sábado, 8 de septiembre de 2012

Ficción educativa


Radio Progreso

El Ministro Marlon Escoto ya no tiene nada que hacer en su puesto. Solo le queda renunciar, a no ser que esté decidido a convertirse en un mártir de un sistema educativo atrapado en auténtico callejón sin salida. A estas alturas es non grato tanto para el alto empresariado, para los dirigentes de los políticos tradicionales como también para las dirigencias de los gremios magisteriales.

Con el fracaso del actual Ministro de Educación, el panorama educativo retorna a su verdadera dimensión: un atolladero dentro del cual los actores que lo controlan lo empujan para que se hunda más en el lodazal. Marlon Escoto intentó abordar el sistema educativo desde una lógica distinta al atolladero, pero en las primeras de cambio lo dejaron quieto. Su entusiasmo no supo situarse a la altura de las fuerzas que tienen más capacidad para hundir el sistema educativo que para sacarlo a flote.

Así como están las cosas, no puede existir funcionario que pueda resolver el asunto educativo. Lo único que puede hacer un ministro en ese terreno movedizo es administrar la crisis educativa y hacer el parapeto de que hace algo, pero que solo puede hacer aquello que quieran y permitan el gobierno bipartidista, el alto empresariado y las dirigencias magisteriales. Es un suicidio lanzarse contra la corriente de tantos intereses creados en el actual engranaje educativo. Nada que quiera hacer un ministro que vaya en contra de los verdaderos actores del sistema educativo podrá tener éxito. Nada en educación se puede hacer en contra de la alta empresa privada, que se flota las manos viendo hundirse el sistema educativo público, puesto que así se avanza hacia la privatización de la educación.

Nada en educación se puede hacer en contra de los dirigentes de los partidos políticos interesados en mantener bajo control las decisiones en el marco del clientelismo y el uso de las necesidades educativas para proselitismos políticos. Y muy poco se puede hacer con dirigencias magisteriales acostumbradas a anteponer intereses gremiales y cuotas personales de poder adquiridas a las auténticas necesidades educativas del país.

La alta dirigencia de la empresa privada, los altos dirigentes de los partidos políticos y la alta dirigencia del magisterio son castas que desde lugares distintos acaban defendiendo intereses creados que muy poco o nada tienen que ver con la construcción de un sistema educativo público de calidad y creador de una cultura ciudadana que se erija sobre la actual cultura patrimonialista. A estas dirigencias, en su conjunto, es muy difícil que se les llegue con una palabra y propuesta que cuestione levemente sus posiciones, y frente a sus actitudes y decisiones, no aceptan que se les toque ni con el suspiro de una crítica.

El Ministro de Educación Marlon Escoto tiene las horas contadas, el ayote ya se le coció. Señor Ministro, deje ese puesto, su silla ya está ardiendo. Deje que lo ocupe la persona que reúna las siguientes condiciones para mantenerse en ese cargo: que agache la cabeza ante la alta empresa privada, que se embarque en las campañas proselitistas de los partidos políticos tradicionales, que en asuntos educativos sea obediente y no deliberante, y que a fin de cuentas haga como que hace, pero dejando intactas las cosas. Esa es la persona que puede, en las actuales condiciones educativas hondureñas, ocupar el puesto de Ministro de Educación. Cualquier cosa distinta es pura y llana ficción educativa.

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