lunes, 19 de febrero de 2018

Hipocresía global



Por Chaco de la Pitoreta

Ya nadie puede entender una sociedad sino es desde su carácter global. En esa mirada el modelo capitalista actual se presenta como la plataforma inalienable del modernismo, modernismo que se mide desde esa cultura de lo global ante puesto de forma violenta a lo local. Todo, desde luego, con un claro enfoque de estigmatización en la que lo humano se reduce a mercancía y lo local a subdesarrollo. Sin embargo, cuando se globaliza la hipocresía los daños son peores e irreversibles para los pueblos, y los pueblos, sometidos a regímenes y relaciones hipócritas terminan revolcándose en su propia desgracia detrás de una oferta global de que saldrán de ahí tarde o temprano, aunque en la actualidad sea realmente nunca y no temprano, ni tarde.

Del discurso internacional nos llega el llamado a la paz, pero también las armas para la guerra. Las armas que le arrancan la vida a las personas en las manifestaciones son negociadas, compradas y algunas veces donadas por esos gobiernos que internacionalmente discursan para la paz y nos invitan a buscar esa paz como salida al conflicto bélico que como pueblo nos sacude. Es decir, mientras para la señora Fulton (encargada de negocios de la embajada de los EEUU) nuestro país es importante para su gobierno, Donald Trump (en su condición de presidente de ese país) nos recuerda – recientemente – que nosotros, es decir este pequeño país no somos sus amigos y tampoco somos importantes. Es decir, en el mismo discurso de un país, para poner un ejemplo, la hipocresía global habla para favorecer la vorágine extractivista y por la otra ese mismo gobierno se desmarca de la responsabilidad política que tiene para con el deterioro de las sociedades en las que intervienen.

De lejos las sociedades modernas nos llaman a defender los recursos naturales, pero se niegan a admitir nuestra propuesta de asumirlos como bienes comunes innegociables. Cuidar el planeta - nos dicen - pero al mismo tiempo promueven las empresas extractivistas de saqueo sobre los territorios, criminalización de la defensa social y la cultura e identidad de los pueblos. Condenan la muerte de Berta – por poner un ejemplo – pero igual siguen financiando las empresas mineras, las hidroeléctricas y silenciándose ante la financiación que los bancos del mundo hacen a favor de estos proyectos.

La hipocresía es tan grande que mientras se habla de hacer mundo en la práctica cotidiana se reduce ese mismo mundo. América Latina no es noticia si esa noticia no es Venezuela o narcotráfico. Lo global en realidad nos invisibiliza y nos despoja. Así, por ejemplo, mientras se hace eco de las crisis en oriente medio se ocultan las agresiones que los mismos pacificadores en aquella región imponen con violencia en América, el triángulo norte por decir algo.

En fin los más de 30 muertos en la represión de las luchas, los más de mil perseguidos, encarcelados y enjuiciados de conciencia y los desaparecidos no son responsabilidad única del ignorante y descerebrado militar (hijo de pobres) que disparó el rifle sino - también - de los oficiales que ordenaron, de los empresarios y su empresas que la financiaron, del gobierno que los institucionaliza y de la comunidad internacional que los invisibiliza y se acomoda en la práctica con las acciones represivas que hemos y seguiremos viviendo. Siguiendo esa lógica de los ejemplos acá podemos citar el tema de la ley que regula los contenidos de las redes sociales. Mientras las corporaciones internacionales comunicativas se jactan de ser la voz del mundo en Honduras, este pequeño pedazo de suelo que habito, la palabra se arrebata y al que se resiste se le mata.

Por eso en estos tiempos de desesperanza y violencia es menester pensar de nuevo el camino que hemos de seguir. Lo es por que, en el escenario actual, cuando todo parece perdido, debemos entre nosotros darnos la fe y la confianza de que lo ganado hasta ahora, como es el caso de poner en evidencia la corrupción que sacude al Estado, es mucho más importante que todo lo que se pudo haber perdido por la incapacidad de anteponer intereses colectivos ante algunos muy particulares. Lejos está el problema de resolverse y más lejos la posibilidad del pueblo de rendirse. Hoy son otros tiempos y ante la hipocresía global que se nos vende emergen las pequeñas acciones dignas con las que los pueblos, desde su misma realidad de pueblos, reclaman como suyas para la reconstrucción de la nueva sociedad.

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