Por Bruno Lima Rocha/Rafael Cavalcanti
En este artículo desarrollamos la idea de que la creación de un hecho político de mayor tensión en las relaciones entre Colombia y Venezuela, deriva del hecho mediático promovido por Uribe, con la intención de reforzar la posición imperial en nuestro continente. En las próximas líneas presentamos el argumento, debatiendo la producción de sentido de los medios comerciales y los posibles efectos de sentido en la masa de consumidores de información, basada en premisas falsas y en la falsedad de los hechos.
Recordando la fabricación de la obviedad
El último acto de gobierno del presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez fue una bomba mediática latinoamericana. Como se sabe, a través de un mapa de Google como cortina de humo (para limpiar la imagen original de satélite suministrada por los EUA), el hombre de confianza de las fuerzas paramilitares conocidas como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) acusó el gobierno venezolano de Hugo Rafael Chávez Frías de suministrar abrigo, guarida y apoyo a dos fuerzas guerrilleras, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Ejército de Liberación Nacional – Unión Camilista (ELN- UC). Esta afirmación del mandatario del Estado aliado al Imperio en nuestro Continente, declaró la protesta de un país soberano contra lo que su gabinete entiende como atentado a su autodeterminación. La afirmación en sí ya es absurda. Era de esperarse que los dichos escandalosos de los uribistas cayeran entonces en descrédito. Finalmente, la protesta esperable sería contra la presencia de tropas terrestres estadounidenses en su país. Ese es la contradicción que los medios corporativos, los agentes líderes de los oligopolios en cada uno de nuestros países ni siquiera meditan antes de levantar. La insurgencia colombiana hasta puede transitar en áreas de frontera, pero son las tropas del Imperio que tienen bases físicas, establecidas no sólo en Colombia, sino también en otros de nuestros países, tal es el ejemplo de Paraguay. O sea, el presidente que tiene en su currículum haber sido el responsable de la aviación civil colombiana durante al periodo de mayor crecimiento de la presencia de aeronaves del Cartel de Medellín, vio en el tráfico de columnas guerrilleras en zonas de selva una amenaza “a su país”.
Esta vez, Uribe exagera en los absurdos declarativos. En toda la Amazonía, en todos los países de la Amazonía Legal, las zonas de fronteras son calientes y con poco o ningún control de los territorios por los Estados soberanos. No sólo no existe control de esas regiones sino que, siendo zona de selva, tampoco hay cómo controlar. No hace mucho el Ejército Brasileño reconoció en red nacional de televisión, el tráfico diario de más de 200 mil extranjeros en la Amazonía Brasileña. Particularmente, tuvimos la oportunidad de al menos por tres veces, haber conversado con gente aún activa y con hoja de servicio en regiones duras como en la franja de Tabatinga-Letícia, frontera re caliente del Brasil con Colombia. Comentaron en confianza estos militares profesionales que la presencia de columnas de la insurgencia es algo trivial, así como operaciones en la región contra redes de narcotráfico y contrabando. Hablamos de empleo real, con uso de fuerza letal, aeronaves de apoyo, patrullas de aviones Tucano con armamento completo e infiltración por detrás de líneas (¿serían fronteras?) de operadores. Y, como se sabe, no hay insurgencia en el Brasil. Por lo tanto, la cuestión que se debería presentar a los editores del mundo o América Latina de periódicos y portales es: ¿Cuál es la novedad?
De ahí a acusar formalmente al gobierno Hugo Chávez de dar guarida a la insurgencia colombiana hay un gran foso. El equipo de Uribe hasta innovó, acusando la presencia de las columnas insurgentes en el estado Zulia, siendo que lo convencional es denunciar la presencia insurgente en el estado Táchira. Los medios de comunicación, operadores políticos masivos de la política externa de Hillary Clinton, nada comentaron ni repercutieron el hecho (irrefutable) de la presencia de para-militares colombianos (paracos), no sólo en zonas de frontera, sino también ingresados en terrenos, chácras, quintas y haciendas pertenecientes a “respetables líderes” de la oposición “democrática” venezolana. Aunque el Palacio de Miraflores (sede de gobierno de Venezuela) contara con un aparato de propaganda brillante y coherente para la manipulación de verdades en los hechos, sería imposible producir tantos falsos paracos asentados en territorio venezolano. Aún así, ninguno de los asociados del Grupo Diarios de América (cartel de los medios de ellos) asume esta presencia de tropas irregulares, generalmente encarceladas cuando están en propiedades de golpistas.
