lunes, 7 de septiembre de 2009
Zelaya habla…
Por Tom Hayden (The Nation - traducido por Cubadebate)
En un avance significativo en las relaciones hemisféricas, la administración Obama condenó el golpe de Estado del 28 de junio en con más fuerza que nunca, anunció el corte definitivo de la ayuda de millones de dólares adicionales en el frente económico y declaró que no legitimará las elecciones bajo los auspicios del gobierno golpista.
En una entrevista poco después de su reunión con la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, el presidente hondureño Manuel Zelaya dijo que las decisiones de EE.UU. son “un gran paso adelante” para la resistencia popular al golpe de Estado de Honduras y un “mensaje positivo a favor de la democracia”.
Tras la reunión en el Departamento de Estado, un portavoz de EE.UU. anunció el fin de “un amplio espectro de asistencia” a Honduras como un acicate para fomentar el regreso del Presidente Zelaya y los procesos democráticos en el país.
Zelaya dijo a The Nation que los EE.UU. pondrían fin a varios años de subvenciones del Fondo del Milenio, en el rango de los 200 millones de dólares, con financiamiento para carreteras, puertos e infraestructura. Clinton preside la corporación Fondo del Milenio, que se reúne la próxima semana.
Ante la pregunta de si Clinton envió un mensaje al régimen golpista en Honduras, Zelaya respondió enérgicamente que se trataba de un “golpe directo en la cara de [Roberto] Micheletti”, porque “el plan de los golpistas es negociar con los candidatos para planear su salida. No pagar por sus delitos. Salir impunes. El plan era dar un golpe, tener elecciones y salir impunes. Cuando las elecciones no se les reconocen, estás quebrándole el plan a los golpistas”.
Con estas decisiones, la administración de Obama ha dejado claro que se une al consenso de América Latina de que el golpe es una transferencia ilegítima del poder. “México, Centro América y Sur América habían adoptado ya una posición respecto a las elecciones. Faltaba solo Estados Unidos. Ya con esta declaración, todo el continente está condenando estas elecciones bajo el régimen de facto”, dijo Zelaya.
Cuando se le preguntó sobre las condiciones en que las sanciones podrían levantarse, Zelaya dijo que sólo “cuando restauren la democracia y retorne el Presidente Zelaya al poder”. Dijo que “no renuncio a retornar al país bajo ningún concepto. No estoy atenido a que EE.UU. logre doblarle el brazo a los golpistas. Tenemos planes alternos para retornar al país” con el fin de “proteger a la población”.
Si no es escuchado el reclamo del pueblo -el retorno del Presidente-, esto puede terminar a una “convulsión permanente” y en una “ingobernabilidad permanente”, y “eso es lo que todos quieren evitar”. Los movimientos sociales en Honduras “no están dispuestos a regresar al mismo punto en que estaban antes”, señaló.
El golpe de Estado del 28 de junio fue capaz de evitar, por ahora, un referéndum consultivo previsto para tres días más tarde sobre si se debería establecer una Asamblea Constituyente para rescribir la Constitución de Honduras, con el fin de promover una mayor democracia participativa. Pero el golpe de Estado mismo también provocó el surgimiento de un nuevo movimiento social con sus propios activistas, mártires y nuevas epopeyas.
“El movimiento de base”, dijo Zelaya, “tiene un solo propósito, la transformación de Honduras, incluyendo profundos cambios estructurales. Este movimiento es ahora muy fuerte. No podrá ser destruido”, dijo. Zelaya consideró que las reformas de su administración, incluido un incremento del salario mínimo, los subsidios a los pequeños agricultores, los recortes en los tipos de interés bancarios y las reducciones de los niveles de pobreza “son las causas que irritaron a la elite que gobierna Honduras”.
Zelaya dijo que espera que Clinton entienda que “los mismos adversarios de Obama aquí son los adversarios míos en Honduras. Las transnacionales del comercio, del petróleo y de los sistemas bancarios. Los que no quieren el proyecto de salud aquí son los mismo que no quieren que se pague el salario mínimo en Honduras”.
Por ejemplo, señaló, “durante la administración Bush no hubo golpe de estado. Este golpe de estado en Honduras en los primeros seis meses de la presidencia de Obama se convierte en una prueba de fuego. Los grupos de derecha en los Estados Unidos que están apoyando el golpe están apostando a que Obama no resuelva el problema. Yo tengo confianza en que sí lo va a resolver”.
