Por Javi Alvarez
Abrió la presentación su autor, explicando que el libro se divide en tres partes. La primera se dedica a desmitificar los lugares comunes a los que nos somete la ideología económica, empeñada en explicarnos que lo que pasa es algo inevitable. La economía no es ninguna ciencia, es más bien un saber difuso que no debe tener capacidad para determinar ninguna ley. Esta economía capitalista marca como prioridad la recuperación, pero la de sus agentes capitalistas; no busca una recuperación del empleo, eso lo hacía el capitalismo industrial, pero ahora estamos en otra fase donde lo único importante son los beneficios financieros que ya no se generan con el trabajo productivo. Otras de las falacias que utiliza la ideología económica capitalista son las de decir que los salarios son muy altos y que los costes del estado del bienestar resultan insostenibles. Lo que ocurre es que el beneficio, para seguir creciendo, debe ir agarrándose a los recursos sociales. Y finalmente, se nos machaca con el mensaje de que volveremos a tener un ciclo de crecimiento, algo que Isidro López vaticina que no va a suceder a nivel mundial y mucho menos en España donde, por nuestro tejido, lo único que podríamos esperar es alguna nueva burbuja.
La segunda de las partes de La crisis que viene trata de abrirnos los ojos sobre lo que está ocurriendo. Por un lado asistimos a la disolución de la clase media tradicional debido a que la diferencia entre los ganadores de los ciclos y el resto de la sociedad se acentúa dramáticamente. Nos encontramos con una pérdida de derechos brutal, tanto que están desapareciendo. El gasto público y los servicios sociales de los estados van pasando a ser tutelados por los organismos financieros que con ellos están buscando una nueva forma de generar beneficios; no les preocupa fagocitar a los estados, porque estos siempre pagan, así que presionan para que la deuda suba y ellos aumenten su beneficio. También asistimos a un reforzamiento de las tendencia destructivas del medio ambiente.
La última de las partes se plantea las líneas que esta crisis proyecta hacia el futuro. La primera de ellas es desplazar y repercutir los costes y las causas hacia los grupos sociales más débiles y crear así microluchas de jubilados contra jóvenes, locales contra inmigrantes... en un sinfín de «guerras entre pobres». La segunda acentuar la política del miedo contando que no hay salida y que el camino de sacrificios que imponen los mercados es lo único que se puede hacer. Debemos superar ese miedo para cambiar las cosas. Los partidos políticos se han mostrado incapaces para proponer una salida a la crisis, además se ha dañado el empleo, los derechos y la propiedad pública que se ha transformado en un mapa de recursos para las castas financieras. Hay que pensar en soluciones. La que nos propone La crisis que viene es una redistribución a gran escala. Tenemos riqueza en el planeta suficiente, pero no hemos sido capaces de repartirla de una manera justa, pues ésta se concentra en un 1% de la población, en unas pocas personas que acumulan la riqueza, una minoría que la explota.
Charo Morán se encargó de centrar la crisis ecológica, pues el capitalismo lleva asociados y ocultos una serie de temas ecológicos. La economía al uso que manejamos deja a un lado los problemas ambientales. En primer lugar porque se basa en un crecimiento continuo que supone una carga de flujos y materiales infinitos en un planeta con recursos finitos. Estos límites planetarios están al margen de la economía capitalista que constantemente los sobrepasa. Citó el cambio climático como otro de los resultados de vivir al margen de dichos límites. Cualquier desarrollo debe ser sostenible. No podemos seguir permitiendo que el 20% de la población consuma el 80% de los recursos del planeta.