Tres enunciados obvios que los medios corporativos no recuerdan
El primer enunciado que nadie dijo es que en Colombia es más seguro para el militante ser guerrillero que organizador de base. Y, más allá de la verborragia de Uribe, pocos se acuerdan que tal vez la única oportunidad de victoria militar de la insurgencia sea la internacionalización del conflicto. Hay un impasse en la tierra de Gabriel García Márquez. Por más que estén enflaquecidas, las dos guerrillas no están ni cerca de ser derrotadas por la fuerza de las armas. Y, por su parte, las fuerzas guerrilleras están aún más distantes de la victoria bélica, más si tenemos en cuenta que los estilos de hacer política y las formas de relación con las estructuras sociales entre las FARC y ELN son discrepantes, cuando no confrontadas.
El segundo es la participación capilar del narcotráfico en la conformación de clases y en las estructuras societarias colombianas De tan atravesado por la industria de refinamiento de la coca, el país ve en sus élites dirigentes, militares y económicas los verdaderos representantes del comercio ilegal de substancias psicotrópicas ilegalizadas. La alternativa propuesta por los gobiernos en general y con mayor énfasis por el gobierno Uribe, fue el aumento de la monocultura – más allá de la coca, la palma africana (para el biocombustible extraído del aceite de esta planta) y las zonas bananeras – y la financiación del Estado a través del Plan Colombia. El absurdo final fue conceder el derecho inalienable de la propia soberanía, aceptando la presencia de tropas terrestres del Imperio en el suelo de Colombia.
Y el tercer enunciado es la culpabilización del otro. La analogía es responsabilizar al vecino que vive al lado por los males que ocurren en su hogar. Bueno -como dice un gran amigo que lee diariamente la prensa internacional– ¿cómo un Estado que convive con la guerrilla hace más de 40 años, atribuye al país vecino la responsabilidad por no solucionar su propio conflicto?
El legado político de Uribe y la conclusión que los medios corporativos no consiguen ver
Entendemos que la intención del presidente Uribe Vélez fue emparedar al ex- ministro de Comercio Exterior de Cesar Gaviria y su ex-ministro de Defensa, el político de trayectoria liberal Juan Manuel Santos Calderón. Santos también es uno de los fundadores y su correligionario en el Partido de La U (Partido Social de Unidad Nacional, creado en 2005, y pro-Uribe). Aún siendo visto por el electorado como su heredero político, el presidente electo apunta hacia una mayor flexibilidad en la política externa en general y en la relación con Venezuela en particular, pudiendo ir más allá del belicismo mediático. La esencia de las propuestas de Santos y Uribe es la misma, pero la opción táctica en el cortísimo plazo puede apuntar a la búsqueda de una solución negociada, o al menos a la postergación de un conflicto inminente. El nuevo gabinete tiene en cuenta la posibilidad de que los ataques verbales resulten en algo factual, en vista a la operación conjunta con el Imperio, que resultara en el ataque a territorio ecuatoriano, en marzo de 2008.
En este sentido, Uribe consiguió proclamar públicamente su lealtad a los EUA, para con la política externa del gobierno Clinton-Obama. Con eso se elevó a operador- llave de las acciones pro-imperialistas en América Latina, siendo desde ahora una alternativa reaccionaria de retorno a la presidencia de su país. Santos es un neoliberal con formación de economista, y tal vez sea un poco más pragmático y menos belicista que su antecesor. Si esto llega a ocurrir, enflaquece las posiciones a favor del Plan Colombia y de la solución bélica para el conflicto interno. Y, sólo con meditar esta posibilidad ya deja en pánico todo un modo de dominación que necesita del estado de guerra para seguir funcionando y teniendo el aporte de recursos billonarios del Imperio.
Por fin, si por casualidad llegara a haber un conflicto directo de tropas colombianas con fuerzas regulares venezolanas y esta escalada lleva a la intervención de los militares profesionales o mercenarios pro-EUA estacionados en Colombia, está dada la situación límite donde se encuentra la única oportunidad de victoria de la propia guerrilla. Ya derrumbar al gobierno de Chávez por la fuerza militar a través de intervención externa, es simplemente casi imposible. Este es un tema aparte, pero lo mínimo que se puede decir es que Caracas y su Región Metropolitana son incontrolables en un estado de guerra de liberación. Por lo tanto, aunque el Imperio desee un enfrentamiento directo, y todo lleva a creer que esta es la meta de la administración Clinton-Obama, elevar este hipotético conflicto más allá de escaramuzas de frontera es apostar a una escalada incontrolable, hirviendo los ánimos políticos latino-americanos. Esto puede venir a radicalizar no sólo la guerra civil en Colombia, sino también profundizar el proceso de cambios bolivariano en Venezuela.
Bruno Lima Rocha es politólogo (phd), periodista profesional y docente universitario. Contactos: blimarocha@gmail.com / www.estrategiaeanalise.com.br / skype: bruno.lima.rocha
Rafael Cavalcanti es estudiante de periodismo y es miembro del portal Estratégia & Análise Contacto: butigahn@gmail.com
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