La hostilidad contra Obama llega hasta el punto de que Zelaya llegó a afirmar que los golpistas en Honduras “han copiado algunos métodos de los sectores reaccionarios de Washington”, que llegaron a decir públicamente que Obama “no tiene ningún poder, que es débil, más débil que Jimmy Carter, que no debemos prestar atención a la administración de Obama, y se refieren a él como ese negrito que ni siquiera sabe donde está Tegucigalpa”.
Pero los grupos de derecha de América Latina han empleado un demócrata y ferviente partidario de Clinton, Lanny Davis, para cabildear por sus intereses, o lo que Zelaya llama “el imperio del capital”. Consultores demócratas también coquetearon con las delegaciones de los golpistas que estuvieron en las negociaciones de Costa Rica.
Tal vez ningún grupo de presión es más cercano a los Clinton que Lanny Davis. Cuando su nombre apareció en los planteamientos críticos der Zelaya durante la reunión, la Secretaria de Estado no reconoció que Davis le era muy cercano desde hace mucho tiempo, sino que tomó notas sobre el reclamo de Zelaya por las falsas acusaciones de Davis y se comprometió a investigarlo. “Ella anotó el nombre para investigarlo”, añadió con una sonrisa bonachona.
Para el Departamento de Estado, el tono de la reunión con Clinton marcó un cambio en las heladas declaraciones precedentes sobre el golpe de Estado. Después de la observación inicial de Obama de que un golpe de Estado antidemocrático había tenido lugar, el portavoz del Departamento de Estado Philip Crowley había dicho que un golpe de Estado no había tenido lugar, en términos legales, y ridiculizó a Zelaya por estar aliado con el presidente venezolano Hugo Chávez. “Si esa es la lección que ha aprendido el Presidente Zelaya de este episodio”, comentó entre risas en una sesión informativa del Departamento de Estado en julio, “bueno, entonces sería una buena lección”. El 4 de agosto, una carta del Departamento de Estado al senador Richard Lugar, afirmaba que “Zelaya insistía en acciones provocadoras… que condujeron al enfrentamiento que desencadenó los acontecimientos que condujeron a su expulsión”. El término golpe de Estado no fue utilizado en la carta.
Ante la pregunta de The Nation acerca de si el Departamento de Estado estaba certificando lo que ocurrió como un golpe de Estado o si simplemente lo llamaban un golpe de Estado, Zelaya respondió: “No conozco los detalles de las leyes estadounidenses, pero en el comunicado que emitió hoy Estados Unidos a nombre del Departamento de Estado dice que fue un golpe de Estado. Involucró en el golpe de Estado al ejército y a la Corte de Honduras. O sea, el gobierno de los Estados Unidos reconocen la participación legislativa, judicial y militar de Honduras en el golpe. Lo dicen claro”.
Cualquiera que sea el punto de vista de Lanny Davis, los acontecimientos de ayer representan un rechazo contundente de la administración de Obama a aislarse en América Latina.
Crowley, el vocero del Departamento de Estado, no estuvo presente en la reunión de ayer, que incluyó a un diplomático de larga carrera en América Latina, Tom Shannon; el representante del Consejo de Seguridad Nacional Dan Restrepo; el embajador de EE.UU. en Honduras, Hugo Llorens, y el portavoz Ian Kelly.
La tensión actual puede estar decreciendo, pero no ha aflojado. Micheletti, abandonado por los estadounidenses en su intento de legitimar el golpe de Estado, se encuentra bajo una enorme presión para aceptar la recomendación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, de que renuncie, lo que sería una gran victoria para América Latina. Por otra parte, cualquier retorno a Honduras de Zelaya podría ser volátil, con la derecha que desea su detención, o incluso su muerte. Él no puede postularse para la reelección en virtud de la presente Constitución. No hay un candidato visible para que lo sustituya, y la propuesta de la Asamblea Constituyente está fuera de la agenda por ahora (o “¡por ahora!”, como diría un joven Hugo Chávez dijo a la salida de prisión).
El futuro puede estar en los movimientos sociales que se han levantado contra el golpe militar, con Zelaya, que actúa como un héroe de transición en la movilización, y con la gente activa en las calles de Honduras, tratando de tomar el futuro con sus propias manos.
