jueves, 28 de abril de 2016

Democracias policiales



Con frecuencia en la descripción de la vida social tomamos “la parte por el todo” y caemos en el peligro de distorsionar la verdadera realidad de lo que estamos viviendo y nuestro entorno.  Es lo que pasa con el término “democracia” que, teniendo un significado muy preciso lo unimos a realidades tan distantes, tan distintas, tan antagónicas y opuestas a lo que se expresa con dicho concepto que al final pierde su sentido. Sufre un proceso de desgaste, vaciamiento, disolución y neutralización que queriendo decir todo no dice nada.

Haciendo un breve recordatorio del periodo de JOH podemos señalar alguna de estas características:

“Democracia monetaria”: viene referida a que el proyecto económico del actual presidente desde los inicios de su campaña estuvo sometido, supeditado y monitoreado por el FMI (Fondo Monetario Internacional).  Es decir, que se trata de una “democracia” que responde más a los intereses de los organismos financieros que a necesidades y prioridades del país.

“Democracia de la transnacionales” puesto que tenemos unos gobiernos más solícitos con los requerimientos de las compañías mineras, extractivas que con su propio pueblo, llegando a ser administradores de los intereses de los de afuera y en contra de los de adentro.  El caso de Berta Cáceres es ilustrativo de cómo se pasa por encima de la constitución, de los tratados internacionales, de los derechos de los pueblos autóctonos, la conservación de los recursos naturales y de la resistencia de quienes luchan por conservar la ecología y el medio ambiente.

“Democracia de los corruptos” basada fundamentalmente en el saqueo de los bienes públicos por parte de los partidos tradicionales que utilizando la estructura del poder se beneficia y benefician a pequeños grupos que desvían los fondos públicos y se recorta el presupuesto de educación, salud, inversión y empleo en detrimento de las mayorías.

“Democracia del narcotráfico y del lavado de dinero”  donde grupos empresariales, de la banca y los líderes que manejan el corredor de la droga hacia EE UU corrompen a jueces, autoridades, policías, políticos, redes sociales y los poderes locales.  Por eso tenemos narco-alcaldes, narco-municipalidades, narco-policías, narco-comerciantes… Nuestra incapacidad y falta de voluntad política deja en manos de la embajada y sus intereses geopolíticos el desenlace final.

“Democracia policial” donde nuevamente a través del New York Times se hace público con datos, fechas, nombres y circunstancias el funcionamiento de las cúpulas policiales que se han ido sucediendo en estas décadas.  Lo que hay detrás es una triste secuela de muerte, asesinatos, sicariato, enriquecimiento ilícito, encubrimiento, complicidad, compra de autoridades, bandas delincuenciales,  impunidad, anonimato y alianza con el narcotráfico.  El lema de “proteger y servir” se convirtió en asalto a la ciudadanía.

“Democracia del partido de gobierno” que se hace antidemocrático y absolutista al concentrar y someter políticamente a los poderes del Estado, neutralizando la oposición, dando la espalda a los justos reclamos de los movimientos sociales y ciudadanos  y haciendo alianzas con todo tipo de actores que apoyen y se beneficien de su proyecto excluyente y concentrador de la riqueza.

Esta lista podría crecer si tomáramos en cuenta el contexto regional y latinoamericano.  Lo que viene al caso es sencillamente constatar como los diferentes actores sociales e institucionales se imponen a la sociedad dando nombre a sus intereses partidarios y de grupo queriendo legitimarlos con el adjetivo democrático.  Es un matrimonio inviable e ilegítimo donde el poder queda en pocas manos y está lejos de ser compartido, repartido, distribuido y  reconocido.

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