedicarnos a mantener el  estado de las cosas tal como se están dando gracias al liderazgo de un gobierno de unidad nacional.

Y así, se va induciendo la actitud de no valorar, por ejemplo,  el casi un millón y medio de firmas a favor del establecimiento de una Asamblea Nacional Constituyente, la más firme y contundente protesta para decir NO al lavado  que se quiere hacer del golpe de estado.

El llamado es a ir olvidando la crisis  permanente mientras se habla de “unidad”, que en los términos del embajador sin duda significa sumisión al programa golpista. No importando el asesinato selectivo, la exacerbante criminalidad, la  impunidad  y  la ingobernabilidad como consecuencia de mantener  las viejas estructuras golpistas liderando un estado  que se cae  a pedazos.

No cabe duda de que hay “unidad” en las políticas unificadas de horror, de disuasión y de sembrar temor a la población  para que no se reúna, no se manifieste y abandone la resistencia y  las  aspiraciones de refundar  una nación con una mejor suerte. Una bien estudiada estrategia de asesinatos  físicos y asesinatos morales  que buscan anular la toma de conciencia y  participación ciudadana, al repetirles, una y otra vez, la mentira de que aquí no hay crisis, que se vive la democracia y que la criminalidad es una forma de vida normal.

Los discursos son un preámbulo del horror.  Con las palabras se  avala la continuidad  de las violaciones a los derechos humanos, las desapariciones y secuestros, la impunidad. Y se dice que todo es normal. Honduras es lo que debe ser, a nosotros nos sirve así. Y que siga la fiesta.

El problema  sigue siendo la verdad, su construcción, su condición de piedra angular para la edificación de una verdadera nación.

Políticas criminales para aterrorizar, desmoralizar y desmovilizar

No sorprende   que  el  Congrezoo apruebe leyes a diestra y siniestra  como pago a los golpistas, ( Ley de  favores económicos a las iglesias golpistas, contrataciones y concesiones a empresarios  golpistas, etc.) y que  como “chemís”   de ese paquete, termine por aprobarse la  Ley antiterrorista que, supongo, deberá aplicárseles primero a los órganos represivos del estado y sus procedimientos  de disuasión por fuera de la constitución y de sus leyes.

Aunque la realidad es que la pregunta bíblica cobra ahora aún mayor actualidad:

“¿Cómo puede Satanás  echar fuera a Satanás?”

No cabe duda que se trata de una Ley, extensiva del decreto 78, o decreto antiterrorista  impuesto por el finado Gustavo Álvarez Martínez, tío del actual proponente de esta “ley”, y que  en aquel tiempo estaba dedicada en contra de los sindicatos y  demás organizaciones populares y su derecho a la huelga y  a la manifestación pública.

Ese es el ambiente imperante en el actual régimen de  “unidad”

En el ámbito de las noticias publicadas por los medios, no se registra ni un treinta por ciento (30%) de los crímenes que suceden a diario en el país. De todas maneras para qué, si a nivel de la justicia, los crímenes quedan en la impunidad en un noventa y ocho por ciento (98%).

En el nivel de la población la pobreza se agudiza, y eso es parte de la estrategia, tener una población tan desamparada y, a su vez, sin la capacidad de respuesta, en la medida de que se vea diezmada en sus fuerza física  por la sub alimentación, la insalubridad y el hambre;  anulada además en su capacidad hasta de pagar el pasaje del transporte colectivo para asistir a los eventos  de las manifestaciones públicas.

La disuasión es una regla;  y la excepción, que vendría a ser la desobediencia civil,  se combate a punta de  criminalidad, haciéndola pasar como delincuencia común entre civiles, tapando el crimen para no ser reconocido ni recibir la condena internacional, que pudiera afectar  no tanto a Honduras sino al padre de la criatura:  Estados Unidos y su política internacional.

Desmoralizar al máximo a una nación, anular a su pueblo, esa es la estrategia de respuesta ante la posible refundación de una nación, Si esa refundación proviene de la esencia popular, que significaría poner alto a muchos negocios como el tráfico humano, el trasiego de drogas, armas y la violencia como negocio en general.

El respeto a la vida, la protección a la madre naturaleza y la no privatización del acceso al agua y la producción de bienes y servicios que corresponden a la soberanía  de una nación, la diversidad y la tolerancia, son el interés de la población, que también  son vistos como amenazas por parte de la oligarquía golpista.

Sólo con eso basta, sin hablar de la distribución de la riqueza y el disfrute de bienestar con equidad, que eso es decir palabra pecaminosas en contra del devocionario neoliberal y guerrerista, como se ha dejado ver en la últimas tres décadas en contra de los países a los cuales el neoliberalismo ha demonizado.

Y en ese caldo de cultivo campea  el dilema de la vida o de la muerte, de la  soberanía  y de la independencia.

En esa refriega se ven afectados los valores, la identidad y el sentido de pertenencia y autoestima de la ciudadanía, que de allí derivan la capacidad de opinión y de opción, de libertad y de respuesta, de ser propositivos o sumisos.

Anular a un pueblo va más allá de anularle sus instituciones públicas, vaciándolas, socavándolas, como ha sucedido con el deleznable golpe de estado del 28 de junio y sus consecuentes políticas, defendidas a mansalva por el representante de Washington en Honduras.

