martes, 23 de marzo de 2010
LA GRAN EVASIÓN DE LA CÁRCEL DE MÁXIMA SEGURIDAD DE SANTIAGO
Diagonal Periódico
El 21 de noviembre de 2009 el periodista Xavier Montanyà presentó en Madrid su libro La gran evasión, que relata la historia y los antecedentes de la evasión masiva de 49 presos políticos de la cárcel de máxima seguridad de Santiago el 29 de enero de 1990.
Jorge Martín presenciaba el acto junto con otros dos de los protagonistas, Rafael Pascual Arias y Miguel Montecinos, también presos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). “La prensa internacional”, explicó Jorge Martín, “la llamó entonces Operación Éxito, pero para nosotros se llamó desde el principio Operación Homenaje a los Caídos en Combate”. “Existe una ley no escrita”, como Montanyà relata en el libro, “según la cual el deber de todo preso es escaparse”. Ésto lo tenía muy claro Miguel Montecinos, que a los pocos meses de entrar en la cárcel empezó a planificar y organizar la “memorable evasión”, en palabras de Rafael Pascual Arias. Tardaron casi dos años en realizar el plan. La cárcel de máxima seguridad de Santiago era una fortaleza inexpugnable repleta de militares y agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI), los servicios secretos de Pinochet. Por eso, afirmó Arias, “desde el principio descartamos la opción del enfrentamiento”. Cavarían debajo de la cárcel un túnel largo de cien metros que les dejaría en proximidad de una estación de autobuses. “Con las modernas tecnologías”, explica Montecinos, “cavar un túnel de cien metros puede parecer una tontería. Nosotros lo hicimos con cucharas y otros utensilios primitivos que construíamos con nuestras manos, o con las mismas manos”. Miguel había cursado algunos años de ingeniería antes de entrar en el FPMR, y sus conocimientos técnicos fueron esenciales para el éxito de la operación. “Al adentrarse dos o tres metros”, contó Jorge Martín, “ya no entraban el aire y la luz, y el mismo cuerpo del que cavaba actuaba como tapón”. Para solventar estos problemas realizaron un sistema de ventilación y de iluminación en el túnel y hasta crearon una red de comunicaciones para parar las obras sin gritar en caso de que fuera necesario. Para proteger la operación y evitar “chivatazos” habían activado un servicio de inteligencia y contrainteligencia que les informaba de todo lo que ocurría en la cárcel. Por ese medio llegaron a conocer todos los secretos de los presos e incluso de los agentes de la CNI, de los tráficos clandestinos y de los romances entre presos y guardias. Todos sus esfuerzos y su determinación fueron premiados la noche del 29 de enero de 1990. Uno tras otro, los 49 desfilaron hacia la libertad sin ruido ni tiroteos. Una vez fuera, se subieron a varios autobuses y desaparecieron. La seguridad de la cárcel no se enteraría hasta entrada la madrugada. En los meses siguientes se denegó al Frente la participación en las negociaciones para la transición hacia un Gobierno democrático. Pinochet mantuvo el mando del Ejército e impuso el exilio forzado de los opositores como condición para el fin formal de la dictadura. En estos 20 años se ha intentado en repetidas ocasiones presionar al Gobierno chileno para que se comprometiera a resolver la condición judicial de los exiliados, pero en ningún caso se llegó a una solución. La primera objeción se debe a que los procesos están activos bajo la justicia militar de la Corte Marcial.
EL F.P.M.R.
El Frente Patriótico Manuel Rodríguez se dio a conocer el 14 de diciembre de 1983 con una acción de sabotaje a las líneas eléctricas de todo el Estado chileno. Le debe el nombre a Manuel Xavier Rodríguez Erdoíza “el hijo de la rebeldía”, héroe en la independencia de Chile de la corona española. Practicaban la lucha armada en defensa del pueblo ante las vejaciones de la dictadura. En principio no eran más de cien personas, pero con el favor y muchas veces la complicidad de la población se fueron sumando a sus filas muchos jóvenes más hasta superar los mil militantes. Sus acciones de guerrilla y su jerarquía interna se fueron estructurando hasta llegar a planear y realizar el atentado a Pinochet de 1986, al que el dictador sobrevivió casi milagrosamente.
