lunes, 5 de diciembre de 2016

Trazos de verde esperanza sobre un fondo de sangre roja



Por Padre Melo *

“Con la voluntad del pueblo hondureño y con el apoyo de mi partido voy a ser el próximo Presidente de Honduras”, proclamó con seguridad y arrogancia Juan Orlando Hernández, el 6 de noviembre ante 10 mil simpatizantes. Ese día Ortega se reelegía en Nicaragua. Algunos llaman al proyecto continuista de Hernández el camino hacia la instalación en el país de “un danielismo a la hondureña”.

Si tuviéramos que pintar un cuadro de la realidad hondureña en 2016 el fondo sería sin duda rojo. El asesinato de Berta Cáceres ha sido el acontecimiento emblemático de este año. Ese crimen, y la muerte de tantos y tantas, colorea de rojo sangre la realidad nacional. La pérdida de esta mujer fue un acontecimiento de alcance mundial, que puso los ojos del mundo en Honduras, un país que no logra superar tanta violencia y tanta muerte, a pesar del costosísimo aparataje publicitario oficial, que no deja de insistir en que ya dejamos de ser el país más violento del mundo y avanzamos hacia una “vida mejor”.

Al asesinato de Berta Cáceres se sumaron este año los de otros dirigentes indígenas de COPIHN, la organización que ella fundó, y los de dirigentes de otras etnias, también opuestos a las concesiones extractivistas. También han sido asesinados dirigentes campesinos de la región del Aguán. Trazos de una sangre que no cesa de derramarse.