La peregrinación del pueblo como única respuesta

Considero que, en las actuales circunstancias de Honduras, ha de ser difícil para el Frente Nacional de Resistencia cultivar la capacidad de opinión en esta lucha frontal. Mantener unidas a sus bases en medio del bombardeo de horror y de mentiras debe de ser todo un desafío. Por eso la estrategia diseñada por la embajada es, lo que en pocas palabras viene diciendo  de manera tranquila, simplista, casi creíble, el señor embajador: Honduras es lo que  nosotros dispongamos que sea.

Si bien, de por sí, una constituyente se trata de la gente pobre  buscando tener nación propia, frente a  una oligarquía económica y militarmente poderosa, con aliados poderosos a nivel de los ricos del mundo y sus empresas transnacionales que no  ven como correcto perder a un país  en las condiciones  de servidumbre en que lo han convertido, por pequeño y pobre que sea; pero importante en la medida en que tradicionalmente obedece su voluntad y les provee, por algo  menos que regalado, de mano de obra y de recursos naturales, así como de un territorio militarmente estratégico en el Caribe.

A estas alturas ya no existe la conspiración ante un gobierno, existe el aplastamiento ante un pueblo que se ha levantado en demanda de nuevas reglas de gobernabilidad bajo una democracia participativa  que  asegure que la  ciudadanía no es una burla, o un riesgo para ser reprimidos cuando se trata de defenderla.

La tercera etapa del golpe está en boga. Está  dicha la pauta, y los hechos hablan por sí mismos.

En este panorama, se ve desde lejos, por la opinión de los voceros del régimen, que la oligarquía golpista simula que está dividida, que unos son golpistas y que otros no. Teatro, simulacro, pues los actores están allí y el escenario no ha cambiado. Tampoco el argumento de la puesta en escena. El plan es perfecto, sólo los va traicionando su moral de corrupción y su ligación con el crimen. Lastimosamente la víctima sigue siendo el pueblo civil, se manifieste o no en las calles de manera de manera cívica.

Como parte de ese plan, se ha cultivado la división entre la resistencia, haciendo surgir políticos oportunistas que claman ya por una participación electorera y una toma del gobierno en función de sus intereses particulares y sus ansias de poder, sin importar el costo.

Si bien, el Frente Nacional de Resistencia ha dejado en claro que la prisa por  un gobierno podría llevar a la resistencia a construir sobre arenas tan movedizas que no sólo no podría mantener en pie la casa, sino que  el sismo que acabe con ella se terminaría tragando a los constructores, sus habitantes y sus sueños.

Ahora, la capacidad de resistir y construir resistencia es, sin duda, el gran desafío, como lo es la construcción del primer poder, la fundación de las piedras angulares en el seno de una sociedad que, sin extremos, se ve necesitada de un mundo mejor que ofrecerse y heredar a la nuevas generaciones, que no pueden seguir siendo condenadas a padecer en un ochenta por ciento (80%) la pobreza y la negación a la felicidad.

Por eso, la peregrinación  del  pueblo en resistencia es la única respuesta ante las políticas imperiales de anulación y parálisis. La peregrinación de  fundamentar  la necesidad de una patria nueva, no sólo de un cambio de gobierno y de un giro en la trampa; si el poder siempre caerá en manos de los mismos de siempre ¿de qué ha servido tanto dolor y la sangre de los mártires?

Gobierno sin poder es gobierno para desgastar y corromper, gobierno para terminar de una vez por todas con la resistencia, que como oposición  sí hace mella, pero como gobierno se desgastaría  y vería frustrados sus propósitos.

Y como dice el dicho popular, terminaríamos siendo la burla al decir  “se fue del gobierno”  cuando se refieren a una víctima que cae, o ha sido agobiada, como una mata de plátano al  tumbarla de un machetazo para cortarle su racimo.

La táctica de “divide y vencerás” sigue siendo efectiva.  Y  todo esto acompañado  de la entronización del terror, de la violencia  extrema y la pérdida de los derechos de ciudadanía y del derecho a la vida y a la integridad física y moral.

Quedan ante las palabras, los hechos; ante la mentira, el testimonio de un pueblo en resistencia, que  tendrá que dedicar mucha vigilia y pensamiento para idear las estrategias  que le permitan ir adelante. Y si bien el objetivo está  fijado ( La Constituyente  para una toma del poder), falta construir  de manera permanente y con gran energía el cómo alcanzarlo; falta construir los diversos caminos que hay que trazar, como cuando se canaliza el  agua de un río o las aguas lluvias, para irrigar un huerto y superar las calamidades de un desierto.

En su significado mayor, la construcción de conciencia es la forja más importante que desafía a Honduras, que será la única que permita a su pueblo, plantearse una verdadera nación, que supere de una vez los fantasmas del autoritarismo, la intervención foránea y la estrechez mental que no permite que la justicia y la equidad hagan vida y den vida a un pueblo que merece una mejor suerte, que la de habitar en un puente  por el que circulan carretones de  muerte y sórdidos intereses.

Y si la recomendación no viene a mal, sería importante que el cuerpo diplomático  acreditado en Honduras no tomara partido sino aquel de afianzar la amistad entre los pueblos, y que su mejor negocio, sea  los lazos de paz, de convivencia y contribución de un mejor futuro para la humanidad.

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