miércoles, 14 de octubre de 2009
El papel de la izquierda según el sindicalista Carlos Humberto Reyes
Néstor Restivo - Sin Permiso
La situación en Honduras está empantanada. El gobierno de facto, de Roberto Micheletti, apuesta todo a entregar el poder a quien resulte electo el 29 de noviembre, pretendiendo que hay un escenario normal y legítimo. El líder derrocado, Manuel Zelaya, y sus seguidores, reclaman la restitución y volver a la agenda del gobierno caído, que incluía una Asamblea Constituyente.
Histórico dirigente sindical y de la izquierda hondureña, Carlos Humberto Reyes nos recibe en su casa de Tegucigalpa junto a colegas de los diarios La Vanguardia y Le Monde. Candidato presidencial independiente en los comicios, pero con su candidatura suspendida por el viciado proceso, cuenta: “La Asamblea Constituyente podría ser ahora o más adelante. Lo primero es restituir a Zelaya. Pero sin duda aquél es el punto de quiebre con el establishment. La Constitución que rige en Honduras data de 1982. Salíamos de una dictadura militar, estábamos en plena represión interna y guerra sucia en el marco de la “contra” a la Nicaragua sandinista y aquí estaba John Negroponte como embajador de EE.UU. Y nos impusieron una constitución bajo presión”.
Aquella Constitución se basó en el llamado “memorándum Facussé” (Miguel Facussé es dueño de uno de los grupos empresarios más poderosos de Honduras) y según Reyes “tenía tres ejes, dos explícitos -'vender' Honduras y reducir el Estado a su mínima expresión por corrupto, ineficiente, etc- y otro no escrito: que el Ejército sería el garante de la Constitución. Hoy, 27 años después, tenemos exactamente eso”.
Agrega: “Por la posibilidad de cambiar este estado de cosas fue el golpe de junio contra Zelaya. No lo sacaron por 'ladrón', como lo acusan. Aquí ladrones son todos. Lo destituyeron por la Constituyente”.
Para Reyes, que tiene 68 años y un brazo roto de un ataque represivo reciente, los zelayistas son una cosa y el resto de la Resistencia para su restitución, otra. “Yo no soy zelayista, aunque reconozco que a veces en la historia se dan estos fenómenos, de alguien que proviene de filas tradicionales (él es del Partido Liberal, igual que Micheletti, que con las FF.AA y el Partido Nacional se reparten el poder político) y en algún momento cambia. Por eso nosotros apoyamos a Mel (Zelaya) como táctica, no es un apoyo orgánico. Y estamos muy atentos a ver qué se negocia”.
Y agrega: “Aunque Mel proviene de la oligarquía, se dio cuenta como presidente de que había que hacer algunas reformas. Y no dejaron que las hiciera. No te voy a decir que Mel es un revolucionario. No. Pero es uno de esos fenómenos que se dan cuando tu llegas como jefe de Estado de un país, en donde la presidencia tiene un bajo perfil, y la persona que llega, que es un orgulloso de la burguesía, siente que los demás burgueses lo quieren aplastar y al ver a un pueblo jodido se dice ‘a ver qué se hace’. Eso no es ningún pecado, es una acción correcta, valiente, de una persona”.
La Coordinadora Nacional de la Resistencia Popular, que Reyes integra con organizaciones campesinas, de estudiantes, indígenas, negros, militantes de derechos humanos, tiene “un vasto programa de 12 puntos, que va por reforma agraria, la pertenencia al ALBA que aprobó Zelaya, el rechazo a las privatizaciones y al neoliberalismo, a los TLC, etc. Un día -cuenta el dirigente- me reuní con Zelaya todavía presidente y le pregunté por qué había cambiado, él pertenece a esa burguesía, apoyó en su carrera cuestiones neoliberales (como el acuerdo CAFTA de 'libre comercio' con EE.UU.), y me dijo que cuando era diputado me veía a mí luchar y creía que yo no tenía razón. Pero al ser presidente se dio cuenta de que la empresa privada no lo dejaba tocar nada de nada y empezó a cambiar, eso me dijo”.
