sábado, 9 de abril de 2016

La poética de la militancia: La militancia de los poetas



Por Sofía Castañón y Francis Pérez

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Rafael Alberti

Escribir una poética para explicar por qué, desde dónde se escribe. Lo más parecido en el terreno ideológico a la pregunta de la prensa: “¿y cómo le dio a usted por meterse en política?”. Explicar lo que se hace, como si no se explicara por sí mismo. ¿Se puede no estar en política? Otra cosa es hacerlo conscientemente. Desde lo consciente, escribir.

La poesía es una posición. La militancia es posicionarse. Y nosotras tenemos una posición social y nos posicionamos políticamente. Llevamos años cavando silenciosas trincheras con palabras de belleza infinita; lucha, dignidad y justicia. Del uso, podrían haberse vaciado. Quien primero comparó la belleza de alguien con una flor, acertó. Quien lo hace ahora nos parece casi imbécil. Recuperar palabras tantas veces dichas en contextos vacíos, empleadas para amparar lo contrario de la dignidad, lo contrario de la lucha y, desde luego, lo contrario de la justicia.

Pero seguimos en pie: frente a la mezquina realidad impuesta desde sus tristes mundos administrados, hemos tejido redes secretas de solidaridad, hemos constituido núcleos irradiadores de esperanza y bases de apoyo popular a un proyecto; recuperar la alegría de la lucha y la poética de la desobediencia. Hemos dicho muchas veces resistencia, porque militamos en la alegría de la lucha y en la belleza de la desobediencia. Militamos como respiramos. Militamos porque vivir implica dignidad y esperanza.

Lo escribe David Franco Monthiel: “Hemos venido para no hacernos los sordos, para golpear con la palabra”. Hemos construido un artefacto político que puede convertirse en el instrumento de verdadero cambio social. Como lo describiría la poeta Chantal Maillard, cuando habla del artefacto poético (la forma del poema) frente al insecto que lo habita (el poema en sí), tenemos la máquina de guerra política que desafía las lógicas del adversario y abre la posibilidad de un cambio real. Una máquina política de asedio democrático llamada PODEMOS, capaz de aglutinar multitud de subjetividades, de articular los deseos… y ganar, golpe a golpe y verso a verso, la libertad. Pero nada de esto obtendrá su sentido si el artefacto -bien armado y eficaz- carece del poema, carece de la certeza y la voluntad de cambio. Esa manera de mirar, mezcla de conocer la resistencia y tener hambre de horizonte.

Somos un movimiento popular que no quiere perderse en rodeos del discurso, que entendemos que no es de recibo una lengua gremial cuando de lo que se habla es de decisiones que afectan a la vida de cuarenta y cinco millones de personas. La sociedad civil que salió a las calles diciendo “No hay pan para tanto chorizo”, “Me sobra mes a final de sueldo”. Somos rebeldes sin casa pero con causa. Movimiento popular que adopta la forma-Partido, como figura política, como medio, no como fin en si mismo, para recuperar la democracia y la soberanía popular. Somos “su” problema porque somos la evidencia de “su” fracaso. Y  claro que somos inevitables, porque somos pueblo.

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