Indalecio Tuna
El Génesis
Aquel día, en que rompió abruptamente la institucionalidad de derecho en el país, sobrevolaron los cielos patrios aparatos de guerra, las tanquetas militares deformaron el asfalto lleno de baches de Tegucigalpa, se militarizó el país, la milicia sitió medios de comunicación “peligroso”, cortaron el flujo de energía eléctrica, y en el histórico edificio del Congreso —en que el pueblo hondureño sueña que personas íntegras y comprometidas con causas mayores que la defensa de sus intereses lo representen con inteligencia y determinación en un utópico día cualquiera— los histriones profesionales concentraron todo el cinismo del planeta en una burda y trágica representación escénica. Ese día, postrer domingo de un junio aciago, emergió, con indignación y valor, fruto de siglos de iniquidad, de frustraciones, de desamparo y de injusticia: La Resistencia, con la denunciante etiqueta de Contra el Golpe de Estado, que fue su desencadenante.
La heterogeneidad de La Resistencia
Después de un año, y de eventos inolvidables, casi todos trágicos, La Resistencia es una fuerza sin restricciones, sin forma definida, sin esquema predeterminado, yo diría que hasta confusa, donde coinciden prácticamente hondureños de todos los estratos educativos, económicos y sociales posibles; porque de una manera u otra, la abrumadora gran mayoría de los hijos de Hibueras sabemos que debemos cambiar este país, profundamente. Los culpables de lo que sucede, siendo justos, somos todos —en general—, porque en vez de participar y organizarnos para alcanzar objetivos claros y de bien común, hemos dejado todo en manos de lacras [según la acepción de moda], de políticos mercenarios, de funcionarios sin moral ni ética, de religiosos hipócritas, etc., que son quienes se han beneficiado a manos llenas de nuestra participación casi nula. Hoy, los que, aunque no lo sepamos, estamos en La Resistencia, sabemos que votar es solo una porción muy pequeña de nuestro deber, y aprendemos que si tenemos la voluntad de organizarnos, estaremos creando el escenario de un cambio del cual podremos formar parte. Pero para que nuestra resistencia brinde frutos, debemos iniciar un cambio de actitud y una revisión profunda de nuestros propios valores. Mientras caminamos para alcanzar los cambios políticos, debe acontecer el cambio individual, porque nunca heredaremos a nuestros hijos un mejor país, si no podemos dar un paso hacia adelante en nuestro desarrollo personal, y si no superamos nuestra comodidad mediocre para comprometernos en el bienestar de la colectividad, sobre todo, de la más golpeada por la desnutrición del cuerpo, de la mente y del espíritu.
El FNRP
Visible y buscando sus propias respuestas, está el Frente Nacional de Resistencia Popular —el FNRP—, organizado por hondureños en resistencia que estimaron que era preciso tratar de canalizar y dar forma y estructura a esa masa informe de compatriotas dispuestos a luchar por los cambios que ya se volvieron urgentes. Las circunstancias, las luchas comunes y la historia, conjugaron dentro del FNRP a personas con afinidades bien marcadas, y algunos de sus dirigentes mejor reconocidos forman parte del denominado Bloque Popular. Llegado el momento y dispuesto a organizarse, el FNRP se declara anti-capitalista, anti neoliberal, anti oligárquica, anti imperialista, anti patriarcal y anti racista, y establece que cambiará el país a través de una Asamblea Nacional Constituyente, incluyente y popular. Pero resulta claro que, aunque el FNRP no lo querría así, muchas de las personas que forman La Resistencia, podrían sentir que no encajan en alguno de los puntos de esa declaración, porque sin duda hay personas que creen, justificadamente, que el capitalismo o el neoliberalismo no son la verdadera causa del empobrecimiento del país, y podrían sostener, incluso, que tales programas económicos podrían funcionar para el país, con los ajustes necesarios. Notar que ello no implica, de ninguna manera, que estas personas no quieran cambios reales que puedan mejorar la vida de los hondureños, que en fin de cuentas, es el punto de encuentro de La Resistencia. También habrá quien piense que ni el racismo ni el patriarcado puedan tomarse como causas relevantes de nuestra situación actual, e incluso pueden tener arraigado en su interior cierto grado de racismo exiguo e ignorante, o propender inconscientemente hacia el patriarcado, quizá heredado de viejas “mañas” de sus padres o abuelos, y habrán personas que pueden incluso hacerse otro tipo de preguntas, porque hasta ahora nadie les ha podido explicar, con detalle, cómo es que se logrará esa “constituyente” sin tener poder político, o qué realmente significa eso de “popular”, porque muchos creen, nuevamente con justificación, que un país se construye involucrando a todos los sectores, equitativamente [excepto a los que legalmente no estén habilitados, por cualquier razón que sea].
La Resistencia como embrión y como futuro
Entonces, el FNRP se constituyó para agrupar a toda La Resistencia [que es el movimiento madre], pero en virtud de su credo “anti”, e incluso, de la trayectoria política de las valientes que conforman su directorio local personas [demostrado con creces], le será, en la práctica, sumamente difícil lograrlo, casi imposible, a pesar de lo que algún colaborador cercano, ha dado en llamar “…una ratificación estratégica…” refiriéndose a la ratificación del Zelaya Rosales en la Coordinación del FNRP. Designación que parece no satisfacer a una parte beligerante del FNRP.
Ahora bien, medir con una encuesta la verdadera dimensión de La Resistencia, es prácticamente imposible, pues por razones que van desde el miedo a perder su empleo hasta el de quedar en ridículo con su círculo de amigos, de trabajo o de negocios, una gran cantidad de personas ocultan su verdaderas ideas progresistas, que condenan todo el orden instituido actual —excluyente y abusivo —, y prevén que el cambio es inevitable.
Esa Resistencia, sin registros ni requisitos, cuyas raíces podemos adivinarlas en la sangre derramada durante la conquista de nuestras tierras por los poderosos extranjeros de ultra mar, es la verdadera clave del futuro de Honduras. Los vientos del cambio no se detienen, pueden amainar, pero persisten. Por eso precisamos encontrar los mecanismos apropiados y la estrategia correcta, si bien, la mejor estrategia es la participación activa y comprometida, porque no podemos seguir haciendo esa política excluyente, mercenaria y circense que nos ha caracterizado. «Quién insista en la verdad, y predique con el ejemplo, tarde o temprano será escuchado; en cambio, los cínicos y los falsos quedarán en el camino.» Amén.
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