jueves, 4 de noviembre de 2010
Brasil, con aroma de mujer
Adital
Por Maggie Marín *
En un resultado que, cual si se tratase de una tercera elección a la presidencia, avala los ocho años de gestión de Luiz Inácio Lula da Silva, su candidata, Dilma Vana Rousseff (Belo Horizonte, 1947) triunfó en las elecciones de este último domingo. Un triunfo irrebatible, por cierto: derrotó por 56,05 contra 43, 95 al aspirante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y ex gobernador, José Serra. "Votar a Dilma es votarme un poquito", había dicho pocos días antes del balotaje el primer hombre de extracción obrera en ocupar tan alta responsabilidad en Latinoamérica y cuyo protagonismo en la campaña electoral fue grande y determinante.
Se validaron así las encuestas y las profecías de analistas: la postulante del Partido de los Trabajadores (PT) será a partir de 2011 la gobernante 40 de Brasil, país de 192 millones de habitantes, primero en la región por su economía, quinto más grande del orbe, y arquetípico entre las célebres potencias mundiales emergentes.
Saldada la primera vuelta del 3 de octubre, donde obtuvo mayoría de votos aunque no la forzosa mitad más uno, la ministra de energía primero y jefa de gabinete después de Lula, admitió que encararía la segunda con garra y energía. Ahora en su primer discurso, emocionada hasta las lágrimas, agradeció a éste su apoyo y prometió luchar para erradicar la miseria, aumentar el ahorro público y el control de la inflación, así como trabajar para conseguir tasas elevadas de crecimiento económico. "No podremos descansar mientras haya brasileños con hambre, mientras haya familias viviendo en las calles".
Fue la oportunidad de los casi 137 millones de votantes para escoger un proyecto diferente al del carismático da Silva, que sellará su mandato con el índice de popularidad más alto logrado por un político en la historia del gigante sudamericano, y que ha conseguido disminuir el hambre y la pobreza, reducir espantosos índices de violencia, que 90 de cada 100 niños vayan a la escuela y asimismo comandó otras políticas sociales que apoyan las mayorías.
Y aún cuando el tema es polémico, el actual gobierno alcanzó también crecimientos sostenidos y "confianza en los mercados", una cuestión vital en sociedades como la brasileña.
De entre los ejemplos que vale apuntar uno es sin duda cardinal: salvaguardar la industria petrolera en ámbitos estatales. Así, con la vestimenta y el casco blanco de Petrobrás y a bordo de una plataforma petrolera, días antes de la jornada electoral Lula dijo que esa empresa simboliza más a Brasil que el fútbol y el carnaval. Mientras, reunida con la Federación Única de Petroleros, Rousseff fustigó el plan de Serra, orientado a la privatización de Petrobrás.
En el mismísimo ojo del huracán de una campaña electoral larga por sus dos capítulos, el llamado tándem Lula-Rousseff no dejó de insistir en sus proposiciones estatizantes y programas sociales. Pero justo es anotar que además en estos años Brasil le dio a Latinoamérica y el Caribe una jerarquía inédita y consolidó su liderazgo en la Unión de Naciones Sudamericanas y en el MERCOSUR.
Por otro lado hay que decir sin ambages que Latinoamérica necesita a un Brasil como este que nos lega el sindicalista metalúrgico, y para nada el que comenzaría a moldear de inmediato el candidato derrotado, de mentalidad neoliberal pura.
¿Y quién es esta mujer? Pues hija de la profesora brasileña Dilma Koimbra Silva y del empresario y abogado búlgaro Pedro Rousseff, la futura gobernante integró una organización armada que enfrentó a la dictadura militar (1964-1985). Apresada en 1969 en Sao Paulo, sufrió torturas y tres años de cárcel. En estos días, un colega recordaba que por entonces un fiscal la calificó como "la Juana de Arco de la subversión".
A los brasileños les prometió continuar el legado de políticas sociales y desarrollo económico del actual gobierno. Asegura que oirá a Lula cada vez que lo necesite porque tiene confianza política y personal en él. "Golpearé mucho a su puerta. Sé que la encontraré siempre abierta", dijo. "La tarea de sucederlo es difícil y desafiante, pero sabré honrar ese legado y ampliar su obra", añadió. Por su parte, Lula, al depositar su voto, había dijo:"No tengo ninguna duda de que ella va a hacer un gran gobierno para este país".
