miércoles, 27 de abril de 2016

En precarias condiciones reciben clases niños y niñas de Aldea la 11



La escuela en que reciben clases los niños y niñas, es un salón de reuniones de la empresa campesina Dagoberto Padilla, un lugar que se ha deteriorado con el paso de los años, sin recibir ninguna dosis de mantenimiento. Este lugar no solo sirve para las clases de la población infantil, sino que también para reuniones de otras organizaciones comunitarias. 

En la escuela funcionan los seis grados, con un solo maestro y este año agregaron el séptimo grado a cargo del mismo maestro. Apenas cuentan con una pizarra, algunos pupitres que les fueron donados recientemente, un pequeño librero arrinconado en una esquina para protegerlo de la lluvia, ya que el techo del local es un puño de hoyos, las puertas solo están detenidas en las paredes y las ventanas también han colapsado. 

El profesor David Barnica, un joven que vino de Santa Rosa de Copán en busca de empleo a la zona norte, consiguió una plaza con el programa Proheco y él es quien tiene la gran responsabilidad de educar a la niñez y juventud en esa comunidad, en medio de todas estas precariedades.

Barnica tiene grandes proyectos en su mente y muchas preocupaciones porque no cuenta con apoyo por parte de las autoridades de educación. “Me preocupa mucho que no tenemos un lugar adecuado para recibir las clases, cuando llueve no queda otra que despachar a los niños porque aquí la lluvia entra por todos lados. Otra de mis preocupaciones es que los jóvenes no encuentran trabajo y se están metiendo a las drogas. Yo trato de concientizarlos, pero es muy difícil, son jóvenes que se deprimen, que no encuentran ni cariño ni apoyo en sus familias y aparte de eso no hay lugares donde se puedan recrear para que no entren a las drogas”, expresó el profesor Barnica.

Ante esta situación, un grupo de madres y padres de familia están haciendo esfuerzos para construir una escuela, lo que tienen hasta la fecha son las paredes de dos aulas terminadas, pero falta parte del techo, el piso, puertas, ventanas y otros detalles.

“No ha sido fácil terminar estas dos aulas, hemos hecho bastantes actividades y aportaciones de los padres y madres de familia y de la cooperativa campesina Dagoberto Padilla”, pero aún no hemos ajustado el dinero que falta, comenta Sara Ávila, presidenta del Comité Pro construcción de la escuela.

En el  año 2013, se inició la construcción, ya han pasado tres años y la obra sigue inconclusa. Al preguntarles por qué no han solicitado el apoyo del gobierno, afirman que ellos ya están cansados de que les mientan. “Aquí vino un político el año pasado a decirnos que nos va a ayudar a terminar la construcción de la Escuela  pero a cambio de que le demos el voto y que le consigamos más gente y le dijimos que se fuera con su propuesta a otro lugar”, asegura una de las pobladoras.

Sara Ávila, afirma que sí ha escuchado algunas informaciones de los proyectos que habla el gobierno para darle vida mejor a la población hondureña y saben que se han destinado más de 24 mil millones de lempiras para para educación durante este año, sin embargo a esta aldea no llega ni un solo centavo de ese presupuesto.

Ávila indica que lo único que les queda como población es continuar haciendo actividades para terminar la escuela y aprovechar el apoyo que se les está brindando desde el ERIC y la Radio Progreso en talleres para aprender muchos temas de gran interés y trabajar más unidos y hacer fuerte la organización comunitaria.

La comunidad de La 11, es un poblado ubicado en la parte sur de El Progreso, Yoro, entre las cañeras de la compañía Azucarera del Norte, S.A. AZUNOSA.  Allí viven unas 300 familias que en su mayoría, antes eran empleados de la Tela Rail Road Company, luego se integraron a trabajar en las cañeras y otros se dedican a pequeños cultivos de palma, cría de peces y a limpieza de la palma.

Lamentablemente tampoco hay iniciativas de parte de la población de la 11, en reparar las puertas, techo y ventanas del local que actualmente ocupan los niños y niñas como escuela y que puedan recibir las clases de manera más segura,  mientras terminan la construcción.

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