¿Qué ha hecho la MACCIH?
El proceso político que conduce a la reelección de Juan Orlando Hernández pone trazos cada vez más grises en la pintura de la realidad hondureña en 2016. El año termina con su empecinada decisión de reelegirse, una determinación tan sólida como frágil es la estabilidad social del país que pretende seguir gobernando. 2017 se anuncia marcado por una conflictividad política que, sin duda, superará la de todas las campañas electorales previas. 
Grises son también los resultados de la Misión de Apoyo a la lucha contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), auspiciada por la OEA y Estados Unidos. Todavía vivimos a la expectativa de cuáles serán los resultados concretos de la MACCIH. La sociedad indignada exigió en 2015, en las calles una instancia internacional que investigara la corrupción y frenara la impunidad, parecida a la CICIG de Guatemala, auspiciada por la ONU. Al concluir el año lo único que conocemos que haya hecho la MACCIH han sido breves y marginales cuestionamientos y un constante aumento del personal contratado para tareas aún indefinidas. 
El destape de los nombres de altos jefes policiales comprometidos en asesinatos de funcionarios públicos, en contubernio con jefes del narcotráfico, seguido de la creación de la Comisión Depuradora de la Policía Nacional, con la consecuente separación de centenares de oficiales y efectivos de la institución policial, es un acontecimiento que también aparece en gris en el cuadro porque expresa la estrecha alianza entre la embajada estadounidense y el Presidente, para adecentar algo la desprestigiada seguridad hondureña y, a la vez, para favorecer su reelección, quitando de en medio a poderosos oficiales de la Policía.
“Danielismo a la hondureña”
Finalizamos 2016 inmersos ya en un nuevo proceso electoral, que se anuncia como el más conflictivo y complejo y el más políticamente amañado. Algunos analistas consideran que el proyecto reeleccionista de Juan Orlando Hernández es el camino hacia la instalación en nuestro país de “un danielismo a la hondureña”. 
Todos los analistas coinciden en calificar el proceso político que lidera Hernández como una radicalización del modelo neoliberal para garantizar inversiones extranjeras con un gobierno autoritario blindado con un militarismo represivo. La paleta de colores del cuadro hondureño compone hoy el paisaje político de una “democracia autoritaria”, donde las decisiones se concentran en grupos cada vez más reducidos de la extrema derecha política, controlados por Hernández. 
Asistimos a la cristalización de un proceso que nació con la llamada “democracia tutelada”, la que a inicios de los años 80 reemplazó los regímenes militares de las dos décadas precedentes. Como proyecto de la extrema derecha, la “democracia autoritaria” agarró fuerza a partir del golpe de Estado de junio de 2009. Se basa en el militarismo y la subordinación de todas las instituciones del Estado a los liderazgos del grupo más extremista del Partido Nacional. 
Los cinco poderes de la “Democracia Autoritaria”
Muchos actores imprimen colores en el cuadro hondureño. A veces unos se imponen sobre otros, pero son siempre cinco los que tienen capacidad para imponer sus intereses sobre los demás. Son las corporaciones transnacionales, la reducida élite oligárquica local, los grupos o redes criminales, los militares y la embajada de Estados Unidos. Al frente del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández ha procurado que estos cinco poderes respalden sus pretensiones continuistas. 
La embajada estadounidense apoya la reelección de Hernández siempre que sea reglamentada para un único período. Hernández ha buscado que esa condición sea aceptada, pero no lo ha logrado con todos los de su partido. Y los militares no acaban de ponerse de acuerdo en una postura común y de consenso a pesar de los beneficios que el Presidente ha dado a altos oficiales del Ejército. Las redes criminales tampoco expresan un respaldo consensuado a las pretensiones del Presidente por la desconfianza que sienten hacia quien consideran ha traicionado a varios de sus aliados en el narcotráfico y por lo obediente que ven a Hernández ante las presiones del gobierno de Estados Unidos. 
Mientras el Presidente siga actuando dócilmente ante los intereses de las corporaciones transnacionales, y mientras la élite oligárquica se sienta cómoda con un gobierno que le facilita todas las condiciones para la privatización de los bienes públicos, ambos poderes respaldarán a Hernández, sin importarles si su reelección está reglamentada para un único período o si se establece la reelección indefinida. Para estos dos actores las formalidades de la democracia son irrelevantes. No importa si un gobierno respeta o no las reglas democráticas, no importa si es presidencialista o parlamentario o si es una dictadura. Lo único que importa es que las inversiones cuenten con protección oficial. 
