viernes, 30 de julio de 2010

Medios, contrainformación y censura

Kaos en la Red
Por Nega (LCDM)

Algunas reflexiones en torno al papel y posición que deberían jugar los medios de contrainformación.

Internet fue un gran invento, de eso no existe la menor duda. Ha transformado la forma de comunicarnos, de relacionarnos, y podemos hacer algo propio de las películas de ciencia ficción de los años cincuenta, como es hablar en tiempo real con una persona que se encuentra en la otra punta del planeta, a mí me sigue pareciendo increíble.

Por supuesto, el impacto de esta nueva tecnología acarrea unas transformaciones en nuestros hábitos y modos de vida que rompen con las tradicionales formas de relacionarse socialmente, produciendo individualismo, aislamiento, simulacro de amistad, de debate, de sexo, de cine… una cadena de sucedáneos de baja resolución que convierten parte de nuestra vida social en mero simulacro. De hecho y como afirma Zygmunt Bauman, el término «red» va reemplazando al de «sociedad», tanto en el discurso científico-social como en el lenguaje popular, por consiguiente sólo la «muerte social» aguarda a aquellos que no se subieron al carro de facebook, tuenti, myspace, blogs, twiter… tan arrinconados y fuera de o nda como nos sentimos algunos en su momento cuando en un arrebato de ingenuo activismo, nos resistimos a adquirir un teléfono móvil, muy pocos resistieron y mientras escribo estas líneas, me llega un sms diciéndome que si me cambio de tarifa podré llamar gratis a los números que yo elija durante todo el verano.

Para la izquierda anti-sistema, la red fue una verdadera bendición caída del cielo. Una izquierda derrotada, humillada y herida de muerte tras el derrumbe de la Unión Soviética, buscó refugio en la red como ese espacio donde curarse las heridas, pensar qué había fallado, debatir las alternativas, etc. Y entonces pasó: se multiplicaron los portales y páginas de contrainformación, así como los blogs personales y foros de debate. Partidos políticos, sindicatos, colectivos, asociaciones de vecinos, o nG’s, grupos de música… todos tenían su espacio en la red y absolutamente todos generaban información.

Uno de los avances que trajo el ciberespacio fue indiscutiblemente cierta democratización de la información, y digo cierta porque todavía no puede competir en igualdad de condiciones con la televisión, la radio o la prensa escrita. Una noticia en internet, nos guste o no, todavía desprende cierta carencia de credibilidad, debido en gran parte, a esa saturación y exceso d e información, vicio heredado de los mass media tradicionales y máxima de comunicólogos y demás truhanes del oficio: el exceso de información desinforma. Y todo esto viene a colación porque creo que ha llegado el momento de reflexionar en torno a ese reverso oscuro, ese daño colateral que la mencionada democratización de la información trajo consigo.

Por ejemplo y sin ir más lejos, si a los medios de contrainformación nos atuviéramos, Estados Unidos empezaba una guerra cada semana. En los últimos días he leído que quiere atacar Venezuela, El Líbano, Corea del Norte, Irán y a Cuba por supuesto, siempre en el punto de mira, todo ello sin contar que he leído cosas como que el mundial estaba amañado por el Club Bildelberg para que ganara España, como balsa de aceite y distracción que frenara posibles movilizaciones obreras contra la crisis, Andrés Iniesta ese gran conspirador… A veces tengo la sensación de saturarme, se escuchan tantas versiones y p untos de vista sobre una problemática dada, que uno ya no sabe a qué agarrarse o a quién creer. Ahora mismo cuesta formarse una opinión clara y precisa de cual será el próximo paso del imperio, se suceden informaciones en todas direcciones y lo que es peor, algunas de ellas rebosan un sensacionalismo en los titulares ciertamente perverso, otro vicio heredado o copiado de los mass media tradicionales o burgueses. Y ojo! no estoy pidiendo información imparcial y objetiva, eso es un sofisma, yo abogo por cualquier forma de encauzar el pensamiento en determinada dirección, aunque para ello caigamos en la manipulación, la omisión o el sensacionalismo, otra posición sería hipócrita y bienpensante, pues en una sociedad con clases en pugna la información jamás puede ser imparcial o apolítica. Pero hay que hacerlo de forma inteligente, Michael Moore es un buen ejemplo de información manufacturada al servicio de una causa noble. Porque no nos engañemos, entramos en los medios de contr ainformación para leer lo que nos gusta leer y escuchar aquello que nos gusta escuchar, por el mismo motivo que el seudo-progre compra El País y el yupi La gaceta de los negocios y El Mundo: retroalimentar nuestras posiciones políticas y morales. Una forma de redención, un desahogo para quizá no volvernos locos y saber que no estamos solos en la vorágine de fascismo sonriente, borreguismo y pensamiento único, pero si de verdad queremos utilizar la información como un eficaz instrumento de persuasión, es decir, convencer al que no está convencido, en mi opinión hay que pulir mucho las formas y la solución pasa por estudiar de cerca el funcionamiento de los medios tradicionales, la manera en que tratan y abordan las noticias, su capacidad para crear esa ilusión de objetividad e imparcialidad, la misma con la que engatusan al no convencido, ese al que nosotros intentamos convencer desesperadamente con resultados muy modestos. Tenemos que aprender de sus pilares, no de las grietas que los dejan en evidencia incluso a la vista del ciudadano de a pie. En otras pero sinceras palabras, tenemos que aprender a ser un cabrón.

Otra dirección en la que bajo mi punto de vista deberíamos apuntar, es conseguir de alguna manera condensar la información, reducir ese exceso de noticias, rumores, declaraciones, etc. Soy consciente de que son muchos los frentes y las injusticias pero llega un punto que tanto volumen de información satura y termina no informando como debiera, entonces llega el momento en que unos hechos menos relevantes terminan acaparando más atención y debate (como la previsible ola de chovinismo tras la victoria de la selección en el mundial) que otros de mayor importancia como la reforma laboral, los recortes o el proceso abierto en Euskal Herria, hechos que tras la pasajera psicosis mundialista vuelven a estar sobre la mesa. No podemos caer en la trampa de los grandes medios que nos llevan a su terreno más resbala dizo casi sin darnos cuenta, por mucho que se despotricara de las celebraciones y se buscaran cientos de explicaciones y soluciones a unos hechos previsibles y a corto plazo inevitables, es munición malgastada.

Por último, es vital reforzar la cuestión de la imagen como elemento persuasivo, es de capital relevancia. El papel que por ejemplo desempeña el portal Cubainformación no se puede pagar ni con todo el dinero de los bancos suizos, cualquiera de sus vídeos ejercen una función de contra-hegemonía demoledora, mucho más que cien artículos exquisitamente redactados elogiando las virtudes de la revolución cubana. No es lo que me gustaría pero el mundo de la imagen y su poder omnipresente es el que nos ha tocado vivir y tenemos que exprimir esa herramienta hasta límites insospechados, como bien sabe hacer el enemigo. Vivimos en la sociedad de las prisas, de los horarios marcianos, de lo flexible como dogma religioso, la gente lo quiere todo mascad o y empaquetado con el envoltorio adecuado. A ser posible, el consumo de información no debe implicar un ejercicio reflexivo en exceso; la información debe ser impactante, clara, concisa. El famoso video de Cubainformación (lecciones sobre derechos humanos) que compara los métodos de las policías españolas y cubanas es el paradigma de lo que intento explicar. No se me olvida que generar información de tipo audiovisual implica una serie de conocimientos técnicos que no están al alcance de todos, cualquiera puede escribir un artículo pero no todos pueden montar un video-reportaje, de la misma forma hay que tener muy en cuenta que, al margen de esos necesarios conocimientos técnicos, implica también un desembolso económico considerable en tecnología. Tampoco se me olvida el tufillo maquiavélico y elitista que destilan unos planteamientos de esta índole, pero sólo son maquiavélicos dependiendo del cristal con el que miremos. Lenin acertó de pleno cuando afirmó que, de todas l as artes, es el cinema la más importante, consciente de que el soporte audiovisual es la mejor y más adecuada arma de propaganda creada jamás, su capacidad para reproducir la realidad y penetrar en lo más profundo del subconsciente individual y colectivo, lo convierten en la herramienta definitiva.

Tanto a Edward Bernays como a Walter Lippmann, se les puede acusar de muchas cosas, pero son los ideólogos capitalistas más sinceros y honrados del siglo XX, nunca ocultaron sus intenciones y siempre fueron con la verdad por delante a la hora de adulterar, manipular y tergiversar la información: lo hacían en aras de la perpetuación del sistema que ellos pensaban el más adecuado. Sólo hay que darle la vuelta a la lente y asumir que la mentira y el engaño se pueden elevar a la categoría de arte, convirtiéndose en poderosas armas al servicio de la transformación social, siempre que el objetivo sea noble. Podemos asumir que la libertad de expresión es un sofi sma y que no puede jamás producirse ni bajo el capitalismo ni bajo el socialismo y que existe propiedad de la información por parte de una clase sobre otra (sea la burguesía o el proletariado) o podemos ponernos la máscara utópica que sueña con esa sociedad ideal en la que no hará falta la censura porque todos estaremos convencidos y nuestra revolución no correrá el menor de los peligros.

En el muy recomendable libro Periodismo y crimen (Edición Luis Alegre Editorial Hiru), uno de los autores propone nacionalizar la distribución de noticias y por tanto el oficio de periodista, con el fin de dotarlo de cierta neutralidad y evitar las habituales mentiras sangrantes al servicio del poder empresarial establecido. Distribuir y cubrir los puestos de corresponsal y redactor en base a los resultados de unas oposiciones al estado. Sólo sería una operación de maquillaje, el sistema educativo reproduce y perpetúa la división social y por tanto dichos puestos sería n copados por los de siempre, convirtiéndose en otro agujero profundamente endogámico reservado a las elites, como sucede con los jueces, los notarios, los inspectores de hacienda o los registradores de la propiedad, el alto funcionariado no es precisamente un bastión del antifascismo militante, por tanto sin la toma de los medios de producción nunca podremos producir nuestra información. Bajo el capitalismo pensar en unos medios de comunicación ecuánimes e imparciales es un absurdo político, lo mismo que bajo el socialismo, la imparcialidad es equidistancia y la equidistancia es el sostén del sistema existente: ¿se puede ser imparcial en la lucha de clases? La información, en tanto que información, no puede (ni debe) escapar a las contradicciones de clase.

No me gustaría concluir el artículo sin recordarle a todos esos soñadores (en el sentido del film de Bertolucci del mismo nombre) que vomitan culebras sobre Cuba respetando sus logros en educa ción o sanidad pero lamentándose de las limitaciones impuestas a la libertad de prensa, que es gracias a esas restricciones a la libertad de expresión (a mi entender necesarias) que se ha podido avanzar en otras cuestiones de tipo social y humano, no ver la relación es no querer quitarse la venda de los ojos, ya que, mientras el socialismo coexista con el capitalismo, la libertad de expresión se convierte en una quimera idealista y los recortes a la misma son inevitables ¿cómo no lo van a ser con un bloqueo que dura cincuenta años y el enemigo a noventa millas? Recuerden a dónde condujo la libertad de prensa de la Perestroika. Creo que ha llegado el punto en que debemos ser sinceros con nosotros mismos y asumir que, renunciar a la censura es renunciar al poder, es renunciar a la lucha de clases ¿O la expropiación no es una forma de censura?

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