miércoles, 8 de agosto de 2012

Cinismo e impunidad


Radio Progreso

La revelación del millonario de dinero en efectivo que trasladaba por tierra la esposa del ahora extitular de la cartera de Finanzas deja al desnudo la práctica corrupta y de impunidad que caracteriza a gran parte de los dirigentes políticos y funcionarios públicos hondureños.

Ya la gente comienza a decir lo que en efecto parece que sucederá: el tema estará por unos días en las portadas de los medios de comunicación, los altos dirigentes políticos se sentarán a negociar cómo tratar el tema, para que luego el asunto pase a los archivos olvidados del Ministerio Público, y aquí en Honduras no pasa absolutamente nada.

Las voces que saben recoger datos palaciegos dan cuenta que el asunto del dinero de Tito Guillén y su esposa se trató de un dedazo por parte de dirigentes de corrientes adversas a la de Juan Orlando Hernández con propósitos estrictamente electoreros y jamás por razones de ética, honestidad y de justicia.

Lo cierto es que Tito Guillén forma parte de un círculo de los importantes del país dedicados a sacar el máximo provecho personal a sus actividades como funcionarios públicos, y al final de cuentas, todos acabarán protegiéndose con la misma cobija de la impunidad. Esa es la amarga realidad. Los 24 centros penitenciarios hondureños están hasta el tope de delincuentes o acusados de delinquir, en su mayoría jóvenes, provenientes de los sectores más empobrecidos de las comunidades, barrios y aldeas hondureñas.

En los centros penales no existe ninguna persona como Tito Guillén que comparta una bartolina con otras personas acusadas de robar celulares, bicicletas, relojes, carteras, tenis, gallinas y otros delitos de baja cuantía. Hace unos días Chabelo Morales fue sentenciado a veinte años de prisión por acusaciones relacionadas con problemáticas agrarias en la zona del Aguán.

Delincuentes como Tito Guillén y como Juan orlando Hernández seguirán gozando de la honorabilidad de sus cargos, y recibirán las felicitaciones de la embajada Americana, las embajadas de la Unión Europea y las adulaciones de la clase empresarial y las bendiciones de los diversos líderes religiosas del país.

Si en Honduras existiera la aplicación de las leyes y la ética política dentro del Estado, Tito Guillén tendría que estar dando cuenta de sus acciones delincuenciales ante la fiscalía y desde unas bartolinas, y Juan Orlando Hernández estaría fuera del Congreso de la República, fuera para siempre de cualquier aspiración a cargo de elección popular y sujeto a los requerimientos de la justicia hondureña.

Sin embargo, todo esto es apenas un sueño que nos toca vivirlo con los ojos abiertos y con la conciencia de que ante la realidad de los corruptos e impunes como Tito Guillén, Juan Orlando Hernández y toda su camarilla cachureca y liberal, todos los sueños de justicia se topan sin piedad ante el implacable muro del cinismo y la impunidad.

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