martes, 29 de septiembre de 2009
Zelaya, Micheletti y el Golpe de Estado en Honduras
Por Asdrúbal Marín Murillo* - Cubadebate
Desde hace alrededor de tres meses el pueblo hondureño está viviendo una pesadilla que muchas y muchos latinoamericanos creíamos ya superada. Quienes hemos leído y reflexionado sobre las terribles décadas de dictaduras militares que vivieron los latinoamericanos en el recién pasado siglo XX, considerábamos esta historia como un pasado que difícilmente volvería. ¡Oh pobre esperanza de los mortales¡ Equivocadamente considerábamos que los seres humanos no tropezaban dos veces con la misma piedra. Pero todo eso era un engaño. Cuando las oligarquías capitalistas ven sus intereses amenazados entonces recurren al pasado para defender sus gollerías mal habidas. Lo que está pasando en Honduras no es más que esa misma historia de un pasado doloroso, inenarrable, violento, tortuoso, inhumano e inmoralmente aceptable.
Si usted no lo sabe entonces lea, escuche, investigue, visite internet y busque lo que sucedió en América Latina en las décadas de las dictaduras militares: Somoza, Strossner, Pinochet, Ríos Montt, Videla, Romero, Noriega y otros muchos tantos. Los militares, el ejército y los grandes empresarios oligárquicos han usado la fuerza, la violencia, la persecución, la tortura, la represión, el asesinato, el crimen y la mentira para mantener sus grandes intereses económicos. Todo eso está sucediendo en honduras. Este país centroamericano hoy está viviendo uno de los tiempos más difíciles de su historia. El gobierno del dictador Micheletti no responde a los intereses del pueblo, sus intereses están ligados a los grandes empresarios y a las grandes transnacionales extranjeras. Honduras hoy por hoy está sumida en una de las situaciones más dramáticas de su historia. El golpe de estado dado al gobierno de Zelaya demuestra el tipo de gobierno golpista que actualmente dirige los destinos del pueblo hondureño. Irrespeto a la legislación, sumisión ante el poder político y económico, agresión e irrespeto al pueblo que lo puso a gobernar, persecución, asesinatos, detenciones arbitrarias, eliminación de las garantías civiles y políticas, violación de la constitución política hondureña, irrespeto a los tratados internacionales. Las acciones del gobierno de Micheletti son las mismas que se aplicaron en las peores épocas de dictaduras en América Latina. El mundo y los gobernantes no pueden ser indiferentes ante esta nueva arremetida del gorilismo militar latinoamericano. No se puede pasar inadvertida una situación en donde los derechos humanos, las garantías sociales, civiles y políticas están siendo salvajemente ultrajadas.
Es mentira que el gobernante Manuel Zelaya haya intentado poner un gobierno al estilo Chávez en Honduras. No solo el señor Zelaya pertenece a una alcurnia adinerada hondureña, sino que de comunista o socialista su pensamiento es casi nulo. El gobernante Zelaya lo único que hizo fue sensibilizarse un poco con aquellos sectores más débiles de la sociedad. En América Latina los gobernantes de la derecha, la mal llamada socialdemocracia, ya sean liberales, conservadores, colorados, socialcristianos o algún otro invento ideológico, se han dedicado a llenar sus bolsillos con dineros del pueblo. El abandono a sus ciudadanos ha sido casi total. Cada día en nuestro continente aumentan los anillos de pobreza y las ciudades se llenan de villas miseria, favelas, barrios marginales y niños y niñas y adolescentes sucumben ante la droga y la prostitución. Mientras, partidos políticos y gobernantes tradicionales acumulan riqueza, viven en lujosas residencias y viajan por el mundo como monarcas árabes de países petroleros. Lo que Zelaya quería con la “cuarta urna” era pedirle la opinión al pueblo para poner en práctica políticas que vinieran a palear la azarosa vida de millones de hondureños. Hoy por hoy el segundo país más pobre de este continente. Claro, para mejorar la vida de ellos se deben hacer reformas y transformaciones a constituciones políticas que han sido creadas y aprobadas para favorecer a esas clases oligarcas que exprimen, excluyen y explotan a sus conciudadanos. Las oligarquías económico-políticas del continente han sabido poner a los militares como perros guardianes de sus riquezas. En las últimas décadas, desde luego, esas estructuras asesinas, llamadas Fuerzas Armadas, habían perdido poder y presencia en la política local. Los supuestos procesos de democratización iniciados en la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo XX, aunque incipientes, manipulados, falsos y llenos de vacíos participativos, hicieron que las poblaciones civiles alcanzaran una mayor beligerancia en los procesos políticos. Los movimientos populares, sociales, estudiantiles, políticos, indigenistas y gremiales manejaron mayores niveles de representatividad. No fue que la democracia como sistema político se abriera a las mayorías sociales, lo que pasó fue que las hordas represivas y las jaurías militarizadas fueran desplazadas por ciertos mecanismos jurídicos y legales. Los gobernantes fueron elegidos por el voto popular y se dieron elecciones en países donde habían prevalecido las dictaduras. La supuesta democratización y esos mecanismos legales pararon el baño de sangre de las Fuerzas Armadas. No había motivo, ni condiciones para los crímenes, las represiones, las desapariciones y la tortura de una forma abierta y descarada. Desgraciadamente se mantuvieron las mismas Constituciones Políticas de la dictadura.
