sábado, 22 de agosto de 2009
Fundación del paraíso
Enviado por Fabricio Estrada
Sucede que estamos en inventario.
Estamos desmontando un mundo, estamos desmontando el artificio.
Ocurre que estamos borrando el número de serie y volviéndonos artesanos, llenos del barro de los días, amasados por el golpe, nos estamos haciendo irrepetibles.
Cada cosa, cada concepto es devuelto a una categoría básica y sustanciosa.
Trilobites, sílabas unicelulares: piedra, grito, alma.
Sucede que Eva sacó la cara y Adán la acompaña con su listado de novedades: esto es alegría, esto es tristeza, esto es mañana y esto olvido.
La mirada, los árboles, la hondonada de una herida brutal, ya son otros paraísos los que buscamos, nos hemos hartado de todos los frutales.
Esto es dolo, ésto es ángel inverso, ésto es flor y ésto un hombre desollado.
Ocurre que estamos inventando el tiempo y el sueño debe esperar, con su capa rota el sueño, con sus brillos el sueño, con su descanso mortuorio el sueño.
Hemos abierto -de un solo tajo- el vientre pulposo del bien y el mal y lo entendemos frío, áspero, entendemos que el viento silba nuestros nombres y a él nos entregamos llenos de ramajes.
Sucede que nos sabemos nuevos
y estamos en inventario.
Sucede que estamos en inventario.
Estamos desmontando un mundo, estamos desmontando el artificio.
Ocurre que estamos borrando el número de serie y volviéndonos artesanos, llenos del barro de los días, amasados por el golpe, nos estamos haciendo irrepetibles.
Cada cosa, cada concepto es devuelto a una categoría básica y sustanciosa.
Trilobites, sílabas unicelulares: piedra, grito, alma.
Sucede que Eva sacó la cara y Adán la acompaña con su listado de novedades: esto es alegría, esto es tristeza, esto es mañana y esto olvido.
La mirada, los árboles, la hondonada de una herida brutal, ya son otros paraísos los que buscamos, nos hemos hartado de todos los frutales.
Esto es dolo, ésto es ángel inverso, ésto es flor y ésto un hombre desollado.
Ocurre que estamos inventando el tiempo y el sueño debe esperar, con su capa rota el sueño, con sus brillos el sueño, con su descanso mortuorio el sueño.
Hemos abierto -de un solo tajo- el vientre pulposo del bien y el mal y lo entendemos frío, áspero, entendemos que el viento silba nuestros nombres y a él nos entregamos llenos de ramajes.
Sucede que nos sabemos nuevos
y estamos en inventario.
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