Charo Morán habló también de la huella ecológica, el impacto que tiene sobre la naturaleza lo que hace el ser humano. Generamos mayor cantidad de residuos de los que el planeta puede asumir. Después ilustró la hecatombe de una biodiversidad que se acaba. Cada organismo, cada sistema, es una pieza del puzzle y si vamos eliminando piezas, aunque nos parezcan independientes, llegará un momento en el que se colapsen algunos de esos elementos, lo que influirá directamente en el resto de especies. Los seres humanos estamos modificando todos los ecosistemas, sin darnos cuenta que esa biodiversidad es quien garantiza nuestra calidad de vida. La conclusión es que el sistema económico se desarrolla a espaldas de las leyes del planeta, es solo un subsistema, pero se comporta como si fuera al revés, como si todos los demás sistemas tuvieran que estar supeditados a él. Ilustró el «pico el petróleo» como otra incongruencia más donde nos olvidamos del tiempo que le cuesta al planeta generar dicha energía comparándolo con el efímero tiempo en el que la consumimos. Señaló otro contrasentido al medir el bienestar a través del PIB que sólo contabiliza inversiones y gastos. Habló de la deuda ecológica contraída moralmente con los países pobres que tienen las materias primas. Alertó de ese mensaje que nos lanzan diciendo que si no consumimos no vamos a salir adelante de la crisis. En realidad es al revés, aquellas sociedades que sean más austeras encontrarán la solución antes. Debemos ir hacia sociedades colectivas, más cooperativas, autogestionadas y con una cultura más de suficiencia.
Carlos Taibo dijo estar de acuerdo con la mayoría de las tesis que el libro plantea. En primer lugar, al igual que La crisis que viene, nos aconsejó abandonar la visión cíclica de las cosas: no va a llegar una época de bonanza. Nos pidió que manejemos con prudencia la diferencia entre lo público y lo privado, porque tenemos que saber defender lo que lleve la etiqueta de público y sacar del baúl la palabra socializar. Nos aconsejó que sepamos distinguir entre el anticapitalismo y el antineoliberalismo que no son lo mismo, pues el segundo término acepta las reglas de este sistema, algo que le ha ocurrido a los sindicatos mayoritarios. Debemos preguntarnos ¿Cómo trabajamos? porque aunque las palabras explotación y alienación han desaparecido del vocabulario no lo han hecho de la realidad; ¿Para quién trabajamos? y así darnos cuenta que lo estamos haciendo para el propio capitalismo y no para nosotros; ¿Qué producimos? no vaya a ser que estemos hipotecando los derechos de las personas venideras. El mundo no puede funcionar sin trabajadores, pero sí sin patrones.
El sistema capitalista nos cuenta que si tenemos crecimiento, los empresarios tendrán beneficios. Con ellos invertirán y se recuperará el empleo. Pero no es así, pues esos beneficios durante las dos últimas décadas han venido dedicándose a la especulación. Después hace una nueva pregunta que deja en el aire: ¿Qué escenario nos deja la desaparición de las clases medias?
Carlos Taibo desconfía que todo se pueda llevar a un terreno de la financiarización como hace el libro, sobre todo cuando se discute de ecología. No es cierto que el capitalismo se vaya olvidando de las materia primas. A pesar del «pico el petróleo» y de que éste vaya camino de agotarse, el sistema capitalista seguirá manteniendo la misma rueda, aunque haya entrado en una etapa de corrosión vital y no sea tan vivaz para encontrar soluciones. Hay que prestar atención a pesar de los estertores, pues el capitalismo morirá matando. Empieza a escucharse un discurso oficial que va lanzando mensajes alarmistas, no debemos extrañarnos, nos avisan de que las medidas que va a arbitrar este capitalismo enfermo serán mucho más duras, salvajes y menos inteligentes.
Hay quien nos pide que esperemos el momento del colapso para cambiar, lo que puede ser muy peligroso. La otra opción, la de Carlos Taibo, es que tenemos que salir del capitalismo ya y construir nuevas sociedades menos complejas, que no sean tan dependientes y donde se habrá abolido el trabajo asalariado. En el fondo es lo que estamos haciendo todos juntos en esta plaza de la Puerta del Sol.
Tras la charla se abrió un interesante debate en el que fueron participando los asistentes. Unos expresaban sus opiniones, otros alentaban ánimos para avanzar en una sociedad más justa, algunos preguntaban a los ponentes sobre asuntos relacionados avivando el debate, queriendo aprender... Esa es la participación ciudadana en el centro de la ciudad que busca un mundo mejor, más justo. Es esperanza y presente de una revolución pendiente que solo la juventud puede emprender. Por fin algo se mueve.
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