jueves, 25 de marzo de 2010

La pérdida y el legado de Francisco Castillo


Morazán Resiste



Fotografía: Ronnie Huete
Ronnie Huete


La unificación de las masas fue el deseo cumplido por Francisco Castillo


Hablar de lo imposible porque de lo posible ya se sabe demasiado como lo expresó en la década de los sesenta el poeta Silvio Rodríguez, fueron las frases que pronunció, el compañero Francisco Castillo, una noche junto a otros compas de la costa norte de Honduras en noviembre de 2008.

Las ideas de una nueva Honduras traspasaban las extensivas tierras por las que siempre han luchado los campesinos del Aguan en el departamento de Colon y quienes valientemente enfrentan a los cobardes terratenientes que se creen dueños de 20 mil hectáreas.

¡Este pueblo es valiente! repetía Francisco, ante los compañeros que se encontraban cerca de su casa, quienes preocupados exponían al joven luchador sobre su deseo de vivir en igualdad de condiciones.

Esa noche, la solidaridad que caracterizó a este hijo de Morazán resguardó mi vida, ya que él me ofreció hospedaje junto a su familia con quien me solidarizo con mi más sentido pésame por la pérdida de tan valioso hermano de quien nunca conocí, un no como respuesta.

Conversamos hasta la primera mitad de la madrugada y los temas que compartimos con los demás compas que se encontraban visitando a Castillo mostraban un panorama que aventajaba a los que hoy son oprimidos, pero que despertaron, y que debilitaba a los que en el presente vivían de los débiles.

La conversación tornó de luz a la oscuridad de esa noche y el fuerte acento costeño de Castillo, emitió una propuesta en donde no existieran divisionismos entre los sectores de luchas populares para conformar un fuerte brazo social progresista, en donde claramente los sin voz pudieran ser escuchados.

Para Francisco llegar a ese momento significaría un fuerte crecimiento de la lucha social, puesto que él como líder juvenil, siempre pedía a sus hermanos alcanzar esa comunión entre los que buscan la liberación de los pueblos o la felicidad de los mismos.

Pero las luchas que se emprenden ahora acaban pronto, expresaba uno de los compas, a quien Francisco le respondió: que la fe en los pueblos nunca debe enflaquecer, porque la confianza en el hombre y la mujer que lucha contra el opresor, se está transformando en una lucha prolongada que nadie podrá detener.

Palabras fuertes y sabias de Castillo que alentaron a los que ahí tuvimos la oportunidad de escuchar y compartir con este revolucionario nacido en nuestra América.

La lucha que hoy se emprende en Honduras es la misma que Francisco habló hace un año cuatro meses, y cuyas palabras son el fiel reflejo de lo que hoy históricamente conforma el más grande movimiento social surgido en Honduras, en el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).

La última vez que conversé con el compañero Francisco Castillo, me manifestó su alegría por ver a las masas manifestándose en las calles y tomando el poder popular. Su fe cosechó los frutos y nunca dejó de creer.

Esa larga noche en que conversamos hoy reviven sus pensamientos y sus deseos en la construcción del nuevo hondureño, que se encuentra inmortalizado en Francisco Castillo cada vez que un hermano como solía llamar a los compas, alza su brazo y grita su consigna en contra de los que hoy han evolucionado en lo más envejecido y ruin de la dictadura político-militar y religioso-empresarial, nacida después del golpe de Estado del 28 de junio de 2009.

Las palabras de Francisco Castillo seguirán componiendo el sonido que emite el FNRP en el nuevo y los futuros contextos de lucha. Tres horas después amaneció y Francisco había cumplido en compartir esa esperanza de que ese fututo estuviera próximo en lo que hoy vivimos.

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