En un avance significativo en las relaciones hemisféricas, la administración Obama condenó el golpe de Estado del 28 de junio en con más fuerza que nunca, anunció el corte definitivo de la ayuda de millones de dólares adicionales en el frente económico y declaró que no legitimará las elecciones bajo los auspicios del gobierno golpista.
En una entrevista poco después de su reunión con la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, el presidente hondureño Manuel Zelaya dijo que las decisiones de EE.UU. son “un gran paso adelante” para la resistencia popular al golpe de Estado de Honduras y un “mensaje positivo a favor de la democracia”.
Tras la reunión en el Departamento de Estado, un portavoz de EE.UU. anunció el fin de “un amplio espectro de asistencia” a Honduras como un acicate para fomentar el regreso del Presidente Zelaya y los procesos democráticos en el país.
Zelaya dijo a The Nation que los EE.UU. pondrían fin a varios años de subvenciones del Fondo del Milenio, en el rango de los 200 millones de dólares, con financiamiento para carreteras, puertos e infraestructura. Clinton preside la corporación Fondo del Milenio, que se reúne la próxima semana.
Ante la pregunta de si Clinton envió un mensaje al régimen golpista en Honduras, Zelaya respondió enérgicamente que se trataba de un “golpe directo en la cara de [Roberto] Micheletti”, porque “el plan de los golpistas es negociar con los candidatos para planear su salida. No pagar por sus delitos. Salir impunes. El plan era dar un golpe, tener elecciones y salir impunes. Cuando las elecciones no se les reconocen, estás quebrándole el plan a los golpistas”.
Con estas decisiones, la administración de Obama ha dejado claro que se une al consenso de América Latina de que el golpe es una transferencia ilegítima del poder. “México, Centro América y Sur América habían adoptado ya una posición respecto a las elecciones. Faltaba solo Estados Unidos. Ya con esta declaración, todo el continente está condenando estas elecciones bajo el régimen de facto”, dijo Zelaya.
Cuando se le preguntó sobre las condiciones en que las sanciones podrían levantarse, Zelaya dijo que sólo “cuando restauren la democracia y retorne el Presidente Zelaya al poder”. Dijo que “no renuncio a retornar al país bajo ningún concepto. No estoy atenido a que EE.UU. logre doblarle el brazo a los golpistas. Tenemos planes alternos para retornar al país” con el fin de “proteger a la población”.
Si no es escuchado el reclamo del pueblo -el retorno del Presidente-, esto puede terminar a una “convulsión permanente” y en una “ingobernabilidad permanente”, y “eso es lo que todos quieren evitar”. Los movimientos sociales en Honduras “no están dispuestos a regresar al mismo punto en que estaban antes”, señaló.
El golpe de Estado del 28 de junio fue capaz de evitar, por ahora, un referéndum consultivo previsto para tres días más tarde sobre si se debería establecer una Asamblea Constituyente para rescribir la Constitución de Honduras, con el fin de promover una mayor democracia participativa. Pero el golpe de Estado mismo también provocó el surgimiento de un nuevo movimiento social con sus propios activistas, mártires y nuevas epopeyas.
“El movimiento de base”, dijo Zelaya, “tiene un solo propósito, la transformación de Honduras, incluyendo profundos cambios estructurales. Este movimiento es ahora muy fuerte. No podrá ser destruido”, dijo. Zelaya consideró que las reformas de su administración, incluido un incremento del salario mínimo, los subsidios a los pequeños agricultores, los recortes en los tipos de interés bancarios y las reducciones de los niveles de pobreza “son las causas que irritaron a la elite que gobierna Honduras”.
Zelaya dijo que espera que Clinton entienda que “los mismos adversarios de Obama aquí son los adversarios míos en Honduras. Las transnacionales del comercio, del petróleo y de los sistemas bancarios. Los que no quieren el proyecto de salud aquí son los mismo que no quieren que se pague el salario mínimo en Honduras”.
Por ejemplo, señaló, “durante la administración Bush no hubo golpe de estado. Este golpe de estado en Honduras en los primeros seis meses de la presidencia de Obama se convierte en una prueba de fuego. Los grupos de derecha en los Estados Unidos que están apoyando el golpe están apostando a que Obama no resuelva el problema. Yo tengo confianza en que sí lo va a resolver”.
