viernes, 6 de mayo de 2011
Honduras: no se puede vender una imagen de paz y tranquilidad
Radio Progreso
Mientras los anuncios oficiales se esfuerzan en acentuar la campaña sobre una Honduras en plena apertura a los negocios, y que el país entero es la tierra de promisión para que las multinacionales vengan a usar nuestros recursos a diestra y siniestra, los conflictos acumulados salen a flote para recordarnos en Honduras no se puede vender una imagen de paz y tranquilidad, que está muy lejos de vivir.
Mientras el extremista neoliberal Paul Romer se afana en defender su proyecto de ciudades modelos en nuestra sociedad en harapos, los conflictos agrarios emergen con toda su furia, y van dejando en el Aguán un reguero de sangre que en un año ya va dando cuenta de unos veinticinco campesinos asesinados en estricta vinculación con los conflictos agrarios.
Los voceros oficiales tanto de la administración de Lobo Sosa como de la alta empresa privada se molestan porque las protestas y reclamos populares ponen en peligro la imagen que en estos días necesitan tener de Honduras para enamorar a empresarios del mundo para que se decidan a invertir en nuestro territorio. Sin embargo, la imagen de un país tranquilo se va al carajo cuando comunidades del occidente del país emergen con toda su dignidad para reclamar con fuertes acciones con el fin de llamar la atención por el olvido al que han sido sometidas por las diversas administraciones públicas.
Los voceros oficiales insisten en la consigna de darle vuelta a la página, y ver hacia delante. Así lo ha dicho en no pocas ocasiones el presidente del Congreso Nacional, el propio Don Porfirio Lobo y altos dirigentes de la gran empresa privada. Para ellos, dar vuelta a la página es dejar que el país prosiga en la misma lógica que acumula conflictos no resueltos y sostiene un modelo productor de hambrientos, desigualdad, violencia, impunidad y corrupción.
Hacer negocios o construir ciudades modelo en un país y un Estado en harapos, como es nuestro caso hondureño, es como mantener un espejo limpio en un depósito de estiércol, o maquillar un rostro cubierto de lepra. Por mucho que el gobierno o la gran empresa privada quieran mantener la imagen de un país tranquilo, los conflictos sociales no se pueden tapar con montajes publicitarios.
Aquí no hay vuelta de hoja: o le hacemos frente a la crisis con todos sus conflictos acumulados, a partir de un nuevo pacto social que signifique no dar vuelta a una página sino buscar un nuevo libro que nada tenga que ver con la impunidad y la corrupción ni con la lógica que produce exclusión y violencia, o seguiremos hundiéndonos en nuestro propio fango mientras nos afanamos en sostener una imagen con una publicidad que no se la creen ni sus mismos diseñadores.
Mientras los anuncios oficiales se esfuerzan en acentuar la campaña sobre una Honduras en plena apertura a los negocios, y que el país entero es la tierra de promisión para que las multinacionales vengan a usar nuestros recursos a diestra y siniestra, los conflictos acumulados salen a flote para recordarnos en Honduras no se puede vender una imagen de paz y tranquilidad, que está muy lejos de vivir.
Mientras el extremista neoliberal Paul Romer se afana en defender su proyecto de ciudades modelos en nuestra sociedad en harapos, los conflictos agrarios emergen con toda su furia, y van dejando en el Aguán un reguero de sangre que en un año ya va dando cuenta de unos veinticinco campesinos asesinados en estricta vinculación con los conflictos agrarios.
Los voceros oficiales tanto de la administración de Lobo Sosa como de la alta empresa privada se molestan porque las protestas y reclamos populares ponen en peligro la imagen que en estos días necesitan tener de Honduras para enamorar a empresarios del mundo para que se decidan a invertir en nuestro territorio. Sin embargo, la imagen de un país tranquilo se va al carajo cuando comunidades del occidente del país emergen con toda su dignidad para reclamar con fuertes acciones con el fin de llamar la atención por el olvido al que han sido sometidas por las diversas administraciones públicas.
Los voceros oficiales insisten en la consigna de darle vuelta a la página, y ver hacia delante. Así lo ha dicho en no pocas ocasiones el presidente del Congreso Nacional, el propio Don Porfirio Lobo y altos dirigentes de la gran empresa privada. Para ellos, dar vuelta a la página es dejar que el país prosiga en la misma lógica que acumula conflictos no resueltos y sostiene un modelo productor de hambrientos, desigualdad, violencia, impunidad y corrupción.
Hacer negocios o construir ciudades modelo en un país y un Estado en harapos, como es nuestro caso hondureño, es como mantener un espejo limpio en un depósito de estiércol, o maquillar un rostro cubierto de lepra. Por mucho que el gobierno o la gran empresa privada quieran mantener la imagen de un país tranquilo, los conflictos sociales no se pueden tapar con montajes publicitarios.
Aquí no hay vuelta de hoja: o le hacemos frente a la crisis con todos sus conflictos acumulados, a partir de un nuevo pacto social que signifique no dar vuelta a una página sino buscar un nuevo libro que nada tenga que ver con la impunidad y la corrupción ni con la lógica que produce exclusión y violencia, o seguiremos hundiéndonos en nuestro propio fango mientras nos afanamos en sostener una imagen con una publicidad que no se la creen ni sus mismos diseñadores.
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