sábado, 28 de agosto de 2010
A la oligarquía hondureña
Radio Porgreso
En la ruptura entre Estado y sociedad que hoy vivimos, todos los sectores de la sociedad tenemos un grado de responsabilidad, solamente que unos tienen una cuota más alta que otros. En ese sentido, el reducido grupo de familias potentadas, llamada oligarquía, tienen la cuota de máxima responsabilidad sobre el estado de ingobernabilidad actual.
Cuando en el resto del planeta surgen voces de empresarios y políticos que cuestionan la efectividad de las recetas de los Organismos Financieros Internacionales, horcones que sostienen e impulsan el modelo Neoliberal, en Honduras los empresarios siguen creyendo a ciegas en ese modelo, que hasta ahora ha sembrado más miseria, violencia y desigualdades, que oportunidades y viabilidad social y política.
Pero su responsabilidad no termina ahí, tal como lo dice un analista guatemalteco, quien afirma “Resulta satisfactorio comprobar que una verdad persistentemente negada ha llegado a aceptarse entre los más lúcidos formadores de opinión: que de la oligarquía emana el crimen organizado, la violencia, la inseguridad ciudadana y la miseria popular que provoca hambrunas y otras realidades de lacerante deshumanización; todo lo cual caracteriza a nuestro país ante los ojos del mundo”. Y a renglón seguido afirma, “Incapaces (por ignorancia y tozudez) de encabezar un proyecto de desarrollo democrático a largo plazo, la oligarquía y el neoliberalismo se aferran facilonamente a la inversión extranjera como socios minoritarios, y en su nombre exigen “reglas claras” o ausencia de normas; a todo lo cual estos campeones llaman democracia, libertad y Estado de Derecho. Uf”.
Estas reflexiones planteadas para el pueblo guatemalteco, encajan al pie de la letra en la realidad hondureña, y es que es tan cercana Centroamérica, no sólo geográficamente, sino en sus calamidades y en los constructores de las mismas.
En la búsqueda de soluciones a la crisis generada por el golpe de estado, la oligarquía hondureña pide sacrificio a todo mundo, menos a ellos, siguen convencidos que privatizando los servicios públicos, liberando a sus empresas de impuestos, destruyendo las leyes laborales y teniendo al ejército hondureño cuidándoles sus capitales, se va a salir de la crisis. ¿Será que no se han dado cuenta que en la coyuntura actual todo está en riesgo, incluyendo sus propios capitales, por tanto no se puede seguir en su lógica triunfalista ante el comunismo?
Frente a la avaricia o miopía de estos principales depredadores de todos los bienes públicos, todos los demás sectores de las sociedad, es decir, empresarios honestos, profesionales, organizaciones populares, organizaciones de mujeres y juveniles, pueblos indígenas, sectores eclesiales de base, estamos llamados a hacer frente a este grupito de rémoras para avanzar hacia un nuevo pacto social, que nos permite construir democracia y avanzar a partir de la lógica de subordinar capitales y ganancias a lo que ha de ser el centro y visión de todo el quehacer del Estado y de la sociedad: la plena dignidad de las personas.
En la ruptura entre Estado y sociedad que hoy vivimos, todos los sectores de la sociedad tenemos un grado de responsabilidad, solamente que unos tienen una cuota más alta que otros. En ese sentido, el reducido grupo de familias potentadas, llamada oligarquía, tienen la cuota de máxima responsabilidad sobre el estado de ingobernabilidad actual.
Cuando en el resto del planeta surgen voces de empresarios y políticos que cuestionan la efectividad de las recetas de los Organismos Financieros Internacionales, horcones que sostienen e impulsan el modelo Neoliberal, en Honduras los empresarios siguen creyendo a ciegas en ese modelo, que hasta ahora ha sembrado más miseria, violencia y desigualdades, que oportunidades y viabilidad social y política.
Pero su responsabilidad no termina ahí, tal como lo dice un analista guatemalteco, quien afirma “Resulta satisfactorio comprobar que una verdad persistentemente negada ha llegado a aceptarse entre los más lúcidos formadores de opinión: que de la oligarquía emana el crimen organizado, la violencia, la inseguridad ciudadana y la miseria popular que provoca hambrunas y otras realidades de lacerante deshumanización; todo lo cual caracteriza a nuestro país ante los ojos del mundo”. Y a renglón seguido afirma, “Incapaces (por ignorancia y tozudez) de encabezar un proyecto de desarrollo democrático a largo plazo, la oligarquía y el neoliberalismo se aferran facilonamente a la inversión extranjera como socios minoritarios, y en su nombre exigen “reglas claras” o ausencia de normas; a todo lo cual estos campeones llaman democracia, libertad y Estado de Derecho. Uf”.
Estas reflexiones planteadas para el pueblo guatemalteco, encajan al pie de la letra en la realidad hondureña, y es que es tan cercana Centroamérica, no sólo geográficamente, sino en sus calamidades y en los constructores de las mismas.
En la búsqueda de soluciones a la crisis generada por el golpe de estado, la oligarquía hondureña pide sacrificio a todo mundo, menos a ellos, siguen convencidos que privatizando los servicios públicos, liberando a sus empresas de impuestos, destruyendo las leyes laborales y teniendo al ejército hondureño cuidándoles sus capitales, se va a salir de la crisis. ¿Será que no se han dado cuenta que en la coyuntura actual todo está en riesgo, incluyendo sus propios capitales, por tanto no se puede seguir en su lógica triunfalista ante el comunismo?
Frente a la avaricia o miopía de estos principales depredadores de todos los bienes públicos, todos los demás sectores de las sociedad, es decir, empresarios honestos, profesionales, organizaciones populares, organizaciones de mujeres y juveniles, pueblos indígenas, sectores eclesiales de base, estamos llamados a hacer frente a este grupito de rémoras para avanzar hacia un nuevo pacto social, que nos permite construir democracia y avanzar a partir de la lógica de subordinar capitales y ganancias a lo que ha de ser el centro y visión de todo el quehacer del Estado y de la sociedad: la plena dignidad de las personas.
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