La hostilidad contra Obama llega hasta el punto de que Zelaya llegó a afirmar que los golpistas en Honduras “han copiado algunos métodos de los sectores reaccionarios de Washington”, que llegaron a decir públicamente que Obama “no tiene ningún poder, que es débil, más débil que Jimmy Carter, que no debemos prestar atención a la administración de Obama, y se refieren a él como ese negrito que ni siquiera sabe donde está Tegucigalpa”.
Pero los grupos de derecha de América Latina han empleado un demócrata y ferviente partidario de Clinton, Lanny Davis, para cabildear por sus intereses, o lo que Zelaya llama “el imperio del capital”. Consultores demócratas también coquetearon con las delegaciones de los golpistas que estuvieron en las negociaciones de Costa Rica.
Tal vez ningún grupo de presión es más cercano a los Clinton que Lanny Davis. Cuando su nombre apareció en los planteamientos críticos der Zelaya durante la reunión, la Secretaria de Estado no reconoció que Davis le era muy cercano desde hace mucho tiempo, sino que tomó notas sobre el reclamo de Zelaya por las falsas acusaciones de Davis y se comprometió a investigarlo. “Ella anotó el nombre para investigarlo”, añadió con una sonrisa bonachona.
Para el Departamento de Estado, el tono de la reunión con Clinton marcó un cambio en las heladas declaraciones precedentes sobre el golpe de Estado. Después de la observación inicial de Obama de que un golpe de Estado antidemocrático había tenido lugar, el portavoz del Departamento de Estado Philip Crowley había dicho que un golpe de Estado no había tenido lugar, en términos legales, y ridiculizó a Zelaya por estar aliado con el presidente venezolano Hugo Chávez. “Si esa es la lección que ha aprendido el Presidente Zelaya de este episodio”, comentó entre risas en una sesión informativa del Departamento de Estado en julio, “bueno, entonces sería una buena lección”. El 4 de agosto, una carta del Departamento de Estado al senador Richard Lugar, afirmaba que “Zelaya insistía en acciones provocadoras… que condujeron al enfrentamiento que desencadenó los acontecimientos que condujeron a su expulsión”. El término golpe de Estado no fue utilizado en la carta.
Ante la pregunta de The Nation acerca de si el Departamento de Estado estaba certificando lo que ocurrió como un golpe de Estado o si simplemente lo llamaban un golpe de Estado, Zelaya respondió: “No conozco los detalles de las leyes estadounidenses, pero en el comunicado que emitió hoy Estados Unidos a nombre del Departamento de Estado dice que fue un golpe de Estado. Involucró en el golpe de Estado al ejército y a la Corte de Honduras. O sea, el gobierno de los Estados Unidos reconocen la participación legislativa, judicial y militar de Honduras en el golpe. Lo dicen claro”.
Cualquiera que sea el punto de vista de Lanny Davis, los acontecimientos de ayer representan un rechazo contundente de la administración de Obama a aislarse en América Latina.
Crowley, el vocero del Departamento de Estado, no estuvo presente en la reunión de ayer, que incluyó a un diplomático de larga carrera en América Latina, Tom Shannon; el representante del Consejo de Seguridad Nacional Dan Restrepo; el embajador de EE.UU. en Honduras, Hugo Llorens, y el portavoz Ian Kelly.
La tensión actual puede estar decreciendo, pero no ha aflojado. Micheletti, abandonado por los estadounidenses en su intento de legitimar el golpe de Estado, se encuentra bajo una enorme presión para aceptar la recomendación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, de que renuncie, lo que sería una gran victoria para América Latina. Por otra parte, cualquier retorno a Honduras de Zelaya podría ser volátil, con la derecha que desea su detención, o incluso su muerte. Él no puede postularse para la reelección en virtud de la presente Constitución. No hay un candidato visible para que lo sustituya, y la propuesta de la Asamblea Constituyente está fuera de la agenda por ahora (o “¡por ahora!”, como diría un joven Hugo Chávez dijo a la salida de prisión).
El futuro puede estar en los movimientos sociales que se han levantado contra el golpe militar, con Zelaya, que actúa como un héroe de transición en la movilización, y con la gente activa en las calles de Honduras, tratando de tomar el futuro con sus propias manos.
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