jueves, 29 de diciembre de 2016
Estafa cósmica
¿Cómo reaccionaría Francisco Morazán? La estafa cósmica es, empero, el sustrato inferior del problema. Lo más dañino es la siembra de ideas reaccionarias al cambio social que estas sectas indoctrinan, en cuyos cultos se predica día y noche sobre Abraham y Lot, o sobre cananitas y filisteos pero nunca sobre los problemas del entorno nacional y menos de la construcción de la democracia.
Editorial: La estafa cósmica
El arrebato con que Jesús de Galilea expulsa a los mercaderes del templo fue realidad, no metáfora; no eran comerciantes extranjeros sino de la misma iglesia hebrea, que estafaban a los fieles haciéndoles creer que a Jehová podía comprársele o sobornar con regalos.
Desde entonces —o antes, desde Babilonia— ocurre la gran discusión: ¿tiene derecho un sacerdote a conceder un premio o un castigo póstumo que ni controla y ni conoce? ¿Con qué autoridad ética puede un pastor prometer el cielo o el averno, amenazar con un supuesto destino del reino de la muerte y, lo que es igual grave, cobrar o recibir estipendios por tal oferta?
Cálculos confiables afirman que en Honduras operan 14 mil sectas, en su mayoría neopentecostales, que es el credo más conservador. Hechos y fuentes advierten, además, que el lavado de dinero en muchos de estos ministerios religiosos supera por mucho el presupuesto de varias secretarías estatales. Ante esto, no hay regulación legal alguna; diputados y funcionarios temen analizar ese modus operandi. El panorama es peor ya que las sectas han penetrado al Estado laico. Es común que instituciones del Estado abran sesiones especiales con la peroración de un pastor. ¿Cómo reaccionaría Francisco Morazán? La estafa cósmica es, empero, el sustrato inferior del problema. Lo más dañino es la siembra de ideas reaccionarias al cambio social que estas sectas indoctrinan, en cuyos cultos se predica día y noche sobre Abraham y Lot, o sobre cananitas y filisteos pero nunca sobre los problemas del entorno nacional y menos de la construcción de la democracia.
El adormecimiento con que sus dirigentes sumen a la población la torna apática a su propia circunstancia y no hay iglesia alguna que eduque, por ejemplo, la caridad concreta, protección del ambiente, lucha contra la corrupción, protesta contra lo arbitrario e injusto, resistencia contra la manipulación política o simple, la voluntad de la solidaridad.
Es un proceso que aparta al hondureño de Honduras y lo hunde en fabularías historias de épocas bíblicas que cree le enseñarán a vivir, lo que es cruda alienación. La violencia imparable e indiscriminada, incluso la familiar, es la mejor prueba del fracaso de estas organizaciones más monetarias que espirituales, que llevan siglos pidiendo al Señor que resuelva al hondureño los problemas que él debe y puede resolver.
La función última y profunda de tales credos es disolver el poder épico de los pueblos y sembrarle utopías de imaginados paraísos sin posibilidad de comprobación. En vez de fortalecer las ánimas y los espíritus para iniciar la edificación del presente y la forja del porvenir, educan para lo insolidario. Se erosiona al potencial cívico de las comunidades volcándolas a prédicas silentes o escandalosas, a rumiar el castigo o el premio de dios, a creer en la oración más que en el músculo, a soñar con edenes y calles de oro, en fin. Y entre tanta superstición, pues no es más que eso, extraen un cobro nada iluso, en dinero, por coacción, por diezmo o voluntad.
Hubo un tiempo en que los integrantes de las naciones se unían para la obra comunal. Se llamaban unos a otros fráteres o hermanos, como en las primitivas feligresías griegas; ciudadanos, como en época de Valle y Morazán, o camaradas en la Europa revolucionaria. Hoy que el mundo se cae a pedazos, derruido por la maldición del dinero, las guerras imperiales y el neoliberalismo, las sectas enseñan a decir para todo “bendiciones”. Falso simbolismo: los en verdad benditos por cuentas bancarias son los líderes, sobre quienes la historia ha de posar su ojo cierto día en que, es inevitable, ni sus paraísos fiscales los salvarán.
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