Por Luis Alvarenga
Imperialismo y revolución en Centroamérica, de Roque Dalton, es un libro que es dos libros: El aparato imperialista en Centroamérica y El Salvador en la revolución centroamericana. Como lo advierten los editores, el primero es una serie de anotaciones preliminares que no llegaron a la redacción final, concluidas en septiembre de 1973, a poco más de un año antes de regresar a El Salvador.
El primero, por su carácter de texto preliminar, de texto inconcluso (como lo es Un libro rojo para Lenin, “poema inconcluso, mientras viva el autor”), no da tanto la impresión de ser un texto en borrador, sino de un collage sobre el imperialismo en Centroamérica. No es un collage poético como Historias prohibidas…, sino un collage que, sin proclamarlo, subvierte la forma tradicional del ensayo político. En el texto, dividido en cincuenta y tres secciones, conviven dialécticamente textos propios, junto a estudios de otros autores y, como en Un libro rojo…, “voces meramente ambientativas y voces del enemigo”. Ojo: no es un traslado mecánico, sino una apreciación de cómo se ve el texto en el nivel de redacción que Roque lo dejó. No podemos conjeturar cómo quedaría el texto definitiva so pena de intentar practicar ciencias ocultas.
El aparato imperialista en Centroamérica logra, por su carácter aparentemente fragmentario, ser una aproximación hacia una teoría crítica del imperialismo desde el punto de vista centroamericano. Teoría crítica por cuanto analiza el imperialismo desde sus más variadas manifestaciones.
La teoría tradicional concibe la realidad como una serie de esferas fragmentadas entre sí. En El aparato imperialista en Centroamérica se unen enfoques anteriormente parciales sobre el problema, de tal manera que se puede apreciar que el fenómeno imperialista no se puede entender unilateralmente, sino que es, a la vez, un problema que tiene implicaciones económicas, políticas, militares, religiosas, comunicativas, etc. Una teoría crítica sería, pues, una teoría integradora de todos estos aspectos, para así poder proponer una praxis revolucionaria a la altura del problema. El trabajo de Roque permite ver que el imperialismo en Centroamérica tiene muchas cabezas, como la hidra, algunas de las cuales son más visibles y otras, más sutiles, como el listado parcial de agentes de la CIA que operaron en el país.
Mientras seguimos siendo presas de un nacionalismo estrecho, el imperialismo actúa conforme a una estrategia regional.
Dalton señala que esta estrategia abarca desde mecanismos sutiles, cobijados bajo la bandera de la integración económica, hasta modalidades de intervención militar a partir del mando conjunto de los ejércitos centroamericanos. La integración imperialista se da bajo la ilusión de la independencia de las repúblicas centroamericanas (ver p. 2) Es decir, el imperialismo no actúa directamente (salvo casos extremos), sino a través de sus agentes locales. Y si lo hace directamente, lo hará en al ámbito de la cultura, la religión, los medios de comunicación, etc. En el presente, este tipo de estrategia de integración centroamericana subordinada a los Estados Unidos se da de muchas formas: los TLC, las bases militares en la región, etc. Así que lo que estamos viviendo no es nada nuevo.
Un tema importante que toca Roque en El aparato imperialista… es el de la industria turística y sus implicaciones tanto económicas como ideológicas (pp. 83-84). En este sentido, también se encuentra un análisis importante de cómo las economías capitalistas —y en eso, la industria turística sería como una avanzada— se irían decantando hacia una “sociedad de servicios”, esto es, a economías terciarizadas (con todas sus implicaciones económicas, políticas e ideológicas). El neoliberalismo vendió la ilusión de la terciarización de la economía bajo el manto de la “modernización”, convirtiendo la economía dependiente monocultivista agroexportadora en una economía de servicios dependiente que no cultiva nada y sí exporta a su población.
El Salvador y la revolución centroamericana, el segundo libro, es un trabajo anterior, que reúne dos textos escritos en 1969 y 1972, “El Salvador, el istmo y la revolución” y “Partido revolucionario y lucha armada en la formación social contemporánea de El Salvador”, respectivamente. Estos trabajos, escritos para el debate, analizan las razones por las cuales Dalton termina distanciándose de la vanguardia política tradicional.
En este libro se hace un reconocimiento histórico de las luchas del 32. Dalton no ha tenido que expurgar en los archivos soviéticos para afirmar que el movimiento insurreccional no fue dirigido por el PC, pero, ojo, para dejar en claro también que junto a los insurrectos de las comunidades indígenas también estuvieron los comunistas que, a pesar de la inexperiencia militar, los problemas de coordinación e incluso, de ciertas valoraciones políticas, formaron parte importante de este gran movimiento insurreccional. Afirmar, pues, que el PCS no pesó gran cosa en la insurrección del 32 es falso, pues, como demuestra Dalton, había un gran trabajo organizativo y una gran capacidad de movilización social por parte de esa primera generación de comunistas organizados en el país.
Por otro lado, Dalton realiza un análisis crítico de la trayectoria del PCS posterior al 32, años en que se asiste a un proceso multicausal en el que el partido teóricamente de vanguardia pasa a tomar posturas conservadoras. Creo que sería necesario hacer una historia sistemática de la izquierda salvadoreña a la luz de la problemática de las luchas de liberación. Hay algunos aportes contemporáneos a este respecto, como por ejemplo, el trabajo de investigación de las organizaciones del FMLN en el que trabaja desde hace algunos años el compañero Alberto Martín, de la Universidad de Colima, o el trabajo de recuperación de documentos históricos que hace Roberto Pineda en su página de internet. O los trabajos de Ricardo Argueta sobre la historia del Por lo que puede deducirse en estas páginas, la concepción estratégica de Dalton está más cercana a la de la guerra popular prolongada que a una de carácter militarista. Esto se advierte en la insistencia en ir de lo simple a lo complejo, en la idea de ir creando la base social del ejército guerrillero a partir de un largo proceso de organización, sin prisas por tener el membrete de partido comunista, pero también, con el ojo puesto en las situaciones revolucionarias que surjan.
Ojo: construcción prolongada del movimiento, pero sin que esto implique el esperar ad eternam o ad nauseam a que concurran todas las condiciones objetivas y subjetivas. Roque también discute sobre esto en Un libro rojo para Lenin. Porque de esperar a que vengan todas las condiciones, nos pone en una situación de resignación, de esperar que las contradicciones inherentes del capitalismo hagan la labor de destruirlo. Y ya se sabe la capacidad de autorregeneración del capitalismo.
Tú le diste un corazón de carne y sangre a verdad pero nos advertiste que funcionaba como una bomba de tiempo o como una manzana. Que podría servir para volar la maquinaria del odio pero que también se podría podrir. Estos libros son “alarmantes hormigueros”, que, aparte de darnos una panorámica interesante de los debates de la izquierda en los años 70 (cuya riqueza de matices se advierte tanto en el texto de “Alberto Gualán”, que no es otro que Schafik Hándal, como en los comentarios que Roque hace del mismo), también nos dejan abiertos muchos desafíos, tanto en la teoría como en la práctica liberadora.
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