En un contexto así, el aporte positivo que los actores políticos pudieran dar al escenario nacional es cosmético. Contribuyen a darle rostro de democracia a un proyecto autoritario, concentrando la atención de los medios y de la ciudadanía, que sigue sus avatares de forma festiva y emotiva, distrayéndose del verdadero proceso de pactos entre los cinco poderes, que son los que definen negocios extractivistas, concesiones, privatización de servicios y bienes públicos. 
Pluripartidismo controlado por el Bipartidismo
El proyecto reeleccionista de Juan Orlando Hernández marcará el tránsito de la democracia formal y tutelada -por el gobierno de Estados Unidos- a otra formalidad, la que pondrá el peso en el autoritarismo, dada la inestabilidad, la inseguridad, la violencia y el caos que dominan hoy a la sociedad hondureña. 
Los partidos políticos también están haciendo una transición: del modelo bipartidista, que durante décadas funcionó como una maquinaria política perfecta. Transitan hoy a un modelo pluripartidista único en su género porque lo controlan los mismos líderes del bipartidismo de siempre. 
En marzo de 2017 serán las elecciones primarias de los partidos para que de ellas surjan los candidatos a cargos de elección popular. En noviembre de 2017 se celebrarán elecciones generales, en las que participarán nada menos que nueve partidos políticos. Desde ahora conocemos al ganador de la Presidencia: será Juan Orlando Hernández, que competirá acompañado de un coro pluripartidista de candidatos seleccionados por él, representantes de partidos que él decidió inscribir y que legitimarán su reelección.
Regresa a la extrema derecha
La radicalización del modelo neoliberal en Honduras y la legitimación del proyecto autoritario de Juan Orlando Hernández está refrendado por el liderazgo que ha retomado la extrema derecha en América Latina. Estamos transitando hacia gobiernos distintos a los que, siendo diversos, coincidían en una visión progresista y social del Estado, con políticas más autónomas frente a Washington. 
La transición aparece implacable: de las propuestas políticas nacionalistas que iniciaron hace veinte años, y que tuvieron su mayor apogeo en la primera década del nuevo milenio, avanzamos aceleradamente a la administración de los Estados suramericanos por sectores neoliberales radicalizados. Del ALCA de hace veinte años transitamos al ALBA de Lula, Kirchner y Chávez, y hoy retornamos a modelos más radicalmente neoliberales: los de Macri y Temer. Y en el Norte, el del impredecible modelo de Donald Trump. 
La correlación de fuerzas es hoy desfavorable al movimiento social. La extrema derecha hondureña y continental se encuentra en auge y unida, mientras el movimiento social pierde fuerzas y se fragmenta. El desafío fundamental es transformar esa correlación de fuerzas.
Espacios del Movimiento Social
¿Cuáles factores son sostén del modelo neoliberal y pueden transformarse en germen de su autodestrucción? La industria extractiva (minería, concesiones de ríos, de bosques, de territorios, agronegocios, ciudades modelo). La concepción del Estado como negocio (alianzas público-privadas, privatización de los bienes públicos). La corrupción y la impunidad. 
Cuanta más conciencia exista en nuestras sociedades y en el movimiento social de los peligros y daños que para el medioambiente, la vida de las comunidades y de los seres humanos representa la industria extractiva, más se avanzará en desenmascarar el discurso de desarrollo de las compañías transnacionales. 
Cuánto más se identifique a las oligarquías como responsables de la destrucción de los Estados por su voluntad de mercantilizarlo todo y de privatizar los bienes públicos, más vigorosa será la lucha por recuperar el Estado y su soberanía sobre los bienes públicos y comunes. Cuánto más se investiguen los casos de corrupción en las instituciones públicas llevados a cabo por las mafias políticas y privadas, más se debilitarán esas mafias. 
En el movimiento social y popular todo está por hacer, y como nos recordó Albert Einstein “es en la crisis en donde aflora lo mejor de cada uno y es en ella donde nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. 
El cuadro hondureño es de profunda crisis. Para que en ella nazca todo eso que dice Einstein resulta indispensable que el movimiento social hondureño mantenga su autonomía e independencia frente a los partidos políticos. En Honduras abundan experiencias de alianzas en las que el movimiento social ha acabado casi siempre convertido en correa de transmisión de los intereses del partido. Es lo que ha ocurrido con un movimiento social como el Frente Nacional de Resistencia Popular identificando sus objetivos con los del partido LibRe. 
En tiempos electorales, las comunidades y el movimiento social corren el peligro de quedar atrapados en el proselitismo político, reduciendo su horizonte a la agenda electoral, que es la toma del poder, perdiendo de vista el multicolor fondo del cuadro hondureño. 
Estudiantes y Pobladores
En ese multicolor escenario ha habido en 2016 trazos de verde esperanza. Durante varios meses la huelga de estudiantes universitarios organizados en el Movimiento Estudiantil Universitario (MEU) tuvo alcance nacional, tanto por las actividades de presión que paralizaron las tareas docentes como por el nivel de liderazgo que alcanzaron los estudiantes. 