Ante esta salida de los militares del escenario político, salida provisional, desde luego, la población civil y sus organizaciones repuntaron y se convirtieron en agentes sociales transformadores. Se convirtieron en actores políticos. Los pueblos participaron más libremente y colocaron en el gobierno a políticos y partidos que verdaderamente les representaban. Un nuevo aire ideológico recorrió el continente. Cansados nuestros pueblos del fracaso de una antigua ideología importada de la extinta URSS, ideó y puso en práctica nuevas formas de hacer política. Aparece una Nueva Izquierda latinoamericana, aparecen nuevos líderes, nuevos dirigentes con mentes abiertas, éticas y autóctonas. Ya el socialismo no se traía de fuera, sino que se construía y se aplicaba siguiendo las necesidades y las condiciones contextuales del momento. Surge así el Socialismo del Siglo XX y aparece en el escenario político Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. Que son los tres máximos promotores de este nuevo socialismo. Claro, aplicar esta nueva visión de mundo, de sociedad y de ser humano era prácticamente imposible hacerlo con las Constituciones antiguas. Por eso los gobernantes serios y comprometidos, mediante la participación y el voto popular, tuvieron que hacer algunas reformas a esas viejas, desfasadas, anacrónicas y militarizadas Constituciones. Ninguno de ellos lo hizo mediante la fuerza o la imposición, fueron los ciudadanos libremente quienes, mediante los mecanismos propios de la democracia, el referendo, cambiaron sus Constituciones políticas.
Manuel Zelaya, más demócrata que ninguno de los golpistas y gorilas que hoy gobiernan Honduras, solo quiso consultar al pueblo en esa “cuarta urna”. No era para cambiar la Constitución, solo buscaba oír al pueblo a ver qué opinión tenía ante un proceso como ese. No lo dejaron. Zelaya no era socialista ni seguidor de Chávez, no buscaba imponer otro sistema, tampoco buscaba aferrarse al poder. Su gran pecado fue pensar un poco en los que menos tenían. Sensibilizarse, bajar y conocer el dolor de los excluidos, pensar en ellos, buscar políticas éticas y humanas, darles salud, casa, educación. Ese fue el error y el gran pecado de don Manuel Zelaya. Micheletti, imbuido de egoísmo y con una mentalidad de dictador, con el apoyo y el respaldo de los militares lo quitó del gobierno y lo sacó del país. Hoy honduras está sumida en un retroceso de más de cincuenta años. Volviendo a una época triste de nuestra historia. A un pasado manchado de sangre, de odio, de terror, de violencia, de dolor, de muerte. Los hondureños están siendo reprimidos, torturados y asesinados. Han visto violentado sus derechos, se les ha suspendido todas las garantías y atribuciones constitucionales. No se les deja reunirse, marchar, protestar, manifestarse. Micheletti es la reencarnación política de los tiranos del pasado.
El pueblo no debe atarse de manos, la lucha debe seguir adelante. Si les prohíben reunirse en sitios públicos, deben hacerlo en lugares privados y desde ahí salir a la calle en grupos grandes y combativos. No deben permitir que los dictadores les roben lo que tanto les ha costado conseguir. Si miles y miles se tiran a la calle el ejército lo pensará para reprimir. Deben apoyarse mutuamente. La lucha no es solo de los seguidores de Zelaya, todos los hondureños y las hondureñas deben de luchar por recuperar los derechos y garantías adquiridos. No se deben dejar engañar con falsas poses democráticas de los golpistas. No deben caer en la trampa de que Hugo Chávez está detrás de Zelaya. Es mentira que se busca imponer el Socialismo del siglo XX. No crean que con unas nuevas elecciones van a regresar a la democracia. Al presidente Manuel Zelaya, y al pueblo hondureño, deben devolverles el gobierno. Usurpado por una camarilla de ladrones, represores, oligarcas y asesinos. Los gobiernos y los pueblos del mundo deben apoyar al pueblo hondureño. A los golpistas los deben de quitar, y si es necesario, a balazos.