Reyes fue por años el principal líder de un sindicato clave, el de Bebidas (STIByS); acompañó luchas históricas de trabajadores textiles o del banano, y estuvo preso y torturado por las varias dictaduras que gobernaron Honduras. También fue muy activo en América Latina en las luchas de la Alianza Social Continental contra el ALCA. Impulsado por un conglomerado de fuerzas sociales, presentó su candidatura, ahora suspendida.
Cuando se dio el golpe de junio, Zelaya buscaba un referéndum para que en noviembre, junto a las presidenciales, se pusiera una urna para definir si el pueblo quería o no una Constituyente, que eventualmente se reuniría en 2010 y emitiría una nueva carta institucional en 2011. Y apareció el fantasma de la “reelección” presidencial, que aquí no existe.
“Aquí -señala Reyes-, lo que es la burguesía hondureña, no se tiene miedo a la reelección. ¡Si ellos controlan los dos grandes partidos que se reeligen cada cuatro años! Ellos a la reelección no le tenían ningún temor. A lo que sí le temían es que con la nueva Constitución íbamos a quitar aquel principio de que poder vender Honduras, que ya la vendieron. Vean, aquí hay petróleo. Con esa Constitución que tenemos lo regalan, se lo entregan. Todos los servicios públicos se los han regalado a las multinacionales”.
De acuerdo con Reyes, el Congreso de liberales y nacionalistas, más dos muy pequeños bloques democristianos y socialdemócrata, pero que no pesan mucho, le rechazaban o cambiaban a Zelaya todos sus intentos de recuperar cierto control estatal, al menos con empresas testigos en sectores privatizados, o querer cobrar algo más de impuestos, en tanto la baja tributación en toda Centroamérica explica en gran medida el subdesarrollo. “Antes de la Constitución de 1982, en relación al PBI la recaudación llegaba al menos al 25% (contra 40 a 48% en países ricos). ¡Pero ahora caímos al 14%! Es eso lo que los grandes empresarios, la minoría que nos domina aliada a extranjeros, no quieren modificar”.
Zelaya llegó al poder con un salario mínimo que sólo cubría el 60% de la canasta básica. Lo llevó al 100%, y ahí también los empresarios patalearon. Esto, más la necesidad de financiar al Estado con impuestos, como en un país normal, llevó a una paradoja: “Los más interesados en el ALBA -sostiene Reyes- eran los empresarios. ¿Por qué? Porque el dinero de Chávez les permitía a ellos que no les pusieran impuestos para sostener el Estado. Los empresarios dicen entonces 'el ALBA nos puede ayudar a que no nos metan impuestos, y a que nos ayuden a sostener para sostener al presupuesto'. ¿De quién fue la idea de que Honduras entrara en la iniciativa de Chávez de Petrocaribe? De los industriales, de Fito Facussé. A través del ALBA y de Petrocaribe acercan a Chávez a Honduras. Eso es lo que hay que analizar”.
¿Cómo ve la salida de la crisis hondureña? “Los que siempre gobernaron mi país quieren asustar con el comunismo de Zelaya. Nosotros vemos que el Partido Liberal está dividido, muchos de ellos nos acompañan en la Resistencia, y aspiramos a que pueda surgir algo nuevo, que rompa el bipartidismo. O éste seguirá o surgirá una izquierda, por eso luchamos. Pero en Honduras hay mucho analfabetismo político, el más alto en toda Centroamérica. Hay grupos que quieren derrotar a la Resistencia y quizá lleguen a un acuerdo vergonzozo con Zelaya, le tienen terror. Lo que veo es un Partido Nacional conservador por un lado, un PL debilitado por esta crisis y una izquierda, por un lado, recogiendo a los que se fuguen del liberalismo, y por otro, atrayendo cada vez a la gran mayoría que quiere cambiar de una vez esta historia. Esa es nuestra esperanza”.
