jueves, 15 de diciembre de 2016

Democracia y Soberanía Popular



Por J Donadín Álvarez *

La reelección es la actual tendencia retardaria del cachurequismo. Con un escandaloso grado de embrutecimiento político los pitufos lanzaron a la palestra nacional el proyecto reelectoral e interpretando antojadizamente la normativa constitucional generaron la idea que la reelección de su cacique es indetenible.
La propuesta reelectoral, ilegal a todas luces, ha tenido un ligero eco en la hondureñidad por dos razones: la primera, la manipulación de los medios de comunicación sobre los hechos inconstitucionales que está llevando a cabo la pandilla azul y la segunda, la ceguera ideológica del ciudadano promedio, que no es sino la consecuencia de lo primero.

Los medios de comunicación, serviles en su mayoría al partido de turno, continúan prostituyendo la objetividad en aras de lograr mayores ingresos provenientes del mejor cliente: el Estado. Ellos han asumido el rol de desinformar, generar confusión y entretener con circos mediáticos a la población que necesita saber si la reelección es conveniente o no. Y como gran parte de la opinión pública está configurada por la información que de los medios se desprende, muchos compatriotas han considerado como verdad la montaña de falsedades que los canales televisivos, las emisoras radiales y los medios de comunicación impresa transmiten a diario.

Colosal error es creer lo que los canales desinformativos repiten a diario: que la reelección es legal e indetenible. La idea de que el actual presidente debe continuar en el poder debido a que está logrando el desarrollo nacional es totalmente falsa. En Honduras hay crímenes, masacres, hambre, desempleo, ignorancia, temor, miseria, corrupción, hay de todo, menos desarrollo. Y todo es responsabilidad del actual gobierno y de su antecesor, también de corte neoliberal, corrupto y cachureco. De manera tal que cada vez que un medio de comunicación pregona a voz en cuello que la reelección del cacique azul es indetenible por su efectiva gestión presidencial nos encontramos ante una mentira financiada desde el Poder.

En cuanto a la ceguera ideológica que predomina en los sectores populares de la sociedad hondureña hay bastante trabajo que realizar. Mientras el ciudadano promedio se sumerge en su mundillo de chismes, ignorancia, calamidad y muy poco interesado se muestre por lo que acontece a diario los ladrones del erario ven asegurada su continuidad en el gobierno. Por eso es tan importante la labor de los profesores, gestores comunitarios y medios de comunicación serios para configurar en el ciudadano una nueva línea de pensamiento crítica, reflexiva y con interés por el cambio. 

Interpretar la dinámica de la sociedad hondureña, por ejemplo, sería un buen comienzo. Hay que explicarle a nuestros compatriotas ideológicamente debilitados  que la democracia no es un simple proceso restringido a marcar una casilla debajo de la imagen de algún cacique político; hay que enseñarle al ciudadano de humilde condición socioeconómica que la satisfacción de sus necesidades económicas no se limita al recibimiento de una bolsita solidaria etiquetada con la imagen de algún político repudiable; hay que desvanecerle la idea de que si no va a las urnas a “elegir” a sus representantes, de antigua trayectoria política, es una persona antidemocrática que se niega a que el desarrollo del país continúe de la mano de reconocidos correligionarios.

El papel del Estado hondureño como garante del cumplimiento de sus derechos como ser humano es otro tema importante que se debe analizar.  El hondureño promedio debe saber, por ejemplo, que no vive en un Estado independiente y menos en un sistema democrático. Y aunque los señores de los afiches en los postes del tendido eléctrico, de los anuncios de radio y televisión, de esos que usan saco y corbata todos los días, digan que Honduras es un país de grandes oportunidades, el ciudadano debe saber que vive en un sistema excluyente, que le ofrece desempleo, violencia, corrupción, miseria, entre otros problemas, y que por lo tanto lo orilla y obliga a que sobreviva de mil maneras. Ah, y si en algún momento decide rebelarse contra este sistema democrático debe saber que sus ídolos políticos no dudarán para etiquetarlo como desertor del proceso de desarrollo nacional. Su búsqueda de justicia, pues, será objeto del terrorismo de Estado que se practica en el país. Enormes tanquetas de agua con gas pimienta, toletes, balas y soldados insensibles estarán a la orden del gobierno para ser desplegados en su contra.

En Honduras se necesita profundas reformas. Mientras la política exterior del Estado nacional siga siendo la voz de Washington y las medidas financieras nacionales sigan siendo las órdenes del Fondo Monetario Internacional la independencia del Estado nunca será un hecho como tampoco el desarrollo de la población. Sin embargo “Honduras está cambiando” expresan los embajadores de la mentira gubernamental. Y claro, durante la actual gestión azul ha habido cambios: aumento de la carga tributaria a la población, saqueo de fondos públicos a niveles espeluznantes, violaciones evidentes a la Constitución Nacional, profundización de la deuda externa, etcétera.       

Muy buenas intenciones podrán tener los pitufos del gobierno. No obstante, la efectividad de toda buena intención se mide en los buenos resultados; no es por lo que diga el gobierno si no por la calidad de vida que se logre para los ciudadanos. 
Hondureño pensante, la reelección no es viable para usted ni para mi. Apoyar la reelección es apuñalar la democracia y el concepto de soberanía popular. Recuerde que la verdadera soberanía popular siempre va vestida de democracia; la falsa se disfraza con la tiranía. 
* Escritor nacional


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