jueves, 30 de mayo de 2019

En un Estado asesino es difícil encontrar justicia para Ebed Jassiel Yánez



El Día de la Madre hondureña,  Berlín Cáceres, lo conmemoró exigiendo justicia para su hijo adolescente, asesinado por militares la madrugada del domingo 27 de mayo del 2012.

Estaba junto a otras madres en duelo. Portaba la imagen impresa de Ebed Jassiel Yánez Cáceres, de 15 años, sonrisa discreta y ojos azules, con sueños y travesuras, como los demás jóvenes.

Para doña Berlín fue difícil contener las lágrimas, más cuando en lugar de abrazar a su hijo, solo puede tener un retrato y el recuerdo del amargo camino en la búsqueda de justicia, donde sólo uno de tres co homicidas guarda prisión, tal como lo decidió la Sala V del Tribunal de Juicios Orales y Públicos de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), en enero del 2015.

Para la madre, al igual que para el padre de Ebed Jassiel,  Wilfredo Yánez (fallecido en septiembre del 2016), la CSJ emitió una decisión en la que volvieron a matar al menor, al determinar prisión únicamente para el sargento Eliazar Abimael Rodríguez; y absolviendo al cabo Felipe de Jesús Rodríguez y al subteniente Antonio Sierra, encargado de la patrulla, quien pidió perdón aunque con eso no devolvería le devolvería la vida, expresó al finalizar el juicio.

En una de las audiencias  de ese proceso penal, Sierra llegó con vestimenta militar, en su momento el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), representante legal en el caso, denunció el acto como intimidatorio, y el militar reapareció vestido de civil.

En referencia al segundo domingo de mayo, Cáceres afirmó que “no hay nada que celebrar, sobre todo cuando nuestros hijos mueren por la mano del mismo Estado”, por militares que devengan su salario de la Tasa de Seguridad, fondo que sale de los impuestos pagados por hondureños honrados, para una seguridad que no existe.

A Ebed le gustaba escribir y siempre tenía una carta para darme el Día de la Madre, su padre les inculcó (a su hijo e hija) el valor de honrarnos, y del dinero que guardaban me compraban un detalle, agregó la catedrática universitaria.

Como maestra, a mis alumnos les cuento lo que sucedió con mi hijo, que ahora tendría su edad. En la juventud ella encuentra felicidad al compartir conocimiento recíproco con los futuros líderes de este país.

Mi hijo está descansando, es libre de la actual violencia, pero está mi hija por la que debo luchar, agregó.

Hoy se cumple un aniversario más del asesinato de Ebed Jassiel, quién salió la noche del 26 de mayo de su casa, a bordo de la motocicleta de su papá, y al volver en la madrugada, en el marco de la operación Relámpago de las Fuerzas Armadas de Honduras, una patrulla militar le hizo parada el desvío de la colonia Los Pinos, al oriente de Tegucigalpa, pero el menor continuó el  camino.
No pudo  volver a sus casa en la colonia Villa Vieja. Antes de llegar, la patrulla militar lo alcanzó, siete hombres armados iban a bordo, lo acorralaron y le dispararon. Se fueron del lugar, y regresaron a recoger los casquillos de balas, luego los tiraron a la orilla de la carretera en la colonia Villa Nueva, por el puente del anillo periférico, relataron testigos protegidos en juicio oral y público.

Don Wilfredo hasta la mañana de ese domingo se percató que su hijo pequeño no estaba en casa e inició la búsqueda, hasta en la tarde dio con el cuerpo registrado en la Morgue Judicial del Ministerio Público, como desconocido y de alguien de unos 26 años. También estaba el de otra muchacha, asesinada en la misma zona, denunció el incansable buscador de justicia, que encontró indicios para probar que a su hijo lo mataron los militares.

Sólo con una arma tuvo coincidencia el revestimiento balístico presentado por Yánez, y que los militares no vieron esa madrugada.

Y, aunque varios dispararon contra Ebed, sólo el sargento Eliazar Rodríguez fue condenado a prisión. Los otros caminan con su fatiga militar libremente, absueltos por la CSJ y la falta de ampliación de requerimientos del Ministerio Público, como lo denunció Wilfredo Yánez, hasta que un cáncer le arrebató la vida.h

En un cementerio capitalino hay una lápida de mármol con los nombres de Ebed Jassiel y Wilfredo Yánez, y sobre ella coloridas flores, lágrimas, esperanza y la promesa de seguir la lucha de parte de Berlín Cáceres y su hija.

“Han pasado siete años y lo recuerdo como si fuera ayer, extraño su sonrisa y acudo a la justicia de Dios”, finalizó la mamá de Ebed Jassiel, quien no descarta acudir a instancias internacionales de justicia.

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