La situación en Honduras está empantanada. El gobierno de facto, de Roberto Micheletti, apuesta todo a entregar el poder a quien resulte electo el 29 de noviembre, pretendiendo que hay un escenario normal y legítimo. El líder derrocado, Manuel Zelaya, y sus seguidores, reclaman la restitución y volver a la agenda del gobierno caído, que incluía una Asamblea Constituyente.
Histórico dirigente sindical y de la izquierda hondureña, Carlos Humberto Reyes nos recibe en su casa de Tegucigalpa junto a colegas de los diarios La Vanguardia y Le Monde. Candidato presidencial independiente en los comicios, pero con su candidatura suspendida por el viciado proceso, cuenta: “La Asamblea Constituyente podría ser ahora o más adelante. Lo primero es restituir a Zelaya. Pero sin duda aquél es el punto de quiebre con el establishment. La Constitución que rige en Honduras data de 1982. Salíamos de una dictadura militar, estábamos en plena represión interna y guerra sucia en el marco de la “contra” a la Nicaragua sandinista y aquí estaba John Negroponte como embajador de EE.UU. Y nos impusieron una constitución bajo presión”.
Aquella Constitución se basó en el llamado “memorándum Facussé” (Miguel Facussé es dueño de uno de los grupos empresarios más poderosos de Honduras) y según Reyes “tenía tres ejes, dos explícitos -'vender' Honduras y reducir el Estado a su mínima expresión por corrupto, ineficiente, etc- y otro no escrito: que el Ejército sería el garante de la Constitución. Hoy, 27 años después, tenemos exactamente eso”.
Agrega: “Por la posibilidad de cambiar este estado de cosas fue el golpe de junio contra Zelaya. No lo sacaron por 'ladrón', como lo acusan. Aquí ladrones son todos. Lo destituyeron por la Constituyente”.
Para Reyes, que tiene 68 años y un brazo roto de un ataque represivo reciente, los zelayistas son una cosa y el resto de la Resistencia para su restitución, otra. “Yo no soy zelayista, aunque reconozco que a veces en la historia se dan estos fenómenos, de alguien que proviene de filas tradicionales (él es del Partido Liberal, igual que Micheletti, que con las FF.AA y el Partido Nacional se reparten el poder político) y en algún momento cambia. Por eso nosotros apoyamos a Mel (Zelaya) como táctica, no es un apoyo orgánico. Y estamos muy atentos a ver qué se negocia”.
Y agrega: “Aunque Mel proviene de la oligarquía, se dio cuenta como presidente de que había que hacer algunas reformas. Y no dejaron que las hiciera. No te voy a decir que Mel es un revolucionario. No. Pero es uno de esos fenómenos que se dan cuando tu llegas como jefe de Estado de un país, en donde la presidencia tiene un bajo perfil, y la persona que llega, que es un orgulloso de la burguesía, siente que los demás burgueses lo quieren aplastar y al ver a un pueblo jodido se dice ‘a ver qué se hace’. Eso no es ningún pecado, es una acción correcta, valiente, de una persona”.
La Coordinadora Nacional de la Resistencia Popular, que Reyes integra con organizaciones campesinas, de estudiantes, indígenas, negros, militantes de derechos humanos, tiene “un vasto programa de 12 puntos, que va por reforma agraria, la pertenencia al ALBA que aprobó Zelaya, el rechazo a las privatizaciones y al neoliberalismo, a los TLC, etc. Un día -cuenta el dirigente- me reuní con Zelaya todavía presidente y le pregunté por qué había cambiado, él pertenece a esa burguesía, apoyó en su carrera cuestiones neoliberales (como el acuerdo CAFTA de 'libre comercio' con EE.UU.), y me dijo que cuando era diputado me veía a mí luchar y creía que yo no tenía razón. Pero al ser presidente se dio cuenta de que la empresa privada no lo dejaba tocar nada de nada y empezó a cambiar, eso me dijo”.