Adelante Hermano pueblo hondureño.
* Profesor universitario de Filosofía.
Desde hace alrededor de tres meses el pueblo hondureño está viviendo una pesadilla que muchas y muchos latinoamericanos creíamos ya superada. Quienes hemos leído y reflexionado sobre las terribles décadas de dictaduras militares que vivieron los latinoamericanos en el recién pasado siglo XX, considerábamos esta historia como un pasado que difícilmente volvería. ¡Oh pobre esperanza de los mortales¡ Equivocadamente considerábamos que los seres humanos no tropezaban dos veces con la misma piedra. Pero todo eso era un engaño. Cuando las oligarquías capitalistas ven sus intereses amenazados entonces recurren al pasado para defender sus gollerías mal habidas. Lo que está pasando en Honduras no es más que esa misma historia de un pasado doloroso, inenarrable, violento, tortuoso, inhumano e inmoralmente aceptable.
Si usted no lo sabe entonces lea, escuche, investigue, visite internet y busque lo que sucedió en América Latina en las décadas de las dictaduras militares: Somoza, Strossner, Pinochet, Ríos Montt, Videla, Romero, Noriega y otros muchos tantos. Los militares, el ejército y los grandes empresarios oligárquicos han usado la fuerza, la violencia, la persecución, la tortura, la represión, el asesinato, el crimen y la mentira para mantener sus grandes intereses económicos. Todo eso está sucediendo en honduras. Este país centroamericano hoy está viviendo uno de los tiempos más difíciles de su historia. El gobierno del dictador Micheletti no responde a los intereses del pueblo, sus intereses están ligados a los grandes empresarios y a las grandes transnacionales extranjeras. Honduras hoy por hoy está sumida en una de las situaciones más dramáticas de su historia. El golpe de estado dado al gobierno de Zelaya demuestra el tipo de gobierno golpista que actualmente dirige los destinos del pueblo hondureño. Irrespeto a la legislación, sumisión ante el poder político y económico, agresión e irrespeto al pueblo que lo puso a gobernar, persecución, asesinatos, detenciones arbitrarias, eliminación de las garantías civiles y políticas, violación de la constitución política hondureña, irrespeto a los tratados internacionales. Las acciones del gobierno de Micheletti son las mismas que se aplicaron en las peores épocas de dictaduras en América Latina. El mundo y los gobernantes no pueden ser indiferentes ante esta nueva arremetida del gorilismo militar latinoamericano. No se puede pasar inadvertida una situación en donde los derechos humanos, las garantías sociales, civiles y políticas están siendo salvajemente ultrajadas.
Es mentira que el gobernante Manuel Zelaya haya intentado poner un gobierno al estilo Chávez en Honduras. No solo el señor Zelaya pertenece a una alcurnia adinerada hondureña, sino que de comunista o socialista su pensamiento es casi nulo. El gobernante Zelaya lo único que hizo fue sensibilizarse un poco con aquellos sectores más débiles de la sociedad. En América Latina los gobernantes de la derecha, la mal llamada socialdemocracia, ya sean liberales, conservadores, colorados, socialcristianos o algún otro invento ideológico, se han dedicado a llenar sus bolsillos con dineros del pueblo. El abandono a sus ciudadanos ha sido casi total. Cada día en nuestro continente aumentan los anillos de pobreza y las ciudades se llenan de villas miseria, favelas, barrios marginales y niños y niñas y adolescentes sucumben ante la droga y la prostitución. Mientras, partidos políticos y gobernantes tradicionales acumulan riqueza, viven en lujosas residencias y viajan por el mundo como monarcas árabes de países petroleros. Lo que Zelaya quería con la “cuarta urna” era pedirle la opinión al pueblo para poner en práctica políticas que vinieran a palear la azarosa vida de millones de hondureños. Hoy por hoy el segundo país más pobre de este continente. Claro, para mejorar la vida de ellos se deben hacer reformas y transformaciones a constituciones políticas que han sido creadas y aprobadas para favorecer a esas clases oligarcas que exprimen, excluyen y explotan a sus conciudadanos. Las oligarquías económico-políticas del continente han sabido poner a los militares como perros guardianes de sus riquezas. En las últimas décadas, desde luego, esas estructuras asesinas, llamadas Fuerzas Armadas, habían perdido poder y presencia en la política local. Los supuestos procesos de democratización iniciados en la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo XX, aunque incipientes, manipulados, falsos y llenos de vacíos participativos, hicieron que las poblaciones civiles alcanzaran una mayor beligerancia en los procesos políticos. Los movimientos populares, sociales, estudiantiles, políticos, indigenistas y gremiales manejaron mayores niveles de representatividad. No fue que la democracia como sistema político se abriera a las mayorías sociales, lo que pasó fue que las hordas represivas y las jaurías militarizadas fueran desplazadas por ciertos mecanismos jurídicos y legales. Los gobernantes fueron elegidos por el voto popular y se dieron elecciones en países donde habían prevalecido las dictaduras. La supuesta democratización y esos mecanismos legales pararon el baño de sangre de las Fuerzas Armadas. No había motivo, ni condiciones para los crímenes, las represiones, las desapariciones y la tortura de una forma abierta y descarada. Desgraciadamente se mantuvieron las mismas Constituciones Políticas de la dictadura.
