miércoles, 21 de octubre de 2009
El diálogo, la resistencia, las elites y la morbosidad de Micheletti
Por Eugenio Sosa - Rebelión
Como una “crónica de un fracaso anunciado”, el diálogo entre la representación del presidente constitucional José Manuel Zelaya Rosales y del sector golpista que encabeza Roberto Micheletti Baín no produjo ningún tipo de resultados para salir de la crisis política que atraviesa el país después del golpe de Estado del 28 de junio. Tras trece días en la mesa de negociación y con todas las concesiones posibles por parte del presidente Zelaya, finalmente el golpista Micheletti ha rechazado, mediante argumentos carentes de toda legalidad y lógica, la restitución del presidente Zelaya, punto medular del Acuerdo de San José.
La comisión negociadora del presidente Zelaya afirmó que: “el señor Roberto Micheletti no ha demostrado voluntad política y sigue empeñado en utilizar el diálogo como un simple mecanismo de distracción política y calculada demora para ganar tiempo y prolongar su ilegal y arbitraria permanencia en el ejercicio del gobierno”, y agrega que: “el señor Roberto Micheletti pone en práctica maniobras dilatorias, planteamientos puramente formalistas, propuestas inadmisibles y, en algunos casos, insultantes y provocadoras.” La Comisión declaró que el diálogo se encuentra en una etapa de obstrucción y estancamiento. Lo claro de esta situación, es que los golpistas siguen adelante con su estrategia de “ganar tiempo”, pretendiendo engañar a la comunidad internacional y reprimiendo al pueblo hondureño, para llegar a las elecciones del 29 de noviembre, con lo cual se busca legitimar el golpe de Estado y las acciones del régimen de facto.
El Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado se mantiene firme en la lucha por el desconocimiento al fraude electoral que está preparando el bloque golpista. En una cantidad importante de barrios y comunidades populares del país no se permite ningún tipo de propaganda gráfica, y se preparan para el boicot electoral. Los candidatos presidenciales, Carlos H. Reyes (Independiente) y César Ham de Unificación Democrática han sido categóricos al sostener que no participarán en el proceso electoral sino se restituye al presidente Zelaya. Igual posición han asumido los candidatos a alcaldes y diputados antigolpistas del Partido de Innovación y Unidad-Social Demócrata y del partido Liberal.
¿Por qué el bloque golpista a contracorriente en los ámbitos nacional e internacional se niega a restituir al presidente Zelaya? Por temor al pueblo, al surgimiento de un proyecto político progresista, y al inicio de un proceso de reformas políticas y sociales en Honduras. La elite económica y política hondureña, que nunca a lo largo de toda su historia ha visto amenazados sus intereses, entró en pánico ante las medidas populares del presidente Zelaya. Esta elite, que ha gobernado bajo el bipartidismo Liberal y Nacional, ha demostrado su incapacidad histórica para impulsar las mínimas reformas sociales y políticas. Esta elite ha estado acostumbrada a decidir quién debe estar en la casa presidencial, pero Zelaya no siguió su guión, por ello ahora pretenden demostrar que no sólo pueden poner presidentes, sino que también quitarlos.
Esta elite actuó como actúan las clases que han perdido su función histórica. Como lo señaló Antonio Gramsci, “ cuando la clase dominante ha agotado su función, el bloque ideológico tiende a resquebrajarse y entonces a la “espontaneidad” sucede la “constricción” en formas cada vez menos larvadas e indirectas, hasta llegar a las auténticas medidas policiacas y a los golpes de Estado” (Gramsci, Cuadernos de la cárcel).
El bloque golpista no tiene consenso y legitimidad en la sociedad hondureña, ni en la comunidad internacional, por eso recurre a la fuerza de las armas y las medidas dictatoriales de suspensión de la libertad de expresión y de las garantías constitucionales. En una reciente encuesta el 52.7% de los hondureños se pronuncia contra el golpe de Estado, un 17.4% a favor y el 29.9% no responde. El 60.1% de las personas encuestadas opinan que Micheletti debe dejar el poder, únicamente el 22.2% dice que debe seguir y 17.7% no responde a la pregunta. El 51.6% opina que el presidente Zelaya debe retornar al poder, el 33.0% no aprueba que Zelaya retorne al poder y el 15.4% no responde a la pregunta.
En periodos de crisis políticas, de pérdida de consenso de las elites, como lo señala Gramsci, se verifican los “fenómenos morbosos más variados”. “La cosa se vuelve cómica cuando el demagogo no sabe que lo es, es decir, cuando se actúa prácticamente como si realmente se creyera que el hábito hace al monje, que la gorra es el cerebro… El lenguaje político se ha convertido en una jerga, se ha formado una atmósfera de conventículo: a fuerza de repetir siempre las mismas fórmulas, de manejar los mismos esquemas mentales anquilosados, se acaba, es verdad, por pensar de la misma manera, porque se acaba por no pensar (Gramsci, Cuadernos de la cárcel). El Sr. Micheletti Baín, es un prototipo de estos fenómenos morbosos que ha surgido tras el golpe de Estado en Honduras.
Como una “crónica de un fracaso anunciado”, el diálogo entre la representación del presidente constitucional José Manuel Zelaya Rosales y del sector golpista que encabeza Roberto Micheletti Baín no produjo ningún tipo de resultados para salir de la crisis política que atraviesa el país después del golpe de Estado del 28 de junio. Tras trece días en la mesa de negociación y con todas las concesiones posibles por parte del presidente Zelaya, finalmente el golpista Micheletti ha rechazado, mediante argumentos carentes de toda legalidad y lógica, la restitución del presidente Zelaya, punto medular del Acuerdo de San José.
La comisión negociadora del presidente Zelaya afirmó que: “el señor Roberto Micheletti no ha demostrado voluntad política y sigue empeñado en utilizar el diálogo como un simple mecanismo de distracción política y calculada demora para ganar tiempo y prolongar su ilegal y arbitraria permanencia en el ejercicio del gobierno”, y agrega que: “el señor Roberto Micheletti pone en práctica maniobras dilatorias, planteamientos puramente formalistas, propuestas inadmisibles y, en algunos casos, insultantes y provocadoras.” La Comisión declaró que el diálogo se encuentra en una etapa de obstrucción y estancamiento. Lo claro de esta situación, es que los golpistas siguen adelante con su estrategia de “ganar tiempo”, pretendiendo engañar a la comunidad internacional y reprimiendo al pueblo hondureño, para llegar a las elecciones del 29 de noviembre, con lo cual se busca legitimar el golpe de Estado y las acciones del régimen de facto.
El Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado se mantiene firme en la lucha por el desconocimiento al fraude electoral que está preparando el bloque golpista. En una cantidad importante de barrios y comunidades populares del país no se permite ningún tipo de propaganda gráfica, y se preparan para el boicot electoral. Los candidatos presidenciales, Carlos H. Reyes (Independiente) y César Ham de Unificación Democrática han sido categóricos al sostener que no participarán en el proceso electoral sino se restituye al presidente Zelaya. Igual posición han asumido los candidatos a alcaldes y diputados antigolpistas del Partido de Innovación y Unidad-Social Demócrata y del partido Liberal.
¿Por qué el bloque golpista a contracorriente en los ámbitos nacional e internacional se niega a restituir al presidente Zelaya? Por temor al pueblo, al surgimiento de un proyecto político progresista, y al inicio de un proceso de reformas políticas y sociales en Honduras. La elite económica y política hondureña, que nunca a lo largo de toda su historia ha visto amenazados sus intereses, entró en pánico ante las medidas populares del presidente Zelaya. Esta elite, que ha gobernado bajo el bipartidismo Liberal y Nacional, ha demostrado su incapacidad histórica para impulsar las mínimas reformas sociales y políticas. Esta elite ha estado acostumbrada a decidir quién debe estar en la casa presidencial, pero Zelaya no siguió su guión, por ello ahora pretenden demostrar que no sólo pueden poner presidentes, sino que también quitarlos.
Esta elite actuó como actúan las clases que han perdido su función histórica. Como lo señaló Antonio Gramsci, “ cuando la clase dominante ha agotado su función, el bloque ideológico tiende a resquebrajarse y entonces a la “espontaneidad” sucede la “constricción” en formas cada vez menos larvadas e indirectas, hasta llegar a las auténticas medidas policiacas y a los golpes de Estado” (Gramsci, Cuadernos de la cárcel).
El bloque golpista no tiene consenso y legitimidad en la sociedad hondureña, ni en la comunidad internacional, por eso recurre a la fuerza de las armas y las medidas dictatoriales de suspensión de la libertad de expresión y de las garantías constitucionales. En una reciente encuesta el 52.7% de los hondureños se pronuncia contra el golpe de Estado, un 17.4% a favor y el 29.9% no responde. El 60.1% de las personas encuestadas opinan que Micheletti debe dejar el poder, únicamente el 22.2% dice que debe seguir y 17.7% no responde a la pregunta. El 51.6% opina que el presidente Zelaya debe retornar al poder, el 33.0% no aprueba que Zelaya retorne al poder y el 15.4% no responde a la pregunta.
En periodos de crisis políticas, de pérdida de consenso de las elites, como lo señala Gramsci, se verifican los “fenómenos morbosos más variados”. “La cosa se vuelve cómica cuando el demagogo no sabe que lo es, es decir, cuando se actúa prácticamente como si realmente se creyera que el hábito hace al monje, que la gorra es el cerebro… El lenguaje político se ha convertido en una jerga, se ha formado una atmósfera de conventículo: a fuerza de repetir siempre las mismas fórmulas, de manejar los mismos esquemas mentales anquilosados, se acaba, es verdad, por pensar de la misma manera, porque se acaba por no pensar (Gramsci, Cuadernos de la cárcel). El Sr. Micheletti Baín, es un prototipo de estos fenómenos morbosos que ha surgido tras el golpe de Estado en Honduras.
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