* Periodista de la revista centenaria cubana Bohemia
Por Maggie Marín *
En un resultado que, cual si se tratase de una tercera elección a la presidencia, avala los ocho años de gestión de Luiz Inácio Lula da Silva, su candidata, Dilma Vana Rousseff (Belo Horizonte, 1947) triunfó en las elecciones de este último domingo. Un triunfo irrebatible, por cierto: derrotó por 56,05 contra 43, 95 al aspirante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y ex gobernador, José Serra. "Votar a Dilma es votarme un poquito", había dicho pocos días antes del balotaje el primer hombre de extracción obrera en ocupar tan alta responsabilidad en Latinoamérica y cuyo protagonismo en la campaña electoral fue grande y determinante.
Se validaron así las encuestas y las profecías de analistas: la postulante del Partido de los Trabajadores (PT) será a partir de 2011 la gobernante 40 de Brasil, país de 192 millones de habitantes, primero en la región por su economía, quinto más grande del orbe, y arquetípico entre las célebres potencias mundiales emergentes.
Saldada la primera vuelta del 3 de octubre, donde obtuvo mayoría de votos aunque no la forzosa mitad más uno, la ministra de energía primero y jefa de gabinete después de Lula, admitió que encararía la segunda con garra y energía. Ahora en su primer discurso, emocionada hasta las lágrimas, agradeció a éste su apoyo y prometió luchar para erradicar la miseria, aumentar el ahorro público y el control de la inflación, así como trabajar para conseguir tasas elevadas de crecimiento económico. "No podremos descansar mientras haya brasileños con hambre, mientras haya familias viviendo en las calles".
Fue la oportunidad de los casi 137 millones de votantes para escoger un proyecto diferente al del carismático da Silva, que sellará su mandato con el índice de popularidad más alto logrado por un político en la historia del gigante sudamericano, y que ha conseguido disminuir el hambre y la pobreza, reducir espantosos índices de violencia, que 90 de cada 100 niños vayan a la escuela y asimismo comandó otras políticas sociales que apoyan las mayorías.
Y aún cuando el tema es polémico, el actual gobierno alcanzó también crecimientos sostenidos y "confianza en los mercados", una cuestión vital en sociedades como la brasileña.
De entre los ejemplos que vale apuntar uno es sin duda cardinal: salvaguardar la industria petrolera en ámbitos estatales. Así, con la vestimenta y el casco blanco de Petrobrás y a bordo de una plataforma petrolera, días antes de la jornada electoral Lula dijo que esa empresa simboliza más a Brasil que el fútbol y el carnaval. Mientras, reunida con la Federación Única de Petroleros, Rousseff fustigó el plan de Serra, orientado a la privatización de Petrobrás.
En el mismísimo ojo del huracán de una campaña electoral larga por sus dos capítulos, el llamado tándem Lula-Rousseff no dejó de insistir en sus proposiciones estatizantes y programas sociales. Pero justo es anotar que además en estos años Brasil le dio a Latinoamérica y el Caribe una jerarquía inédita y consolidó su liderazgo en la Unión de Naciones Sudamericanas y en el MERCOSUR.
Por otro lado hay que decir sin ambages que Latinoamérica necesita a un Brasil como este que nos lega el sindicalista metalúrgico, y para nada el que comenzaría a moldear de inmediato el candidato derrotado, de mentalidad neoliberal pura.
¿Y quién es esta mujer? Pues hija de la profesora brasileña Dilma Koimbra Silva y del empresario y abogado búlgaro Pedro Rousseff, la futura gobernante integró una organización armada que enfrentó a la dictadura militar (1964-1985). Apresada en 1969 en Sao Paulo, sufrió torturas y tres años de cárcel. En estos días, un colega recordaba que por entonces un fiscal la calificó como "la Juana de Arco de la subversión".
A los brasileños les prometió continuar el legado de políticas sociales y desarrollo económico del actual gobierno. Asegura que oirá a Lula cada vez que lo necesite porque tiene confianza política y personal en él. "Golpearé mucho a su puerta. Sé que la encontraré siempre abierta", dijo. "La tarea de sucederlo es difícil y desafiante, pero sabré honrar ese legado y ampliar su obra", añadió. Por su parte, Lula, al depositar su voto, había dijo:"No tengo ninguna duda de que ella va a hacer un gran gobierno para este país".
* Periodista de la revista centenaria cubana Bohemia
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