miércoles, 28 de febrero de 2018

Otro pozo para Honduras



La historia del Aguán se cuenta de llegadas. La llegada de los primeros pobladores, la de la transnacional bananera, la de la reforma agraria. La de los centros regionales de adiestramiento militar contra insurgente, la del crimen organizado, la de los narcotraficantes, la del lavado de activos y ahora la del soborno político. Es decir, al Aguán llegamos todos y todas con intenciones distintas. Y lo curioso es que mientras en otras latitudes la gente migra, al Aguán siguen llegando. Hoy llegan campesinos y campesinas en busca de tierra, obreros en busca de empleo, saqueadores internacionales en busca de los bienes naturales y, por su puesto, narcos para hacer sus rutas y operaciones militares con su estela de sangre. Recientemente nos informan la llegada de un Pozo (cárcel de máxima) con las que se impone el miedo a los opositores al gobierno.
Solo a las mentes perversas en el gobierno se les puede ocurrir una cárcel como solución a una crisis de injusticia social como la que hay en el Aguán. Porque, en el fondo, y lo debe saber el mundo entero, no es la cárcel la que a ellos les importa, sino el terror que infunde y la impunidad que les permite la presencia de esos monumentos a la tortura para actuar contra los defensores de derechos humanos, opositores de su forma de gobierno, comunicadores sociales alternativos que se oponen a su pacificación violenta y corrupción desmedida. 

Son tan bestias que prefieren llevarle una cárcel a mi pueblo en vez de la universidad que siempre hemos exigido. Por años las jóvenes y los jóvenes abandonamos el hogar, pagamos alquiler, vivimos entre extraños, por que el Estado no ha querido cumplir con su obligación de ponernos una universidad en Tocoa. Muchos jóvenes se quedan sin estudios superiores, terminan como mano de obra barata aún con el potencial para ser profesionales exitosos o trabajando entre palmeras, y en el peor de os casos enfilándose en el crimen organizado por que sus esperanzas educativas no permiten otras opciones de superación. Pero para el energúmeno gobierno una cárcel de máxima impunidad - en la Tocoa de mis amores - sigue siendo más importante que la oportunidad de estudiar para los jóvenes de mi pueblo.

De fondo la propuesta de construcción de la cárcel en Tocoa responde a tener una excusa para negársela a los campesinos, un grupo que desde hace unos meses intentan reclamarla para procesos de reforma agraria. Esos mismos, que, en los últimos días, han sido parte permanente de la resistencia pacífica del Aguán en contra del continuismo que Juan Orlando impone. De manera que al saberlo sus opositores prefieren una cárcel de máxima impunidad para someterlos, a una tierra libre para trabajar y vivir con dignidad.

La responsabilidad de todos y todas en el Aguán - y de Tocoa en particular - es defender el territorio y no permitir la construcción de esa cárcel. Todos y todas debemos saber que esa cárcel destruirá la poca esperanza que nos queda. El partido Nacional es un asco cuando tiene el poder y esto debería ser suficiente elemento para convencer a los que todavía apoyan las acciones de ese partido que tienen que abandonarlo. Algunos se están quedando en evidencia, porque diciendo que aman a Tocoa hoy han salido en defensa de esta atrocidad que nos quieren imponer. Sin duda lo peor que le puede pasar a Honduras en su afán democrático es la existencia de este partido y ante la posibilidad de una sociedad civilizada y garante de derechos un nacionalista con poder es la peor amenaza a la humanidad. 

El amor a Tocoa y al Valle del Aguán nos exige coherencia. Se hace menester poner resistencia y defenderlo de esta vergüenza que se nos impone con el nombre de El Pozo III. Esa tierra de Zamora que ayer exponía el poder del narcotráfico y la muerte como una forma de gobierno debe, de ahora en adelante, ser la puerta a la sabiduría, la ciencia y el desarrollo humano que permite la educación de calidad con una universidad pública y competente y no, como quiere Juan Orlando, una cárcel de máxima impunidad en donde reina la muerte y se socava la esperanza.

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