La presión estudiantil no sólo fue firme y coherente. También obligó a las autoridades universitarias a sentarse en una mesa de diálogo, con mediadores aceptados por ambas partes, para abordar la revisión a fondo de las normas académicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, vigentes desde noviembre de 2014. También puso un trazo de esperanza la presión social contra la instalación de peajes en las principales carreteras del país, privatización de un bien público bajo la modalidad de la asociación público-privada. 
Este movimiento social inició con una oposición al peaje que para el Ministro de Infraestructura y Servicios Públicos, INSEP, y para las mismas transnacionales no pasaba de ser una escaramuza de rebeldía marginal y local de unos cuantos despistados que con una sola acción represiva o unas promesas de asistencia al desarrollo desaparecía para siempre. Sin embargo, aquella escaramuza tenía incubada una oposición sistémica al modelo de peaje sustentado en la privatización de los bienes públicos y en la pérdida de la soberanía de la ciudadanía para transitar libremente por tu propio territorio. Es decir, además de ser un modelo de privatización, es un proyecto que viola la Constitución de la República que en su artículo 81 garantiza la libre locomoción de la ciudadanía por todo el territorio nacional. De la así considerada escaramuza local se pasó a una presión social, política y jurídica de alcance nacional. A esto sí le comenzó a preocupar al Ministro de INSEP, especialmente cuando a inicios de octubre su gobierno decidió comenzar a cobrar en las casetas de peaje cercanas a El Progreso, y que provocó que sectores de pobladores se instalaron en ellas iniciando una decidida campaña en contra del cobro. 
En pocos días, de cada 100 vehículos 97 no pagaron el peaje. La lucha no violenta y de desobediencia civil iniciada por pobladores y unos cuantos comerciantes tocó la conciencia nacional en defensa de los bienes comunes y la soberanía. 
¡Siga de Viaje, No Pague Peaje!
La oposición al cobro del peaje, con la consigna “Siga de viaje, no pague peaje” se promovió en las principales carreteras hondureñas y creó conciencia ciudadana. En la primera semana de noviembre una caravana de unos 50 vehículos, llamada “Soberanía vial”, recorrió la carretera principal que une Tegucigalpa con el norte del país con conductores decididos a ejercer el derecho constitucional de transitar libremente sin pagar peaje sobre una vía concesionada por el gobierno a una transnacional vinculada a diversos capitales internacionales, entre los que destaca la inversión colombiana. 
A la altura de la ciudad de Siguatequepe, equidistante entre Tegucigalpa y San Pedro Sula, la caravana, apoyada por organizaciones populares, entre ellas el COPINH fundado por Berta Cáceres, se toparon con una auténtica muralla conformada por trescientos policías antimotines armados con pistolas, toletes, gases lacrimógenos, escudos y tanquetas de guerra. 
La muralla policial cubría toda la carretera, impidiéndole el paso a vehículos y a personas. La caravana exigía la derogación del decreto que “legaliza” las casetas de peajes y reclamaba un diálogo nacional entre el gobierno central, las municipalidades, la empresa privada y las organizaciones comunitarias para definir un modelo que garantice que las carreteras seguirán siendo bienes públicos no privatizados. 
El Progreso tiene tradición de lucha. En esta ciudad, hoy con más de 300 mil habitantes, inició en 1954 la huelga bananera más importante de la historia del país, ganándose desde entonces los progreseños el calificativo de “revolucionarios” para unos y de “revoltosos” para otros. 
Después de cuatro horas de ser impedida de avanzar, la caravana decidió regresarse y los antimotines disolvieron la muralla, aunque a la altura de las casetas de peaje en Zambrano detuvieron a varios participantes. Dos de las mujeres detenidas terminaron en la cárcel en la capital y fueron liberadas gracias a una decidida presión popular que se apostó en las instalaciones policiales. ¿Acusación? Desobediencia a la autoridad. Y así era: la caravana fue una expresión de desobediencia civil a una ley anticonstitucional que atenta contra los bienes públicos. 
El rojo y el verde
La respuesta represiva a esta protesta pacífica cumplió lo que dice el dicho, que “por las vísperas se conoce la fiesta”. Si una medida como ésta la decide en 2016 un gobierno que busca reelegirse en 2017 ya sabemos que el segundo mandato de ese gobierno, con una mayor concentración de poder, recrudecerá la represión. 
Sí, en el año 2017 nos espera mayor conflictividad. También nos espera un movimiento social que seguirá en ebullición, alimentado por los crecientes malestares populares. No faltarán ni el rojo de la sangre ni el verde de la esperanza. 

* Ismael Moreno, SJ. Sacerdote jesuita director del ERIC y Radio Progreso, obras de la Compañía de Jesús en Honduras.

No hay comentarios: