jueves, 22 de julio de 2010
Carlos Monsiváis, periodista urgente
Por Daniela Saidman
Este memorioso hombre de gruesos lentes es sin duda ejemplo del periodismo que debe ser, el que deben abordar los jóvenes de hoy.
Creyó siempre en la palabra urgente, aunque la abordó con el hondo ejercicio de la reflexión. Escritor, ensayista y periodista, Carlos Monsiváis se fue dejándonos el sabor de una América Latina que debe nacer de las luchas sociales que rescatan las imágenes, los sabores, olores y decires de los pueblos.
Cronista imprescindible del México profundo, este escritor necesario (DF México, 4 de mayo de 1938 – 19 de junio de 2010), es ejemplo de compromiso, porque su mirada del mundo se fundó en el quehacer crítico de la palabra que no acepta sobornos.
Dicen que podía estar en muchos lugares al mismo tiempo, que habitaba el tiempo de los tiempos, y es que alrededor de él se erigió el mito y el desnudo de la contemporaneidad.
Monsiváis articulaba sus discursos vinculando lo permanente con lo temporal y cambiante, permitiendo así poner en perspectiva los elementos que conforman la vida de nuestras sociedades.
Escribió incansablemente, escribió pensando, sintiendo, volando a través de las geografías y los tiempos. Este memorioso hombre de gruesos lentes es sin duda ejemplo del periodismo que debe ser, el que deben abordar los jóvenes de hoy. Por eso y porque se nos fue hace poco convocamos su nombre y su palabra, como homenaje de vida.
Cronista
Cronista de la antiposmodernidad, seguirá siendo uno de los más sólidos valores literarios e intelectuales de México y de toda Nuestra América.
Algunos de sus libros publicados son Días de guardar (1970), Amor perdido (1976), Cuando los banqueros se van (1982), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1995), Del rancho al Internet (1999), Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), Bolero: Clave del corazón (2004), Las alusiones perdidas (2007), El 68, la tradición de la resistencia (2008) y Apocalipstick (2009), entre otros.
La obra y la vida de Monsi, como le dicen en México, dejaron de manifiesto que la historia de un país no se hace en los formales espacios del poder, sino que germina en las plazas, en las fábricas, en las calles, en los barrios, en los fogones… Irreverente, cáustico, agudo, crítico, su pensamiento plasmado siempre en manuscrito, mantuvo en la prosa el largo aliento de la inteligencia y el humor.
Por eso en una conferencia en Bogotá alegaba que le parecía un contrasentido que “la derecha –que- no ha podido ganar ni una sola batalla cultural: ha perdido todas, desde su oposición a la minifalda hasta su reciente andanada contra el condón” gane en la vida política. Y afirmaba que “este es uno de los enigmas que vivimos”. Monsiváis será siempre guía incansable de la palabra que debe nacer con acierto sobre las voces y rostros de las gentes.
Periodista necesario
Sostenía este hombre que tenía entre sus mágicas armas el don de la ubicuidad, que “el periodismo debe contribuir a la emancipación de los pueblos”. Tal vez por eso llevó durante largo tiempo una columna que con el nombre de “Por mi madre bohemios” compiló declaraciones de políticos, empresarios, representantes de la iglesia y otros personajes de la vida pública mexicana, exponiendo, burlándose, de su ignorancia o su visión limitada del mundo y exhibiendo la demagogia de las clases que gobiernan al país.
Lector de la vida
Quijote que cabalgó siempre con la armadura de la vida vivida, con los sueños posibles e imprescindibles en los bolsillos, Carlos Monsiváis nos convocará siempre a leer la realidad desde las esquinas, desde el vuelo necesario de las libertades sin cortapisas. Él estará vivo en sus libros y seguirá siendo crítica consciencia en sus lectores. Monsi, en una conferencia a propósito de la instalación del sexto Congreso Nacional de Lectura, manifestaba que “gracias a la lectura, cada persona se multiplica a lo largo del día. El impulso del personaje de un relato, de una atmósfera literaria, de un poema, renueva y vigoriza las opiniones morales y políticas, vuelve por una hora un poeta o un narrador al que complementa con imaginación lo leído”, así que seremos Carlos
Monsiváis cuando en una tarde cualquiera sus palabras nos lleguen, papel y llamas, para encendernos la mirada.
Interrogado hace un par de años sobre para qué le había servido vivir 70 años, Monsiváis respondió: “El líder sindical Fidel Velázquez, al cumplir 80 y tantos años, afirmó: ‘Ya se me pasó la edad de morirme’. No soy tan aventurado, pero sé que ya se me pasó la edad de reflexionar provechosamente sobre siete décadas. Y sí, sí formulo un deseo: que esparzan mis cenizas en el Zócalo para presumir en el más acá o en el más allá de un funeral céntrico”.
Más que céntrico el vacío que Monsi deja en el México de Zapata, Pancho Villa y el Subcomandante Marcos, será muy difícil de colmar con palabras.
Este memorioso hombre de gruesos lentes es sin duda ejemplo del periodismo que debe ser, el que deben abordar los jóvenes de hoy.
Creyó siempre en la palabra urgente, aunque la abordó con el hondo ejercicio de la reflexión. Escritor, ensayista y periodista, Carlos Monsiváis se fue dejándonos el sabor de una América Latina que debe nacer de las luchas sociales que rescatan las imágenes, los sabores, olores y decires de los pueblos.
Cronista imprescindible del México profundo, este escritor necesario (DF México, 4 de mayo de 1938 – 19 de junio de 2010), es ejemplo de compromiso, porque su mirada del mundo se fundó en el quehacer crítico de la palabra que no acepta sobornos.
Dicen que podía estar en muchos lugares al mismo tiempo, que habitaba el tiempo de los tiempos, y es que alrededor de él se erigió el mito y el desnudo de la contemporaneidad.
Monsiváis articulaba sus discursos vinculando lo permanente con lo temporal y cambiante, permitiendo así poner en perspectiva los elementos que conforman la vida de nuestras sociedades.
Escribió incansablemente, escribió pensando, sintiendo, volando a través de las geografías y los tiempos. Este memorioso hombre de gruesos lentes es sin duda ejemplo del periodismo que debe ser, el que deben abordar los jóvenes de hoy. Por eso y porque se nos fue hace poco convocamos su nombre y su palabra, como homenaje de vida.
Cronista
Cronista de la antiposmodernidad, seguirá siendo uno de los más sólidos valores literarios e intelectuales de México y de toda Nuestra América.
Algunos de sus libros publicados son Días de guardar (1970), Amor perdido (1976), Cuando los banqueros se van (1982), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1995), Del rancho al Internet (1999), Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), Bolero: Clave del corazón (2004), Las alusiones perdidas (2007), El 68, la tradición de la resistencia (2008) y Apocalipstick (2009), entre otros.
La obra y la vida de Monsi, como le dicen en México, dejaron de manifiesto que la historia de un país no se hace en los formales espacios del poder, sino que germina en las plazas, en las fábricas, en las calles, en los barrios, en los fogones… Irreverente, cáustico, agudo, crítico, su pensamiento plasmado siempre en manuscrito, mantuvo en la prosa el largo aliento de la inteligencia y el humor.
Por eso en una conferencia en Bogotá alegaba que le parecía un contrasentido que “la derecha –que- no ha podido ganar ni una sola batalla cultural: ha perdido todas, desde su oposición a la minifalda hasta su reciente andanada contra el condón” gane en la vida política. Y afirmaba que “este es uno de los enigmas que vivimos”. Monsiváis será siempre guía incansable de la palabra que debe nacer con acierto sobre las voces y rostros de las gentes.
Periodista necesario
Sostenía este hombre que tenía entre sus mágicas armas el don de la ubicuidad, que “el periodismo debe contribuir a la emancipación de los pueblos”. Tal vez por eso llevó durante largo tiempo una columna que con el nombre de “Por mi madre bohemios” compiló declaraciones de políticos, empresarios, representantes de la iglesia y otros personajes de la vida pública mexicana, exponiendo, burlándose, de su ignorancia o su visión limitada del mundo y exhibiendo la demagogia de las clases que gobiernan al país.
Lector de la vida
Quijote que cabalgó siempre con la armadura de la vida vivida, con los sueños posibles e imprescindibles en los bolsillos, Carlos Monsiváis nos convocará siempre a leer la realidad desde las esquinas, desde el vuelo necesario de las libertades sin cortapisas. Él estará vivo en sus libros y seguirá siendo crítica consciencia en sus lectores. Monsi, en una conferencia a propósito de la instalación del sexto Congreso Nacional de Lectura, manifestaba que “gracias a la lectura, cada persona se multiplica a lo largo del día. El impulso del personaje de un relato, de una atmósfera literaria, de un poema, renueva y vigoriza las opiniones morales y políticas, vuelve por una hora un poeta o un narrador al que complementa con imaginación lo leído”, así que seremos Carlos
Monsiváis cuando en una tarde cualquiera sus palabras nos lleguen, papel y llamas, para encendernos la mirada.
Interrogado hace un par de años sobre para qué le había servido vivir 70 años, Monsiváis respondió: “El líder sindical Fidel Velázquez, al cumplir 80 y tantos años, afirmó: ‘Ya se me pasó la edad de morirme’. No soy tan aventurado, pero sé que ya se me pasó la edad de reflexionar provechosamente sobre siete décadas. Y sí, sí formulo un deseo: que esparzan mis cenizas en el Zócalo para presumir en el más acá o en el más allá de un funeral céntrico”.
Más que céntrico el vacío que Monsi deja en el México de Zapata, Pancho Villa y el Subcomandante Marcos, será muy difícil de colmar con palabras.
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