miércoles, 22 de agosto de 2012

Repercusiones del asilo político a Assange


Rebelión

Por Silvia Arana

A nivel internacional, todavía se sienten las repercusiones del asilo político otorgado por Ecuador a Julian Assange, algo excepcional en un mundo donde nadie recuerda la noticia de ayer.

La decisión del gobierno ecuatoriano de aceptar la petición de asilo de Assange basándose en la falta de garantías de justicia para el fundador de WikiLeaks, incluso horas antes de concretarse, tuvo la virtud de generar una reacción desmesurada del gobierno de Gran Bretaña, que sobrepasando cualquier normativa diplomática envió una notificación amenazando con entrar por la fuerza en la sede diplomática de Ecuador en Londres para arrestar a Assange. Este exabrupto, en América Latina y bajo la sombra de Malvinas, fue inmediatamente rotulado de colonialista. Fue una catalizador para unir en torno al gobierno de Ecuador a todos los países de la región. El gobierno del Presidente Correa recibió el respaldo de los dos organismos latinoamericanos más poderosos: ALBA y UNASUR. De al menos una de estas instituciones forman parte Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Chile, Perú y otros países de la región. Adelantándose a las reuniones que ambas organizaciones tendrán este fin de semana en Guayaquil para emitir una declaración de solidaridad con Ecuador, varios cancilleres de la región ya han manifestado su repudio a la postura de Gran Bretaña de amenazar con irrumpir en la sede diplomática de Ecuador. 

El Departamento de Estado de EE.UU. respondió al anuncio oficial de la Cancillería ecuatoriana diciendo que "no reconoce el concepto de asilo como parte de la ley internacional" porque EE.UU. no es signatario de la Convención sobre Asilo Diplomático de 1954. Agregaron que este no es un asunto que involucre a la OEA, aunque los demás países miembros de la OEA piensen lo contrario. Afirmaron una vez más que EE.UU. no va a intervenir en el caso Assange.

La reiteración de "nosotros no tenemos nada que ver" no logra ser convincente. Demasiadas declaraciones de funcionarios y legisladores estadounidenses amenazando a WikiLeaks y a Assange con la cárcel de por vida y hasta con la pena de muerte han sido ampliamente difundidas por la prensa mundial. La razón fundamental por la que la defensa del Julian Assange considera que su cliente no puede aceptar la extradición a Suecia es porque desde allí Assange sería entregado a EE.UU. Que EE.UU. ha iniciado un juicio secreto para juzgar a Assange por espionaje y traición no es una mera especulación. Según afirma el abogado defensor de Assange, Michael Ratner (presidente emérito del internacionalmente reconocido Center for Constitutional Rights):

1) Un gran jurado de Alexandria, Virginia, formado para investigar violaciones al Acta de Espionaje, ha incluido entre los testimonios mensajes de Twitter referidos a Assange y WikiLeaks. 

2) Un agente del FBI, testigo en el caso del soldado detenido Bradley Manning dijo que los "fundadores, dueños y administradores" de WikiLeaks son objeto de investigación; y 

3) El FBI ha compilado una ficha con 42.135 páginas sobre Assange.

En este contexto, los temores de Assange a ser extraditado, encarcelado y privado de todo derecho a una defensa justa en EE.UU. son considerados razonables. Y de la misma manera, la decisión de Ecuador de otorgarle asilo, es considerada una decisión humanitaria e inscripta en el marco legal delineado por el derecho internacional regulado por la Convención de Viena.

A partir de este contexto, surge una situación inédita:

Un país de América Latina se erige como defensor de los derechos humanos de un individuo frente al accionar de dos países europeos, Gran Bretaña y Suecia, que se niegan a darle garantías de que no será extraditado a Estados Unidos. Qué paradoja que una nación que hasta hace muy poco fuera catalogada como "república bananera" hoy proteja a un ícono de la libertad de expresión de la persecución de Estados Unidos.

El gobierno de Correa al otorgarle el asilo político a Assange ha abierto un frente internacional de oposición ética/moral al eje Gran Bretaña-Estados Unidos. Esta actitud de rebelión ha generado cierto estupor en los países del Norte. Aún no creen lo que han escuchado. 

De la misma manera, la oposición interna a Correa, aún no ha logrado asimilar esta postura soberana frente al socio comercial más importante de Ecuador, Estados Unidos. 

Empresarios y ex cancilleres, entre otras figuras, han hecho las consabidas declaraciones a The Guardian, The Economist, El Comercio, etc. alertando sobre los riesgos que corre Ecuador al oponerse a los designios de Europa y Estados Unidos.

Estos llamados a la cordura, al menos en los dos días posteriores al anuncio de asilo político a Assange, han sido opacados por el impacto de la decisión gubernamental. 
Esto quedó demostrado en la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional. Con 73 votos a favor, 7 abstenciones y ningún voto en contra, el parlamento ecuatoriano respaldó la decisión del Ejecutivo de otorgarle asilo al creador de WikiLeaks y rechazó enérgicamente la amenaza británica de irrumpir en la sede diplomática por atentar contra la soberanía de Ecuador. 

En las calles de Quito, el denominador común es la proverbial cautela de los quiteños. No se percibe a primera vista ni entusiasmo por la decisión de otorgarle el asilo a Assange ni rechazo. Sin embargo, todos siguen con mucha atención cada uno de los reportes sobre la reacción internacional. En las radios, en la televisión, en la prensa escrita, se reporta minuciosamente la reacción de cada gobierno y de cada medio internacional. La gente escucha con atención como si les costara creer que su gobierno haya creado tal conmoción internacional. Y que no sea por el precio del petróleo, ni del banano, ni por los conflictos con el tráfico de drogas en relación con la vecina Colombia. Algunos abandonan su reserva y manifiestan su orgullo como nación soberana. Otros callan.


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