Desde Olanchito
Por Marel Medina Bardales
A veces los presidentes de Honduras al ser electos causan sorpresas agridulces, amargas o muy halagüeñas. Hay momentos en que la persona elegida tiene intelectual, cultural, profesional y políticamente un buen perfil, pero en el desempeño presidencial es un inepto incompetente, tal fue el caso de Monchito Cruz; en 1990, un candidato carismático, de fluido verbo y sonrisa magnética pero de pérfidos sentimientos, engatusó al pueblo hondureño de tal forma que todavía hay personas que sienten la dulzura del ajenjo de sus promesas y hasta volverían a votar por este frescales redomado y le perdonan la entrega descomedida y a ultranza hacia el reino neoliberal; hubo otro presidente cuyo discurso empataba bien con la jerga de los setentas, pero en los noventas estaba desfasado, empero, logró quitarle el chinchín a los militares con elegancia y diplomacia, sin desenvainar el machete oxidado; también hay que mencionar al de la agenda en blanco salvado milagrosamente por la naturaleza; el penúltimo, extranjero por más señas y compañero de viaje de frescales redomado en la ventura provechosa –para ellos, del neoliberalismo, que dejó al pueblo maduro y turulato por los efectos sociales y económicos de este fenómeno capitalista; y por último un personaje que no traía los títulos, ni los conocimientos académicos que de mucho se precian algunos políticos sabihondos, era el menos recomendado para dirigir la república. Yo no le di ni el beneficio de la duda, ni voté por él, y honestamente, me pegué con un duro guijarro en la vela-guaro.
Me refiero a don José Manuel Zelaya Rosales, nadie daba medio por él, excepto la abrumadora mayoría liberal que votó por él y ahí comenzaron las sorpresas. Se rodeó de una asesoría de hombres y mujeres con un pensamiento político que no inclinaba la cerviz ante el mandato de los cánones neoliberales y sus medidas macro y micro abrieron las puertas a las masas tradicionalmente excluidas por la férrea derecha poderosa y enriquecida con toda la estructura económica, industrial y financiera del país.
Compartió el poder político con los corifeos de las corrientes que le llevaron al mando, esto le debilitó y se “colaron” tipejos de mala monta muy dañino. No entregó al partido liberal ni a las castas poderosas de la economía, su gobierno. Estas fuerzas autoritarias, poderosas y prepotentes comenzaron a atacar al presidente olanchano con los cañones de los medios de comunicación impresos, televisivos y radiales, a excepción de algunos medios la red Globo, Canal 36, radio Progreso, la Uno, la Gualcho y muchas otras voces interioranas, de los medios impresos Tiempo, único entre ellos; con políticas emancipadas fuera de la rosca del poder.
Esta rosca de poder comenzó satirizando la figura presidencial de todas las formas posibles llamándole inepto, despistado, improvisador y que todas sus políticas ejecutivas y de acción eran equivocadas y hasta estúpidas.
Sin embargo, de todos los presidentes hondureños desde 1839, después de Morazán, es el único que abre los brazos para los excluidos social y económicamente, ¿acaso es pecado esto? Dar buena parte del queque y no migajas, arregla el embrollo que presidentes como Flores Facussé y Maduro formaron con el magisterio –los maestros y maestras están asombrados de la prontitud del pago en este mes de enero; ante el fenómeno de las alzas inacabables de los combustibles les quita la galleta de la fórmula y subsidia los precios y se arregla con el trasporte; no le perdonan el acercamiento con Fidel, Chávez y Ortega, los papistas del capitalismo de la “libertad y la democracia” creen que contaminará la acendrada posición anticomunista de la que tanto se ha beneficiado catracholandia; rompe los falsos tabús creados por el FMI y el BM de que no debe financiarse la actividad agropecuaria nacional solo apoyar a la empresa privada; veta la descarada pretensión de Micheletti y aduladores de desvalijar del erario el uno por ciento en nombre de los partidos políticos; para terminar a la mitad de su periodo presidencial de firmar un acuerdo con Petrocaribe para comprar directamente el combustible y venderlo al consumidor nacional y el 40% invertirlo en cuestiones energéticas y el resto a largo plazo y dichos fondos invertirlos en asuntos sociales.
Se enfrenta en esta segunda etapa ante esa guillotina despiadada del precio del barril de petróleo, por eso promueve la explotación petrolera desde el punto de vista hondureñista y no trasnacional, el congreso está remilgoso de aprobar leyes como la de minerías, comunicaciones y otras que pondrían en entredicho a los politicastros con las roscas de poder.
Propone a la hondureñidad, a través de una curta urna, la opinión popular para sancionar una constituyente y eso fue la gota que derramó el pocillo y los amantes de la “libertad y la democracia” al estilo de los Estados Unidos, rasgaron sus vestiduras tal judíos y encenizaron sus testas; por ello sobornaron a militares “por unos dólares mas” para deponer a Mel por medio de un golpe de estado que los golpistas calculaban levantaría polvo unas dos semanas, pero después de dos años el pueblo-pueblo no olvida y convierte al defenestrado presidente en un gulliver, que con medidas de inclusión sociales y populares para el 60% del pueblo que solo miraba como el 40% restante embuchaban todas las riquezas nacionales: alimentos, recursos y riquezas naturales, lo mejor.
Renegó del capitalismo cruel y abrazó al Alba, a Petrocaribe, a la Solidaridad de las naciones del sur.
Mel abrió los ojos de estas masas excluidas y les urgió a reclamar sus derechos a acceder a esas cosas que les estaban vedadas, a las que solo podían soñar. Fueron estas pequeñas grandes cosas que el pueblo-pueblo agradece a Mel y por eso lo quiere. Ahora que por el Acuerdo de Cartagena de Indias este polifacético hombre vuelve el 28 para quedarse y terminar las tareas inconclusas interrumpidas el 28 de junio de 2009.
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