El 21 de noviembre de 2009 el periodista Xavier Montanyà presentó en Madrid su libro La gran evasión, que relata la historia y los antecedentes de la evasión masiva de 49 presos políticos de la cárcel de máxima seguridad de Santiago el 29 de enero de 1990.
Jorge Martín presenciaba el acto junto con otros dos de los protagonistas, Rafael Pascual Arias y Miguel Montecinos, también presos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). “La prensa internacional”, explicó Jorge Martín, “la llamó entonces Operación Éxito, pero para nosotros se llamó desde el principio Operación Homenaje a los Caídos en Combate”. “Existe una ley no escrita”, como Montanyà relata en el libro, “según la cual el deber de todo preso es escaparse”. Ésto lo tenía muy claro Miguel Montecinos, que a los pocos meses de entrar en la cárcel empezó a planificar y organizar la “memorable evasión”, en palabras de Rafael Pascual Arias. Tardaron casi dos años en realizar el plan. La cárcel de máxima seguridad de Santiago era una fortaleza inexpugnable repleta de militares y agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI), los servicios secretos de Pinochet. Por eso, afirmó Arias, “desde el principio descartamos la opción del enfrentamiento”. Cavarían debajo de la cárcel un túnel largo de cien metros que les dejaría en proximidad de una estación de autobuses. “Con las modernas tecnologías”, explica Montecinos, “cavar un túnel de cien metros puede parecer una tontería. Nosotros lo hicimos con cucharas y otros utensilios primitivos que construíamos con nuestras manos, o con las mismas manos”. Miguel había cursado algunos años de ingeniería antes de entrar en el FPMR, y sus conocimientos técnicos fueron esenciales para el éxito de la operación. “Al adentrarse dos o tres metros”, contó Jorge Martín, “ya no entraban el aire y la luz, y el mismo cuerpo del que cavaba actuaba como tapón”. Para solventar estos problemas realizaron un sistema de ventilación y de iluminación en el túnel y hasta crearon una red de comunicaciones para parar las obras sin gritar en caso de que fuera necesario. Para proteger la operación y evitar “chivatazos” habían activado un servicio de inteligencia y contrainteligencia que les informaba de todo lo que ocurría en la cárcel. Por ese medio llegaron a conocer todos los secretos de los presos e incluso de los agentes de la CNI, de los tráficos clandestinos y de los romances entre presos y guardias. Todos sus esfuerzos y su determinación fueron premiados la noche del 29 de enero de 1990. Uno tras otro, los 49 desfilaron hacia la libertad sin ruido ni tiroteos. Una vez fuera, se subieron a varios autobuses y desaparecieron. La seguridad de la cárcel no se enteraría hasta entrada la madrugada. En los meses siguientes se denegó al Frente la participación en las negociaciones para la transición hacia un Gobierno democrático. Pinochet mantuvo el mando del Ejército e impuso el exilio forzado de los opositores como condición para el fin formal de la dictadura. En estos 20 años se ha intentado en repetidas ocasiones presionar al Gobierno chileno para que se comprometiera a resolver la condición judicial de los exiliados, pero en ningún caso se llegó a una solución. La primera objeción se debe a que los procesos están activos bajo la justicia militar de la Corte Marcial.
EL F.P.M.R.
El Frente Patriótico Manuel Rodríguez se dio a conocer el 14 de diciembre de 1983 con una acción de sabotaje a las líneas eléctricas de todo el Estado chileno. Le debe el nombre a Manuel Xavier Rodríguez Erdoíza “el hijo de la rebeldía”, héroe en la independencia de Chile de la corona española. Practicaban la lucha armada en defensa del pueblo ante las vejaciones de la dictadura. En principio no eran más de cien personas, pero con el favor y muchas veces la complicidad de la población se fueron sumando a sus filas muchos jóvenes más hasta superar los mil militantes. Sus acciones de guerrilla y su jerarquía interna se fueron estructurando hasta llegar a planear y realizar el atentado a Pinochet de 1986, al que el dictador sobrevivió casi milagrosamente.
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