lunes, 25 de abril de 2016

Juan Bobo


Por J Donadin Álvarez *

Escribir sobre las condiciones socioeconómicas de un país como Honduras es un asunto desalentador, sin duda. Cada vez que uno piensa lo que está pasando con la deteriorada salud de nuestros compatriotas, con la deficiente educación de nuestros hijos, con la inseguridad que nos avasalla, con los alarmantes índices de desempleo, etcétera, la desesperanza pareciera dominarnos. 

A veces uno quisiera sentirse seducido por su belleza natural y con ello maquillarle su imagen social.   Esto, a través de las letras de un artículo es una acción sencilla pero imposible de comprobar. Toda la evidencia demuele cualquier intento de ocultar la verdad. Y es que se debe entender que amar a la patria no significa mentirle. Por el contrario, implica señalar con prudencia lo que no está bien.

Sin embargo, no todas las plumas nacionales escriben apegadas a la verdad. En Honduras existe un grupúsculo de seudo intelectuales cuyo trabajo consiste en mentirle infatigablemente a las personas ávidas de conocer la verdad. Sobresalen en esta línea algunos sobaleva del gobierno que mendigan migajas de la mesa festiva del gobierno. Así, su papel se reduce a la mísera acción de  adornar la figura del señor Juan Hernández para retratarlo como un gran estadista de los últimos años. ¡Tremenda falsificación a la que dedican todas sus energías!  

Ya los hondureños estamos cansados de escuchar tantas mentiras a través de los medios de comunicación. Que la Presidencia de la República insista con su falsa propaganda gubernamental solo significa una cosa: Creer que el pueblo hondureño es estúpido.  Nadie en su sano juicio reconoce síntomas de verdad en lo que se pregona incluso en cadenas nacionales de radio y televisión  sobre la supuesta heroica labor del gobierno. Ya ni los mismos activistas del Partido Nacional se creen el discursito desgastado de que se está trabajando por el bienestar de la población pues hasta ellos han sido deschambados. 

Prevención, paz y convivencia ofrece el gobierno para reducir los índices de delincuencia en el país al mismo tiempo que niega el derecho a la educación a muchos niños, que liquida las fuentes de empleo de sus padres y los condena a la subsistencia; promete seguridad, y para pacificar la sociedad compra balas y aísla los libros, contrata más agentes militares y niega plazas a nuevos profesores, en fin: todo se hace al revés.  Algo así como en el cuento de Juan Bobo.  

* Catedrático de las Ciencias Sociales de la UPNFM



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