Reyes fue por años el principal líder de un sindicato clave, el de Bebidas (STIByS); acompañó luchas históricas de trabajadores textiles o del banano, y estuvo preso y torturado por las varias dictaduras que gobernaron Honduras. También fue muy activo en América Latina en las luchas de la Alianza Social Continental contra el ALCA. Impulsado por un conglomerado de fuerzas sociales, presentó su candidatura, ahora suspendida.
Cuando se dio el golpe de junio, Zelaya buscaba un referéndum para que en noviembre, junto a las presidenciales, se pusiera una urna para definir si el pueblo quería o no una Constituyente, que eventualmente se reuniría en 2010 y emitiría una nueva carta institucional en 2011. Y apareció el fantasma de la “reelección” presidencial, que aquí no existe.
“Aquí -señala Reyes-, lo que es la burguesía hondureña, no se tiene miedo a la reelección. ¡Si ellos controlan los dos grandes partidos que se reeligen cada cuatro años! Ellos a la reelección no le tenían ningún temor. A lo que sí le temían es que con la nueva Constitución íbamos a quitar aquel principio de que poder vender Honduras, que ya la vendieron. Vean, aquí hay petróleo. Con esa Constitución que tenemos lo regalan, se lo entregan. Todos los servicios públicos se los han regalado a las multinacionales”.
De acuerdo con Reyes, el Congreso de liberales y nacionalistas, más dos muy pequeños bloques democristianos y socialdemócrata, pero que no pesan mucho, le rechazaban o cambiaban a Zelaya todos sus intentos de recuperar cierto control estatal, al menos con empresas testigos en sectores privatizados, o querer cobrar algo más de impuestos, en tanto la baja tributación en toda Centroamérica explica en gran medida el subdesarrollo. “Antes de la Constitución de 1982, en relación al PBI la recaudación llegaba al menos al 25% (contra 40 a 48% en países ricos). ¡Pero ahora caímos al 14%! Es eso lo que los grandes empresarios, la minoría que nos domina aliada a extranjeros, no quieren modificar”.
Zelaya llegó al poder con un salario mínimo que sólo cubría el 60% de la canasta básica. Lo llevó al 100%, y ahí también los empresarios patalearon. Esto, más la necesidad de financiar al Estado con impuestos, como en un país normal, llevó a una paradoja: “Los más interesados en el ALBA -sostiene Reyes- eran los empresarios. ¿Por qué? Porque el dinero de Chávez les permitía a ellos que no les pusieran impuestos para sostener el Estado. Los empresarios dicen entonces 'el ALBA nos puede ayudar a que no nos metan impuestos, y a que nos ayuden a sostener para sostener al presupuesto'. ¿De quién fue la idea de que Honduras entrara en la iniciativa de Chávez de Petrocaribe? De los industriales, de Fito Facussé. A través del ALBA y de Petrocaribe acercan a Chávez a Honduras. Eso es lo que hay que analizar”.
¿Cómo ve la salida de la crisis hondureña? “Los que siempre gobernaron mi país quieren asustar con el comunismo de Zelaya. Nosotros vemos que el Partido Liberal está dividido, muchos de ellos nos acompañan en la Resistencia, y aspiramos a que pueda surgir algo nuevo, que rompa el bipartidismo. O éste seguirá o surgirá una izquierda, por eso luchamos. Pero en Honduras hay mucho analfabetismo político, el más alto en toda Centroamérica. Hay grupos que quieren derrotar a la Resistencia y quizá lleguen a un acuerdo vergonzozo con Zelaya, le tienen terror. Lo que veo es un Partido Nacional conservador por un lado, un PL debilitado por esta crisis y una izquierda, por un lado, recogiendo a los que se fuguen del liberalismo, y por otro, atrayendo cada vez a la gran mayoría que quiere cambiar de una vez esta historia. Esa es nuestra esperanza”.
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