lunes, 25 de septiembre de 2017

Desalojos a granel



Por Melissa Cardoza

Para Mari y Julio 

La luna luce hermosa paseándose sobre el cielo de Tegucigalpa, que pese a los azules policías que intervienen la mirada al cruzar la calle frente al CORE 7, no se opaca. Es la luna de este septiembre en el que las autoridades policiales, judiciales y rectorales salieron a inaugurar el mes de la patria con lacrimógenas.

Ojalá que las cipotas que esta noche duermen en una celda, la que primero limpiaron con detergente y olores florales, pudieran ver esta luna, dedicarse a una vida más dulce y divertida, enamorarse, sufrir de amores, volver a enamorarse, bailar, crear y caminar sobre esta tierra de ellas sin persecuciones, sin temores.

Pero ésta es Honduras, señoras y señores, Honduras, donde los ríos y bosques se destazan y se venden libreadas al mejor postor por quienes se enriquecen abriendo y cerrando el destazadero, donde ser ladrón para el pragmatismo común es ser vivo, humillarse es un acto de inteligencia, hacer política es un comercio como vender ropa usada y luchar es vagancia como gritan los obispos de la mentira en la tv.

Aquí, Honduras, donde en medio de la más grande pobreza y la más asquerosa riqueza, jóvenes necias luchan y sueñan sin lamentos.
o más increíble, una abre la llave y no sale agua, paga energía eléctrica y está cortada, paga impuestos altísimos a cambio de nada, mafias y narcos gobiernan con desenfado y fanfarrias, una trata de criar niñas y las persiguen con gas y leyes, y ellas nos vienen a enseñar que dentro de una bartolina se pueden inventar canciones.

Aquí, en medio de la ignominia, donde la dictadura ofrece gas y policías, en una celda recién limpia por sus manos, que nunca limpian sus propias habitaciones, duermen cuatro hermosas guardianas de nuestras esperanzas y afuera sus hermanas y madres las esperan, llenas de miedo y luz, recordando que hace nada empezaron a balbucear y ahora dicen palabras enormes como justicia, libertad, solidaridad; ellas que apenas empezaron a dar pasitos con el miedo de las madres a los golpecitos que son nada ante lo que ahora enfrentan.

Que se acerquen los familiares dicen las abogadas, y todas las muchachas y muchachos se acercan diciendo que ahí todos son familia.

Acaso necesitamos más que decir, habrá más que podamos proponer frente al despliegue de brutalidad de uniformados contra estudiantes y defensoras de derechos humanos, o será que están esperando que nuestra rabia impaciente les permita estrenar sus armas nuevecitas.

Nos preguntamos qué hacer frente al insoportable rumor de la represión y la muerte que crece con los días, la sonrisa malvada del dictador ante su inminente fraude, los rostros de odio del círculo de ignominia que rodea a políticos, a la rectora, a uniformados, y en una celda cuatro jóvenes duermen a pierna suelta, acostumbradas a más que eso, juntándose en la desgracia, llenas de dignidad y razón histórica.

Afuera de la bartolina estudiantil, los jueces, fiscales y otros malos bichos fraguan sus destinos inmediatos, pero eso ya lo saben. Saben que vendrán las medidas sustitutivas, las expulsiones y acaso la cárcel, eso ya se sabe, la fórmula está probándose para que el resto veamos los ejemplos y sepamos bien, por si alguna se hace la loca y piensa que se puede desmontar la casa del amo con las herramientas del amo.

Los ejemplos son ellas, que han venido afilando sus prácticas, son pensadoras, debaten en asambleas, actúan, son necias y vitales, saben de hacer comunidad y de hablar en primera persona, no se doblegan, como no lo hacen las mujeres en los territorios en disputa a empresas, maridos agresores y alcaldes. Ahí está la lección, los modos, los caminos. Saben que el estado no cuida, que persigue; y se cuidan entre sí. No confunden la harina con el afrecho, dice la canción. Saben que hoy en esta tierra la democracia es un calculado negocio de patrones, seres trepadores, algún ingenuo extraviado, y bastantes patronas que rematan vidas, ríos, azules pinos.

Frente a ellas en la noche lunar, jóvenes vestidos de azul, hombres y mujeres, les vigilan, ajustan sus gases pimienta y toletes, controlan sus llamadas y sus piernas. La policía que en el último mes se ha ganado su salario a punta de desalojos y gases, en el norte, centro y occidente de este país en llamas, en medio de huracanes, van llenando las calles de Tegus, cerquita de la autónoma con aumentada presencia de patrullas en los que se lee: Servir y Proteger. El terrible sentido del humor del tirano. Ay esta es Honduras, llena de gente burlista por demás a quien el lema policial no nos provoca risa, sólo nos inflama la indignación.

Y las jóvenes presas, bueno… son la sal de nuestras tortillas.

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