Ante esta salida de los militares del escenario político, salida provisional, desde luego, la población civil y sus organizaciones repuntaron y se convirtieron en agentes sociales transformadores. Se convirtieron en actores políticos. Los pueblos participaron más libremente y colocaron en el gobierno a políticos y partidos que verdaderamente les representaban. Un nuevo aire ideológico recorrió el continente. Cansados nuestros pueblos del fracaso de una antigua ideología importada de la extinta URSS, ideó y puso en práctica nuevas formas de hacer política. Aparece una Nueva Izquierda latinoamericana, aparecen nuevos líderes, nuevos dirigentes con mentes abiertas, éticas y autóctonas. Ya el socialismo no se traía de fuera, sino que se construía y se aplicaba siguiendo las necesidades y las condiciones contextuales del momento. Surge así el Socialismo del Siglo XX y aparece en el escenario político Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. Que son los tres máximos promotores de este nuevo socialismo. Claro, aplicar esta nueva visión de mundo, de sociedad y de ser humano era prácticamente imposible hacerlo con las Constituciones antiguas. Por eso los gobernantes serios y comprometidos, mediante la participación y el voto popular, tuvieron que hacer algunas reformas a esas viejas, desfasadas, anacrónicas y militarizadas Constituciones. Ninguno de ellos lo hizo mediante la fuerza o la imposición, fueron los ciudadanos libremente quienes, mediante los mecanismos propios de la democracia, el referendo, cambiaron sus Constituciones políticas.
Manuel Zelaya, más demócrata que ninguno de los golpistas y gorilas que hoy gobiernan Honduras, solo quiso consultar al pueblo en esa “cuarta urna”. No era para cambiar la Constitución, solo buscaba oír al pueblo a ver qué opinión tenía ante un proceso como ese. No lo dejaron. Zelaya no era socialista ni seguidor de Chávez, no buscaba imponer otro sistema, tampoco buscaba aferrarse al poder. Su gran pecado fue pensar un poco en los que menos tenían. Sensibilizarse, bajar y conocer el dolor de los excluidos, pensar en ellos, buscar políticas éticas y humanas, darles salud, casa, educación. Ese fue el error y el gran pecado de don Manuel Zelaya. Micheletti, imbuido de egoísmo y con una mentalidad de dictador, con el apoyo y el respaldo de los militares lo quitó del gobierno y lo sacó del país. Hoy honduras está sumida en un retroceso de más de cincuenta años. Volviendo a una época triste de nuestra historia. A un pasado manchado de sangre, de odio, de terror, de violencia, de dolor, de muerte. Los hondureños están siendo reprimidos, torturados y asesinados. Han visto violentado sus derechos, se les ha suspendido todas las garantías y atribuciones constitucionales. No se les deja reunirse, marchar, protestar, manifestarse. Micheletti es la reencarnación política de los tiranos del pasado.
El pueblo no debe atarse de manos, la lucha debe seguir adelante. Si les prohíben reunirse en sitios públicos, deben hacerlo en lugares privados y desde ahí salir a la calle en grupos grandes y combativos. No deben permitir que los dictadores les roben lo que tanto les ha costado conseguir. Si miles y miles se tiran a la calle el ejército lo pensará para reprimir. Deben apoyarse mutuamente. La lucha no es solo de los seguidores de Zelaya, todos los hondureños y las hondureñas deben de luchar por recuperar los derechos y garantías adquiridos. No se deben dejar engañar con falsas poses democráticas de los golpistas. No deben caer en la trampa de que Hugo Chávez está detrás de Zelaya. Es mentira que se busca imponer el Socialismo del siglo XX. No crean que con unas nuevas elecciones van a regresar a la democracia. Al presidente Manuel Zelaya, y al pueblo hondureño, deben devolverles el gobierno. Usurpado por una camarilla de ladrones, represores, oligarcas y asesinos. Los gobiernos y los pueblos del mundo deben apoyar al pueblo hondureño. A los golpistas los deben de quitar, y si es necesario, a balazos.
Adelante Hermano pueblo hondureño.
* Profesor universitario de Filosofía.
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